Y llega el verano y el viajecillo que las autoridades nos permiten realizar. Aunque nosotros, para evitar follones, documentos, líos y sorpresas de última hora, decidimos quedarnos en España.
Las niñas ya no son tan niñas, así que elegir destino es complicado por lo adolescentes que están (bueno, que son). Tenemos que incluir cosas que satisfagan a todos. Este año, además, vamos la familia sola. Así que Cádiz, con su historia, sus playas y sus pueblos, su costa y su interior, puede que nos contente a los cuatro. Y dicho y hecho, destino de ensueño, Cádiz. Así nace Cádiz con adolescentes.
Escapada a Cádiz con adolescentes
El alojamiento en la provincia de Cádiz
Encontramos una muy buena oferta en un súper hotel de lujo, en el interior. El Fairplay Golf Resort, en Benalup-Casas Viejas. Es un 5 estrellas. Alrededor de un campo de golf, el complejo en forma de pueblo blanco andaluz, cuenta con restaurantes, piscina, espectáculos nocturnos, spa, etc… Hace las delicias de las materialistas adolescentes que cargamos. Bueno, en realidad, tanto lujo hace las delicias de todos… La habitación, la Gran Suit, con salón, terraza, dos dormitorios y dos baños, nos produce mucha felicidad a los cuatro. Juntos, pero no revueltos. Está alejado de la costa (¿de ahí el precio? ¿o quizá porque tiene pinta de alojar a público muy extranjero, que este año ha debido fallar?), pero nos merece la pena. De todos modos, no son más de 30 minutos los que nos separan. Y con aparcamiento gratuito en uno de los cientos que hay privados en la playa del Palmar.
Se sitúa entre Medina Sidonia y Vejer de la frontera, ideal para visitarlos y apuntarme yo dos puntos…. Muy recomendable si conseguís una oferta como la nuestra.
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Benalup-Casas Viejas
El pueblo al que pertenece el hotel, que se encuentra adyacente al mismo. Más grande de lo que imaginaba (7000 habitantes), y con servicios útiles que hemos visto al venir (gasolinera, supermercado, farmacia, restaurantes…). Desde lejos, un pueblo blanco en la falda de una colina, puerta al Parque Natural de los Alcornocales. Buscando en internet, poca cosa turística en el centro urbano: la iglesia del Perpetuo Socorro; una ruta que descubre varias fuentes: curiosas unas (es un pueblo rico en aguas subterráneas), y bonitas otras. El Centro de Interpretación Cádiz Prehistórico, que nos ayuda a comprender las manifestaciones pictóricas y las tumbas antropomorfas excavadas en las rocas del Peñón del Tajo de las Figuras (la mejor colección de pintura esquemática del Occidente prehistórico) y las Cuevas del Arco y Cimera. Y esos barecillos donde más de una noche hemos acabado comprando comida para llevar y cenarla en el hotel.
En los alrededores: la seca laguna de la Janda. Rutas por hacer, en un entorno espectacular.O la empresa Wakana, por la que también hemos pasado al venir, de aventuras (canoas, pádel surf, orientación, caballos, etc…) en el embalse de Celemín. Un enorme espacio donde disfrutar de la naturaleza, petfriendly, con alojamientos y una oferta sin fin (ver página web).
Un dato histórico de 1933: una insurrección anarquista, que provocó 22 muertos civiles al ser sofocada por las autoridades policiales, convirtiendo al pueblo en símbolo de las libertades anarquistas y un emblema para el movimiento campesino. La Oficina de Turismo seguro que ofrece muchos más datos.
Primer día: La visita de Antequera
Desde Murcia el viaje se hace largo. Así que hacemos noche en Granada para ver a los abuelos. Y, reanudada la marcha, paramos a ver Antequera. ¡Qué maravilla! ¡Qué bonita! No esperaba tanto, pero de verdad, merece la pena. Buscando en los blogs de viajes, tracé una ruta para no dejarnos nada sin ver. Y aunque sólo paseando da gusto y disfrutas de este pueblo encalado de rejas negras y maderas oscuras, seguir el camino diseñado nos permite ver el máximo. Aún con todo, alguna cosilla se nos pasó.
1- Abajo, a la llegada, en la iglesia de Nuestra Señora del Carmen, en una de las entradas del pueblo, hay un descampado que hace las veces de parking, bastante grande y en nuestro caso, vacío.
