Tras casarnos, nuestros amigos pensaron que el mejor regalo sería un viaje a Japón, y eso fue precisamente lo que nos regalaron: ¡un viaje de novios a Japón!. Pero aquel no fue un viaje de novios al uso, fue un fantástico viaje montado a Japón por libre, un recorrido por los principales lugares turísticos del país que nos llevó a visitar lo mejor de Japón: Tokio, Kioto, Nikko, Nara, Takayama, Miyahima, Hiroshima y Takayama. Aquí os contamos cual fue nuestro recorrido de dos semanas por Japón, todo organizado desde el ordenador de casa y, lo mejor de todo, nosotros ¡no tuvimos que dedicarle ni un minuto a organizarlo! Así fue como quedó…
Jueves 8 de Junio de 2017
Salíamos de casa a las 7 de la mañana con destino al aeropuerto de Alicante. Nuestro vuelo salía a las 10:20 hacia Amsterdam donde enlazábamos con destino a Tokio. El trasbordo, de tan solo una hora y media, nos permitió el tiempo justo para llegar a la puerta de embarque. Por delante unas cuantas horas de vuelo…
Viernes 9 de Junio de 2017. Tokio, distrito de Asakusa
Para las ocho y media de la mañana aterrizábamos en Tokyo Narita, con un montón de “tareas” por delante:
–Buscar la oficina del JR Pass, localizada en la planta baja del aeropuerto, para recoger el JRP previamente reservado. La oficina es fácilmente localizable siguiendo los letreros que indican “Railways” en la terminal 1. Nuestra reserva, para tan solo una semana, hace que tengas que tener muy claro de antemano, el día que quieres que se active. A partir de ese día, tan solo 7 días para disfrutar de todos los trayectos. Optamos por activarlo para el día 12, lo cual nos permitía pasar los 3 primeros días en Tokio y tras una semana recorriendo el país, volver a la capital para otros 3 días.
Para la activación se debe presentar el bono del JRP y el pasaporte junto con el resguardo de la compra. En la parte posterior, un empleado colocará una tarjeta de igual tamaño que un billete estándar del Shinkansen con el tiempo de validez del JRP, el tipo y el precio. La cubierta adhesiva transparente protege la impresión e impide la modificación de estos datos.
–Comprar la SUICA CARD en la misma oficina, tarjeta valida para el transporte en metro de Tokio, además de algunos buses. Hay algunas de líneas que no estarán incluidas, pero son las menos. También permite realizar compras en distintos comercios como los omnipresentes Seven Eleven.
-Y los trámites habituales de cualquier aeropuerto: recogida de equipaje, paso por la aduana… que no supusieron ningún problema.
Aunque teníamos previsto tomar un bus para llegar hasta nuestro alojamiento en Asakusa (en la Kesei Main Line Limited Express), en la propia ventanilla, nos aconsejaron por precio, utilizar la SUICA recién estrenada para tomar la línea naranja que nos llevaría a nuestro hotel.
Salíamos pues de Narita con una hora por delante de trayecto hasta el barrio de Asakusa. Tras 30 minutos desubicados llegamos por fin al Enaka Asakusa Central Hostel, nuestro primer alojamiento en Tokio. No nos facilitan el check in hasta las 4 de la tarde y con unas horas hasta este momento, decidimos emprender la visita del Templo Senjo-Ji, a 5 minutos de nuestro alojamiento.
Lo peor del momento, la alta temperatura unida al cansancio del viaje. Lo mejor, el ambiente que se respira en el recinto del templo. Tras pasar la puerta roja de acceso, la puerta del Trueno, pasamos a Nakamise-dori, la calle comercial previa al edificio principal. Multitud de tiendas ofrecen souvenirs y artesanía. Tras atravesarla, a nuestra izquierda, la gran pagoda roja de cinco niveles. No se puede visitar la imagen principal del templo, ampliamente venerada por los ciudadanos, Kannon. En el centro del templo, un incensario donde los fieles ofrecen los inciensos. El humo desprendido es utilizado para frotarse el cuerpo, en búsqueda de mayor salud.
A la derecha, al igual que vimos en otros muchos templos, las “cajas de la suerte” en las que, previo pago de 200 yenes, obtienes agitándola un palillo con un símbolo. Buscando el símbolo en las cajas, obtendrás tu “papel de la fortuna”. Excelente, buena o mala. Si es mala, la doblarás y atarás al marco contiguo con un nudo que impedirá que te persiga. Probamos suerte con los palillos, con distinto resultado…
Comemos, cerca de la calle comercial, en un local que sirven ramen. Su nombre es imposible de recordar. Tomamos dos platos de ramen, unas gyozas (empanadillas japonesas famosas en la gastronomía asiática), y dos cervezas por 2500 yenes (unos 20 euros). Vuelta al hotel y esta vez si, una siesta de 3 horas como merecíamos.
