Aquel país, Colombia, cuyo actual nombre se debe al descubridor Cristóbal, si bien Colón no llegó a pisar este vasto territorio, se ponía en nuestro devorador camino. Colombia nos sonaba a frutas tropicales, a café y a salsa, pero también a acontecimientos menos agradables como guerrillas y cocaína. Para muchos un país inseguro, de los que demasiados no conocen y casi ninguno nunca hará el esfuerzo por conocer. Para nosotros, un lugar fascinante cargado de bellos paisajes naturales y viejas ciudades coloniales a las que pegarle un buen bocado.
Cuando Alonso de Ojeda desembarcó en las costas caribeñas, en la que después sería Santa Marta, quedó maravillado con la riqueza de los indígenas de la región. No tardaron muchos años las siguientes expediciones españolas, y tras fundar Cartagena en 1533, comenzó la conquista del interior y la fundación de ciudades como Popayán o Cali. En 1564, ya con todo el territorio bajo el poder de la Corona Española, Carlos I, creó la Real Audiencia del Nuevo Reino de Granada, que unificaba las actuales Panamá, Venezuela y Colombia.
La época colonial terminó con el ascenso al poder de Simón Bolívar, el gran libertador de Sudamérica, que libró feroces batallas contra los españoles hasta conseguir la independencia en 1819. Su carácter guerrero y su sueño de una gran Colombia le condujo a luchar por la independencia más al sur, en Perú y en Bolivia, una expansión que, malogradamente, le acabó llevando al olvido y la pobreza. Y es que sus viajes y defensa a ultranza de la independencia de los países vecinos, favorecieron el ascenso de sus rivales políticos en el país, que acabaron por arrebatarle el poder.
Años de cataclismos políticos que abonaron el crecimiento de los grandes males colombianos: los carteles de la droga y la guerra fratricida de guerrillas, hoy día en vías de desaparecer. Todo esto, ¡casi nada!, había dejado esa huella única que estábamos dispuestos a descubrir.
Por delante Colombia, el segundo país del mundo en población hispano hablante, tras Méjico; el tercer país del planeta en la encuesta de felicidad, según la escala Happy Planet, por detrás de Costa Rica y Vietnam; el único país sudamericano bañado por Atlántico y Pacífico. Y por si fuera poco… el primer productor de rosas del mundo, uno de los mayores productores de café, el que tiene la gente más amable y las mujeres más hermosas (eso habíamos leído), y de los que ¡más días festivos tienen por año! Colombia, ¡allá vamos!
Todos los artículos y escalas que surgieron de nuestro viaje por Colombia, son los siguientes:
- El sur de Colombia: la tradición religiosa de Popayán y los yacimientos arqueológicos de San Agustín
- El valle de Cocora y el eje cafetero de Colombia
- La vibrante ciudad de Medellín
- La bella ciudad de Santa Marta y el Parque Nacional de Tayrona
- Cartagena de Indias, la más bonita ciudad de Sudamérica
- El Caribe colombiano: el archipiélago de San Andrés
- La fabulosa gastronomía de Bogotá
Lunes, 1 de mayo de 2017. Otavalo-Popayán.
Fin del plato fuerte: sin preverlo, Ecuador había sido un atracón de buenas sensaciones. Pero tocaba pedir y saborear el postre: para nosotros, Colombia, un país al que le teníamos cientos de ganas desde que salimos. Sería postre y café ¡por supuesto! Antes de las siete de la mañana salíamos hacia la frontera. Quisimos madrugar más pero tras la noche toledana del maldito hostal y los ruidos, resultó imposible salir antes. Por delante calculábamos unas 12 horas hasta Popayán. El transporte en bus por Colombia ofrecía mil opciones.
Cruce de frontera Ecuador-Colombia
Un taxi desde el hostal nos llevó a la estación de servicio desde donde salían los buses a Tulcán. Supuso menos de diez minutos llevarnos a las afueras, pero no merecía la pena andarlos. Los buses pasaban con frecuencia y venían desde Quito, así que hay que tomarlos un poco más adelante de esta gasolinera en una pequeña parada en la carretera. Los taxistas sabían dónde dejarnos. En cuanto bajamos del taxi, un bus llegaba a toda velocidad camino a Tulcán.
