Una visita imprescindible en la capital irlandesa es la Guinness Storehouse, una perfecta carta de presentación para tan renombrada cerveza. Sus inicios, algunos de sus secretos, sus ingredientes, el éxito de sus atrevidas campañas publicitarias… son algunas de las curiosidades que nos ofrece la marca en su visita. Y es que ya son algo más de 250 años los pasados desde que Arthur Guinness pusiera en marcha este proyecto, firmando uno de los contratos de arrendamiento más sorprendentes que existen, nada más y nada menos que por 9000 años y tan solo por 45 libras anuales. Así aseguraba los terrenos allá por 1759. El resultado una cerveza negra que ha batido todos los récords imaginables. Parte de este éxito esta en su cuidado marketing y campañas fascinantes como la que llevó a la empresa a abandonar en el océano miles de botellas de Guinness en 1916, algunas de las cuales siguen apareciendo hoy día en recónditas costas.
Tras un ajetreado fin de semana recorriendo la ciudad la cita en la fabrica de Guinness nos llevó a recorrer en unas 3 horas toda la historia de la marca. La entrada unos 16 euros que pasan a ser 15 euros si previamente la reservas por internet, con lo que te dirigirás directamente a la máquina para recoger la misma, evitando las colas habituales. Para aquellos que dispongan de carnet de estudiante son 13 euros, si bien aunque no lo tengas puedes arriesgar a comprarla como tal, nadie va a pedírtelo…
Y como digo, tras dos meses en la ciudad, la visita no podía tener mejor colofón. Para algunos puede parecer poco tiempo, o tal vez mucho para otros, pero la verdad es que andábamos con ganas de ver a nuestros amigos y fue una delicia de fin de semana, agotador eso si… En la planta baja, una copia del famoso contrato y un tour por los ingredientes de la cerveza de malta. Más arriba, en los sucesivos cinco pisos, la distribución en barcazas a través del Liffey hasta el puerto, la apasionante historia de los toneleros, la evolución de los distintos envases. O por que no conocer la curiosa historia del logo del arpa en la marca, pues el propio gobierno irlandés lo pretendió comprar para su bandera una siglo más tarde, sin éxito y obligados a darle la vuelta al arpa en su estandarte, pues la patente era ya de la cervecera.
Y para terminar, un acelerado curso con diploma incluido de como tirar una Guinness. Un vaso bien frío, con la marca hacia delante, unos 45 grados de inclinación, rellenar casi hasta el final y aguardar en torno a dos minutos para la evaporación del nitrógeno con que sale del tanque. Transcurrido ese tiempo se llena hasta el borde y se sirve. Tras estos 119,5 segundos (según rezan los consejos de los maestros) el sediento cliente aguardará otro minuto para saborear la pinta, eso si, manteniendo el labio de arriba contraído para evitar la espuma que debe quedar en la pinta… Así que tras una divertida charla, todos conseguimos servir nuestras pintas con éxito y… ¡bebérnoslas! Esta primera va incluida en el precio.
En el penúltimo piso un buen restaurante donde probar por 9 euros el estofado irlandés cocinado con Guinness y finalmente el último para disfrutar de magníficas vistas de Dublin. Con ello concluía nuestra visita y unas buenas horas de risas y diversión, tan solo quedaba volver a bajar para pasar por la tienda de souvenirs y comprar alguna cosilla o, tal vez, no haga falta pagar por los souvenirs… Muchas gracias por esa visita, fue intensa, agotadora y tremendamente divertida, ¡seguro que Guinness nos echo una mano para redondearla!
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4 comentarios en “Una pinta de Guinness en Dublin, por supuesto”
A mi me sorprendió lo bien que que casa la cerveza de ésta marca con el chocolate. Fue muy divertido aprender a servir una cerveza Guinness y conseguir mi diploma de “experta”. Es el curso más ameno y corto que he hecho en toda mi vida.
Y qué rico está el estofado Guinness!
Que pena me dais toítos!
De verdad está buena la negra???
Tremendamente adictiva… Las primeras amargan pero cuando le coges gustillo…
Recomiendo la visita a la Guinness Storehouse, pero lo mejor fue la compañía…Gracias a Javi, Mariola, Chuti, Mai, Pablo, Pura y Bea por venir a visitarnos. ¡Ha sido un fin de semana genial!
¿Quién nos iba a decir que nos aficionaríamos a la cerveza negra?