¡Y así fue el viaje a Tanzania con toda la familia! Desde el Kilimanjaro hasta el Ngorogoro y como no, el Serengueti, una semana viajando por Tanzania con las niñas. Una semana que dio para disfrutar de todo Tanzania, o casi todo… Aquí va el índice de los tres artículos dedicados a nuestro viaje por Tanzania:
- Preparativos previos a un viaje a Tanzania
- Una semana en Tanzania. Parte I: Zona oeste del Kilimanjaro, PN del lago Manyara y cráter del Ngorogoro
- Una semana en Tanzania. Parte II: PN del Serengueti. Precios y conclusiones
DÍA UNO. Día de viaje
Toca madrugar. Hay que estar a las 4 am en el aeropuerto porque el avión sale a las 6am. A Ámsterdam. Y con una hora y media escasa de tránsito, a las 10.15 am, salimos rumbo Arusha, al Kilimanjaro International Airport.
Primer contratiempo. Habiendo facturado online, tras dejar las maletas en el mostrador y la señorita haber impreso las tarjetas de embarque, nos damos cuenta de que al abuelo le han cambiado el apellido, luego no es la persona que debe coger el avión… Nervios, esperas a que venga la compañera adecuada, prisas, división del grupo (“id pasando los controles y todo el rollo, anda…”), más espera a que resuelvan problemas más fáciles como pagar el exceso de equipaje, aunque hayan llegado más tarde a la cola y su vuelo sea posterior… Y finalmente, tras pagar 50 euracos, todo resuelto. A correr de lo lindo que no llegamos. Finalmente lo conseguimos cuando nuestros compañeros embarcaban ya, los últimos del avión…
Fallo de la empresa. Con lo bonito que es el cuaderno de viaje que nos han hecho, y en el que los nombres aparecen perfectamente todos… Y con lo majos que fueron (nos homenajearon con una guía de Tanzania (Rough Guides), un libro precioso de animales africanos, unos cargadores portátiles, bolsas plegadas por si las compras nos superan…). Y con lo fácil que es ver que todos somos Galicia y que no hay ningún García en la familia… ¡Vaya mal rato! Pensábamos que el abuelo se quedaba, y yo con él por quedarme a ayudarle con las gestiones…
En fin, superado eso, un vuelo estupendo con KLM a Ámsterdam, en el que nos dan de desayunar. Y otro más largo a Arusha, también con KLM, en el que nos ceban, y que se pasa rápido gracias al gran menú de las pantallas táctiles personales. Muy bien KLM, nos gustó mucho.
Y después de la tediosa cola para el visado y el control de pasaportes, tras la que todas nuestras maletas estaban ya esperando sin ningún contratiempo, Elena y Domi, nuestro chófer-guía con un perfecto y coloquial español, nos esperaban. Elena ya llevaba unas horas en el país y había podido disfrutar de su llegada de día, apreciando así todo el camino hasta el hotel.
Por cierto que éste es una maravilla de lujo rural, con un gusto infinito…
Y así pasa rápido nuestro primer día. Ahora ducha, orden, y ni cena… ¡A la cama tan preciosa con dosel, mosquitera, cojines y un pedazo colchón alto y duro!
Por cierto, que este maravilloso complejo es el Rivertrees Country Inn.
DÍA DOS. Zona oeste del Kilimanjaro
Nos levantamos y salimos con la visión de monillos danzando delante de nuestra cabaña. Un desayuno bufete en la cabaña comedor abierta, un paseíllo explorador, cerrar maletas, y ¡en marcha! El plan para hoy es alcanzar la zona de West Kilimanjaro, la concesión Sinya-Elerai, de unos 600 Km2, junto a la frontera con Kenia. Es un territorio pequeño y fuera de las rutas clásicas de safari del norte del país, localizado en tierras maasai.
Tenemos la enorme suerte de ver durante el viaje, ya en la zona del parque, 2 jirafas, gacelas, jabalíes y… ¡4 elefantes! En este parque está permitido salirse de la pista con el vehículo y acercarse a los animales, así que acabamos viendo a los elefantes de bien cerquita… ¡Qué maravilla!
