Hoy salíamos para Nagarkot, una escala más en el valle de Katmandú que nos apetecía, muy cercana a Bhaktapur y un lugar tranquilo antes de la vuelta a Thamel. El principal atractivo de Nagarkot, madrugar y tratar de cazar la cordillera de Himalaya despejada para la fotografía.
Aquellos días terminaban nuestras dos semanas en Nepal por libre. El país había superado nuestras expectativas y, aunque todavía quedaba algún día para disfrutarlo, pensábamos que nos tocaría volver y dedicarle más tiempo. De todo aquello escribimos 6 artículos que te ayudarán seguro a montar tu viaje a Nepal:
- Como cruzar la frontera entre Tíbet y Nepal
- Lo mejor de Katmandú a ritmo lento
- Pokhara y el trekking en los Annapurnas
- La visita de la ciudad de Patán
- Un día en la ciudad de Bhaktapur
- Nagarkot y los últimos días en Katmandú
Nagarkot y los últimos secretos de Katmandú |
Miércoles 3 de Octubre de 2018
Anoche sobre las nueve ya estábamos en la cama, no se puede decir que Bhaktapur tenga una opción de ocio nocturno desarrollada, pero tampoco fue necesaria. Dormimos como troncos hasta eso de las seis de la mañana. El barrio entero está en obras y los gallos del lugar parece que daban la orden de trabajo muy temprano. Bueno, algo tenía que tener de malo el hotel. Pero lejos de ser culpa de sus propietarios o de nadie, el día no pudo empezar mejor, con un buen desayuno en la azotea de la Guesthouse, donde se sirven. Con un bonito día sin nubes por delante y la plaza Durbar frente a nosotros, preparamos nuestro primer café del día. Y hay que ver la que liamos cada vez que sacamos nuestra Handpresso a pasear…
Antes de salir hacia Nagarkot, volvimos a Durbar y a pasear por Bhaktapur, esta vez con la intención de visitar más tranquilamente los edificios de la famosa plaza de Bhaktapur. Además le dedicamos un rato al duro arte del shopping, seguimos echando más y más fotos y comimos. Al fin y al cabo, el principal reclamo de Nagarkot, sus vistas, iban a seguir allí esta tarde.
Cómo llegar a Nagarkot y porqué
Para llegar a Nagarkot, a unos 15 km de Bhaktapur y sobre 32 km de Katmandú, la mejor opción, al menos la más económica era el bus. El muchacho del hotel nos ofreció un taxi, ¡1500 rupias!, pero también nos dijo dónde estaba la estación de buses. El último de los buses salía a las 17 horas pero nosotros salimos mucho antes, tampoco queríamos salir de noche.
Sobre las dos de la tarde con todo hecho y habiendo sacado dinero en un cajero de Bhaktapur (de nuevo la N26 seguía sin fallar) pusimos rumbo a la estación de buses. La estación, Kamalvinayak, a unos 20 minutos caminando desde Durbar, se encuentra al noreste de la ciudad. El de las tres de la tarde estaba lleno así que tocaba esperar al siguiente, 15:30. Parece y solo parece, que la frecuencia es cada 30 minutos.
¿Y si salimos a las dos del hotel como llegamos a las tres?. Esto que os voy a contar sería un claro ejemplo más de la amabilidad nepalesa. De camino al bus, habíamos localizado una tienda donde teóricamente cargar nuestra SIM card de Ncell. El caso es que al llegar era un local donde un muchacho vendía móviles pero de recargar iba más bien “justo” en conocimientos. Pues a pesar de ello, investigó y le dio vueltas hasta que cargó 4 GB que queríamos ¡desde su cuenta a nuestra tarjeta!. Unos 40 minutos echó el hombre y, como digo, pagando la carga de su bolsillo. Evidentemente le pagamos, le dimos propina y seguimos camino tremendamente agradecidos como no podía ser de otra manera.
En fin, a las 15:30, más tarde de lo previsto, nos ponemos en marcha a Nagarkot. En una hora llegábamos. Alcanzábamos de nuevo los 2000 msm. El precio 50 rupias, simplemente no preguntamos y le dimos lo que nos habían dicho en el hotel. Somos los únicos guiris y el que recoge la pasta, no protesta, es decir, vale eso.
