Qué visitar en Guayaquil: El cerro Santa Ana y la isla Santay

Después de recorrer Perú con la mochila y compañía de nuestros buenos amigos viajéfilos, nuestro siguiente objetivo era visitar los mejores lugares de Ecuador. Para ello todavía teníamos algo más de un mes que queríamos combinar con nuestro destino final, Colombia. Así que el tiempo era un problema relativo. Huyendo de el error de querer visitarlo todo y con la sana intención de llevarnos en la mochila un buen recuerdo de nuestro paso por Ecuador, nos planteamos volar a Guayaquil desde Lima (una circunstancia que marcó el mal clima que nos acompañaba desde hacía un par de semanas).

Una vez ya en Ecuador, aprovecharíamos para disfrutar de Guayaquil de la que solo leíamos horrores, dedicarnos algún día de descanso en la costa, Montañita sería una buena opción, cruzar hacia el norte del país siguiendo la interesante avenida de los volcanes y terminar en Quito desde donde partiríamos al mejor de los destinos del bello país andino: el archipiélago de Galápagos. No pintaba nada mal ¿no?

Las mejores visitas en Guayaquil

La ruta, escalas y artículos dedicados a nuestro viaje a Ecuador

Ruta de viajefilos. Un mes recorriendo Ecuador y el archipiélago de Galápagos

El vuelo a Guayaquil

Salíamos aquella tarde hacia nuestro tercer bocado de Sudamérica, Ecuador. Un pequeño país en extensión pero enorme en altura; un país que alberga uno de los paraísos mejor protegidos del planeta, el archipiélago de las Galápagos, y que en tan sólo 300 kilómetros reúne hasta 70 volcanes, más de la tercera parte activos… Con estas magníficas premisas, que nos cargaban de buenas expectativas, partíamos hacia allá. Primero nos planteamos unos días de playa, (empezamos por Guayaquil y la costa pacífica), para después, desde Cuenca, recorrer la avenida de los volcanes hasta Quito y dar el salto a Galápagos.

Volábamos a las cinco de la tarde. Un vuelo con LATAM por el que tal vez habíamos pagado demasiado, pero el brusco cambio de planes por el temporal que azotaba el norte peruano, así lo quiso. Así que, la mañana estuvo dedicada a nosotros mismos…

Siete de la tarde y aterrizaje en Guayaquil, una de las mayores ciudades del Ecuador y habitual escala para los que viajan a Galápagos. Las próximas dos noches nos alojaríamos en el Hostel El Manso, situado en el malecón, uno de los motivos principales de nuestra elección. La lluvia nos recibía a nuestra llegada a Ecuador; una fuerte lluvia que desde las ventanillas del avión nos preocupó. Veríamos si era tan alarmante cuando salíesemos, de momento nos tocaba una buena cola para los trámites de inmigración. Pasaporte en regla y la clásica declaración de aduanas rellenada en vuelo. Los carteles informativos nos recuerdan que podemos gozar de una estancia máxima de noventa días. Las instalaciones del aeropuerto son magníficas y ha recibido en dos ocasiones el galardón como mejor aeropuerto de América latina.

Y entre leer éstos y otros cárteles, además de observar al resto de pasajeros de la fila (¿qué opinarán de nosotros?), pasó la media hora de migración. Salimos del aeropuerto en busca de uno de los taxis oficiales, identificables por ser amarillos (más tarde supimos que mejor si llevan una franja roja y blanca, dicen que son los más seguros). Una muchacha en la fila nos dice que debemos pagar entre 6 y 7 dólares; las tarifas de los no oficiales son menores, pero no son recomendables. Finalmente y sin negociarlo, pagamos algo menos.

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El taxista nos confirma las fuertes lluvias desde hace dos días y que hoy inundaron parte del malecón. Acabamos de llegar y ya nos da la impresión de que nuestros planes sufrirán cambios de nuevo por culpa del tiempo. Así que al llegar al Manso y hacernos con la wifi tras el check in, lo primero que investigamos fueron las previsiones del tiempo. Con ello sentimos un poco de alivio, al comprobar que no eran tan catastróficas.