Una buena dosis de reggaetón más tarde y la película más mala que hayamos visto jamás, llegamos a Tulcán. Son las diez de la mañana. Desde aquí a Rumichaca, en la frontera. En la misma terminal donde nos deja el bus, una hilera de taxis te llevan hasta allí, donde nos ofrecen por primera vez cambio: un dólar por 1650 COPs, bastante malo. En menos de 10 minutos recorremos los 8 km que nos separan de Rumichaca. Estamos en la frontera ecuatoriana.
Los trámites de salida de Ecuador, si bien son sencillos, nos llevaron cerca de media hora. Una cola de unas treinta personas así lo quiso. Una vez estampado el sello de salida, caminas hasta la frontera colombiana, cruzando el puente internacional de Rumichaca. ¡Unos 200 metros nos separan de este último bocado! El sello de entrada en Colombia fueron dos minutos. Salimos y un taxi nos llevaría hasta la terminal de buses de Ipiales; todavía pudimos pagarle con dólares. Le llamamos taxi con todo el optimismo del mundo…
En la terminal, varias son las compañías que hacen el trayecto. Buscábamos, por recomendaciones, Bolivariana, pero no salía hasta las dos. Elegimos finalmente por ser la primera en salir, Tranipiales que contaba con un bus con buena pinta. En la misma terminal un cajero nos da un buen montón de billetes sin problemas con la tarjeta de débito. Con media hora por delante antes de subir al bus y ocho de viaje, optamos por un sándwich allí mismo antes de salir.
De momento los tiempos que teníamos estimados se cumplían: salimos a las siete, a las diez estábamos en Tulcán, y poco más allá de las once en Ipiales, con todos los trámites de fronteras cubiertos. A las doce del mediodía poníamos rumbo a Popayán.
En la primera parte del trayecto se atraviesan paisajes que asemejan los Alpes, con cumbres cubiertas de verde y profundos cañones por donde discurre un caudaloso río. El conductor no parece tenerle miedo a los precipicios y conocer adecuadamente las cerradas curvas… En dos horas estamos en Pasto, una de las mayores poblaciones del sur colombiano, desde donde se puede volar a otros sitios del país. En la estación, una parada de quince minutos.
Y de rato en rato, los interesantes vendedores ambulantes que subían al bus: auténticos trapecistas del alambre, que con una verborrea inusual colocaban sin problemas los más disparatados productos. Una que nos gustó especialmente al poco de salir de Pasto, fue aquella muchacha que arrasó en ventas con su pomada para todo tipo de dolores a base de coca, marihuana y árnica, no sé muy bien qué es esta última. El marketing no variaba: tras subir al bus, se presentaba muy amablemente, pegajosamente diría. Recorría todo el bus dejando el producto en tus manos para que lo tantearas. Mientras, vendía lo fantástico de lo que estabas a punto de comprar. Y cuando ya estaba el público entregado, lanzaba una tremenda oferta, irresistible… La chica acabó vendiendo cuanto traía de su crema, entre nosotros, Vivapurub de toda la vida…
En fin, que no digo yo que fuera un viaje agradable con tantas horas, pero entre los paisajes y el entretenimiento de estos personajes, se medio llevaba. A las seis horas de empezar el trayecto y pensando que ya no pararíamos, el conductor decidió que cenaríamos, acertadamente he de decir. Unos treinta minutos que aliviaron la desesperación y el hambre del viaje. Nos subimos de nuevo al bus, esta vez para sólo una hora más. Y por fin, cerca de más nueve de la noche, llegábamos a Popayán.
Un taxi y al Parklife Hostel, un local que nos gustó desde el primer momento que lo encontramos en la red. Sin duda Popayán nos iba a cautivar. Check in y a ponernos en horizontal… ¡vaya paliza de día!