Anteayer habíamos reservado alojamiento, el Everest Window View, sin duda, un sugerente nombre. Pagaríamos por la habitación doble con baño pero sin desayuno esta vez, 16 €.
Al poco de bajar del bus y entrando a la población, un puesto donde pagamos 300 rupias por acceder. Es un puesto oficial donde nos facilitan un ticket del ayuntamiento. No hay duda ninguna y no habíamos leído nada al respecto. Las guías que no andan suficientemente actualizadas…
Atardecía y dimos un paseo. Básicamente se trata de un pequeño pueblo desperdigado en la montaña entre elevados árboles de coníferas cuya gente se dedica por completo al turismo. Pequeños e improvisados restaurantes, mínimas tiendas de artesanía fabricadas con tablones, pequeños hoteles familiares… todo enfocado a ese turismo que nos da la impresión está todavía por volver (si llegó alguna vez). Y todo colgado de una colina cuyo máximo atractivo está en un lado de la montaña, la vista de la cordillera del Himalaya, dicen la mejor. Además, alguna ruta de trekking que no teníamos claro si explorar al día siguiente. De momento, el sol se escondió, la temperatura bajo y buscamos cobijo para lo que te quedaba de tarde.
Y el único cobijo que encontramos fue nuestro hotel, pues la pretensión de un sitio animado nos dimos cuenta de que sólo quedaría en pretensión a los pocos pasos. El muchacho se mostró súper simpático, yo creo que en exceso tal vez, pero es que son así. Nos puso todo lo que conocía en música latina con un sonrison: Enrique Iglesias, Despasito… un enamorado de “nuestra música” nos dijo. Nos sirvió para tomar una cerveza y más tarde, que no demasiado, cenar. Aquí a las nueve, todos cenados y en cama. Unos chowmein con vegetales (los noodels nepalies) que no me gustaron me temo y un pollo tika massala, con cervezas.
Y efectivamente, aquí muy temprano ya no se oía a nadie…
Jueves 4 de Octubre de 2018
¿Y cuál es el deporte más seguido en Nagarkot? Pues uno se pone el despertador a las 5 AM y se asoma periódicamente a la ventana a ver si amanece sin nubes. Esto dará la posibilidad de ver la foto que te has hinchado a ver de toda la cordillera de los Himalayas en el horizonte. Pero me temo que el tipo que hizo aquella foto compró la exclusiva para que no volviera a suceder. Y como tantas veces, nada de nada. Un montón de nubes, más bien una neblina que cubría todo el valle, fue lo que vimos. De nuevo la pregunta: ¿porque nos empeñamos en lo de disfrutar de un fantástico amanecer, si no nos sale ni uno bueno?. En fin…
Nada más teníamos que hacer en Nagarkot. La realidad es que aquí se viene a caminar y era lo último de lo que teníamos ganas. El mes largo de viaje se viene notando a estas alturas y teníamos ganas de una ciudad más o menos moderna y poco más. Eso en Nepal es: Katmandú.
El bus público no existe para llegar directamente a Katmandú. Hay que viajar a Bhaktapur y desde allí enlazar a uno que vaya a Katmandú. De nuevo, Lonely se equivocaba y no hay ningún bus turístico que vaya a Katmandú… Y así lo hicimos. A las nueve poníamos rumbo a Bhaktapur. Llegábamos a las diez y media y caminamos hacia la estación de buses donde paraban y salían los de Katmandú, a unos 100 metros. Pero llegando, salía uno que nos vio cara de “estos van a Katmandú” y nos subió en la calle. Este segundo trayecto, con una carretera más normal aunque decenas de paradas, se hace más llevadero. Los buses se hacen muy duros en Nepal, lo aseguro. Entre unas cosas y otras nos costó 75 rupias por ambos trayectos y unas tres horas más o menos.