Salimos a visitar el templo iluminado y cenar algo a la salud de nuestra amiga Pura, que anda cumpliendo años, allá por España. Merece la pena la visita del templo con las luces. Para la cena nos dirigimos hacia otra zona cercana en el mismo Asakusa, donde encontramos una calle con animadas terrazas. Elegimos al azar el Kinkaen: Yakisoba, yakitori y cervezas por 1700 yenes (13 euros). Además de buena comida, en el interior, un improvisado karaoke donde un espontáneo hombre de negocios nos deleitó con su voz… El ambiente, más que recomendable. Las comensales de las pocas mesas que nos rodeaban, entablaron rápidamente conversación con nosotros y nuestro limitado inglés.
Salíamos y a pesar de lo ingerido, Alberto seguía con hambre, así que nos acercamos a un local de sushi, recomendado por el recepcionista del hotel. Más tarde descubrimos que se trata de una cadena. Local muy concurrido y en el que aguardamos cola para pedir. Los precios entre 1500 y 3000 yenes por varias piezas de sushi. Está permitido fumar en el interior.
En un bar al frente, el Shot Bar, una cerveza por 700 yenes (5 euros), nos ayudó a tomar la vuelta y dormir plácidamente.
Sábado 10 de Junio de 2017. Tokio, distritos de Ueno, Yanaka, Harajuku y Shibuya
Tras ducha y organizar algo la mochila en una minúscula cama con un recién estrenado marido muy torpe, salimos a desayunar al Tomorrow (580 yenes, unos 4.5 euros por café, tortilla y sándwich de jamón y queso). Lo mejor: la wifi y que, de nuevo, permiten fumar… Hoy nos toca comprar el tour de Nikko.
En la estación de tren de Asakusa, compramos los billetes del tour (2670 yenes cada uno, 20 euros más o menos). Tras confirmar que suele estar abarrotado los Domingos, tomaremos uno temprano. Con esto reservado, cogemos la línea Ginza del metro (G16) de color gris, hacia Ueno. Los trayectos en metro cuestan entre 170 y 200 yenes (sobre 1.5 euros) y es altamente recomendable hacerse con la APP para el móvil Tokyo Subway que funciona sin red y permite localizar todas las conexiones además del tiempo que emplearás. Si compraste la SUICA, esta línea está incluida.
Salimos en Ueno. Junto a la parada del metro, el mercado de Ameyoko, Asia en estado puro. Después un paseo por el parque Ueno, con varios templos, pagodas y museos. Visitamos el Western Art Museum de Tokio donde paseamos entre Renoirs, Sezannes, Picassos… En el centro del parque, un festival de verano que nos sorprende y en el que nos decidimos a probar las tradicionales tortillas okonomiyaki.
Desde aquí, paseamos hacia el norte, hasta el cementerio de Yanaka y el templo Tenno-ji. El paseo resulta agradable a través del distrito de Yanaka, lleno de restaurantes y tiendas tradicionales.
De nuevo camino al metro, hacia la línea Chiyoda (C3) hasta el barrio de Harajuku. Las famosas calles Takeshita-dori y Omote-sando. Tiendas a la última con edificios de gran magnitud y de arquitectura sorprendente que contrasta con la vestimenta de los adolescentes japoneses, con muchos comercios dedicados a ellos. Aquí, la posibilidad de un café mientras acaricias un gato por 200 yenes los 10 minutos…
Nos dirigimos hacia el santuario Meiji. Atravesamos la gran tori de madera donde un paseo arbolado te dirige al que es el mayor templo sintoísta de Tokio, dedicado a la pareja imperial. Un jardín de iris, flores que se abren en Junio, nos recibió. En la entrada hay ofrendas de sake y de vino de Borgoña. De nuevo sorprendidos al llegar por la celebración de una boda.
Llega la hora de comer y caminamos hacia Shibuya, unos 10 minutos. Paramos en una food point, una plaza donde se puede comer lo comprado en el súpermercado. Compramos shusi, carne empanada y sandía (lo más caro de nuestra compra) junto con una cerveza por 1500 yenes (12 euros). Allí un café costó 400 yenes. Seguimos calle abajo hacia el famoso cruce de Shibuya. Tratamos de colarnos en el hotel hasta la planta 25 para tomar las preciadas fotos, pero al salir del ascensor, en el restaurante nos vimos acosados por el servicio para sentarnos a comer. Nos escaqueamos y subimos a otra planta en otro ascensor acristalado desde donde podemos, por fin, echar unas fotos.