TIPs VIAJÉFILOS
Para el bolsillo
- Taxi Otavalo-estación de buses: 1.50 $.
- Bus Otavalo-Tulcán: 3.75 $.
- Taxi Tulcán-Rumichaca: 3.50 $.
- Taxi Frontera-Ipiales: 4 $.
- Bus Ipiales-Popayán: 35000 COPs (11 €).
- Cena para dos en un restaurante de carretera: 6 €.
- Taxi de la Terrestre de Popayán al centro: 1.7 €.
- Parklife Hostel: 20 € la habitación doble con baño compartido.
Tiempos y distancias
- Bus Otavalo-Tulcán: 3 horas y cuarto.
- Bus Ipiales-Popayán: 8 horas.
- Tiempo empleado desde Otavalo hasta Popayán: 14 horas en total, incluyendo los trámites de fronteras y sin ninguna demora en los cambios de transporte.
Información útil
- Si entras en Colombia y quieres evitar los cambistas de ambos lados de la frontera, que ofrecen cambios bastante a su favor, puedes llegar hasta la estación de buses de Ipiales con los dólares que te queden. Allí hay cajero y oficina de cambio.
- En el hostal nos hicimos con una pequeña guía de bolsillo nacional para mochileros con un montón de buena info y relación de buenos alojamientos en todo el país. Por sólo 5000 COPs, algo más de un euro, “Colombia Fácil” fue todo un descubrimiento. Si la ves en donde te alojes, no dudes en hacerte con ella. Como dice: “por el precio de una cerveza, puedes llegar a cualquier lado“.
Martes, 2 de mayo de 2017. Popayán-San Agustín.
No satisfechos con el día de transportes de ayer, hoy teníamos en mente meternos otra buena dosis de bus, y así lo hicimos. Madrugamos, y antes de las siete estábamos en la terminal terrestre. Las mochilas se quedaron en el Parklife, donde volveríamos tras una noche. El primer micro disponible que salía para San Agustín era a las siete y media y en él nos embarcamos (al final salió a las ocho). Habíamos leído barbaridades respecto a este viaje dado el estado de la carretera, y por recomendación del que nos vendió el billete, el mismo que nos engañó en el horario, nos subimos en los asientos delanteros. Nuestro plan era viajar por la mañana, aprovechar la tarde para alguna de las visitas naturales recomendadas y tras hacer noche, visitar al día siguiente parte del yacimiento arqueológico antes de la vuelta. Si bien son muchos los yacimientos de la zona, nuestra idea era tratar de visitar los principales: el Parque Arqueológico, que reunía junto con el museo la mayor parte de los restos, el Alto de los Ídolos y el Alto de las Piedras, aunque intuíamos que éstos no los podríamos visitar.
Antes de ponernos en marcha nos controlan todas las identificaciones (somos los únicos extranjeros). A las ocho salimos. Comenzamos con el conductor santiguándose unas cuantas veces seguidas; esto promete… Unos 30 minutos y nuevo control policial con pasaportes y cédulas. Hemos leído al respecto de los controles: la zona fue muy conflictiva en su día y no nos molesta que se sigan realizando controles, es más, la presencia policial nos tranquiliza.
La primera hora, hasta Coconuco, la carretera discurre asfaltada entre bellos paisajes. Numerosos desprendimientos en los arcenes hablan de las torrenciales lluvias recientes, ese fenómeno meteorológico que nos viene persiguiendo todo el viaje. A partir de ahí, un camino de piedras sin pavimento. O eso pensábamos, pues unos kilómetros más tarde, de nuevo aparece el asfalto. La tónica a partir de entonces, será la alternancia de estos firmes. Lo que no cambia es la magnitud de los paisajes, realmente preciosos. Atravesamos algunas cascadas impresionantes que caen junto a la carretera, elevadas cimas cubiertas de tupida vegetación verde y ríos de crecidos cauces.