Algunos buenos sitios donde “tirar” el tiempo en Katmandú
Unos 15 minutos andando desde donde nos deja el bus y entramos de nuevo en Thamel en busca de nuestro alojamiento. Nuestras tres últimas noches en Nepal y sin tener que cambiar más de cama. Nuestra reserva y nuestras mochilas en el Malla Boutique Hotel. Pagaríamos 33 € por noche. Ya conocíamos la caótica capital y el barrio. La mejor calle era para nosotros la del hotel Kumari, y estando ocupado este, nos decidimos por uno justo al lado, al que le habíamos echado el ojo.
Nos lanzamos a comer solo llegar y, como pasa tantas veces cuando llevas tiempo fuera, de nuevo a buscar sabores reconocibles: Fire and Ice! Menuda lasaña y menudos carbonara. Si escribimos un post sobre comer el Katmandú, no vamos a poder evitar nombrarlo una y otra vez. Ambos platos, con ensalada y cerveza por 3610 rupias (26 €).
Y después siesta, compras, café… ¡vida normal!. Para cuando anochecía, tomamos una cerveza en el que creemos será el mejor local de Katmandú para pasar la tarde: el New Orleans. Una terraza muy ambientada a eso de las siete donde además hay música en directo los miércoles y los sábados. Carta internacional y muy buena localización, en pleno centro de Thamel. Cenamos una buena hamburguesa, una ensalada griega y la bebida por 3100 rupias (22 €). Que gusto volver a tener esa vida occidental de la que salimos huyendo hace poco más de un mes… Mañana terminaremos de visitar Katmandú.
Viernes 5 de Octubre de 2018
A priori nos quedaban únicamente dos atractivos de la ciudad de Katmandú por visitar, ambos hacia el este y ambos patrimonios de la humanidad: La estupa budista de Boudhanath y el templo hinduista de Pashupatinath. Aquella misma mañana nos hicimos con ellos.
Pero antes de salir hacia allá, dimos un paseo tranquilo por Thamel, siempre hay una nueva calle que explorar y una nueva tienda que fisgonear. Una de esas tiendas en las que entramos y en la que con toda seguridad terminarás por comprar gran parte de los recuerdos que lleves de Nepal, es Women’s Skills Development Organization. Se trata de una fundación creada en ayuda de las mujeres maltratadas con esta magnífica tienda donde se muestran y venden todos sus trabajos. Y cuando decimos que estamos seguros de que os gustará, no nos equivocamos si buscáis regalos como algún pequeño monedero, algún bolsito, pashminas y similares, una gran cantidad de productos textiles a buen precio y por una buena causa. Imprescindible.
Seguimos caminando y nos metimos en una cafetería que hacía días le teníamos ganas, frente el callejón de… (me temo que no lo recuerdo pero es el callejón por donde pasarás más de una vez), Pumpernickel Bakery. Croissants, buen pan y un estupendo café. Seguramente la entrada no llama la atención para lo que esconde dentro, incluido un soleado patio a esas horas de la mañana. Dos buenos espressos y un tremendo croissant de chocolate por 355 rupias.
Nuestra idea era tratar de evitar la visita en masa de los templos por la mañana. Habíamos leído que es mejor evitar esas horas y que el atardecer es mucho mejor momento.
Así, al mediodía, negociábamos un taxi hacia la estupa de Boudhanath. Pagamos 500, por 400 nos hubiera llevado, pero ya estábamos cansados de esas rupias arriba o abajo. Situada a unos 5 km del centro de Katmandú, nos llevó media hora de tráfico, polvo y calor, llegar.
Estupa de Boudhanath
Una de las mayores de Asia y de las más veneradas en Nepal, y donde multitud de fieles budistas acuden a realizar el Kora ritual a su alrededor. Entrar no costó 400 rupias. Desde luego es impresionantemente grande, situada en una enorme plaza rodeada de coloridos edificios de un par de alturas. Y tampoco se puede negar que vaya gente a visitarla… Todos los bajos que la rodean están ocupados por tiendas de artesanía donde encontrar cualquier objeto budista que andes buscando. Y tampoco faltan los restaurantes donde hacer una parada para comer.