Así que nuestra primera parada es la iglesia de Nuestra Señora del Carmen. Ponía que cerraba a las 14h, pero no sabemos si por una boda que acababa de celebrarse o qué, la cerraron media hora antes… La cosa es que nos quedamos sin apreciar sus famosos retablos. Pero la vimos por fuera, así como los miradores que ofrece, por un lado, al pueblo y por otro a las afueras. Se puede distinguir ya desde allí el monte de los enamorados, que puedes ver desde muchos otros puntos. Llamado así por una leyenda que cuenta que una muchacha musulmana se enamoró de un preso cristiano. Y sabiendo que era correspondida, se arriesgó y salvó al chico, escapando con él. En seguida los furtivos fueron perseguidos y viendo que les daban caza, se refugiaron en esa montaña decidiendo morir juntos tirándose al vacío agarrados de la mano, antes que ser cogidos y separados en vida.
2- En seguida, saliendo por la calle del Carmen, la Torre de Asalto, la Torre de la Estrella y el mirador de las Almenillas.
3- Desde allí, una escalinata que da a la colegiata de santa María la Mayor, con su mirador también, y ahí mismo, adyacentes, las termas romanas descubiertas recientemente.
Hay una entrada común a la colegiata y a la alcazaba por 6 euros o a la alcazaba sólo por 4.
Nosotros estuvimos pateando por nuestra ruta, dejando para después de comer el paseo por los jardines de la alcazaba. A la colegiata no entramos.
Antes de pasar bajo el arco de los Gigantes que, con su Hércules (casi ya no se aprecia), el león, el castillo y el jarrón con azucenas, da acceso a la alcazaba, nos asomamos al mirador de Michael Hoskin, el arqueoastrónomo inglés que descubrió y promocionó los ahora famosos Dólmenes de Antequera (Menga, Viera y Romeral).
4- Justo antes de llegar a la plaza de san Sebastián, tomamos la calle de la derecha, la calle Nájera, y llegamos a la plaza del Coso Viejo. Allí disfrutamos de la fuente de los 4 elementos, la estatua del infante Don Fernando (que reconquistó la ciudad a los árabes en 1410, tras un asedio de casi 6 meses), el convento de santa Catalina y el palacio de Nájera, que alberga el museo de la ciudad.
5- Volvemos a la plaza de san Sebastián, donde podemos disfrutar del arco del Nazareno, la fuente, el palacio de Boudere y la colegiata de san Sebastián.
6- De allí mismo parte la calle del Infante, que todo recto nos lleva a la plaza de toros, donde tenemos reservada mesa para comer en el restaurante que lleva el mismo nombre. Ésta es una calle comercial, llena de tiendas, restaurantes y cafés, pasando por alguna casona, iglesia y el ayuntamiento.
7- Después de comer, volvemos sobre nuestros pasos, pero subimos a la alcazaba por la calle Álvaro de Oviedo para llegar a la plaza del Portechuelo, donde disfrutamos de la cúpula y la misma capilla tribuna de la virgen del Socorro (por fuera) y la más sencilla y grande iglesia de santa María de Jesús. De allí todo recto (calle Herradores), llegamos a la Alcazaba.
8- Con la entrada y un código QR puedes apreciar los secretos de la fortaleza gracias a las explicaciones descargadas. Si no tienes lector en el móvil, te facilitan una audio guía clásica. Y así recorremos los jardines y las vistas. La bien conservada torre del Homenaje con la que en su momento fue la campana más grande de Hispania, la torre Blanca, el patio de armas. También vemos el agujero en el suelo en forma de saco (para dificultar la escapada) que servía de mazmorra.
Así acabamos nuestra visita a Antequera, aunque se nos quedó sin ver la fuente del toro en el barrio de Portichuelo (calle del Rastro), la casa de los Colarte que aloja el museo de arte contemporáneo, la iglesia barroca de san Juan de Dios. Y los famosos alrededores con los Dólmenes y el impresionante Torcal con rocas erosionadas por el tiempo con grandes formas.
De todos modos, lo que vimos fue suficiente para recomendar la visita a Antequera.
-El restaurante de la plaza de toros, al que íbamos recomendados (Antonio había comido allí hacía años, y yo lo leí nombrar en un blog), nos decepcionó algo. El lugar muy auténtico, desde luego. Distancia de separación y seguridad a lo grande (sólo había otra mesa ocupada), comida muy rica. Pero sin carta, sólo tenía dos menús para elegir. Sin postres, 25 euros por persona. Aunque estaba rico, nos pareció algo carete, y, sobre todo, poca variedad.
Segundo día: Vejer de la Frontera y Medina Sidonia
Lo mejor de Vejer de la Frontera
Se trata de un maravilloso, encantador y fotogénico pueblo blanco. De entramado muy irregular, lleno de cuestas, callejones y rincones. Paredes encaladas, rejas negras, patios con plantas. Y muchos turistas. A pesar de la circulación por sus estrechas calles, los coches no acaban de afear las fotos, pues no hay arcén para aparcar y sólo pasan unos pocos vehículos de sus habitantes. Un pueblo que se visita en una mañana, y que bien merece la pena.