Llegamos al alojamiento, el campamento-hotel Kambi ya Tembo. ¡Jo! En plena estepa africana, justo entre el monte Kilimanjaro a un lado y el Meru al otro… Un conjunto de tiendas de campaña totalmente equipadas, con un baño precioso y decoradas con muchísimo gusto. Y la comida que nos dan, para chuparse los dedos: espagueti con una especie de salsa boloñesa a la tanzanica, verduras, y ugale (gachas de maíz). Pertenece a la cadena de alojamientos Tanganyka wilderness camps, del mismo dueño que la empresa del guía, Kibo guides, con 68 guías de habla en diferentes idiomas.
Por la tarde nos espera nuevo safari y paseo para visitar un poblado maasai, un boma, aunque a ellos ya los hemos visto por todos lados (pastoreando, andando, trabajadores del campamento). En este parque, las rutas han de ser guiadas con un maasai, por lo que añadimos una persona más a nuestro grupo, Willy.
Un éxito. Cada boma es un núcleo familiar, aunque a veces pueden convivir dos hermanos con sus respectivas familias, por ejemplo. Entre los maasai existe la poligamia como forma de subsistencia y progreso. Cuando a una pareja le va bien, es la primera mujer la que pide al marido una segunda: mano de obra. Más gente para trabajar, más prosperidad y así en una espiral ascendente. Cada mujer tiene entre 5-7 hijos. Y según la familia es más rica, más vacas, que es con lo que calculan su fortuna. Las cabras y ovejas no cuentan. Son como pasos previos a las vacas, que es lo que de verdad da la riqueza.
El boma que visitamos es de un hombre con cuatro mujeres y toda la prole. Por supuesto, no estaban todos. Nos recibieron dos jóvenes guerreros y unas 4 mujeres con varios niños y bebés. Presentaciones, bailes y canciones, explicaciones de nuestros guías (Domi y Willy, el joven maasai); entramos a una casa por dentro: mínima y oscura. Un hogar para cocinar (sólo lo hacen dentro), una cama para la pareja, y otra, algo más separada, para los niños. Y junto a la entrada, una estancia para los animales baby. Al irnos, exposición de sus abalorios para la venta, pero no nos pusimos de acuerdo. ¡10 dólares por una pulsera!
Los maasai siguen con sus modos de vida tradicionales, pero adaptándose a los nuevos tiempos: ya no hacen trueque, sino que compra-venden. Tienen móviles, y una placa solar para cargarlos. Pero siguen siendo ganaderos, llevan el cuchillazo que les distingue como hombres como continuación de su cuerpo, cocinan con fuego, etc… Estas visitas se les pagan (dentro del tour, sin propinas), y van variando los boma donde se realizan.
En fin, muy interesante.
Y siguiendo con el safari, de nuevo la suerte nos ha acompañado. Hemos visto muchísimas jirafas, monos de cara negra y babuinos, impalas, gacelas, cebras, dik-diks, etc… Hemos dado un paseo con el maasai Willy y los fimbos (los palos que usan ellos para caminar y pastorear) que nos ha prestado. Hemos podido ver la cima del “Kili” despejada. Y el monte Meru. Todo redondo.
Y ya, vuelta al hotel; duchas en las tiendas. Y deliciosa cena, con bizcocho de cumpleaños y todo… Hablando con Domi, nuestro guía, se enteró de que acababa de ser el cumple de Elena y que era ella quien nos había traído hasta aquí. Se le ocurrió hacerle un “birthday cake” para la cena. Y fue toda una sorpresa, con felicitaciones maasais, bailes, canciones y tarta compartida. Un cumpleaños único, una experiencia única, un hotel único. Francamente, mis felicitaciones y enhorabuena a Silvestre, el encargado, a KIBU, la empresa local que nos guía y al grupo hotelero Tanzanyka.
DÍA TRES. Parque nacional del lago Manyara
Hoy toca el Parque del Lago Manyara. Salimos del Parque Sinya, donde se encuentra Enduimet, que acoge al hotel Kambi ya Tempo, y donde hemos estado safareando. Emprendemos el camino de vuelta, con nueva búsqueda de animales. Y la verdad es que estamos teniendo bastante suerte con ellos… Adelantamos a un montón de maasais que acuden desde todas partes a un mercado semanal. Andan horas y horas para llegar: tienen todo el día. El mercado es un punto de encuentro, intercambio, noticias, y hasta futuros matrimonios… ¡Qué pena que cuando pasamos por él es todavía demasiado temprano y no lo vemos en total ebullición!
