Una escala en Kuala Lumpur siempre es una buena noticia. Para nosotros no era la primera vez que podíamos disfrutar de Kuala pero no perdimos la oportunidad de volver a dedicarle dos días a Kuala Lumpur. La ciudad, como todas las grandes ciudades en este lado del mundo, cambia por meses y nunca deja de sorprender. Además de poder disfrutar de los rascacielos y las vistas de Kuala Lumpur, para estos días teníamos previsto visitar las Batu Caves, las famosas cuevas cercanas a la capital y que se nos habían resistido en anteriores viajes. Así que salíamos para tres semanas en Malasia, tres semanas dedicadas casi por completo a Borneo y sus dos regiones: Sarawak y Sabah, pero antes disfrutaríamos de nuevo durante 48 horas en Kuala Lumpur.
Nuestra ruta de viaje por Malasia fue como sigue en los siguientes artículos, cargaditos de buena info para recorrer toda la Malasia insular y los principales parques nacionales de Borneo por libre:
- La escala de Kuala Lumpur
- Kuching, la ciudad de los gatos
- Parque nacional de Bako, Sarawak
- Reserva de orangutanes de Semengok y Gunung Gading
- Parque nacional de Gunung Mulu
- Kota Kinabalu y la reserva de orangutanes de Sepilok
- Navegación en el Kinabatangan
- Parque nacional de Danum Valley
- Merecido descanso en Penang y vuelta…
Jueves, 31 de Agosto de 2017. Alicante-Kuala Lumpur
Aquella tarde salíamos hacia Malasia. Un vuelo comprado hacía pocos meses con KLM y que nos llevaba vía Amsterdam hasta Kuala Lumpur en una combinación casi perfecta de horarios. Salida por la tarde, escala corta en la ciudad holandesa y vuelo de noche hacia Asia. En esta ocasión fue realmente lo más planificado de nuestro viaje a Malasia . Habíamos dejado varios “cabos sueltos” y en cierto modo nos gustaba gozar de cierta libertad en el viaje. Esa misma mañana antes de salir, “habíamos atado” algunos de esos cabos y todavía cerrando nuestras mochilas compramos algún vuelo que nos faltaba en nuestro itinerario por Borneo. Con la visita de los principales parques nacionales reservada (Bako, Gunung Mulu y Danung) y algunos de los alojamientos, emprendíamos nuestra ruta por la Malasia insular.
Y es que lejos de visitar la Malasia continental, aquellas tres semanas en Malasia, las íbamos a dedicar casi por completo a recorrer el Norte de Borneo, la parte de la inmensa isla que pertenecía a este lejano país asiático. El sur indonesio, Kalimantan, lo habíamos visitado años antes, y la experiencia fue formidable en todos los aspectos: áreas de selva prácticamente virgen, siempre amenazado por el maldito boom del aceite de palma, los famosos parques nacionales y su especie estrella, los orangutanes, además de poblaciones ancladas en las viejas tradiciones como Banjamarsin y la vida en sus canales o regiones de belleza infinita como Loksado. Todo esto nos inclinó definitivamente a disfrutar esta vez de sus vecinos del norte y de sus muchos atractivos. Tantos eran, que las cuentas no salían si incluíamos destinos a priori fundamentales, como las famosas y repletas, Perenthians, lugares que dejábamos pues para otra ocasión.
KLM salió de Alicante con cierto retraso y con ese gusanillo en el cuerpo que te recuerda con insistencia que vas justo de tiempo, aterrizamos y despegamos de Schiphol prácticamente en el mismo momento. Unos 45 minutos para bajar de un avión y subir a otro no son “del todo suficientes” en este macro aeropuerto… Así que con el jadeo con que nos dejó la carrera, conseguimos abordar por los pelos nuestro vuelo asiático. Tiempo de películas, cena y poco más que contar de este primer día, salvo que KLM sigue siendo una de las mejores y más económicas opciones para llegar hasta el lejano continente. Nunca defrauda.