Para empezar, decir que consta de varios parkings gratuitos. Por ejemplo el de la plaza de la Paz. Otro detrás del centro de salud, quizá más alejado del centro. Por detrás de la calle Manzanares, al comenzar la cuesta de la Barca. Y algunos otros más, señalados en el mapa turístico. Nosotros lo dejamos en el del parque de los Remedios, al entrar al pueblo, junto a la Oficina de Turismo, para la que había una buena cola. Menos mal que llevábamos ya la información recogida…
Eso nos permitió subir por la calle de los Remedios, a la que le sigue la de la Corredera, que nos ofrece un montón de tiendecillas “hippies”. Y lo pongo entre comillas por el tipo de ropa y bisutería y objetos que ofrecen, no por sus precios. Así llegamos al arco de Sancho IV, por el que podemos acceder a la plaza de España atravesando la calle Sancho IV el Bravo. Pero también podemos seguir y torcer a la derecha pocos metros más adelante, en el callejón del Mayorazgo, uno de cuyos lados es el muro de la casona que lleva el mismo nombre, con su torre. Y si no, un pelín más adelante todavía, llegamos a la plaza del padre Caro y ahí sí, giramos, apreciando así la iglesia de la Merced.
Llegamos de esta manera a la concurrida y popular plaza de España. Rodeada de comercios y restaurantes, con el ayuntamiento presidiendo desde la altura, deja en el centro una plazoleta propiamente dicha, con su fuente al más puro estilo sevillano, de azulejos. Unas ranas miran al cuerpo principal, escupiéndole agua. La plaza entera, con la fuente y sus palmeras, son muy bonitas. Y con tanta actividad e ida y venida de gente, que lo que apetece es quedarte en una terraza tomando algo y mirar y mirar.
Pero acabamos de llegar, así que buscamos la cuesta de la calle José de Castrillón y tiramos para arriba. Giramos a la izquierda por la calle Badillo y así salimos al callejón Oscuro, muy callejón, menos oscuro, pero sí curioso. Acaba en la calle Costanillas, con sus escaleras, que tomamos hacia arriba, hacia la calle Reyes Católicos. Y recorremos ésta hacia la izquierda hasta cruzarnos la plaza del capitán Quintanilla. Y siguiendo adelante por aquí, llegamos a la calle Judería. Habíamos leído que el patio de la casa que ocupa el número 7, era uno de los más bonitos, y en efecto, se deja fotografiar… Pero antes del 7 tenemos el arco Puerta Cerrada y la famosa “cobijada”, en un mirador hacia la ciudad nueva, que sigue siendo tan blanca como la patena como la vieja. La cobijada, aunque lo parezca, no tiene nada que ver con los burkas actuales por relación directa con el pasado histórico árabe del pueblo. Se trata del vestido tradicional de la mujer, que sólo le deja el ojo izquierdo al descubierto. Esta estatua, además tiene una lagartija y una cañaílla (una especie de caracola), que deberás encontrar.
También muy fotogénico es el Arco de las Monjas, que, más que uno, es un pequeño callejón techado en con arcos de medio punto. Si pasamos por él, llegamos a la calle Ramón y Cajal, con el convento de las Concepcionistas en la esquinita. Este edificio aloja el museo de Tradiciones y Costumbres. Allí cerca tenemos el castillo, al que se llega siguiendo las indicaciones y la calle del castillo. Nosotros no fuimos a verlo.
Seguimos por la calle Ramón y Cajal hasta la plaza del Padre Ángel, donde ya podemos apreciar un lado de la iglesia del Divino Salvador. Se puede recorrer en todo su perímetro, llegando también así a visualizar en la esquina de la calle Marqués del Tamarón con José Castrillón, un fresco que corresponde a la 4ª estación de un antiguo Vía Crucis. Igualmente, bordeándola, se llega al arco de la Segur y la casa palacio del Marqués de Tamarón.
Y así, más o menos, vimos todos los monumentos de Vejer. Pero aún puedes pasearte por el mercado de san Francisco, lleno de pequeños bares que te sirven a mesas centrales comunes. Y en frente, el verdadero mercado de abastos. Para llegar, seguimos bajando por la calle Nuestra Señora de la Oliva.
En la muralla, entonces, encontramos 4 arcos en total: Segur, Sancho IV, el de la Villa y Puerta Cerrada. Y 3 torres: la de la casa de Mayorazgo, la de san Juan y la de la Corredera.
