Pasamos nuestra última mañana en San Andrés, con unas ganas locas de salir de allí. Cuando reservamos el vuelo, elegimos uno pasado el mediodía, pensando que sería buena idea aprovechar la mañana de playa del domingo, pero nos equivocamos. El tiempo seguía fastidiando la fiesta. Volábamos a Bogotá donde conocer la ciudad antes de abandonar Colombia y dar por terminado nuestro Mordisco. Después de tres meses viajando por el continente, la cercanía de la vuelta, nos empujaba inconscientemente a dar por terminada la aventura apresudaramente, tal vez el notar que estábamos cerca del final así lo quería. Por delante todavía 24 horas para conocer lo mejor de Bogotá.
Domingo, 21 de mayo de 2017. Isla de San Andrés-Bogotá.
San Andrés no nos gustó. Parece rotundo, pero así es. Podemos justificarlo con que la mala suerte con el tiempo influyó, pero no fue el único factor determinante de nuestra opinión. Una isla mal cuidada, en general sucia, muy sucia, cara comparativamente con el resto del país y con servicios más bien justos. Promesa de playas paradisíacas que ya no tiene, de buenos sitios donde comer de los que carece, de lugares donde disfrutar de la naturaleza, que se han cepillado. Es verdad que no visitamos la vecina Providencia, a priori más cuidada y virgen, pero el Caribe está lleno de lugares en los que a buen precio puedes disfrutar de buenas playas, buena comida y naturaleza cuidada y limpia.
A esto hay que sumarle que nos tropezamos, al contrario que en el resto de Colombia, repleta de gente dispuesta y amabilísima, con personal sin ganas de trabajar y que te perdonaba la vida cada vez que pretendías que lo hiciera. Y sí, es verdad que un temporal acá te arruina tu idea preconcebida de sol y playa; y también es verdad que no somos playeros; pero no merece la pena pagar el vuelo para llegar aquí.
Lo mejor de la isla son las paletas, esos fabulosos helados con palo de toda la vida, con sabores tropicales que tomábamos en el paseo.
Todos los artículos y escalas que surgieron de nuestro viaje por Colombia, son los siguientes:
- El sur de Colombia: la tradición religiosa de Popayán y los yacimientos arqueológicos de San Agustín
- El valle de Cocora y el eje cafetero de Colombia
- La vibrante ciudad de Medellín
- La bella ciudad de Santa Marta y el Parque Nacional de Tayrona
- Cartagena de Indias, la más bonita ciudad de Sudamérica
- El Caribe colombiano: el archipiélago de San Andrés
- La fabulosa gastronomía de Bogotá
Para las doce estábamos ya rumbo al aeropuerto. Embarcábamos a las dos del mediodía y tras un par de horas de vuelo, aterrizábamos, recién comenzada la tarde, en la capital, Bogotá. Sus 2400 metros de altura y un clima frío que le vale el sobrenombre de “la nevera”, nos obligaron a echar mano de “fondo de mochila” de nuevo. Un aeropuerto moderno, y una fila civilizada para tomar un taxi, que nos facilitó la salida del mismo. El taxista puso en marcha el taxímetro de inmediato. Todo un alivio no tener que comenzar de nuevo a negociar el precio.
Nos alojábamos en la Candelaria, el barrio colonial, y como habíamos leído ya tantas veces en guías y foros, saldríamos temprano para volver también temprano al hostal. Al igual que ocurriera en Quito, el casco antiguo más allá de las ocho no es recomendable para el paseo, y no estábamos nosotros para comprobarlo. A pesar de todo, leímos que el mejor barrio para alojarse en Bogotá era la Candelaria y asi lo hicimos.
Dejamos la mochila en el fantástico Hostal Masaya, el lugar elegido, y todavía con la bonita luz de la tarde salimos para dar un paseo. En las proximidades del hostal, buenos locales donde cenar y tomar una cerveza, que es lo que haremos más tarde. En varios de ellos y gracias a una pulserita que nos colocan en el hostel, tendremos un 10% de descuento. A poco más de 50 metros la plazoleta del Chorro de Quevedo, lugar de fundación de Santa Fe de Bogotá hace ya casi 500 años. Una manifestación del colectivo homosexual y mucha policía hace que la cosa esté tensa, así que seguimos adelante.