Viernes, 1 de Septiembre de 2017. Kuala Lumpur
Muy temprano llegábamos a nuestro destino, temprano en la cabeza, por la tarde en el reloj. Todavía nos quedó una buena carrera en el aeropuerto de Singapur, última escala y mucho más grande que cualquier otro. Y es que Changi, el aeropuerto del pequeño estado es una ciudad en si mismo, un lugar donde una escala larga no tiene ninguna importancia, las instalaciones son impresionantes. Para nosotros no fue el caso esta vez y, como digo, tomamos el último de nuestros vuelos de nuevo jadeando.
Aterrizábamos pues en la capital malaya, Kuala Lumpur, ciudad que teníamos la suerte de conocer ya y que nos serviría de escala y fin de semana para aclimatar los cuerpos. De hecho ya teníamos algún artículo escrito de Kuala Lumpur y nos hacía mucha ilusión releerlo y recordarlo, ¡para eso estaba viajefilos!
Malasia se sitúa en ese extremo mágico del continente: al norte las famosas playas y atractivos de Tailandia, al sur la fascinante e inabarcable Indonesia y en medio dos estados mínimos pero enormemente ricos: Singapur y Brunéi. El atractivo del país es más que evidente ojeando un mapa y a medida que te acercas te das cuenta de su variadísima riqueza: cuidadas playas de postal por doquier, selvas primarias ahora convertidas en parques nacionales, poblaciones incluidas entre los patrimonios de la humanidad y la sempiterna y cambiante Kuala, escala perfecta en un viaje a esta vasta región.
Transporte desde el aeropuerto a la ciudad de Kuala Lumpur
Salir del aeropuerto internacional de Kuala (KLIA) no resulta complicado. Un tren te lleva hasta la terminal dónde pasar por el puesto de inmigración. Para españoles no es necesario visado y con el pasaporte obtuvimos el sello de entrada gratuitamente y sin demasiada demora en la cola.
Después del trámite de rigor, recogida de equipaje y, después de tanto vuelo, pues faltaba una mochila. Parece que ya contaban con que no llegaría y un muchacho nos espero e indicó como reclamarla. En el siguiente vuelo, la mañana siguiente, llegaría al hotel. Y por fin, un café más tarde, salimos. El ringit malayo andaba en unos 20 céntimos de euro, lo cual había fácil los cálculos dividiendo por cinco las cantidades. En el mismo aeropuerto sacamos algunos ringits del cajero.
A priori, la opción sencilla para llegar a la ciudad, era tomar el KLIA exprés, el moderno transporte que te lleva al centro de la ciudad en solo 28 minutos, en concreto a la estación de KL Sentral (55 RM por trayecto, unos 11 €). Desde aquí enlazaríamos en monorrail hasta nuestro hotel. Pero con los 30 € de indemnización por el retraso del equipaje, optamos por feriarnos un taxi y ¡sin problemas en poner en marcha el taxímetro!. Mucho más sencillo… y echando cuentas, más económico (90 RM, 18 €). Por cierto, chapeau por el conductor, un anciano que tras perderse, se negó a subir la factura de la carrera e incluso no aceptó la propina. Sin duda, mejor opción que el KLIA.
Acercarse a la ciudad de noche es un espectáculo, los grandes edificios iluminados y como principal reclamo, las torres Petronas presidiendo la escena. Teníamos reservado el Mercure Kuala Lumpur Shaw Parade en Buking Bintang para las siguientes dos noches (40 € por noche en habitación doble). Kuala tiene una enorme cantidad de posibilidades de alojamiento y para todos los bolsillos. Tal vez, de nuestras anteriores experiencias, este era el mejor barrio para alojarse en Kuala Lumpur. Una hora nos llevó la carrera. Definitivamente el hotel fue una muy buena opción.