Ya en las afueras, se puede ver el acueducto romano de santa Lucía, el santuario de la virgen de la Oliva y los molinos de viento, al más puro estilo manchego.
Aparte de las rutas de senderismo, que sabemos que hay, pero de las que no nos hemos informado, Vejer ofrece también paseos en burro por el perímetro del pueblo. Buscando en internet, dimos con Juanino, que es el que se encarga de ello. Tlf 696 41 70 49. Tuvimos la mala suerte de encontrar toda la agenda completa, hasta ¡dentro de 10 días!
Lo mejor de Medina Sidonia
La desgracia de este pueblo es estar tan cerca de Vejer. Porque siendo bonito, no luce, ni de lejos, como el otro. Sus calles son más anchas, así que de entrada, da lugar a que haya aceras, y a que en un lado de las mismas, se permita el aparcamiento de los coches. Lo que además genera mucha más circulación y presencia de los mismos, claro. Y también se ve más deteriorado. Algo más decadente. No todas sus casas tienen el blanco impecable de cal, sino que muestran desconchones y humedades. No se ven patios tan maravillosos con tanta frecuencia. Es decir, no está tan cuidado. Siendo un pueblo bonito de patear, no deja tanto regustillo como Vejer.
Aun así, hicimos un pequeño recorrido, que nos ocupó un poco más de una hora, o algo más si entráis a la catedral.
Nada más llegar encontramos un parking con numerosas plazas vacías. Es el de la Pedrera 1. Pero también están el de la Puerta del Sol, el Paseo del Mercado, Luis Cernuda, la Zapata, calle Pablo Iglesias y la Pedrera 2.
Los de la Pedrera dan justo a la plaza del mismo nombre. Seguimos por la calle Pablo Iglesias a la plaza de la Libertad y a su espalda, la plaza de España con el ayuntamiento. Podemos seguir por la calle de san Juan, comercial (si no es domingo por la tarde…), con el el convento de san Cristóbal y santa Rita. Cuando acaba, giramos a la derecha casi 180 grados para subir por la calle del Dr Thebussem, a la que sigue la de la Victoria hacia el arco de Belén, y en seguida, la iglesia de santa María, que en su tiempo fue catedral. Por 2.5 euros, puedes subir a la torre, ver el claustro, la sacristía, y sobre todo, lo que hace famosa a esta preciosa iglesia, el retablo de 25 metros de altura. Una auténtica maravilla según dicen, que tardó en terminarse 51 años… Aunque nosotros no nos paramos a hacer la visita.
Tampoco subimos al castillo, cuyo acceso está ahí mismo. Seguimos las señalizaciones y llegamos a la puerta del Sol, pero nos decepciona. Continuamos callejeando hasta encontrar carteles que nos llevan a la iglesia de san Juan de Dios, blanca entera (por fuera). El arco de la Pastora es algo más bonito. Salimos por él y apreciamos el trozo de muralla adyacente. Finalizamos volviendo hasta el final de la calle san Juan para ir al lado contrario que la otra vez (a la calle Moritos) y dirigirnos a la parroquia de Santiago, en la plaza del mismo nombre.
En resumen, salvo la iglesia de santa María en la plaza de la Iglesia Mayor, que desde luego por fuera es preciosa, el resto de los monumentos no merecen tanto la pena. Sí callejear, aunque sabiendo lo que hemos dicho antes, que las calles están menos cuidadas y son más anchas y con más tráfico y llenas de coches aparcados.
Tercer día: La playa del Palmar
Vejer de la Frontera, situado en el interior, tiene playa. Y su cachito de costa es el Palmar. “Cachito” por decirlo de alguna manera, porque son 8 km de arena… Así que da para dividirla en tramos, según preferencias. Desde Castilnovo (Conil) hasta la torre de Torrenueva, todo tipo de público, incluídos naturistas. Fuera de temporada, se aceptan mascotas.
Así, desde Torrenueva a restaurante casa Francisco (lo recomiendan en varios foros): surf. También es donde están la mayoría de los sitios para comer. Hasta el final de la carretera: chiringuitos a pie de playa y locales para jóvenes. Y el último tramo hasta la playa de la Mangueta, ya en Barbate, tranquilidad.
Esta playa está protegida, por sus dunas, de manera que no hay edificaciones. Tienes el mar, que va cubriendo lentamente. La arena y las dunas, a las que se accede a traves de pasarelas de madera. La carreterucha, una calzada de dos sentidos. Y al otro lado de la misma, los chiringuitos, tiendas, mercadillos, restaurantes, heladerías y hasta vimos un supermercado, con lo que no descartamos alguno más. Hay muchos, muchos parkings, privados, a los que se accede desde esta carreterilla que discurre paralelea a la general, más al interior. Eliges el que te venga mejor según la altura a la que te quieres poner, pagas (aprox. 3 e) y ¡a la playa!