En el camino, también pasamos por una escuelilla. Quizá pueda ser la ocasión de descargar nuestros pequeños presentes para los niños. Domi se acerca a averiguar, y vuelve diciendo que es un buen sitito, pues no es una escuela frecuentada por turistas, y las que vamos a encontrar más adelante, en sitios más concurridos, sí. Así que es ideal que sean ellos los que reciban los regalillos. Son niños de pre-escolar. Tienen una maestra que les prepara para la primaria. Así, en primera fila, están los que el año que viene cambian de cole, y después los que van sólo a escuchar. Ellos sólo hablan maa (la lengua maasai; de hecho maasai significa el que habla maa). Y en primaria, la escuela nacional es en kiswahili (secundaria en inglés). Por ello allí les preparan para ese gran cambio, la escuela de verdad, con el nuevo idioma.
No os puedo describir con palabras lo emocionante que fue. 30 chocolates, tímidos y temerosos, a los que apenas se les oía cuando cantaron la primera canción. Poco a poco con juegos y nuestro turno de cantar, se fueron abriendo los más valientes, y al final ya todos querían acercarse a jugar con nosotros. ¡Qué caras! ¡Cuanta belleza allí junta! ¡Qué pieles! ¿Cómo son tan guapos todos los chocolates? Porque de mayores hay gente guapa y gente fea en la raza negra, como en la blanca y como en la amarilla y como en todas. Pero de niños son 100% guapos. ¡Es increíble! Me los llevaría a todos conmigo, sin duda. O tal vez debería yo quedarme… En fin, toca ya irse, así que damos las bolsas a Mary, la profe, para que ella ya luego reparta. Y nos vamos, felices de la experiencia, tristes de que se haya acabado.
Seguimos camino hasta Arusha. Hoy es un día largo de coche. Al llegar, paramos en un centro comercial a estirar las piernas y hacer algunas compras mientras Domi organiza algo con su agencia (llena el coche de botellas de agua). El centro esta muy bien, tiene museo, aseos, restaurantes, tiendas. Puedes entretenerte 2-3 horas fácilmente. Nosotros no tenemos tanto tiempo. Eso sí, los precios son “fixed”, no hay regateo, y no es barato.
Y de nuevo en marcha. Decidimos comer a la llegada al parque. Hoy, hora española. Pues entre lo que se nos alarga esa parada, otra que hacemos para cambiar dólares a chelines (1 dólar, aproximadamente 2000 chelines; así es mas fácil para las propinas de maleteros: si una persona carga con todo: 1 dólar o 2000 chelines; si son dos, 1000 chelines a cada uno) y el viaje en sí mismo (120 km), llegamos pasadas las tres. Un poco pesado. Comemos el picnic preparado en el hotel en la entrada, y de nuevo a safarear.
¡Seguimos con buena suerte! Empezamos con un elefante que nos sale al camino y se pega a nosotros. Conseguimos ver nuestro segundo de los 5 grandes, el búfalo (nos quedan el león, el rinoceronte, y el leopardo). Terminamos con los hipos. Y en medio: miles de monos (babuinos, caras negras, azules), ñus, más búfalos africanos, flamencos, garzas, gansos, kobos, jabalíes, kalaos terrestres, asaltarrocas, cebras, pelícanos…
El parque es una auténtica maravilla. Es pequeño, boscoso y selvático, con el gran lago que ocupa más de la mitad de sus 320 Km2. Y tiene caobas y baobabs, además de acacias, alimentados con agua subterránea todo el año, proveniente de Ngorongoro.
Y de nuevo en ruta hasta Karatu. El Valle de Karatu se encuentra en las tierras altas de Ngorongoro, entre Manyara y Ngorongoro, un área dedicada principalmente a la agricultura. Y cuyos pobladores son principalmente de la tribu Iraqw.
Nuestro alojamiento, de nuevo de Tanganika, es el Hotel Farm House. Otra maravilla. Un complejo de cabañas amplias, elegantes, sencillas, bien dotadas y preciosas. En medio de una pequeña selva. Parecido al del primer día. El de ayer era un campamento en medio de la estepa, con las tiendas totalmente equipadas y cómodas, a la vez que bonitas. ¡Vaya hotelazos! La cena, bufete, para caerte para atrás. Veremos mañana el desayuno… Este hotel como el primero, son más grandes y están más llenos, más impersonales. Pero no dejan de ser una maravilla.
En fin, toca descansar. Mañana Ngorongoro…
DÍA CUATRO. Cráter del Ngorongoro
Hoy el día amanece húmedo y nublado. Ha llovido durante la noche.