La calle Jalan Alor, gastronomía asiática en la calle
El hotel se encuentra a cinco minutos del enorme centro comercial Times Square Berjara y a poco más de diez minutos caminando de la famosa calle Jalan Alor, dónde nos lanzamos a cenar, comer para nosotros… Las diez de la noche y la calle está en pleno apogeo, los restaurantes y terrazas invitan a sentarse en cualquiera, al azar. El humeante aroma de las barbacoas te empuja de inmediato. Y en uno de ellos nos sentamos. Una fría Tiger, unos pad thai y unos chicken satay. Delicioso y barato. Con esta primera parada y él hambre parcialmente saciada, seguimos calle arriba, “de tapas” en la calle Alor… No te equivocas entres al que entres y si hay gente local, mejor todavía. Más adelante, unas gambas rebozadas, el clásico “caballito” nuestro, un arroz con vegetales y una Skol, la cerveza malaya. Esa noche gastamos 25 €, las cervezas suben el presupuesto…
Para la vuelta y siendo todavía las doce, la zona está repleta de gente y comercios abiertos. Seguimos paseando hacia el hotel hasta que las fuerzas nos abandonan. Definitivamente debíamos descansar ya ese día…
Sábado, 2 de Septiembre de 2017. Kuala Lumpur-Batu Caves
Para hoy queríamos visitar las cuevas de Batu, una de las clásicas visitas turísticas desde Kuala por cercanas y que nunca antes habíamos visto. Bien temprano y con el cansancio desaparecido nos pusimos en marcha. ¿Quien dijo aquello de “el jet lag es solo para turistas…”? La verdad es que nuestro reloj seguía empeñado en marcar la madrugada española pero estando de viaje eso no tiene ninguna importancia.
Las cuevas Batu se encuentran a tan solo 13 km al norte de la capital y están bien enlazadas en transporte público. Desde 1890 se transformaron en un santuario dedicado al Dios Murugan, lo que las convirtió en lugar de peregrinación para los hinduistas. Murugan, dios guerrero para los hinduistas, hijo de Shiva y Parvati, se representa con una enorme lanza, símbolo de la iluminación y el conocimiento. Varios cientos de miles de peregrinos acuden durante las celebraciones y todo el año para venerar sus deidades. Fundamentalmente en Enero, durante la celebración del festival de Thaipusam en el que los hindúes más devotos cargan con ofrendas “pinchadas”, literalmente, sobre su cuerpo.
Desde el hotel y por recomendación de la recepción optamos por hacer la ida en taxi. El desayuno y las llamadas en busca de “la mochila perdida” hicieron que saliéramos más tarde de los deseado. Si optas por el tren, se debe enlazar en KL Sentral con la línea KTM o Conmuter que lleva directamente a una parada tan solo a cinco minutos caminando de las cuevas. El sistema de transporte en tren de Kuala incluye tres tipos: LRT, Monorail y KTM. Las líneas del KTM circulan con menor frecuencia y cuentan con una mayor capacidad de viajeros. En el caso de la línea que lleva a las cuevas Batu su frecuencia es cada 15 minutos. El trayecto en taxi desde el Mercure de Buking Bintang costó 30 RM (6€), unos 25 minutos.
Para acceder, se sube una empinada escalinata dominada por la estatua dorada del Dios de 43 metros de altura. La entrada es gratuita. Los 272 escalones llevan a una amplia cámara de 100 metros de altura donde la apertura superior permite la entrada de luz natural. En el interior de la enorme gruta, numerosas y coloridas estatuas adornan las paredes del templo natural.
Al fondo de la cueva, una segunda oquedad alberga el más bonito de los templos del interior, dedicado a la esposa de Murugan. Al iniciar la bajada, a la derecha, la Dark Cave. Exige pagar entrada (35 RM) y un tour guiado, dos de las cosas que no nos gustan, así que no esperamos a entrar. Abajo, nuevas cuevas y nuevas opciones de visita guiada como las cuevas Ramayana entre otras. En estas decidimos entrar antes de volver, probablemente por estar dedicada a un gran dormilón, que estuvo seis meses durmiendo (5 RM). Mucho más decorada aunque mucho más nueva en el interior, la visita no desmerece. Una estalactita natural representa un linga sagrado, símbolo de Shiva con forma fálica. Por cierto, durante el recorrido los pequeños macacos, muy pendientes de tus despistes, te acompañarán…
Para la vuelta, esta vez sí, tomamos la KTM Conmuter y bajamos en la estación de Kuala Lumpur (2.60 RM). Una ficha de plástico te sirve para acceder y debes conservarla para la salida. En unas tres horas estábamos de vuelta en el centro de la ciudad. Nos dirigimos hacia Chinatown, dónde hemos leído se han producido grandes reformas desde nuestra anterior visita. Paseamos por alguna de las nuevas peatonales, desde luego, le han lavado la cara al barrio. Acabamos en Petaling Street, imprescindible por lo animada.