Tras bajar, buscamos la estatua de Hachiko, el famoso perro que volvió muchos años después de la muerte de su dueño, a la estación en su búsqueda. Llevados por la multitud, cruzamos varias veces el famoso cruce, antes de volver al atardecer hasta Asakusa. Cenamos cerca del hotel (nombre difícil de transcribir) en un local especializado en tortillas a la plancha, con hueva de pescado sobre un lecho de verduras y queso. La cena subió a 1400 yenes (11 euros) con dos cervezas y setas.
Bien temprano a la cama. Mañana toca madrugar hacia Nikko.
Domingo 11 de Junio de 2017. Día en Nikko
Nuestro tren parte desde la estación de Asakusa a las 5:58. Tras un trasbordo en Minamikuriha a las 7, donde es imposible perderse, pues todo el mundo hace el mismo recorrido, llegamos a las 8 de la mañana a Nikko. Desayunamos tostadas y café por 1200 yenes (9 euros) en un café frente a la estación junto a la línea desde donde parten los buses. Ladge café, muy recomendable.
Son las 9 de la mañana cuando tomamos el Bus World Heritage, un bus pequeño que nos lleva a la entrada de los templos de Nikko. El transporte en bus está incluido en nuestro billete de tren. La búsqueda de los distintos templos puede ser complicada porque la información solo está en japonés. Destacan el santuario Tosho-gu, la torre del tesoro que alberga las cenizas de Leyasu, artífice del complejo, el templo Rinno-ji y los santuarios Futura-san y Taiyuin-byo. De la visita nos gustaron mucho el colorido de los cedros centenarios.
La vuelta hacia el pueblo desde los templos la emprendimos caminando. Un agradable paseo en el que puedes hacer buenas fotos desde el puente Shinkyo sobre el río Daiya.
Para el mediodía comemos en Meguri café, 1300 yenes (10 euros), menú vegano con agua incluida. Probamos dos menús diferentes, uno con el típico Yuba, la tela que se forma al hacer el tofu, tradicional comida de la zona. También aprovechamos el tiempo en Nikko para probar los dulces japoneses con pasta de judías rojas o anko y tomarnos dos cafés, de nuevo en el Ladge, por 600 yenes.
A las tres y media de la tarde regresamos hacia Tokio. Dos cambios de convoy que nos llevan a la capital a las seis de la tarde. Nikko tiene aire de pueblo de montaña y gran cantidad de turismo local. Definitivamente nos ha gustado.
Cena con arroz, ternera y huevo, plato de shusi y sashimi con dos cervezas en el barrio de Asakusa, algo caro (4700 yenes, 36 euros). Nos acostamos temprano, mañana ¡cargados de ilusión hacia Takayama!
Lunes 12 de Junio de 2017. Visita de Takayama
De nuevo hacia la estación de Asakusa y en la Ginza line hasta Nohombashi (G11). Trasbordo a Tokyo Station. En la estación de Tokio, nos acercamos a la oficina de la JRP donde nos confirman el horario. A pesar de no haber realizado la reserva no tuvimos problemas en subirnos al próximo que sale a las 8:33. Es preferible saber con antelación el número de vagón y así elegir adecuadamente la fila correcta. Viajamos rumbo a Nagoya en el tren Hikari 505. En la cuarta parada a las 10:17 bajamos y cambiamos al tren Hida 7 que nos llevará hasta Takayama.
Poco más de la una del mediodía y llegamos a Takayama. Todavía sorprendidos por la comodidad de los trenes japoneses, desembarcamos en los conocidos alpes del país. En el punto de información nos facilitan un mapa en español y nos dirigimos hacia el hotel reservado, el Rickshaw Inn donde contrataremos nuestra excursión de mañana: Shirakawa-go (4400 yenes por persona, 34 euros) con visita y guía incluida.
De nuevo hambrientos y por recomendación de viajefilos, comemos en el Maruaki, donde el plato estrella es la carne de Hida cocinada en la propia barbacoa del centro de la mesa. Carne, ensalada y cerveza por 5740 yenes (44 euros). Con el estómago lleno paseamos por el área protegida de Takayama. Entre las 4 y las 8 de la tarde hacemos la ruta de los templos de Takayama.
El barrio de Sanmachi conserva las casas de la era de Edo y en ellas destacan las destilerías donde se produce el famoso sake de Takayama. Nos pareció muy turístico pero tuvimos la suerte de no encontrar demasiada gente. Conseguimos probar el magnífico sake en nuestro recorrido. Hay que tener en cuenta que todos los comercios cierran a las seis. Decidimos perdernos y llegamos al gran santuario de Sakurayama-Hachimangu. De ahí un paseo por el río hacia el este. Un agradable arboleda que te lleva hacia los distintos templos, el templo de Higashiyama entre otros. No nos perdemos ni uno, tan solo dejamos para el día siguiente uno cercano a la estación.