Lo malo está por llegar: a partir de las dos horas de viaje se les acabó definitivamente el asfalto y notamos los enormes socavones que el pobre conductor no es capaz de esquivar. Nos metemos de lleno en la selva. Y aunque nos dijeron cuatro horas, tenemos una más… al menos asfaltada. En resumen, un setenta por ciento del camino en el que te andas preguntando porqué viniste y, lo que es peor, pensando que tienes que volver por aquí…
Antes de llegar a un control, esta vez militar, y quedando sólo una media hora, una parada para comer. El resto de pasajeros siguen a Pitalito y entendemos la parada por este motivo. En un cruce, a unos 5 km de San Agustín, nos deja el micro. El conductor contacta por teléfono con un vehículo de la misma empresa que nos lleva a la plaza central. Sobre la una llegamos a San Agustín. En fin, todo un recital de lo que es una mala empresa: engaño en la hora de salida, en que no es directo, en la duración del trayecto…
Unos 20 minutos caminando hasta la Finca el Maco donde dormiremos. Soltamos la pequeña mochila de ropa que traemos y bajamos a la carretera, en dirección al pueblo, para comer.
San Agustín
El pequeño pueblo de San Agustín debe su fama al yacimiento arqueológico de culturas precolombinas descubiertas y que hoy día son patrimonio de la humanidad desde 1995. Además de este evidente atractivo, la población se formó alrededor del yacimiento del Río Magdalena, aquél que cruza Colombia entera desembocando en el Caribe, en Barranquilla, tras recorrer 1500 km. Ello hace que el paisaje de la región esté entre lo mejor del país, según leemos. El área arqueólogica alberga más de 500 estatuas en piedra volcánica en distintos enclaves y de significado incierto hoy día, de culturas que abarcan del siglo VI ac al siglo XII dc. Las excavaciones siguen y se han descubierto multitud de esculturas de formas antropomorfas y zoomorfas, la mayoría en probable relación con ritos funerarios. Y como dicen guías y bloguers, nunca es suficiente el tiempo en San Agustín.
De todas las opciones posibles, la visita al parque arqueológico, más cercano y con mayor número de estatuas, se puede hacer por libre y lleva unas tres horas. Los habituales recorridos y que no incluyen el parque suelen ser: de un lado, un tour a caballo que lleva a zonas más cercanas al pueblo como El Tablón y La Chaquira. Por otro los tours en jeep que llevan todo el día y que van a los yacimientos más alejados, Alto de los Ídolos y el Alto de las Piedras y algunos lugares naturales de interés como el Estrecho, el lugar donde el Magdalena se estrecha hasta los 2.2 metros, o el Salto de los Bordones, considerado como la segunda cascada de Sudamérica. En total unos 90 km de ruta y unas 8 horas de las que no disponíamos.
Comemos y buscamos un café antes de organizarnos. Al fin y al cabo estamos en Colombia, ¡paraíso para cualquier cafetero! Encontramos la cafetería Fonte, una de las pocas que vemos con máquina. Aquí lo toman “tinto” algo más parecido a un americano. Después de un muy buen café, nos acercamos a la oficina de turismo para ver cómo lo haremos. Está situada en el mismo edificio que la policía y hacemos un planing aproximado para mañana. Ante la avalancha de posibilidades, nos quedaremos una noche más en San Agustín y aprovechamos el día de mañana completo. Lo que sí parece claro y nos confirma la policía es que no debemos volver por la noche a Popayán, no por problemas de seguridad, más bien porque en caso de avería, pasarías la noche en ese camino…
Con la decisión tomada sólo queda reorganizar las noches reservadas y disfrutar del agradable ambiente de San Agustín: el pueblo merece perder la tarde.
Un rato escribiendo, leyendo, retocando fotos en la terraza de la cabaña de El Maco y con lo bien que estábamos terminamos por cenar allí mismo. Un gusto de lugar donde relajarse oyendo los sonidos de la naturaleza.
TIPs VIAJÉFILOS
Para el bolsillo
- Micro Popayán-San Agustín, con Cootranshuila: 34000 COPs (11 €).
- Dos croissants en la terminal: 1 €.