Bajamos hasta la plaza Bolívar, damos una vuelta y regresamos. Antes de que caiga la tarde, nos tomamos algo en Selina, un precioso pub donde la música, las pinturas y en general el ambiente, enganchan. Creo que Bogotá no será nuestra ciudad favorita de Colombia, pero los bares y restaurantes por los que pasamos, nos van a dejar buen sabor para terminar este viaje.
Para cenar, en las proximidades del hostal y junto a la plaza del Chorro, entramos en el Gato Gris, un tradicional restaurante de comida colombiana. Además de los muy buenos platos que probamos, disfrutamos de buena música en directo.
Para las ocho y como pretendíamos, estábamos en el hostal, a no más de 100 metros caminando. Sin lugar a dudas, un acierto el alojamiento. De todos modos, a esa hora la plaza y los bares que por allí hay, estaban bastante animados. Tiempo para tomar algo en el hostal antes de dormir, ¡también tenemos música en directo! Fabuloso como lo hacen.
TIPs VIAJÉFILOS
Para el bolsillo
- Taxi al aeropuerto de San Andrés, 14000 COPs, unos 5 € por menos de cinco minutos de trayecto.
- Taxi aeropuerto internacional el Dorado de Bogotá-barrio de la Candelaria en Bogotá: 25000 COPs (8 €).
- Hostal Masaya. Habitación doble con baño y desayuno incluido, por 45 € la noche con impuestos. Su perfecta ubicación, las agradables habitaciones y sobre todo el ambiente, lo hacen ideal para pasar unos días en Bogotá.
- Dos cervezas en Selina: 10000 COPs (3 €). Un lugar donde te sientes muy a gusto.
- Restaurante el Gato Gris. Otro de esos lugares que aunque no son baratos merecen la pena. Comida colombiana tradicional, con ceviches entre otros platos. Insisto, la carta no es económica pero el servicio, el local y la comida lo merecen. Cena con algunas fabulosas tapas, por probar para dos: poco más de 40000 COPs (14 €) con el 10 % de descuento del Masaya.
- Dos cervezas en el Masaya: 8000 COPs (2.5 €).
Tiempos y distancias
- Vuelo San Andrés-Bogotá: hora y media aproximadamente.
- Recorrer los 15 km que separan el aeropuerto del centro en taxi, nos llevó 25 minutos. Era domingo y no vimos mucho trá
Información útil
- El aeropuerto de San Andrés cuenta con wifi gratuita, pero pocos lugares donde comer algo, un sándwich en el mejor de los casos.
Lunes, 22 de mayo de 2017. Bogotá.
La lluvia definitivamente venía tras nosotros. Después de estar toda la noche oyendo cómo llovía, con la mala leche que ello daba, parece que sobre las nueve de la mañana daba un respiro, así que salimos para conocer Bogotá.
Ciudad de Bogotá
Fundada en 1538 por los españoles que aquí llegaron en busca del dorado, Santa Fe de Bogotá fue asentada cerca de Bacatá, la capital del imperio de los muiscas, otra de las civilizaciones que se pusieron en el camino de los conquistadores. Más de un siglo después de ser fundada y hasta 1810, ejerció como capital del vicerreinato de Nueva Granada, lo cual la convirtió en una próspera ciudad colonial, aunque los terremotos y las epidemias mermaron en más de una ocasión su importancia. Tras la independencia de los países de América Latina, Bogotá asume la capitalidad, primero de la Nueva Colombia y más tarde, con la fragmentación del proyecto de Bolívar, de Colombia.
En la historia más reciente de la ciudad, destaca 1948, año en el que tras el asesinato del líder popular Eliécer Gaitán, gran parte de la ciudad fue destruida. En 1985, los guerrilleros se apoderaron del Palacio de Justicia. Como consecuencia murieron 115 personas. Hoy día, con sus ocho millones de habitantes en el área metropolitana, es una ciudad moderna que ha ganado en seguridad, y parada obligatoria en cualquier viaje a Colombia.