Nos gustó mucho por ofrecer tantos servicios, sin edificaciones y viviendas que afean el entorno. Nos gustó mucho porque habiendo gente, es tan grande, que siempre había hueco. Nos gustó mucho porque teniendo bandera amarilla, el agua estaba limpia y no había ningún alga (ni en el agua ni en la arena). Nos gustó mucho porque hay muchos ambulantes que la hacen entretenida. Nos gustó mucho porque puedes cansarte de pasear. Nos gustó mucho porque el agua está fresca, pero no te da frío de lo que tienes que luchar contra las olas, lo que es divertidísimo.
Nos encantó.
Nos habían recomendado varios sitios para comer, por varias fuentes: casa Reyes, casa Juan, casa Francisco, el Molina, el Morito… Pero nos decidimos por uno que estaba justo a la altura donde caímos: venta de bocadillos y pescaíto frito para llevar, con un mostrador en forma de parte frontal de caravana Volkswagen. Así que disfrutamos de un picnic delicioso.
Un gran día de playa, que acabó con un buen paseo en bici, ya desde el hotel a los alrededores.
Cuarto día: Sanlúcar de Barrameda y las carreras de caballos
¡Qué suerte coincidir con las famosas carreras de caballos! Eso pensamos al planificar el viaje. Aunque con el Covid, cualquiera sabe… Pero no. Ciertamente, la suerte está de nuestro lado. Las fechas para el 2021 son el 3, 6, 18, 19 y 20 de agosto. Así que, hoy es nuestro día, nuestra única posibilidad. Organizo una rutilla para ver el pueblo por la mañana y la tarde la dedicamos a la playa y las carreras vistas desde allí.
Lo mejor de Sanlúcar de Barrameda
Leo que está bien aparcar alrededor de la Oficina de Turismo, para empezar la ruta desde allí (está entre la playa y el centro urbano). En Sanlúcar no hay parkings gratuitos, pero tampoco tiene zona azul. Es decir, puedes aparcar donde encuentres sitio, libremente. En Google te informan muy bien de los aparcamientos de pago.
Haciendo caso de la información recogida, nos dirigimos a la Oficina de Turismo, que está en la calzada Duquesa Isabel, nuestro comienzo. He de decir dos cosas. Una, que un día como hoy, Sanlúcar está a reventar y nos es difícil encontrar un hueco para aparcar, hasta que descubrimos, con entrada desde la avenida de las Piletas, que es perpendicular a la de la Duquesa y se coge en la rotonda, un descampado usado como parking, en el que donas la voluntad a los chicos que están allí organizando el tráfico. Creemos que es parte del espacio del recinto ferial no ocupado por la feria. Así que, totalmente recomendado por su situación estratégica (entre la playa y el centro, con la oficina de turismo al lado).
Y la segunda, que ésta nos decepcionó un poco. La noche anterior quise contactar con ellos para preguntar por las carreras. Llamé fuera de horario, vale. Pero por la mañana lo volví a hacer, más de 10 veces, dentro de horario… y me salía el mismo contestador automático. Finalmente, dejé un mensaje para que me respondieran, y lo hicieron, ya ¡a las siete de la tarde! Todo eso era por si había cola para entrar, como vimos en Vejer. Pero tuvimos la suerte de no encontrar a nadie, así que he de decir, que allí, in situ, fueron muy amables, a pesar del desastre anterior…
El recorrido que tracé empezaba, como digo, en la calzada de la Duquesa Isabel, desde la que accedemos, así sin más, a la plaza del Cabildo, centro neurálgico de la ciudad. Pequeño hormiguero lleno de gente y terrazas ocupadas. Una plaza amplia con una gran fuente en el centro, palmeras, casas y bares. La verdad, interesante para ver en toda su actividad.
Saliendo de ésta por el polo opuesto, en la esquinita derecha, llegamos a la plaza de san Roque con la iglesia de Nuestra Señora de los Desamparados. Una versión en pequeñito de la anterior, llena de terrazas y gente.
Volvemos a salir de la plaza por el polo opuesto al que hemos entrado, y cogemos la calle Bretones, para dar con el mercado de Abastos, seguido de la Lonja (actualmente alberga una exposición gratuita sobre la manzanilla; ¡tiene baños!). Y en el exterior de ésta, las Covachas: una arcada gótica, de la que se conservan 26 arcos ojivales, con un friso con grifos y sirenas, en la muralla medieval. El otro lado de este muro pertenece al palacio de Medina Sidonia, al que ahora llegaremos.