Decidimos cenar fideos calientes. Buscamos un local que recomienda “la otra guía” muy cerca del Maruaki. No lo encontramos y nos decantamos finalmente por uno con el que tropezamos, un gran acierto. Por 1200 yenes (9 euros), dos sobas de udon, uno con tempura “takubi” y un okina soba de fideos más finos con setas y marisco. El pueblo cierra todos los locales muy pronto, extremo a conocer si salís a cenar.
Martes 13 de Junio de 2017. Excursión a Shirakawa-go y traslado a Kioto
Nuestro bus hacia Shirakawa-go sale a las 8:15 aunque es obligatorio estar en la parada a las 8 de la mañana. Contratamos con el hotel el desayuno por 500 yenes (café, panecillo y una naranja poco sabrosa). La carretera de montaña que nos conduce hasta Shirakawa tiene varios impresionantes túneles, uno de ellos el tercero más largo del país.
Visitamos la población, famosa por las tradicionales casas de paja, gassho-zukuri. Un pueblecito rodeado de montañas que todavía conserva la tipología de la era de Edo. Nuestro guía, Yamemoto, fue muy amable y profesional. Si no estuviésemos en Japón, podríamos decir que el chico sabe chino… Conocía unas cuantas palabras en varios idiomas, lo que unido a su sonrisa, capturó rápidamente a todo el grupo.
La primera parada en el recorrido la hacemos en un mirador desde donde se obtienen fantásticas vistas de todo el pueblo, alojado en un valle rodeado de montañas. Nos recibe un águila que vuela en círculos sobre la planicie, símbolo de buen augurio, nos dice nuestro guía. Y fue cierto, puesto que a pesar de estar en época de lluvias, encontramos un maravilloso día soleado. Quince minutos para las fotos desde el mirador y descendemos hacia el pueblo.
Varias guías escriben que esta zona fue refugio de forajidos y vista la fatiga del propio bus para llegar, no resulta difícil entenderlo. El nombre de la tipología de las casas, es más que conocido, gassho-sukuri que significa “manos que rezan”, dada la inclinación de sus tejados a dos aguas que en pleno invierno con su metro de estrato de paja tiene que aguantar las fuertes nevadas alpinas.
La visita al interior de una de las casas, no se incluye en lo pagado en el tour. Con visitar una, es suficiente. La entrada cuesta 300 yenes que incluye la visita de toda la casa hasta su última planta y tomar un macha, el clásico té verde. La visita puede resultar molesta si no se tolera el humo que impregna toda la casa y sobre todo la última planta. El humo tiene como función, compactar la paja y matar sus posibles parásitos.
La ciudad es famosa por su artesanía en madera y por el cultivo del gusano de seda, pero pocos saben que también dominan en arte del papel, por lo visto, el más apreciado de todo el país.
Comemos en Takayama. Paseo por el pueblo. Cumpliendo con todos los deberes marcados por la Jaume Planet, nos sobró una hora en Takayama y decidimos adelantar la salida hacia Tokio una hora. No hubo ningún problema para cambiar los billetes que teníamos reservados. El único inconveniente que mi amado marido no tuvo mejor idea que abandonar el móvil en el tren, en dirección a Nagoya. Nada mejor para poner a prueba la tan famosa amabilidad japonesa.
Llegamos a Kioto sobre las siete de la tarde. Resultó muy fácil encontrar el hostel, Piece Hostel Kioto. Moderno, confortable, con cama de matrimonio occidental muy amplia y un lavabo en la habitación. Según costumbre nipona, los baños y duchas están ubicados en la planta baja. Los chicos de la recepción nos dedicaron más de una hora para resolver el problema generado por mi marido: el teléfono.
Asentados en el hotel, salimos para un primer contacto con Kioto, famosa por sus templos aunque no puede faltar una atenta visita a la estación central, verdadera catedral futurista, himno a la contemporaneidad y representante de todo imaginario occidental de lo que es Japón. Su arcada de cristal da acceso a unos altos miradores desde donde se puede bien apreciar la torre de Kioto, a los cuales no pudimos acceder por problemas de horario. La torre cierra la visita al público a las 21 horas. Gran pena por Alberto, perdón la blasfemia, pero por cansancio, decidimos cenar en un Mc. Donalds, donde dos menús Big Mac costaron 1200 yenes. Muy poco recomendable la Fanta de moras…
Miércoles, 14 de Junio de 2017. Kioto
Al día siguiente, bajo estrechas órdenes del malvado catalán, alquilamos dos bicicletas para visitar los templos de la zona norte. Querido Bau, opción más que acertada. El paseo hasta los templos es una verdadera gozada, cruzando el barrio de Pontocho y siguiendo en río por sus riberas, muy concurridas por la población local hasta el primer templo, Shimogamo Shrine, santuarios del Kamo en la bifurcación del río. Rodeado de bosques donde se desvelan las mentiras.