En fin, poco podemos hacer de momento. Cuestión de buscar acomodo para la cena, y entre el malecón y la Plaza de las Iguanas, sitio tendremos. Son las nueve de la noche, es cierto que está lloviendo, pero nos sorprende la poca gente que hay en la calle. Eso sí, la zona está plagada de policía. Sin ganas de explorar mucho más allá después de cenar, nos metemos pronto en el Hostel. Por cierto, poco más de las diez y hasta la policía se ha escondido…

Mapa del centro de la ciudad de Guayaquil

TIPs VIAJÉFILOS

Para el bolsillo

  • Menú en Rte Sakana, calle Porta, cerca de Plaza Kennedy: 12 soles (menos de 4 €). Excelente.
  • Taxi Miraflores-aeropuerto Lima: 50 soles (14 €).
  • Dos cafés en el aeropuerto, sala de internacionales: 28 soles (8 €). ¡Cuidado! Sin saber porque, te meterán ese precio por un mal café.
  • Vuelo ida Lima-Guayaquil. LATAM: 258 €.
  • Taxi aeropuerto-malecón de Guayaquil: 5 dólares.
  • Hostel El Manso: habitaciones doble con baño compartido, 31 dólares por noche, impuestos incluidos. Muy buena onda que dirían por aquí y comida vegetariana, para los interesados. Prácticamente cada noche organizan algún pequeño evento cultural: charlas, conciertos, exposiciones. Interesante lugar.
  • Pizza mediana en Pizza Hut: unos 20 dólares. 

Tiempos y distancias

  • Taxi Miraflores-aeropuerto Lima: 45 minutos al mediodía.
  • Vuelo Lima-Guayaquil: 2 horas.
  • Taxi aeropuerto-malecón de Guayaquil: 5 km y unos 20 minutos.

Información útil

  • La moneda de uso en Ecuador es el dólar americano, siendo aconsejable el llevar billetes pequeños. La “dolarización” como la llaman, se produjo hace cerca de dos décadas y ya está más que establecida. Es curioso que acuñan sus propias monedas de dólar en algunas fracciones.

Guayaquil

Nada bueno habíamos leído de la ciudad. Catalogada como una de las más peligrosas de América y de la que únicamente se hablaba como “de paso”. Pero nosotros, estábamos dispuestos a explorarla y sacar nuestra propia conclusión. De hecho, se notaba que Guayaquil estaba tratando de cambiar esa mala fama y agradar al turista, invitándolo a visitarla.

Con ello en la cabeza un rato, ya desde la cama, me levanté. Me asomé al balcón del segundo piso de nuestro Hostel. Tráfico intenso, mucho sonido de claxon empeñado en ganar una competición inexistente, un día gris con tímidos rayos de sol peleando por aparecer, un malecón deteriorado con el río Guayas descargando todo lo arrastrado por la lluvia de ayer… nada hacía prometedora la estancia. Pero, ¡no llovía! y eso, en nuestro caso, era suficiente.

La visita de la ciudad de Guayaquil

La ciudad, fundada como casi todas por estos lares en el siglo XVI, sirvió durante siglos como astillero para el imperio español. En 1540, Diego de Urbina decidió fundar este primer asentamiento, conocido como “Cerrito Verde”, que terminó por ser uno de los mayores astilleros de la corona, debido en gran parte, por la calidad de la madera que se localizaba en las selvas cercanas.

Los constantes ataques piratas empujaron las construcciones sucesivamente hacia cerros como el de Santa Ana y el del Carmen, barrios que conservan algunos de los edificios más característicos de la antigua colonia. Pero numerosos incendios han cambiado la fisionomía de la urbe, el mayor y más reciente en 1896. Tras una breve etapa de aventura independentista tras la separación de la corona española, con José Joaquín de Olmedo que creó la Provincia libre de Guayaquil en 1820, finalmente se anexionó de modo definitivo a la República Ecuatoriana en 1930.

La visita de la ciudad se mueve entre el Malecón Simón Bolívar que sirve de paseo y epicentro turístico, y las Peñas y el Cerro de Santa Ana, los dos barrios históricos que tras su restauración son lo mejor conservado de este desdichado pasado.