- Finca el Maco: elegimos una habitación doble entre la variedad de opciones de alojamiento. Su precio 25 € por una cabaña, más que recomendable. Vinimos para una noche y nos quedamos dos.
- Restaurante Casa Grande. Una especie de asadero en la carretera camino de Finca el Maco. Dos buenos churrascos con cerveza por 10 € cada uno. Un camarero peculiar no, lo siguiente. Sitio para turistas. Más adelante, Andrés a la Parrilla, nos lo recomendaron y por 8000 COPs (unos 3 €) el menú. Lo vimos lleno.
- Cafetería Fonte. Dos espressos por menos de 2 €. Buenísimo y además con una wifi tremenda.
- Taxi a Finca el Maco: 8000 COPs, unos 2.5 €.
- Cena en el restaurante de la Finca el Maco. Una muy buena opción si te alojas aquí, por ambiente, precio y cocina. Pizza y sopa.
Tiempos y distancias
- Popayán-San Agustín: 5 horas empleamos en micro, contando una pequeña parada, llegando para comer. Te insistirán que son cuatro… Mienten. En bus parece que son más de 5 horas, no nos cruzamos con ninguno… y dudo que haya ningún bus que haga el trayecto.
Información útil
- El Parque Arqueológico cierra los martes.
- La carretera entre Popayán y San Agustín tiene el firme bastante irregular en un buen tramo, lo cual aconseja elegir una compañía de buses que haga el trayecto más cómodo. Entre las que nos recomendaron en el hostal, Cootranshuila y Sotracauca eran las mejores. Estas dos son las únicas que te llevan al centro de San Agustín, o eso creíamos. Otras dos que operan el recorrido son Cotranslaboyana y Tranipiales, pero al parecer, te dejan en la carretera y tendrás que sumar un taxi al centro. Los horarios que nos facilitaron en el hostal no se correspondían, pero entre las cuatro cubren gran cantidad de horarios. Comienzan a las seis y prácticamente cada media hora tendrás alguno. Nosotros quisimos subir en un Sotracauca de las siete y estaba completo, así que embarcamos en un micro de Cootranshuila. Nos aconsejó ir delante. No la podemos recomendar.
- En San Agustín hay muchas agencias y opciones para disfrutar de la zona. Tal como habíamos leído y nos recomendaron en la policía, hay mucha gente en la calle ofreciendo súper ofertas de las que hay que huir. Es preferible siempre acudir a guías oficiales con la debida acreditación.
Miércoles, 3 de mayo de 2017. San Agustín
Por la mañana y tras un buen desayuno en el Maco, salimos a las ocho de la mañana con Pacho, el guía que se recomendaba en la finca y que goza de buenas referencias desde hace 30 años. La tarde anterior estuvimos programando con él el recorrido para hoy, y nos mostraba orgulloso su libro de visitas. Nos pareció honesto, humilde y, lo que es muy importante, amante de su trabajo. Así que emprendimos el tour con él. Según fuera el día seríamos más o menos ambiciosos ampliando las visitas más allá, pero de entrada, cuatro horas a caballo con Pacho, parecía un objetivo inicial para empezar.
Ruta a caballo en los alrededores de San Agustín
A lomos sobre Princesa y Dominó, que así se llaman nuestros corceles, comenzamos el paseo. Pronto nos damos cuenta de que la yegua es la que maneja el cotarro…
Nuestra primera parada es el Tablón, lugar donde se trabajaba la madera y de ahí su nombre. A unos 500 metros de la localidad, ya en 1913 se nombraron por primera vez las esculturas. El arqueólogo alemán que descubre la zona, realizó sus investigaciones y aprovechó para llevar algunas de las figuras a su país. Actualmente se exhiben cinco estatuas, siendo la principal la que representa a una mujer con túnicas que cubren su cuerpo, lo que hace pensar que fue un personaje importante. Son consideradas escenas funerarias, como todo el resto de las encontradas.