Lo que nos espera es iniciarnos en el ecosistema del Serengueti con la visita al cráter del Ngorongoro, el principal y más grande de todo los que hay en el Área de Conservación de Ngorongoro, a 2.286 metros de altitud, a la que llaman la Octava Maravilla del Mundo (mira que esta discutido ese puesto…). No sé si octava o no, pero es realmente una maravilla. Son 8288 Km2 entre el Valle del Rift y las Llanuras del Serengueti.
El cráter del Ngorongoro, se formó hace 2,5 millones de años, al hundirse sobre su propio peso, tras explotar el magma del interior del volcán. De esta manera dejó un área de 19 km de diámetro y 600 metros de profundidad, que sirve de hábitat permanente a miles de especies animales en sus 160 km2 de superficie. En su interior se encuentra el lago Magadi que en época seca carece de agua.
Con esta información, nos disponemos a pasar el día safareando por este grandioso espacio.
La verdad es que de nuevo la suerte nos acompaña. Además del espectacular y cambiante paisaje que nos ofrece el cráter, apreciamos un montón de animales, llegando incluso a cubrir 4 de los cinco grandes… Empezamos con chacales, avestruces, jabalíes y también los monos de la entrada (aquí babuinos y caras negras).
Pero de repente aparece ante nuestra vista una leona… Y cuando nos acercamos con el jeep, ¡resulta que se trata de toda una manada de hasta 14, entre bebes y hembras! Es más, de repente una hembra se separa y ¡avanza lentamente hasta un grupo de cebras! De lejos la siguen otras tres. La cosa está que arde, aunque Domi nos dice que lo tiene difícil: los leones han de acercarse bastante (no corren tanto como las gacelas, los leopardos…) y para ello tienen que camuflarse bien. Y desde donde está a las cebras, aunque apenas hay 100 metros ya, no hay ningún arbusto y la hierba se acaba… Finalmente somos nosotros los que abandonamos la escena cuando las cebras se alejan más aún, ignorantes de lo que están dejando atrás, dificultando así la caza.
Pero seguimos viendo animales: hipopótamos, búfalos, ñus a miles y gacelas a miles, un lagarto de cabeza azul; aves como chorlitos, avutardas, ibis, buitres de pecho blanco, pájaros secretarios, grulla, pelícanos… Incluso vemos una hiena. Y… ¡un rinoceronte! Sólo que estaba bastante lejos…
Y el colofón es cuando saliendo de la maravillosa zona boscosa con acacias amarillas, vemos a una familia de elefantes, con bebés incluidos, ¡hasta uno enano enano! Paramos para verlos mejor y se acercan, se acercan hasta pasar entre los jeeps allí parados detrás nuestra para observarlos. ¡Eso sí ha sido un pasote!
Con este postre final, pues ha sido realmente al final, dejamos el parque.
De regreso paramos en el mercado local de Karatu. La idea es comprar algunos alimentos para obsequiar a una familia Iraqw, tribu que domina en esta zona y que vamos a visitar. Después de tanto parque y animal, adentrarnos en esta Tanzania auténtica es un regalo precioso. El paseo hasta el mercado y éste mismo, son geniales, a pesar de la limitación con las fotos porque no les gusta que se las tomes, por lo que hay que hacerlo de manera panorámica, sin centrarte en las personas y aprovechando cuando paramos a adquirir productos.
Con nuestras compras en un saco, cogemos el coche en busca de una casa humilde al azar para parar y visitarles. La familia agraciada se muestra muy tímida y agradecida. Nos permiten hacer fotos si es con ellos (indicaciones de Domi), y los parientes varones que viven con ellos nos enseñan su casa por dentro para ver la diferencia con respecto a los maasais. El padre y cabeza de familia no está, así que a la casa principal no entramos (sólo hay mujeres en este momento en ella). Intercambiamos algunas frases y explicaciones en inglés (los chicos familiares que viven en la casa adyacente que nos muestran lo chapurrean). Y tras despedidas, apretones de manos y agradecimiento por ambas partes, damos la visita sorpresa por terminada. La luz ya se ha ido y toca volver al hotel.
Nos esperan la ducha y la gran cena bufete…
¿Te ha gustado nuestro post? ¡Déjanos tu opinión o cuéntanos tu experiencia!
1 comentario en “Una semana en Tanzania con niños. Parte I”
Que maravilla de viaje Sonia, y que gustazo ir con toda la familia!!!