Sus proporciones perfectas en opinión de los expertos, datan del año 600, aunque tras la invasión mongola, la actual estructura se levantó en el siglo XIV. Toda la simbología budista se puede ver representada en la enorme construcción: los trece niveles que hay que recorrer para alcanzar el nirvana, todos los elementos en su cúpula y su torre, las 108 imágenes de Bhupa en la base y la gran cantidad de molinos de oración que la rodean. Los grandes ojos de Buda, “que todo lo ven”, presiden la estupa.
Subimos al templo Shree Bouddha Dhyan Guthi, situado frente a la entrada de la estupa. Desde allí, se obtienen buenas fotos del edificio y de toda la gente que anda en peregrinación. Imponente y muy probablemente recién terminada su reconstrucción, luce un blanco de cal impoluto.
Comemos allí mismo, en el restaurante La Casita de Boudhanath, un restaurante español del que habíamos leído buenas referencias y se encuentra en la misma plaza. Unas olivas, unas bravas y un surtido mixto de tapas con cereza por 2735 rupias (20 €) . He de decir que repetimos la tortilla, que estaba tremenda, casi todo estaba tremendo… Además de buena comida, sentarte en la terraza y ver a los peregrinos cumpliendo con el ritual de su Kora resulta un momentazo. En la misma plaza también hay un Himalayan Coffee que no supimos desaprovechar…
Comidos, tras el café y acercándonos al atardecer, nuestro objetivo, salimos caminando hacia el templo de Pashupatinath. Unos 2.5 kilómetros según calculamos. Y después de cruzar un barrio hindú tradicional, llegamos al río, cruzamos un puente y allí mismo estaba la caseta donde se paga la entrada, 1000 rupias por persona. En total unos 30 minutos desde la estupa de Boudhanath.
Templo de Pashupatinath
Se trata del principal templo hinduista de Nepal en la orilla del río Bagmati, y aunque como gran cantidad de edificios históricos del valle resultó dañado en el 2015, el templo principal apenas sufrió daños. De hecho al llegar desde este lado da la impresión de abandonado, con los pequeños santuarios entregados a la maleza. Subimos una empinada escalinata y abordamos lo que parece el otro lado del meandro del río. El lugar está plagado de monos.
El río, considerado sagrado por los hindúes nepalíes, es utilizado todavía hoy día para las cremaciones de los más devotos que consiguen llegar hasta aquí. Este era uno de los extremos que por un lado más nos atraía para hacer la visita, pero por otro no teníamos claro cómo lo acabaríamos llevando. Si bien en India había visto cremaciones lo que leíamos de Pashupatinath venía a decirnos que sería más impactante. Más cercano, más visible y todo lo que ello conlleva. Veríamos.
Entramos por el templo de Goraknath, un montón de pequeños santuarios de templos que aparecen agitados por el seísmo pero todavía en pie. Probablemente hemos entrado justo por donde termina la visita. Visitamos el templo prácticamente solos a las cuatro de la tarde. Solo algún niño jugando entre los templos y algún perro junto con los últimos grupos de turistas que se retiran. Algunas parejas de jóvenes aprovechan las sombras. Cruzado este, se baja otra escalinata en dirección contraria, al otro lado del río. A medida que te bajamos llega el olor al humo de la carne quemada.
Llegamos justo en el momento en que una de las piras está siendo encendida con un difunto. El ambiente se enrarece por el humo de inmediato. La gente, los locales, se sientan en los bancos de este lado del río a contemplar la escena. Junto a este cuerpo, otro aguarda el turno. La familia, tras el cadáver, asiste al funeral como si ninguno de nosotros estuviera. La mayoría se han rapado la cabeza y visten de blanco. Una vez el muerto es devorado por las llamas, cosa que ocurre en pocos minutos, las cenizas y lo que pueda quedar sin quemar, es arrastrado por la familia al río. Un montón de plataformas aguardan a realizar su trabajo. No son pocas las que están en ello. Leemos que en el 2015 fueron muchos días seguidos a pleno rendimiento, una escena que tuvo que ser estremecedora.