Cabalgamos hasta La Chaquira, a 2.5 km de la zona urbana. En este caso las piedras talladas ya venían nombradas en los escritos de los españoles, si bien no se investigaron hasta 1937. Las rocas volcánicas sitas a orillas del cañón del Magdalena aparecen talladas con relieves de figuras humanas y de animales, esculpidas un situ. Tres grandes figuras de pie fueron elaboradas en un solo bloque y dirigen su mirada en dirección al río. Pacho se empeña en que veamos otras de las figuras esculpidas que con el paso del tiempo requieren más imaginación por su deterioro. Para acceder, se baja primero por un sendero y de ahí una escalinata hasta varios miradores. Las vistas del Magdalena y las cascadas que caen a su cauce son espectaculares.
De nuevo a caballo y con Princesa empeñada en llevar la voz cantante. El paisaje discurre entre cultivos de café, bananos, guayabas, kiwis… y multitud de frutas que desconocemos. El panorama y el recorrido nos recuerda por momentos a aquel de Viñales, en Cuba, que tuvimos la suerte de recorrer también a caballo.
Llegamos a la Pelota, y a 200 metros el Purutal, localizados en un cerro redondeado, conocido antes como el Cerro de la Cuchilla, a 7 km de la población, en dirección a La Chaquira. Dos esculturas son las destacadas: una con forma de águila que agarra con las patas y muerde una serpiente y la otra caracterizada por la ferocidad de su cara.
El Purutal, es el último de los yacimientos descubiertos y el último que visitamos. Se encuentra en una finca privada y es el primero que pagamos (4000 COPs), poco más de un euro, por entrar. Compuesto por dos templos con estatuas pintadas en colores amarillo, rojo, blanco y negro, símbolos mágicos de su linaje. La máscara más famosa es conocida como la cabeza del “rey de los gallinazos” o la Diosa de la Maternidad, dependiendo de las interpretaciones. A un lado, otra con una mano ocupada en una herramienta similar a un cuchillo y en la otra un niño, tal vez un área de sacrificio o tal vez un médico interviniendo. Sin duda las estatuas más interesantes de cuantas visitamos y, esta vez, localizados en su lugar original.
Desde aquí Pacho, siguiendo la ruta circular prevista, nos conduce a caballo al Parque Arqueológico. Sin duda, una muy buena mañana.
Parque Arqueológico de San Agustín
Llegamos al mediodía al parque. Visitamos en primer lugar el museo Luis Duque Gómez. En él, además de algunas imponentes tallas de formas sin duda enigmáticas, se obtienen interesantes explicaciones de las excavaciones, así como fotografías antiguas de los exploradores y cazadores de tesoros, que al inicio del siglo XX esquilmaron la zona, hasta la llegada de científicos y los verdaderos trabajos de excavación y estudio. Muy bien realizado y presentado, uno de esos museos interesante a nuestros ojos.
Una vez hecha la visita del museo, a la entrada del recinto, en la cafetería, tomamos algo. El sendero que te conduce por el parque y te va llevando a los distintos lugares y sitios arqueológicos, es un bosque de bambú al inicio. Los lugares de interés son denominados “mesitas” y numerados con letras. Sin duda, la situación en el campo abierto de las estatuas funerarias, resulta más interesante. Tras visitar la planicie conocida como Mesita A, la más antigua y en la que hay dos conjuntos de figuras, seguimos hacia el Alto y Fuente de Lavapatas y la Mesita C.
En la Mesita C se concentran estatuas menos antiguas que las A y B. Cuenta con un único montículo funerario que estuvo acompañado de 15 estatuas y rodeado de 49 tumbas. En el momento de nuestra visita sólo se exhibían cuatro esculturas.
La fuente fue descubierta en 1937. Se trata de un gran complejo de canales, estanques y tallas de figuras humanas, reptiles y anfibios, de uso ceremonial. Esculpida en la roca de granito, dirigía el agua por tres bocas de entrada mientras cubría uniformemente todos los grabados, produciendo pequeñas cascadas. Aunque sólo se conserva una parte, nos hacemos una idea de la maravillosa imagen que daría como resultado final.