De momento, seguimos subiendo por la calle Bretones hasta que el auditorio de la Merced (antiguo convento de los Mercedarios) queda a nuestra derecha. Pero nosotros lo encontramos en pleno proceso de rehabilitación. La calle ahora se llama cuesta de Belén y el Ayuntamiento queda en la esquina con la calle Caballeros, a nuestra derecha. Se aloja en el antiguo palacio de Orleáns-Borbón. Y de precioso estilo mudéjar, alberga unos famosos jardines, que se pueden ver de manera gratuita hasta las 13.30 horas.
Cogiendo la calle Caballeros a la izquierda, enseguida encontramos muy juntos, el palacio ducal de Medina Sidonia, en la plaza de los condes de Niebla y la iglesia de Nuestra Señora de la O. El primero, construido sobre un antiguo alcázar árabe, aunque en parte es ocupado por una hospedería, sí es visitable en su interior (la zona no privada). Claro, en época no Covid, porque de momento, hasta que esto mejore, no está abierto al público por esta causa.
Seguimos por la calle Caballeros en el mismo sentido que antes (avanzamos hacia la izquierda), cambiando el nombre de la calle a Luis de Eguilaz. Y así llegamos hasta el castillo de Santiago. Es una fortificación del siglo XV, donde la entrada cuesta 6 euros. Pero con ella puedes apreciarlo bastante bien (pues se encuentra en muy buen estado de conservación) y con el sistema de audioguías con el lector de código QR, te enteras perfectamente de todo. La visita lleva bastante tiempo porque recorres la muralla, el patio de armas, la torre del homenaje por la que se puede subir, apreciando diferentes salas a diferentes alturas y un gran mirador en la parte más alta y exterior. Hay una exposición de Magallanes y Elcano en este quinto centenario de la vuelta al mundo. Podemos ver otras salas y hasta un pequeño museo del traje. Así que la visita es muy completa e interesante, como digo.
Y así, gordo de ver, nos queda la iglesia de san Jorge, a la que podemos llegar si bajamos desde el castillo por el carril de san Diego y girando a la izquierda por la calle Regina, cogemos la primera a la derecha (san Jorge). Es la actual sede de la hermandad del Rocío.
Y finalmente, la parroquia de santo Domingo. Saliendo por san Jorge a la derecha, cogemos la calle Ancha hasta encontrarla. Destacan los retablos de su interior, pero sólo se puede acceder al mismo con cita concertada.
Algún monumento o iglesia se queda en el camino, pero con este paseo, incluimos en nuestra visita casi todo, al menos lo importante.
Comer en Sanlúcar de Barrameda
El centro está lleno de tascas. Puedes elegir cualquiera. Hemos leído recomendaciones de: la Taberna de Juan, la Gitana, casa Balbino, heladería Tony en la plaza del Cabildo.
Nosotros lo hicimos en la plaza de san Roque, en un garito, restaurante Bailén, del que nos convenció su variado menú. Fue todo un acierto. Comimos en su animada terraza, regada por los aspersores ésos que refrescan de vez en cuando con agua fría vaporizada. Además del bullicio y de la terraza en sí misma, la comida la amenizó Julio Iglesias de fondo. Muy auténtico todo. El menú rico en platos, a 9,5 euros, y la gran raja de sandía de postre que tomamos, hicieron el resto. Totalmente recomendable. Y desde luego, absolutly spanish. ¿Dónde comerías con Julio Iglesias si no?
Bajo de Guía
Bajo de Guía es un antiguo barrio de pescadores, que no nos dio tiempo visitar. Parece que es rico en garitos para comer, y lo que lo hace especial, es que está en frente de Doñana, separados ambos por el río en su desembocadura al mar. Tiene pinta de ser bastante atractivo para disfrutar de una agradable comida o cena.
Nombres de bares que llevábamos apuntados: el Bigotes (pescao), Avante Claro (cocina clásica y nueva); el Mirador de Doñana (pescaíto frito). Y de mejores precios: el Rincón Bético; Doña Calma; Veranillo de santa Ana; Hermandad del Caimán.
Playas
La playa de Bajo de Guía lleva el mismo nombre. Pequeña (800metros).
Antes, la de Bonanza, justo en la desembocadura del Guadalquivir, parece que por ello con lodo en el fondo.
A continuación de Bajo de Guía, Calzada y Piletas, por donde corren los caballos.
La playa de Jara, la última, pegando a Chipiona ya.