Al poco de salir del Hostel, caminamos desde el malecón que dejaremos para después adentrarnos hacia el interior de la ciudad, por la elegante calle Clemente Ballén, flanqueada por grandes edificios gubernamentales y probablemente una de las más agradables avenidas para recorrer en Guayaquil.

La calle nos lleva al Parque Seminario, Parque Bolívar o más conocido como Parque de las Iguanas, por la colonia de estos animales que alberga. En el centro, una estatua ecuestre del sempiterno Simón Bolívar y sobre los árboles y por casi todos los lados, un montón de iguanas de aspecto prehistórico parece que llevaran aquí miles de años. Al frente queda la Catedral Metropolitana de San Pedro Apóstol, de moderna fachada neogótica recientemente reconstruida y un interior que aunque de grandes dimensiones, resulta más bien prescindible.

Parque de las Iguanas de Guayaquil

Los tímidos haces de luz se hacen dueños y señores, y el sol comienza definitivamente a apretar. La impresión de la ciudad comienza a cambiar y ya no parece tan sórdida como la noche anterior o esta mañana mientras amanecía. Volvemos hacia el malecón, cruzamos esta vez por el edificio de la Universidad de las Artes de Ecuador y salimos a la altura de la Torre Morisca a la que se puede subir, pero desistimos. Lo que quede de día soleado preferimos dedicárselo al cerro, hacia donde nos dirigimos.

Sin duda en el malecón, se ha invertido mucho dinero. A mitad de camino, donde desemboca el bulevar 9 de Octubre, se halla la escultura conocida como La Rotonda, que conmemora la cita de San Martín y Bolívar en Guayaquil en 1822. El paseo resulta agradable, aunque desierto a estas horas de la mañana. Tan sólo algunos turistas, pocos locales y casi más personas dedicadas a la seguridad, junto con cámaras que nos advierten amablemente de que estamos siendo grabados.

La zona que sigue, de jardines tropicales y bonitas flores, está extremadamente cuidada y da algo de frescura a esta parte del camino. Un gran cine 3D o una enorme noria al estilo de la célebre sobre el Támesis y conocida como La Perla, son algunos de los reclamos que siguen por el paseo.

La subida al cerro de Santa Ana de Guayaquil

Aproximadamente tras un kilómetro se llega a la subida al Cerro de Santa Ana, el primer enclave español que fue dedicado a la santa por un soldado conquistador al que ayudó cuando estaba en apuros. El cerro, con sus coloridas casas sobre la ladera, ya hace tiempo que se encuentra vigilado y es visitable. Emprendemos la subida de unas escaleras que conducen al Barrio de Las Peñas. Comienza el distrito por la calle Numa Pompilio Llona, médico y poeta de Guayaquil, que resulta una de las más bonitas del casco histórico.

Cerro de Santa Ana y Barrio de las Peñas de Guayaquil

A mano izquierda, la escalinata Diego Noboa, con 444 escalones que nos merendamos con el calor del mediodía. La misma conduce al famoso faro de Santa Ana. El barrio está plagado de tiendas, bares y pequeños comercios, que asientan sus negocios sobre graciosas fachadas de tonos pastel y combinación de colores un tanto ecléctica. De nuevo, casi tantos policías como turistas. Para el que no crea haberlo conseguido, el número de escalones está contabilizado hasta el último. Arriba, el pequeño santuario de la santa, el faro y las vistas de la ciudad. Una fotogénica atalaya blanquiazul que justifica el esfuerzo de la subida.

Iglesia del cerro de Santa Ana

El ascenso al interior del faro, gratuita, permite observar más allá de la ciudad y el estuario de lo que fue la antigua fortaleza española. Al iniciar la bajada, uno de los de seguridad nos indica que mejor sigamos por otro camino distinto al elegido. Nos sorprende, pero con tanta presencia policial, resulta fácil pensar que por algo están. La zona tiene fama de especialmente animada por la tarde y noche, pero no entendemos, si a plena luz del día, genera tanto estrés, como será al caer el sol.