Muchas callejuelas pintorescas que olían a algo demasiado turístico, cosa que no ocurrió con la zona universitaria previa a los templos, que en nuestra opinión hubiera merecido, por lo menos una visita gastronómica. La visita de los templos resultó una verdadera tarea; a veces increíblemente maravillosas como pasear por los jardines Ginkaku-ji, el pabellón plateado, de bellos espacios cubiertos de musgo; otras veces agobiante, rodeado de tantos turistas como en el templo Nazen-ji, en realidad un complejo de doce templos, un acueducto de ladrillos rojos acompaña al recinto y el paseo del filófoso que serpentea junto a un canal rodeado de cerezos con varios templos en su recorrido.
Si quieres huir de los muchos gaijins armados de cámaras de fotos, aconsejamos el pequeño y más apartado Honnain, templo más modesto con preciosos mandalas de arena en sus jardines. El lado negativo de ir en bicicleta es perderse. Si te equivocas en una sola calle, estás completamente perdido. Si se añade el cansancio de mucho pedalear, todo puede resultar algo agobiante. Suerte que existe el pueblo japonés dispuesto a dejar todo lo que está haciendo en ese momento para atenderte. Así fue, como preguntando llegamos al barrio de Gion. Comimos en la primera taberna que encontramos. Normalita, no merece comentario. Comentarios más que merecidos para el templo de Chion-in. Mucho turismo local, tuvimos la sensación de que se celebraba algún día especial. Muchos chicos y chicas con sus kimonos.
El distrito de Gion resulta muy interesante. Rodeado de posadas y casas de té (algo caras). Tuvimos la suerte de caer en unas horas pocos usuales para los turistas; y de repente nuestra atención fue capturada por la aparición casi fantasmal de una geisha, presas muy apreciadas para los turistas y sus cámaras de fotos, por ello aconsejamos no acosar las mujeres y disfrutar de sus figuras como si fueran un colorido sueño oriental.
Aún con fuerzas, seguimos hasta el templo Kiyomizudera, grande y recomendable al atardecer por ofrecer bonitas vistas de la ciudad.
Por la noche, nada de romperse la cabeza. Tiramos de guía para elegir un lugar para cenar en la zona del mercado Nishiki, se eligió un puesto de Ramen, a que por lo visto Alberto es adicto, cierta cola en su entrada, muchos extranjeros. Decepción al descubrir que se trataba de una franquicia con locales por medio mundo occidental, eso si: estaba muy bueno. Dos menús con gyozas y dos Ramen de cerdo, dos cervezas santuario por 3940 yenes(30€). El local se llama Ipudo.
Aunque quedaba algo lejos nos decidimos darnos un paseo nocturno por Kioto para volver al hostel. Mereció la pena cruzar avenidas donde a los pies de rascacielos dignos del primerísimo mundo surgían pequeñas construcciones pocos más grandes que cabañas. Como faro la omnipresente Torre de Kioto, que tampoco hoy logramos visitar.
Jueves 15 de junio del 2017. Kioto y visita de Nara
Despertador a las 6:45. ¡Que viaje de novios! Gracias Jaume. Toca visita a Nara, la antigua capital. A una hora de Kioto se llega usando trenes locales. Se puede usar también un tren rápido(Miyakoji rapid) que tarda unos 45 minutos a Nara. Prácticamente se alternan.
Nara: famosa por sus templos fáciles de encontrar; se sale de la estación y se recorre una curiosa avenida dotada de altavoces. Muchos comercios turísticos, no obstante sean las 8:30 de la mañana, la ciudad ya esta abarrotada de turistas. Muy curiosos sus ciervos domesticados. Nos preguntamos no están gordos a explotar si se pasan los días atiborrándose de galletas que los turistas pueden comprar por 150 yenes(1€), en uno de los tantos puestos callejeros.
Muy meritorio la visita al Templo Todai-ji, la edificación de madera más grande jamás construida, una verdadera San Pedro del Sol Levante, edificada a mayor gloria de Buda, que allí yace sentado en bronce y con una altura de 16 metros. Iguales de maravillosos los dos guerreros que vigilan los laterales de la puerta principal, que impactaron a Alberto. De los demás templos nada que destacar, probablemente los jardines en verano no regalan grandes emociones; leímos acerca del Templo Kofuku-ji aquel con una pagoda de cinco plantas de madera envejecida, y del santuario Kasuga que se destruye y se reconstruye siguiendo la tradición sintoísta cada 20 años, habiendo sido edificado con la misma estructura hasta en 50 ocasiones.
Eso si curiosas las linternas botibas que flanqueaban la avenida que desde el templo mayor sube a la montaña.