Las carreras de Sanlúcar
Las carreras son un evento único, que se celebra anualmente, en varias fechas cercanas. Los caballos salen, corren y llegan por la playa, sobre la arena mojada. Para mantener al público detrás de la zona de carrera, acordonan la playa. La Sociedad de Caballos de Sanlúcar, quien lo organiza, monta en la meta, donde se encuentran los caballos y los jinetes, unas gradas. Pone a la venta las entradas a las 16.30h, a 15 euros, allí mismo. Con ella tienes derecho a asiento y a ver a los animales antes de las carreras. Cuando éstas se acercan parten de ahí hacia la salida. Van por la playa trotando, y ya después, vuelven a pasar, en carrera, de verdad.
La otra manera de verlas es desde la playa mismo, con el pueblo llano. No sabíamos si iba a haber mucha gente, si había que coger sitio, o cómo iba a ser. Pero es bien fácil. La gente llega y se coloca en la playa con las sombrillas, las sillas o sólo toallas, como cualquier otro día. Haces tiempo dándote un chapuzón, jugando a las cartas, paseando, merendando, o haciendo lo que quieras. Los primeros que llegan se ponen pegados justo al precinto. A partir de eso, da un poco igual, porque cuando la Guardia Civil empieza a reclamar a al público que salga del agua, la gente se va apilando, ya de pie, poco a poco detrás de ésos que están en su preciada primera fila. Nosotros, que pusimos nuestras toallas en 2ª ó 3ª, pensando que se vería desde allí mismo (cada uno en su sitio) y sentados en la toalla, igualmente nos levantamos para acercarnos más. Así que te da igual estar ahí o 10 metros más atrás.
La primera carrera sale a las 17.40h. Y luego cada 45 minutos aproximadamente, hasta 4 carreras.
La espera es interesante: ves a la gente, la escuchas y comentas con ella, te das un baño refrescante, puedes comprar comida a los ambulantes, la policía y guardia civil comienza a pasar de un lado a otro en quad, caballos, coches, etc… Luego vienen los corredores que van tranquilos hacia la salida. Y luego, tras unos buenos 20 minutos, pasan a toda velocidad, en dos segundos. Y acto seguido, de nuevo todo el mundo se salta la barrera para meterse nuevamente al mar. Realmente curioso e interesante de ver y vivir .
Este año ha estado prohibido por el Covid, pero nos han dicho que es tradición que los chaveas, desde muy temprana edad, construyan sus propios garitos de apuestas y se pongan en la playa. Tenderetes de cartón tras los que organizan el cotarro, con ayuda de los que cantan y captan a los apostadores.
Muy chulo, la verdad. Y además, a pesar del miedo a ver o no ver o qué pasaría, pues no sabíamos cómo funcionaba, te digo que pudimos apreciarlo perfectamente.
Quinto día: Los Caños de Meca
¡Hala! Así: “Los Caños de Meca.” A mí me gusta tal cual. No sé si es una horterada poner el artículo…
Los Caños de Meca tienen muy poco que ver, si quitamos las playas. De éstas tiene unas cuantas.
Nosotros elegimos la del Pirata. Es la que es accesible desde el centro urbano, por lo tanto, suele ser la más frecuentada por esto mismo. Pero tiene todo tipo de servicios (salvo lava-pies). La variedad de la oferta culinaria nos hizo decantarnos por ella. Para que cuando llegase el momento de comer (no antes de las tres para nosotros), no tuviéramos que coger el coche. De esta playa decir que es de arena clara, algo gruesa, pero fina. Entrada inicialmente suave al mar, pero con salto, de manera que, al final, cubre a pocos metros de la orilla. No estaba limpia 100%. Y además, nos tocó una invasión que no habíamos vivido nunca: miles, millones de medusas minúsculas, transparentes, que nadan sólo en la superficie, pareciendo pompas. De poca alergenidad, porque estaba el mar lleno, luego hubiéramos muerto todos de anafilaxia; pero sí irritantes. La sensación es de ir nadando entre burbujitas, aunque luego te pica-escuece el cuerpo un rato. No estaba demasiado llena de gente, había hueco perfectamente. Pero no nos acabó de gustar.
En éste, como en otros sitios, la carretera general discurre paralela al mar. Y es a ambos lados donde encuentras todo tipo de restaurantes, supermercados, los parkings, hasta farmacia. En la misma playa está el chiringuito o bar- restaurante El Pirata. Bien famoso porque aparece en todos los blogs. Pero has de reservar con tiempo. El señor de nuestro aparcamiento nos recomendó tambien el Caña, ya en la carretera. De productos de caldidad, estaba a reventar. No hacen reservas, así que según llegas, has de decirlo y te apuntan en la pizarra Veleda encabezada por el título de “lista de espera”. Hemos de decir que siguen rigurosamente el orden. El comedor es una galería con unas vistas impresionantes al mar. Los precios, pues de bar de temporada. No está mal, aunque no es barato. Pero merece la pena. La cantidad de gente esperando lo confirma.