El camino nos acaba llevando a orillas del canal, ahora en proceso de limpieza y al que quieren dotar de un nueva área conocida como “Río de vida”. En frente la cuidada mezquita del Viernes.
Terminamos por comer en Mc Donalds, buscando el fresco más que cualquier otra cosa. Para los rankings de precio de la cadena, en Kuala, 2 € el menú. Para la tarde, vuelta al hotel, ¡piscina y descanso! O eso quisimos porque además de que se lío tormentazo, la mochila sigue en camino, acababa de salir de Amsterdam…
Bueno, nunca hay mal que por bien no venga, dicho especialmente aplicable en un viaje. Y dado que llovía, Carmen andaba sin ropa y estábamos en uno de los paraísos de las compras en Asia, pues fuimos de shopping a matar las penas. Tampoco fue una locura, maldita globalización.
Para el atardecer, la línea de monorrail nos llevó a la estación de Raja Chulan (1.60 RM el trayecto) y subimos hasta el Heli Lounge Bar en el piso 34 del edificio Menara KL Jalan Sultán Ismail, un helipuerto que se convierte en terraza para copas a partir de las seis de la tarde. La consumición es obligatoria y al llegar pasaras por el bar donde casi no hay más remedio (25 RM el cocktail, 30 RM la pinta de Tiger). Una vez con ella en la mano puedes salir al helipuerto y ¡disfrutar de las fantásticas vistas de Kuala Lumpur!. Con el chaparrón caído, el cielo lucia cierta bruma que lo deslució, pero al caer el sol la ciudad se ilumina y pasa a ser un auténtico festival desde las alturas. Si quieres alguna mesa, mejor hacer reserva aunque no es necesario para tomar un copa de pie. Tan a gusto estábamos que incluso repetimos, buena música, todos los idiomas posibles, agradable temperatura y tremendas vistas, no hubo excusa.
Volvemos caminando y siguiendo la línea del monorrail hacia Buking Bintang. La ciudad sigue completamente viva. Sin querer queriendo acabamos otra vez en Jalan Alor para cenar. Esta vez y por recomendación de una amiga malaya, Rai, terminamos en el Wong Ah Wah (W.A.W) al principio de la calle y que se distingue por un Mickey Mouse en su cartel. También recomendados, pedimos las alitas (que nos avisa tardarán unos 40 minutos ¡dada la demanda!), unas judías y unos noodels fritos. No se le puede negar que el negocio funciona, varios de los locales contiguos parecen haber sido absorbidos por el Wong. Tardamos en comer pero la cantidad de gente malaya que buscaba sitio allí mismo y la calidad de los sabores servidos valieron la pena (20 € con dos litronas…). Las once y media y la gente seguía buscando sitio para cenar…
Domingo, 3 de Septiembre de 2017. Kuala Lumpur-Kuching
Salíamos hacia Borneo por la noche, así que todavía contábamos con todo el día por delante. Eso quiso decir levantarse tarde y llegar por los pelos, sin hacer, al desayuno. Check out y hacia las Petronas, aquellas torres gemelas a las que nos resistimos a subir. Los motivos: es caro, parece que acumulan colas para la entrada y las vistas no son mejores que desde otros lugares de la ciudad. La vista desde la Menara de Kuala, algo más alejada del centro y por tanto con mejor perspectiva, probablemente sea mejor. De nuevo pues en el monorrail, el simple paseo merece la pena.
En este lado de la ciudad, el terreno ha abonado el suelo para el crecimiento de las grandes moles de hormigón con las que las compañías internacionales demuestran su poderío. La vista desde abajo de los minaretes de la petrolífera malaya apabulla. Sus dimensiones las mantuvieron muchos años como el edificio más alto del mundo, 88 pisos y 452 metros, pero solo era cuestión de tiempo…
Un paseo por el centro comercial Suria en los bajos de las Petronas, entre tiendas de precios inalcanzables, queda en eso, un paseo. Comemos allí mismo. Restaurantes de todas las nacionalidades. Elegimos un japonés: Umai-Ya, donde por 25 € comimos deliciosos platos.