Al pie de Monserrate, está el barrio de la Candelaria, el casco antiguo de Bogotá y donde se sitúa nuestro alojamiento. Con sus carreras (AK), de norte a sur y sus calles (AC) de este a oeste, no resulta difícil orientarse. Junto a ellas, las transversales, que siguen igual dirección que las carreras, y las diagonales, igual que las calles. Por barrios destacan: el Centro, Candelaria y Macarena, que ocupan el casco histórico de Bogotá, este último de moda en la actualidad; Chapinero, en constante desarrollo y con muchos locales y discotecas; la zona rosa, el Chicó, y el Parque 93, la zona pija y de fiesta por así decirlo; y Usaquén, al norte, un pueblo más tranquilo que ha sido absorbido por la capital, y que cuenta con interesantes lugares de artesanía. Todas las guías insisten en la peligrosidad de los barrios del sur.
Nuestro recorrido empieza en la plaza del Chorro, bajando por el pintoresco callejón del Embudo, decorado con bonitos grafittis. El callejón nos conduce a amplias avenidas. Bajamos por la de Jiménez, por donde sólo transita el Trans Milenio, los enormes buses urbanos que circulan por carriles propios. La avenida desemboca en la Plazoleta. El día es gris y desluce las calles y la fotografía. Tomamos un café en la misma Plazoleta, en el Café Pasaje, con aspecto de llevar más de un siglo allí.
Visitamos desde aquí la iglesia de San Francisco junto al palacio del mismo nombre, construido sobre el antiguo convento del siglo XVII. La iglesia de 1567, es una de las más antiguas de Bogotá y cargada de pinturas de famosos artistas latinoamericanos de la época. Los bellos altares de pan de oro en estilo churrigueresco, cubren todas las escenas del templo. El retablo principal es impresionante. En un costado se encuentra la capilla de la Inmaculada.
Saliendo por la puerta lateral, el parque Santander, en honor al famoso hombre de leyes. Muy cerca, las iglesias de la Veracruz y la Tercera. La primera, construida en 1546, fue inicialmente una capilla de San Francisco. Ocupada por la orden que acompañaba a los reos condenados a muerte, fue reconstruida en 1959, en que se declaró panteón nacional para albergar las cenizas de algunos de los mayores mártires de la patria colombiana en la época de la independencia. En el interior la ornamentación es más bien escasa, desatancando algunas figuras religiosas en sus altares y capillas.
La iglesia de la Orden Tercera Franciscana, está comunicada con la de de San Francisco por medio de un arco que cruza la calle 16, el conocido hoy día como callejón de los Libreros. La torre dañada por el terremoto de 1785, fue reconstruida posteriormente. En su interior, las trabajadas tallas de madera y los altares que las ornamentan no están recubiertas de pan de oro, a diferencia de San Francisco. San Antonio, San Roque, nuestra señora del Carmen, el santísimo Cristo del Humilladero, la capilla lateral de la Virgen o el altar principal, son tallas fascinantes. Sin duda, hay que visitarla. Frente a la misma, la conocida torre Avianca.
Cruzamos la plaza Santander y visitamos el famoso museo del Oro de Bogotá, o eso pretendíamos, pero cierra los lunes…. Tras el fiasco, un paseo por la galería de artesanía en una esquina de la plaza, para aliviar la pena. Solo por este motivo, deberemos volver a Bogotá.
Seguimos camino por la carrera séptima y llegamos a la plaza Bolívar. Allí se construyeron las doce primeras casas de Bogotá por parte de los conquistadores, consagradas a los doce apóstoles. En la misma, el que fue el primer monumento público de la ciudad, una estatua de bronce de Simón Bolívar de 1846. Visitamos la catedral Primada, la mayor de Bogotá y donde se celebró la primera misa de la ciudad, en su creación. La actual, ocupa el emplazamiento de sus antecesoras, todas destruidas en terremotos tras años de su construcción. Se comenzó a levantar en 1807 sin terminarse hasta 1823. En el interior, una capilla alberga la tumba de Jiménez de Quesada, el fundador de Bogotá. La plaza se cierra con el Capitolio Nacional y el palacio de Justicia, el moderno edificio que sustituyó al destruido por la guerrilla tras el asalto de 1985.
Hora de comer, y en la Candelaria lo difícil es decidirse. Hay una cantidad importante de locales y todos con muy buen aspecto y cartas sabrosas. Acabamos en Capital un lugar moderno con comida tradicional.