Enfrente de toda la escena, el templo principal, el de Pashupatinath, levantado en 1696 y de acceso restringido para los fieles. Como en tantos otros centros hinduistas de Nepal, se venera a Shiva aunque aquí se adora como Phashupati, señor de las bestias no como Bhairab, el destructivo Shiva que hemos visto en otros templos como los de Bhaktapur. Nos asomamos a la puerta de entrada pero no más allá. En el patio se ve la gran figura de bronce de Nandi, el toro de Shiva.
Son las cinco cuando salimos del recinto. A este lado, la que suponemos la entrada natural, un buen montón de puestos donde venden todo tipos de objetos propios de la liturgia hinduista. De nuevo allí mismo, negociamos un taxi, serán 500 rupias.
Ya en el hotel, librarnos del olor en la ropa no fue tan sencillo, la experiencia había merecido la pena a pesar de todo. En cuanto a lo que quedaba de tiempo, unas 36 horas antes de la vuelta, esto si sería ya “free time”, Katmandú estaba más que visitada.
Salimos a media tarde a tomar una cerveza, en una de las plazas por las que pasamos a diario, entramos en Namaste Bar, donde un grupo andaba preparándose para tocar en directo esta noche. Y… ¿la cena? Fire and Ice, ¡claro!
Sábado 6 de Octubre de 2018
Día libre como debe haberlo en todo viaje que se precie. De esos de levantarse tarde (no lo hemos conseguido), de perder un buen rato con el ordenador (eso es trabajo), de salir a gastar las rupias que te quedan (y las que no quedan), de sentarte a ver pasar los recién llegados con los ojos muy abiertos (ellos y nosotros), de un café, una cerveza, otro café u otra cerveza… un ¡gustazo de día!
Comer comimos en uno de esos sitios locales por los que pasas y siempre hay gente, de aquí y de fuera. Muy cerca de nuestro hotel, Fusion Kitchen Restaurant & Bar. Comida nepalí además de otras muchas más opciones como japonesa por ejemplo. Entre las 12 y las 20 tienen oferta 2×1 en San Miguel con regalo de unos nachos por 460 rupias. Y por si fuera poco, ya están cargados impuestos y servicio en el precio del menú. Dos fabulosos Padthai con la bebida por 1340 rupias (10 €). Para el café, de los más tranquilos, los mejores y más baratos: Coffee House, solo 90 rupias y tremendamente bueno.
Cenamos en Road House, un local moderno situado en el bajo de lo qué seguramente, tras su apertura en pocas semanas, será uno de los mejores hoteles de Thamel (estaban a punto de terminarlo). Carta muy occidental y prácticamente igual precio que todos los de esta categoría. Muchos guiris desde luego que acuden al reclamo de su buena decoración y ambiente. Tienen happy Hour con cerveza 2×1, entre las tres y las siete de la tarde. Un warp (tremendo y que no lo hay en ningún otro local), una sopa de tomate y una buena ensalada con cerveza por 2349 rupias (18 €).
Además y por supuesto, día de compras. ¿Estás preparad@ para el regateo?
¿Qué comprar en Thamel, Katmandú?
–Ropa deportiva y de montaña, sobre toda la segunda. Botas, sandalias, mochilas, pantalones, chubasqueros, forros… de todo y de todas las marcas. Desde luego si no te importa llevar una copia este es el lugar. Decenas de tiendas donde prepararte para ese trekking que llevas en la cabeza emprender. Y si no soportas las copias, estas tiendas conviven sin problemas con las autenticas: Columbia, North Face y otras. Aún así encontrarás modelos y precios más que interesantes, por ejemplo por unas botas North Face de montaña pagué 110 €. Otro ejemplo serían una copia de unas sandalias de trekking que realmente era muy buena y que conseguimos por 20 € (su precio en el mercado andaba en los 70 €).
–Objetos de liturgia budista e hinduista. Seguramente el regalo estrella del país. Quien no ha pensado en tener en casa un buen cuenco tibetano, de los de siete metales o un molinillo de oración. Eso si no quieres entrar en el mundo de las fabulosas figuras de dioses hinduistas y los grandes maestros budistas… Como politeístas, un sinfín de posibilidades. Lo difícil tal vez, será recordar cual te llevaste. Peleamos hasta la extenuación por unos buenos cuencos tibetanos con aleación de siete metales y los conseguimos por unos 18 €, desde luego muy buen precio después de mucho preguntar.