Desde ahí, ascendemos al Alto de Lavapatas, lo cual exige un ligero esfuerzo. Bueno, entre ligero y moderado. Sobre la colina, además de las impresionantes vistas, otro grupo de cinco estatuas que componen el montículo funerario. Entre las más destacadas, la conocida como “el doble yo”, esculpida en ambas caras con personajes diferentes. También un grupo de tumbas pequeñas destinadas a niños o jóvenes de familias importantes.
De vuelta y antes de salir, visita de la Mesita B, la última de todas. Una de las zonas que más estatuas expone, al igual que algunas de las que más nos gustaron o al menos las que más teníamos en mente. Por ejemplo, el famoso águila que aguanta la serpiente entre sus garras mientras mantiene su cabeza con el pico. Tres grandes montículos funerarios con al menos 63 estatuas originariamente.
La visita la hacemos completamente solos, si exceptuamos otra pareja que iba unos minutos por delante. Únicamente los vigilantes están atentos a nuestros movimientos. Sin duda, una suerte poder disfrutar tan tranquilamente del lugar.
De vuelta al museo y a la salida, accedemos al conocido como Bosque de las Estatuas, donde se exhiben algunas de gran tamaño que permanecieron en la plaza del pueblo durante un tiempo tras su saqueo. Los buscadores de estas tumbas, una vez localizadas, únicamente se hacían con el oro, cerámicas y objetos de valor de los enterramientos, dañando en ocasiones las tallas que quedaban así abandonadas. Algunas de ellas acababan de esta manera en la plaza.
Volvemos al pueblo en busca del buen café de Fonte. Se puede hacer a pie, unos 20 minutos, aunque lo más fácil es tomar el micro que espera en la puerta. Un buen rato más tarde, volvemos caminando al Maco. Por la carretera, multitud de tiendas de artesanía.
Tiempo para disfrutar y cenar en el Maco. La velada terminó platicando con Pacho y sus andanzas tras más de treinta años sirviendo como guía. Orgulloso de sus seis libros de visitas rellenos con buenas experiencias de gente de todo el mundo. La más fascinante de todas sus historias, aquélla en la que hace 25 años, dos neozelandesas quisieron cruzar hasta Ecuador a caballo. Nos cuenta cómo fue aquel mes de viaje… Increíbles vidas, desde luego. Mañana rumbo a Popayán.
TIPs VIAJÉFILOS
Para el bolsillo
- Tour a caballo en San Agustín: 140.000 los dos, unos 45 €. 35000 por caballo y 70000 para el guía.
- Entrada Parque Arqueológico: 25000 COPs (aproximadamente 9 €). Permite el acceso durante dos días, junto al Parque de los Ídolos y el Parque de las Piedras.
- Dos sándwiches, papas y refrescos: 4 €.
- Micro Parque Arqueológico-San Agustín: 1200 COPs, unos 40 céntimos.
- Taxi a El Estrecho: 20 €. Lo barajamos visitar después de todo el día, pero nos pareció
- Cena de nuevo en el Maco: buena pasta y crepes.
Tiempos y distancias
- Ruta circular a caballo con paradas en el Tablón, la Chaquira, la Pelota y el Purutal: 4 horas. Sin lugar a dudas, el bueno de Pacho es el mejor guía de la zona. Su dirección de correo: pachitocampesinito@yahoo.es
- Visita del Parque Arqueológico: 2 horas y media empleamos, sándwiches incluidos, los guías suelen utilizar tres.
Jueves, 4 de mayo de 2017. San Agustín-Popayán.
A las cinco y cuarto nos recogían, según lo convenido, en la Finca el Maco. Salíamos un rato más tarde a la carretera del infierno, rumbo a Popayán, esperando tener mejor suerte con esta compañía. Tal vez mejor opción hubiera sido desde aquí llegar a la vecina población de Pitalito, que cuenta con un pequeño aeropuerto, y seguir camino hacia Bogotá. De esta manera puedes tomar vuelo a cualquier otra ciudad y evitar de nuevo esta ruta. Pero no lo hicimos; además, queríamos visitar Popayán por la que habíamos pasado a toda prisa.
