¡Una Presidente! En Dominicana

¿Recordáis lo que queremos recordar con nuestras historias en Cervezefilos?: Esos momentos mágicos de un viaje en los que compartes una cerveza local con tus compañeros de viaje. Será porque nos gusta la cerveza, porque nos gusta viajar, porque nos gusta compartir… pero la verdad es que tenemos un buen puñado de estos momentos. Aquí van de puño y letra de sus protagonistas, algunos de estos momentazos vividos hace un año en República Dominicana, como no, con una fría cerveza Presidente.

Bauset cuenta las Presidente  de su cumple en Casa la Luz de playa Coson

Imagináis lo que es cumplir 50 años, algunos ya lo imaginasteis e incluso se os cumplió el deseo… Pues si a ello le sumáis que convences a un buen grupo de gente para alquilar una villa privada en una playa de la península de Samaná en República Dominicana ¡y aceptan! Imaginad. Ahí salieron buenos momentos para nuestros cervezefilos, especialmente en fecha tan señalada para mi. Aquellas Presidentes que cayeron durante el señalado día en la Casa de Luz, como se llamaba nuestra villa, supieron a  auténtica gloria. Por cierto, esa casita tan famosa en estos días por el programilla de “La isla de las Tentaciones”… Esa fue nuestra choza una semana. De la piscina al jacuzzi y de ahí a la mesa y vuelta a empezar y siempre con la más frías de las Presidentes preparadas. ¡Nunca imagine mejor cumpleaños!

Araceli disfrutó la primera Presidente en Bayahibe

PRESIDENTE , con mayúsculas… Sin elecciones ni candidaturas… Cuando la temperatura es perfecta, la sonrisa no cae de nuestras caras y siendo poco más de las 10 am, nos la sirven en Bayahibe… Es el primer baño en República Dominicana…

Lucía se queda con la Presidente de Plaza de España en Santo Domingo

Una bonita sensación. Como el primer trago bien fresquito de una Presidente en la Plaza de España de Santo Domingo, rodeada de amigos. Sin duda, ¡un momento más que perfecto!

Carmen recuerda la Presidente de Playa Bonita

Casi finalizada la primera semana en República Dominicana, y con la retina rebosante de playas idílicas, llegamos a nuestra última playa: Playa Bonita. Sin ninguna duda, el lugar hace honor a su nombre, y allí disfrutamos de nuestras últimas horas entre amigos… Un buen baño en Punta Bonita, rica comida y una Presidente, bien fría, como siempre, para brindar por los días vividos.

Domin y la Presidente mientras atardece en Santo Domingo

Contemplo con indecisión las dos limonadas desde el centro de mi habitación en la primera planta del Villa Colonial en Santo Domingo. El sonido del agua corriendo me indica que Gema ha debido de empezar a ducharse y por los rayos de sol que se filtran por la puerta de la terraza que se adivina en un rincón, intuyo que no quedan muchos minutos del atardecer de este lunes en la ciudad. Todos estamos cansados. El viaje en coche ha sido largo, el jet lag todavía no se ha ido y el calor ha empezado a pegar hoy de verdad. De repente, se escucha un sonido inconfundible de blackout en el pasillo y el edificio entero parece que pierde fuelle. Adiós móvil. Adiós wifi. Adiós agua. Desde el pasillo, oigo la voz de Arnau gritando que se ha ido la luz, y la voz melosa de un tipo le contesta desde la planta de abajo que ahorita mismo lo arregla.

Vuelvo a las bebidas. Demasiado pronto para la botella de ron Barceló Añejo que han dispuesto cuidadosamente junto al minibar. Aunque el precio es razonable, enchufarme una saludable dosis de azúcar de caña antes de salir a cenar no es la mejor idea del día. Demasiado tarde para las limonadas. Hace ya un rato que Mr. Meloso las dejó sobre la mesita de noche y el calor de la habitación ha provocado que nazca un considerable charco de agua condensada al caer de las jarras.

Salto la cama, abro el minibar, agarro una Presidente helada y salgo a la terraza.No es ni de lejos la primera Presidente que me tomo desde que estoy aquí. En apenas 24 horas en la isla, creo que cada uno de nosotros se ha insuflado un número considerable de estas botellas verdes, y ya sabemos que es suave de sabor, graciosa con el alcohol, y que entra sola cuando está lo bastante fría. Termino el primer trago y me quedo mirando los tejados de la zona colonial de Santo Domingo mientras se pone el sol. Por debajo, la ciudad promete ser un extraño pequeño caos de actividad efervescente, tráfico desordenado, marañas de cables e infraestructuras de no muy larga duración, trapicheos rápidos y una curiosa parsimonia alegre entre sus habitantes que me llama mucho la atención.

Dicen que la felicidad es la víspera del viaje, y pienso en esa frase al descubrirme al comienzo de una semana de vacaciones con un montón de experiencias nuevas por vivir, con un montón de nuevos amigos, aún desconocidos. Al otro lado de la tapia, desde su terraza, Pablo me grita que si estoy viendo atardecer, y que si no me parece alucinante. Le digo que sí, que ya lo creo que me lo parece.

Vuelve la luz, oigo de nuevo el agua. Termino la cerveza y miro el cielo naranja sobre esos tejados cargados de historia. Abajo, alguna radio canta te regalo un otoño, un día entre abril y junio. Debo darme prisa si quiero estar abajo a la hora de la cena. Pero antes, voy a convencer a Gema de hacernos un selfie con las limonadas. Es lo menos que puedo hacer por ellas.