–Artesanía en piedra, madera y metales. Incluido máscaras. Pues aquí el abanico todavía se abre más. También serán la mayoría objetos y tallas religiosas, pero la variedad es infinita en materiales y en representaciones. No pagues más de lo necesario, pero cuando creas que es lo correcto, tradúcelo a euros y piensa que te costaría esa misma pieza en cualquier tienda de decoración de España… Una máscara de madera completada con incrustaciones en estaño, cobre y bronce costó 50 € (peleada como nunca), un ajedrez de madera 30 €…
–Pashimas, cashemires y sedas. Sin duda un bonito regalo, un buen recuerdo y además no ocupa espacio ni pesa en tu equipaje de vuelta. Tendrás que hacer un auténtico estudio previo de calidades: lanas de yak, más o menos joven, algodones, sedas puras… puedes volverte loco tocando tejidos y aparentando en el precio mientras simulas que sabes lo que estás haciendo… Los precios que encontramos razonables oscilaban entre los 4 y los 12 €. Evidentemente había algunas con calidades que no somos capaces de apreciar por precios desorbitados.
–Tangkhas y pinturas. Sobre todo los primeros, con bellos mándalas o con la vida e historia de Buda sobre todo. La policromía de estas obras de arte es apabullante y si realmente encuentras una escuela de arte que lo garantice, todas dicen serlo, puedes traer una maravilla de recuerdo para tu casa.
–Camisetas con bordados personalizados. Además de camisetas al uso, con la típica estampación montañera o de la bonita bandera nepalí, si vienes con un diseño, te lo bordarán sin problema en horas. Son muchos los locales donde trabajan con camisetas y no es difícil conseguir tu propio emblema para la mochila o una camiseta totalmente personalizada.
–Ropa “perro-flaútica”. Esos clásicos pantalones “cagaos” que hay gente que usa y le quedan de muerte, y gente que no debería ponerse… Si tienes que renovar ese armario viajero, este es el lugar para hacerlo.
–Librerías y mapas. Nos encantaron y las hay por muchos lugares. Mapas de trekking, de fotografía, de viaje… además de un montón de mapas y cartografía. Lugares donde muchas veces entras y paseas simplemente, pero sin duda un regalo para la vista. Siempre puedes llevarte alguna libreta, calendario o similar, impreso en el bonito papel de arroz por pocas rupias.
–Imanes, tazas, llaveros, bolsos, monederos. Esto no falla y ahí sí que hay que entrar al por mayor en el regateo… Por un euro puedes sacar muchos regalitos que traerte.
–Joyería y gemas, para los que entiendan y gusten de los abalorios. Para mi, un mundo en el que es demasiado fácil el engaño, pero desde luego al diseño no le falta originalidad y belleza.
Era sábado, “last night” y Katmandú estaba muy animado. Así que todavía nos acabamos tomando una copa en uno de los muchos locales con música en directo. Sin saber porque, el Paddy Foley’s Pub, el más irlandés de los locales nepalies…
Y así acabó aquel día, la última de nuestras noches en este viaje por Asia. Otro viajazo que había combinado como pocos todo lo que nos gustaba. Los días de turismo puro en Shanghai o en Xi’ an, dos ciudades con atractivo suficiente para convertirlas en buena escala de camino al Tíbet. Las dos semanas en la “región autónoma”, el gran Tíbet, que comenzaron del mejor modo posible, a bordo del tren de las nubes y terminaron en la frontera con Nepal, habiendo cruzado 1000 km de impresionantes templos, paisajes y en contacto con la mejor gente del mundo. Y dos semanas más en Nepal: duras rutas, imponentes plazas y la animada Katmandú, broche perfecto al viaje…
¿Que cuál recomendamos de todo esto? ¡Pues todos! Y tu ¿has estado en alguno de estos fabulosos lugares?
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