Comida en Nara. Apartamos la guía y decidimos escuchar las recomendaciones de los locales que nos llevaron a Okaru, una taberna frecuentada casi exclusivamente por japoneses y especializada en okonomiyaki, revuelto de huevo a base de cerdo y verduras(esa fue nuestra elección, la hacen de todo) y akashiyaki, tortillas rellenas de pulpo acompañadas de sopa miso. Poco simpático que siendo, extranjeros, intentaron colarnos el menú turístico. La comida acompañada de dos Kiri de 500 ml costo 3800 yenes(28€).
Vuelta a Kioto con parada obligada en Hinai, para visitar el templo de los miles de Torii, Fushimi, formada por 10 mil torii rojos en 4 km de longitud.
Interesante y abarrotado de turistas. Turistas que van diluyéndose en cuanto se avanza a lo largo de los 4 km de un recorrido cuesta arriba, no particularmente complicado pero no apto para todos los públicos y que como premio a tu esfuerzo te regala unas vistas de Kioto sin iguales.
Llegamos a la ciudad por la noche sin planificar la cena; un error cuando no conoces ni lugar ni lengua. Volvimos por Pontocho y perdidos entre miles de ofertas, catamos el mal carácter japonés, al intentar entrar en una pequeña taberna de donde nos rechazaron de manera brusca por ser extranjeros, cansados elegimos un Izakaya que ofrecía menús en inglés. Fue un acierto. Una comida fusión donde probamos un sashimi de carne de caballo, un pulpo marinado con aguacate en una salsa ligera de soja, un bonito crudo mojado en sake, con dos cervezas y terminamos con una crema catalana dedicado a nuestro Jaume Planet, unos 4800 yenes(35€).
Viernes 16 de junio de 2017. Kioto
Nos espera la visita al Bosque de Bambú. Nos saltamos la visita del Castillo de Nijo, necesitábamos un día más relajado. Para llegar al castillo el JR-pass permite utilizando la línea JR Sagano line hacer una parada en el mismo, siguiendo la misma línea se llega a Arashiyama hasta el bosque de Bambú, saliendo de la estación encontrareis un punto de información.
Otras hordas de turistas y el bosque resultó algo decepcionante. No negamos que esperábamos algo más mágico. Quizás los jardines Sogenchi, patrimonio de la Unesco, en el Tenryu-ji zen, en otra época del año sean más fascinantes. Hicimos el camino andando, pero existe tambén la opción de tomar un tren romántico, cuyo recorrido de unos 25 minutos cuesta 600 yenes (4.5 €). La vuelta también se puede hacer en barca siguiendo el río.
Bellísimo, apareció el templo dorado, Kinkakuji, verdadera recreación arquitectónica del mundo de Buda. Los muchos turistas no restan la potente energía que desprende el lugar y la poesía de sus jardines.
Autobús nuevamente para la zona del mercado Nishiki, donde me hubiese gustado probar la comida de un izakaya vegetariano, bien referenciada en “la otra guía”. Llegamos tarde, lo encontramos cerrado. Y la suerte nos sonrió, cuando decidimos entrar al azar, en una pequeña taberna justo enfrente al museo de Kioto, de nombre imposible de recordar, pero sin pérdida. Decoración no antigua, sino vieja. Una barra central corrida, decorada con publicidad de licores occidentales de principios de los 70. Una anciana señora nos sienta y con el hacer de una madre apresurada nos da a elegir los menús del día. Curry japonés y ramen de cerdo para mi marido y gyoza y ramen para mi. Dudamos que el lugar venga mencionado algún día en la guía Michelin, pero ese curry, esas gyozas, ese ramen eran puro deleite. Difíciles de superar en sabor, textura y aroma; comimos más allá del hambre perdiéndonos en la pura gula. Nada de alcohol, solo agua fresca que aquí siempre te sirven gratis.
Paseando insistí para que mi marido visitara una tienda de gafas. Y callejeando por las calles del centro encontramos un pequeño laboratorio artesanal con verdaderos artistas de la creación. Si el envío no falla, Alberto a su vuelta a Tokio, estrenará gafas japonesas.
Sábado 17 de junio de 2017. Kioto-Hiroshima
Salida a las 8 desde la estación de Kioto. El trayecto hasta Hiroshima dura una hora y media. En la última noche en Piece Hostel, sufrimos un pequeño problema con el aire acondicionado que comenzó a hacer un ruido molesto. Otra vez, tuvimos un ejemplo de la amabilidad nipona. Consternados por no poder cambiarnos de habitación, teniendo el hotel completo, al despertar encontramos e la puerta una bolsa con un pequeño desayuno, visto que saliendo a las siete no daba tiempo a aprovechar el desayuno incluido. Imposible encontrar un pero a este fantástico hostel.