Y la carretera no había sido arreglada en las últimas 48 horas… Así que sufrimos lo mismo que a la ida. A las tres horas y soñando con que venía la parte buena, hicimos una parada muy corta para un café caliente; fue toda una alegría.
Diez de la mañana y por fin en Popayán. Aprovechamos en la terminal para comprar el billete de bus para mañana, saldríamos hacia Pereira. Desde la terminal, corriendo al hostal. Necesitábamos una buena wifi para las siguientes dos horas. En Madrid se celebraba la gala de los Premios 20 Blogs y ¡Viajéfilos estaba en la final! Así que en breve sabríamos si nuestros amigos Jaume y Pedro, enviados a la ceremonia, levantaban la estatuilla como mejor blog nacional de viajes de 2016… ¡Muchos nervios!
¿Y qué es lo que pasó en las siguientes tres horas? Nos cambiamos, contactamos, salimos del hostal, buscamos sitio con wifi donde comer, cambiamos un par de veces de sitio, no nos acomoda el menú, no nos viene bien el precio, no funciona la red… nos sentamos, dos cervezas, dos menús, buena red, empieza la gala, tardan un poco hasta llegar a la categoría viajes… y… ¡ganamos! ¡Viajéfilos, mejor blog de viajes del 2016 en los Premios 20 Blogs! Los móviles estallaban y nosotros mucho más sin saber dónde y qué responder…
Costó sobreponerse antes de salir al atardecer para conocer Popayán.
Ciudad de Popayán
Fundada en 1537 por Sebastián de Belalcázar a los pies del volcán Puracé, la conocida como “ciudad blanca” alcanzó rápidamente importancia por servir de paso para el comercio de Quito hacia los puertos del Caribe. En la actualidad, su buen estado de conservación a pesar de los terremotos sufridos, le permite ser una de las ciudades coloniales más bellas de Colombia. Por otra parte, hoy día es considerada la capital religiosa de Colombia y son famosas las procesiones y festejos de Semana Santa, equiparables según leímos, a las más tradicionales de España. No en vano, la Unesco, las incluyó en el listado de Patrimonios Inmateriales de la Humanidad en 2009. Y también la Unesco la declaró en su día capital gastronómica, premiando así la singularidad y calidad de su cocina. ¡Como para no disfrutarla!, aunque sólo fuera unas horas, horas que gustosamente hubiéramos multiplicado.
Y eso fue lo que tuvimos, unas horas de luz para pasear por las agradables calles empedradas de “Popa”. Desde la plaza Caldas y sus bellos edificios como la catedral, todos encalados en un blanco impoluto, hasta el puente del Humilladero o las bellas vistas del Morro del Tulcán, otra de esas pequeñas ciudades donde quedarse un par de días, como digo. Pasamos por delante y sin tiempo por la iglesia de la Encarnación, la de Santo Domingo, la de San Francisco; no pudimos visitar la Ermita y demasiado rápido por la capilla de Belén. Toda una sensación de que volveríamos. Un día cargado, de viaje, de emociones y de buenas sensaciones, imposible de alargar unos minutos más.
Salimos de noche a disfrutar nuestro premio…
TIPs VIAJÉFILOS
Para el bolsillo
- Bus San Agustín-Popayán con Sotracauca: 33000 COPs (11 €).
- Un restaurante, en una esquina de la plaza Caldas, con buenos balcones hacia la misma. Menú por 10000 COPs (3 €), con cervezas a 1.5 €.
- Popayán Beer & Co. Una cervecería muy chula en la misma calle de la capilla de Belé Cuatro Club Colombia y una picada de carne: 35000 (11 €). Muy buena música y ambiente.
Información útil
- Sin duda con Sotracauca el viaje entre San Agustín y Popayán fue más rápido y directo. Una media hora menos de viaje y el que nos recogieran en el alojamiento ya son suficientes motivos para elegirlos.
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