Sigue lloviendo cuando salimos. Decidimos bajar por la bonita calle 10, la calle del Coliseo, en busca de café y refugio. Encontramos de inmediato el tranquilo Café Ibáñez, un lugar donde te sientes transportado al siglo pasado. En la calle, bonitos edificios como el museo Militar de Colombia, el hotel de la Ópera o el teatro Cristóbal Colon. La calle desemboca de nuevo en plaza Bolívar, en la esquina del colegio mayor San Bartolomé, de 1604.
Terminamos en el pasaje José Rivas, otro lugar donde encontrar artesanías. Y tras un rato perdidos entre tiendas, visitamos el museo Botero, de entrada gratuita y con interesantes piezas del autor y otros artistas, como Degas, Klint, Monet, Matisse, Miró o Picasso entre otros.
Y parece que el clima se quiere despedir de nosotros con una sonrisa: salimos y luce el sol. Nuestras fuerzas, de todos modos, no dan para mucho más, y además, si no está lloviendo no nos hacemos. Volvemos para organizarnos un poco antes de salir a cenar.
Y para la última cena de nuestro Mordisco, el cuerpo nos pide italiano. Entramos en un restaurante mezcla de todo, pero que nos gustó desde que llegamos y pasamos varias veces por allí, la Bruja. Una curiosa y sabrosa carta de las que hay que estudiar y no defrauda. Con la panza arreglada, vuelta al hotel y a esperar que nuestro viaje expire.
TIPs VIAJÉFILOS
Para el bolsillo
- Museo del Oro: 4000 COPs, algo más de un euro por visitar uno de los más famosos museos de la capital. Cierra los lunes.
- Café En la Plazoleta, una de esas cafeterías con solera. Agradable ambiente de más de 50 años de antigüedad y buenos cafés. Pagamos por dos espresos 7600 COPs (2.5 €).
- Restaurante Capital, cocina y café, así se llama. Un local agradablemente decorado, con un toque moderno y una carta a base de platos tradicionales. Nos pareció No nos acopló el menú y optamos por dos excelentes filetes. Su precio 81900 COPs (27 €).
- Café Ibáñez. En la bonita calle 10, un café muy antiguo que conserva su ambiente de finales del XX. Elegante y con muy buen café, como corresponde. Pagamos por dos espresos 8800 COPs (3 €).
- Restaurante la Bruja. Como todos los locales que pisamos en Bogotá, muy cuidado en su decoración y en sus elaboradas cartas. Ofrece variedad de comida colombiana y guiños a la cocina internacional; la pasta no es su fuerte. Cuidado, las raciones son enormes. Su precio 85000 COPs (28 €).
Información útil
- Tal vez mayo no sea el mejor mes para visitar Colombia…
Lunes, 22 de mayo de 2017. Bogotá-Madrid-Alicante.
Nuestro Mordisco tocaba a su fin y sólo nos quedaba esta mañana para Bogotá, antes de salir hacia el aeropuerto y emprender la vuelta a España. No tuvimos ganas, aunque sí tiempo, para subir al mirador de Monserrate como teníamos previsto. De nuevo otra razón para la vuelta a la ciudad. Atrás quedaban cuatro fabulosos países ricos en tradición y sabores. Habíamos cruzado Bolivia, Perú, Ecuador y Colombia y quedamos más que satisfechos. Tuvimos 85 días para recorrer este territorio y le sacamos todo el jugo que pudimos. Contentos con la vuelta, tomábamos aquel vuelo…
TIPs VIAJÉFILOS
Para el bolsillo
- Taxi desde el barrio de la Candelaria al aeropuerto de Bogotá: 30000 COPs (10 €).
- Vuelo vuelta, Bogotá-Alicante. Iberia: 350 €. Volvimos en clase Premium por 75 € más cada uno.
- Embalar la mochila para el vuelo: 26000 COPs (8.5 €).
Tiempos y distancias
- En llegar al aeropuerto desde la Candelaria tardamos aproximadamente 30 minutos.
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2 comentarios en “Lo mejor de Bogotá”
Volvería a Colombia sin dudarlo, buena gente, buena comida, monumental por su naturaleza e historia. Buen café!
Gracias por recordármelo.
Colombia fue la gran y grata sorpresa de nuestra “escapada” a Sudamérica en esta ocasión. Un país que no tenemos dudas de que se hará dueño y señor en los próximos años del turismo en latinoamérica ¡por meritos propios!