Hirsohima no es tan evocativa como Kioto. Una ciudad completamente nueva. Inútil explicar el porque. Nos alojamos en el Hostel Roku que significa seis en japonés. Hostel de apenas cuatro años de vida. Regala un aire naïf; nada que ver con la súper contemporaneidad de Piece y que ofrece una sensación de cálida cercanía; parece que estás en una casa de amigos. Eso si, un público bastante más joven que tú si tienes 40 años. Nos alojamos en una típica habitación japonesa: ningún mueble, dos futones, y puerta de madera y papel de arroz, muy cómoda. Baños comunes en la planta baja. Una vez registrados, nos esperó la visita al castillo, de época Edo, a unos 20 minutos andando desde nuestros hostel. Un maravilloso parque precede el castillo, al que se accede a través de uno de los tres puentes que cruzan un foso. Unas fotos de lo que fue el castillo tras esa fatídica mañana te catapulta en la realidad de lo que significa Hiroshima para toda la humanidad. Decidimos no visitar el castillo que tenía un precio de entrada de 600 yenes (4.5 €) para subir al alto de sus cinco plantas.
Otros andando, unos 20 minutos, y cruzando la Hiroshima comercial de grandes avenidas y rascacielos, para alcanzar el parque de la Paz. En un muy ordenado parque, amplio y diáfano, te recibe el Domo, la tan famosa ruina del palacio del comercio. Para quien tuvo contacto con las cicatrices de un bombardeo aéreo puede no llamar la atención, pero solo pensar en que causó esa ruina se te hiela la sangre. El parque que estás pisando fue antes una ciudad entera.
El parque tiene el monumento infantil de la paz, en memoria de los niños muertos en la masacre (una niña con los brazos abiertos sobre la que vuela una grulla, símbolo de la longevidad y la felicidad). La llama y el estanque de la paz cuyo fuego se mantendrá hasta el final de las armas nucleares. El cenofito en honor a las víctimas donde se puede leer la escritura “jamás volveremos a cometer el mismo error” y el museo conmemorativo de la paz de Hiroshima.
La entrada, de 50 yenes, permite el recorrido audio visual con los principales datos que rodearon el desastre. Después de la visita, comemos en Akushu Café por 2200 yenes (16 €), dos hamburguesas típicas de Hiroshima, con cervezas. Tras ello, nos dirigimos a pocos metros, para coger el tranvía, línea 2, hasta la última parada para ir a Miyahima-guchi. Hay que recordar llevar monedas (160 yenes por persona).
El barco hasta la isla de Miyahima pasa cada 10 minutos (son gratuitos con la JR Pass), dando un paseo hasta la otra orilla y ver el gran torii en el mar, el mayor del mundo asentado en el mar. Aconsejamos ir al atardecer. Varios puestos de comida en la calle (500 yenes), muchos de ellos de souvenirs y varios ciervos perdidos de Nara. Vemos el atardecer en la playa, varias fotos y vuelta al hotel para hacer el check in.
Encontramos un mejicano, happy hour, varias cervezas y planes revolucionarios, quedando atrapados por la buena tertulia. Optamos por coger cena en el Seven Eleven y cenar en la agradable terraza del hotel. 1500 yenes nos da para curry japonés, rollitos, cerdo empanado y cerveza.
En Miyahima merece la pena visitar si hay tiempo, el santuario Itsukushaima, construido sobre pilotes que ofrece una bonita estampa al reflejarse sobre el agua. También la pagoda de cinco pisos Goju-noto de bonito color anaranjado como todo el complejo. Existe la opción de coger el teleférico y hacer un trekking para ver el mar interior con dos tramos en el que hay algún templo. Esto es opcional, nosotros no lo hicimos ya que no teníamos tiempo.
Domingo 18 de junio de 2017. Hiroshima-Tokio
Madrugón para ir a Tokio con un Hikari. Tres horas y cincuenta minutos y llegamos a nuestro destino. Fundamental la aplicación Tokio Subway como escribimos. Empieza a diluviar al llegar al Hotel Citadines Shinjuku Tokio, del que debemos hacer una reseña magnífica. Un apartamento occidental que dispone de cocina, amplio baño y buena cama de matrimonio. Probablemente el mejor hotel de los 20 días. Nos refrescamos un poco y comimos por uno de los tantos bares cercanos al hotel. Muy amables y comida mediocre. El local se llama Cocochito (2000 yenes por dos menús). Paseo por el barrio de Shinjuku, nuestra Jaume Planet nos indicaba que merecíamos una tarde libre.