Faro de Santa Ana en el Cerro de Guayaquil

Una vez abajo, damos una vuelta por el renovado puerto de Santa Ana. Buenos espacios, pero algo desangelado. Los locales desde luego tienen buen futuro, cuestión de que se termine de desarrollar. La hora de comer y con prácticamente Guayaquil visto, buscamos un sitio donde hacerlo. Tomamos desde aquí un taxi hasta la Plaza Centenario.

La plaza, si bien es bonita y está animada de gente a estas horas, también incluye entre esa gente alguna que otra prostituta y algún que otro tipo con regular pinta. Eso, y que no vemos local que nos acomode, hace que tomemos el bulevar 9 de Octubre hacia el malecón. A mitad camino, el restaurante Casa Res Steak House, sí es lo que buscamos. Aquí nos metemos la merecida recompensa proteica a base de carne de buena res; para nosotros un buen filetazo, vamos.

Salimos y continuamos por la misma avenida, arteria central de la ciudad. Hay que ver cómo cambia cualquier urbe con sólo aparecer la luz del día. Lo que ayer nos pareció un sitio al que no debíamos habernos acercado, la zona de la iglesia de San Francisco por la que discurre 9 de Octubre, ahora es el animado centro urbano.

La isla Santay, el pulmón de Guayaquil

Todavía con tiempo y ganas, antes del atardecer, tomamos un taxi y nos acercamos hasta el puente peatonal que une la ciudad con la isla Santay, el pulmón de la ciudad. Realizado en 2014, se ha convertido en la principal comunicación con la isla, ahora lugar protegido, y a la que sólo se puede acceder en bicicleta o caminando.

El camino hasta el área de interpretación, nos dicen en la entrada al puente que lleva unos 40 minutos. El acceso está vigilado y se nos solicita un número de pasaporte a la entrada. La bicicleta de alquiler son 4 dólares, pero preferimos hacerlo andado. El puente mide poco más de 800 metros y una vez cruzado, el camino te lleva a la derecha hasta la ecoaldea. La ruta que lleva hasta aquí está abierta hasta las cinco de la tarde.

La isla es una formación de manglares rica en flora y fauna, dada su condición de protegida. Las pasarelas que guían el circuito parecen construidas hace pocos años y hacen de la ruta un paseo agradable, nada dificultoso. Bajo las mismas, el área pantanosa del manglar.

En la ecoaldea, el que antes fue el pueblo de pescadores y ahora se le llama tan rimbombantemente, se cuida en el momento actual de una colonia de unos 12 cocodrilos de la costa, uno de los mayores animales de la fauna ecuatoriana y que pueden alcanzar hasta los 6 metros. En actual peligro de extinción, aquí se exhiben algunos especímenes. Otra de las especies características de la isla, son los peculiares cangrejos violinistas.

Al final del camino encontramos la famosa ecoaldea con servicios: una pequeña tienda de refrescos, un restaurante y paneles de interpretación e información. Aquí vive la comunidad, ahora dedicada en gran parte a la protección del entorno, y todavía a la pesca. Se puede emprender un sendero, el Huaquillas, de tan sólo 400 metros (unos 15 minutos) hasta un mirador, pero lo dejamos pasar. Era tarde y no se debe hacer sin repelente al atardecer.

Desde aquí, se puede cruzar en bicicleta el puente que une con Durán, de más reciente construcción. Nosotros todavía con fuerzas, caminamos hasta la cocodrilera para ver a estos gigantes. Por desgracia estaban en la siesta y sólo vimos el lomo de uno de ellos parcialmente sumergido.

Atardecer en el puente, camino de la isla de Santay

Para volver optamos por tomar un bote y cruzar el río. O eso pretendíamos… ¡funcionan hasta las cuatro de la tarde! Así que tocó caminar de regreso y ya, a estas alturas, comenzaba a ser menos divertido.