Es Domingo y se nota en el parque que queda detrás del centro comercial y las torres, con las mejores vistas de las mismas, repleto de gente a estas horas. Desde aquí se obtienen las mejores fotos y parece que todo el mundo lo tiene claro. Enfrente, el Traders, el hotel con otro local donde merece la pena subir al anochecer y disfrutar de una copa con las Petronas al frente. Por la noche un espectáculo de luces y sonidos anima la visita de la iluminación de las torres. Se acerca la hora de salida de nuestro vuelo a Kuching y emprendemos regreso al Mercure a por nuestras, “mi” mochila.
Kuala nos deja ese agradable sabor de otras ciudades asiáticas. Nos gustan Bangkok, Singapur, Hong Kong o Shanghai… y también Kuala. Tal vez algo más desaliñada y tratando de alcanzar la magnitud y cuidado de Singapur de la que se encuentra todavía muy lejos. Una ciudad donde se mezclan culturas, razas y religiones y donde las tradiciones tienen mucho más peso que en otras más despersonalizadas urbes. Donde la modernidad se abre paso a la fuerza frente a estas viejas tradiciones sin ningún tapujo. El burka convive con el móvil de última generación, los puestos callejeros de comida con las grandes cadenas, las pequeñas tiendas con las grandes firmas y musulmanes, hindúes, budistas y cristianos llenan centros comerciales, templos y calles con un objeto común: vivir.
Dejábamos el lado continental malayo en dirección a Borneo, la Malasia insular en la que tantas expectativas teníamos puestas. El vuelo a las nueve de la noche nos llevaría a Kuching, la capital de la región de Sarawak. Aunque volábamos con Air Asia desde la terminal 2 del KLIA, primero tendríamos que visitar a los amigos de “lost and found” en la terminal 1. ¡La mochila de Carmen había llegado!. En taxi tardamos unos 50 minutos. Y después de varios trámites y papeles, allí estaba. Rumbo a la terminal 2 para nuestro vuelo, esta vez con todo el equipaje. Un bus gratuito con frecuencia de 10 minutos nos lleva. Hay que bajar al nivel 1, la puerta 4. Unos 10 minutos lleva el trayecto. Muy aconsejable llegar al KLIA 2 con tiempo, es muy, muy grande. Los mostradores de facturación en la tercera planta.
Todo salió bien y nos embarcamos a tiempo. Dos horas de vuelo y aterrizábamos por fin en Kuching. Para recoger el equipaje y a pesar de que volábamos desde Kuala y llevábamos dos días en Malasia, un control de inmigración y un nuevo sello en el pasaporte. Justo antes s de salir del aeropuerto, un punto de información con mapas de Kuching y los parques nacionales gratuitos. Teníamos reservado el Loft Waterfront por 10 € la noche para las próximas dos noches. Para llegar a la ciudad, a unos 11 km del aeropuerto, la mejor opción, y probablemente la única, resultó ser un taxi. Precio fijo 30 RM (6€), momento en el que nos arrepentimos por no aceptar el transfer de hotel que pedía 25. Solo fueron 15 minutos de carrera.
Eran poco antes de las 12 de la noche cuando entramos en la habitación. Todavía con ganas, nos acercamos al Drunk Monkey Bar, animado local todavía a esas horas y a unos 50 metros del alojamiento. Uno de esos sitios donde estás a gusto desde el primer momento, bien decorado, buena música y una terraza, en realidad un callejón, bien montado. Nos tomamos dos Anchor, cerveza que hasta ese día pensamos era camboyana (12 RM cada una). Aquella noche, siete años después, dormiríamos de nuevo en la isla de Borneo…
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1 comentario en “La escala de Kuala Lumpur”
Como tú dices… somos expertos en Kuala Lumpur, Ja, ja, ja !!! Sin duda, una buena escala antes de empezar una aventura por esos lares. Además siempre se descubren nuevos y buenos lugares en estas grandes urbes asiáticas.
Gracias!!!