El evento del día fue la cena, cuando decidimos ir a comer anguila, el producto estrella de la temporada. Fuimos a un sitio recomendado por un amigo, ¡que experiencia en Japón tiene!: Chikuyotei Ginza. Cena deliciosa y no recomendable para gente de bolsillos estrechos (8000 yenes, unos 60 €). Vuelta al hotel y el madrugón pasó factura.
Lunes 19 de junio de 2017. Tokio
¡Ah, que viaje de relax! Despertador a las siete de la mañana, para visita obligada del mercado Tsukiji. Se llega en metro con la línea Hibiya. Hay que admitir que haber trasladado la venta de atún a otro lugar le quita algo de encanto. No deja de ser un mercado asiático y tampoco muy grande. Del mercado fuimos andando a la torre de Tokio, tardamos unos 45 minutos, cruzando rascacielos y atajando por los jardines del templo Sonzoi. Por unos 900 yenes (6.5 €) subimos a la Tokio Tower, construida a imagen y semejanza de la famosa Torre Eiffel. Sería aconsejable visitarla por la noche para disfrutar de la ciudad iluminada. Por la mañana el panorama no es tan impresionante.
De ahí seguimos la marcha, andando hasta el palacio Imperial, otros 50 minutos de paseo. El recinto de paseo es visitable solamente para un número cerrado y por reserva, pero un vistazo por fuera, más allá de su foso, también merece la pena. El palacio y la torre se encuentran en el distrito Marunouchi, considerado el centro de Tokio.
De aquí vuelta a Gynza en metro para visitar otro restaurante de sushi recomendado por nuestro amigo. Undécima planta del centro comercial Gynza Center. Con dos cervezas fueron unos 5800 yenes y, ciertamente, muy bien gastados. Lo más impactante el sashimi con un ligero toque de parrilla.
Comidos, con metro, fuimos hasta Roppongi, pasando la tarde en el laberíntico Roppongi Hill. El físico pide descanso y desconectamos con unas buenas Heartland, unas cervezas, con las que llegamos al atardecer, momento ideal para subir a la torre Roppongi (1800 yenes por persona), donde en el piso 45, Tokio se enciende a tus pies… Para la ocasión nos encontramos rodeados por los héroes de Marvel, en una exposición temporal, seguramente eclipsada por la belleza del panorama.
Martes 20 de junio de 2017. Tokio
Madrugar para el monte Fuji ¡turistada!. Recepción y salida desde el mostrador de facturación en la tercera planta del Keio Plaza Hotel Torre principal de Tokio en Shinjuku. Llevamos la hoja con la reserva, ya que es un regalo para nuestro enlace. Disfrutamos de un día despejado, la guía insistió mucho en los afortunada de nuestra visita, dadas las condiciones que permitían una buena visibilidad. El recorrido duró toda la mañana, incluyendo la comida. Hicimos varias paradas desde donde se puede ver el imponente monte. En un último punto, paramos en un pueblecillo con unas cascadas, pero nada destacable. Vuelta a Tokio.
Recompensa por la noche, cuando descubrimos el Gotsubo y sus ramen, los mejores del planeta. Pequeña izakaya justo al lado de nuestro hotel. Todavía repetiríamos en otra ocasión.
Miércoles 21 de junio de 2017. Tokio
Día libre y dedicado al paseo por el distrito electrónico de Akihabara. Solo faltaba comprar el billete de tren para el aeropuerto al día siguiente. Como no madrugábamos aprovechamos para disfrutar de la noche en Shinjuku. Volábamos a Okinawa donde nos esperaban todavía 3 días en la isla. Pero eso es otra historia…
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3 comentarios en “Viaje de novios a Japón, una sorpresa”
Saludos Rosana!!! Muy merecedor de leer este maravilloso contenido y lo interesante, divertida y fascinante experiencia que han tenido en este viaje sin duda alguna el mejor regalo de luna de miel, también obtuvimos un paquete de viajes de novios con destino viajes a japón gracias a sildaviaviajes de verdad que ésta fue una experiencia increíble, disfrutar de la insólita modernidad, tradición, es algo simplemente flipante. Hay muchas cosas que ver en Japón, desde las metrópolis más futuristas, el arte floral del Ikebana, la paz que se respira en sus santuarios y la simplicidad zen de sus parques y jardines para mi una experiencia alucinante en compañía de la persona que amas sin duda lo máximo, placentero e inolvidable que he vivido, quizás muchos pensaran que no es el sitio mas romántico para una luna de miel, pero nos encanto haber salido de lo común, y aparte como suelen decir por allí ” No importa el lugar si no la persona con la que estas en ese lugar”. Un saludo y un Gran abrazo!!!
Esta será mi guia este verano ?
¡Pues menudo viajazo que os regalaron! Japón es uno de esos lugares al que te pueden llevar muchas veces y siempre sorprende. ¿Para cuando volvemos?