Por fin de nuevo en el extremo de la ciudad, y para llegar al malecón, nada mejor que el Metrovía, un bus con carril propio y acceso prepago, al estilo del que tomamos en Lima. Para acceder, sólo con tarjeta, tendrás que pedir el favor a alguien para que recargue la suya, lo cual, la verdad, fue muy sencillo. De inmediato y al ver nuestra cara de guiris desvalidos, una muchacha se ofreció. Cómodo y rápido. Casi diez horas después desde que salimos del Manso, volvemos al hostel. Hemos revisado lo andado en el programa del móvil, 18 km…

Rendidos como llegamos y con el buen ambiente que tenía el hostel, nos quedamos a cenar allí mismo. La carta, básicamente vegetariana como escribí, pero con platos típicos más que interesantes. Una pasta integral casera con salsa de camarón, muy buena. Buena cerveza, jazz, una especie de fiesta fashion en el local de artesanía al que no paraba de llegar gente guapa… En fin, un gustazo de velada ¡sin moverse! Y casi sin darnos cuenta, aunque en realidad vimos cómo también se unía gente con instrumentos al evento, la música pasó a ser en directo, mucho mejor, como siempre.

Sin duda, no nos podemos arrepentir de la corta escala, de tan sólo un día, en Guayaquil. Suficiente y agradable a pesar de todos los peros. Esperamos que con el tiempo las guías puedan hablar mejor de esta bonita ciudad que anda preparándose para épocas mejores con paso firme. Y además ¡tuvimos un excelente día de sol!

Y si eres de los que gusta de buscar un paseo guiado con gente local o cualquier otra actividad organizada, no dudes en probar con los amigos de Get Your Guide. Un montón de opciones en Guayaquil te están esperando: Un tour por la ciudad, practicar parapente, un recorrido hasta la playa de las Salinas, el avistaje de delfines en el Puerto de El Morro…  Haz click aquí y verás todas las opciones que tienen en Guayaquil.

TIPs VIAJÉFILOS

Para el bolsillo

  • Café y cortado en el malecón, en Sweet and Coffee: 2.95 $. De esos buenos sitios donde tomar un espresso y además en el agradable paseo del malecón en este tramo.
  • Una cerveza de 550 ml en el Barrio de la Peña junto al cerro: 3 $. Hay que andar con mucho ojo en estos locales, pero la gente desde luego resulta familiar y simpática.
  • Taxi del Barrio de la Peña a la Plaza del Centenario: 3 $.
  • Comida completa en el restaurante Casa Res de 9 de Octubre: 30 $ para dos. No es económico pero muy buena carne, desde luego.
  • Taxi desde 9 de Octubre al puente peatonal de Santay: 4 $.
  • Alquiler de bicicleta para la isla Santay: 4 $.
  • Bote de vuelta desde la isla Santay: 2 $.
  • Metrovía para trayecto urbano: 30 centavos.
  • Jugos puros en Fruttila: en torno a 2 $.
  • Cena en el Manso con cerveza: 13 $ cada uno. Merece la pena informarte en su web o en Facebook de los eventos que organizan todas las semanas. La comida, muy buena.

Tiempos y distancias

  • El malecón mide 2.5 km en su totalidad y el paseo resulta muy agradable y seguro.
  • Puente peatonal de la isla Santay: 800 metros.
  • Distancia en la isla hasta el centro de interpretación: 1700 metros.
  • Recorrido a pie desde el punto de acceso al puente peatonal de la Isla Santay hasta la ecoaldea y centro de interpretación: 40 minutos. Fueron otros tantos de vuelta.

Información útil

  • La ciudad, sobre todo de día, resulta cómoda y segura para una visita de una jornada. La presencia policial en las zonas turísticas es constante. La impresión es de que de verdad han tenido serios problemas y tratan de dar aspecto de seguridad. Como muestra, además de lo dicho, algunos taxis amarillos, tienen cámaras y un botón de pánico. Para distinguir entre los que disponen de este sistema de seguridad y los que no, hay que coger uno de los que lleven pegatinas blancas y rojas en bandas, tanto en el frontal como en las puertas.
  • El 14% del impuesto por alojamiento no está incluido en los precios de Booking. Supone un extra que tendrás que tener en cuenta en tus cálculos a partir de aquí los días que duermas en Ecuador.

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