Las otras playas de Caños
–Las Cortinas o Chorros: de rocas, con paredes posteriores de acantilados, que dejan caer agua en forma de “chorros” o cascadas (de ahí su nombre), hasta llegar a la arena.
–La Nudista: arena con tramos rocosos, y como su nombre indica, admite el nudismo.
–Los Castillejos: son como calas entre el Pirata y la Nudista, con la aparición de las primeras cascadas. Y con el lodo de la parte posterior, la gente se unta el cuerpo. Empiezan a encontrarse los primeros nudistas.
–El Pirata viene a continuación.
-Las Playas frente a la urbanización “Playas del Estrecho”: rocas y mar.
–Cala de Varadero o Marisucia, ya junto a la carretera que lleva al faro de Trafalgar. Adecuada para los días de poniente. Con levante se forma gran oleaje que arrastra restos de algas importantes, de ahí su nombre.
–El Faro. Las anuncian como de las más bonitas, pero también peligrosas, llevándose cada año la vida de algún bañista, porque sus aguas tienen grandes corrientes.
El faro de Trafalgar está justo en el cabo, luego a ambos lados salen playas. Hacia el oeste, una muy larga que se continua con Zahora, Conil y Chiclana (los Bancos o las Calderas). Con chiringuito del que se oye su música a lo lejos. Y hacia el este, unas pequeñas calas de arena, con nudistas y mascotas, que pertenecen a la playa del Faro.
Diremos que en nuestra visita al faro, que se ve sólo por fuera y más allá de su entorno y de ser testigo de la gran batalla de Trafalgar, no tiene más, vimos todo esto de cerca. Así que, aquí va nuestra versión.
Los coches hay que dejarlos en el parking de la entrada del camino, o en alguno anterior en la carretera, esperándote un gran paseo. El acceso de los mismos está sabiamente prohibido. Ese primer tramo de caminata está amenizado con puestos de hippies, barecillos, música, etc… Hay hasta un sitio de alquiler de bicis, lo que no nos parece mala idea. Caminas más allá, y ya a mano izquierda comienza la playa de Varadero, que se va siguiendo de las calitas hasta llegar al faro. Y algo antes de ello, en la derecha comienza a aparecer la playa de los Bancos. Iniciamos la cuesta al faro, que se halla en un alto del que cae al mar un acantilado sin protección. El faro lo puedes bordear y por todos lados tienes accesos a estas playas que hemos dicho.
Con el calor acumulado decido bajar, desandando un poco el camino, a darme un baño en lo que viene a ser la calita más próxima a pie del faro. Y ¡qué maravilla! No os podéis imaginar qué baño. Qué aguas, qué arena, qué playa. Para echar el día entero. ¡Qué error haber ido al Pirata! Nada comparable. Es verdad que sin haber muchas olas, el agua va fuerte (corrientes). Pero vamos, controlable. Y de verdad, que de los mejores baños de mi vida. Qué a gusto se estaba. Nudistas y perros, pero también familias y niños, y sin tener que repartir el espacio porque había para muchos más. Una delicia TOTALMENTE RECOMENDADA (acuérdate de agua y bocadillo, aunque los chiringuitos los tienes a un paseo).
Otras cosas de los Caños
-La torre del Tajo y las vistas de los acantilados entre los Caños y Barbate: desde la carretera paralela al mar, sale una al interior, con las indicaciones de estos lugares turísticos. Es la A2233
-Este mismo camino te lleva a uno de los sitios más curiosos que he visto jamás. El palomar de Breña. Por la misma carretera, te desvías hacia el área recreativa el Jarillo. Y sigues por el camino asfaltado que pronto se hace pista. 2.5 km más por ésta, hasta llegar a la Hacienda el Palomar de Breña, un hotel rural, con muy buena pinta, por cierto. Allí preguntas, y, gustosos, te permiten ver el palomar del siglo XVIII que venimos a visitar. 7700 nidos de terracota para palomas, con la intención de aprovecharlas para los barcos que partían al Nuevo Mundo. Se las usaba como comida, al tiempo que se aprovechaba su estiércol para hacer la pólvora luego usada en los cañones de dichos barcos. Y también de aquí salían palomas mensajeras. Una auténtica curiosidad de la historia. ¡7700 nidos! Merece la pena verlo.
–Torre de Meca.
–Ermita de san Ambrosio, por la que se pasa para ir al palomar.
–Parque natural de Breña-Marismas de Barbate: rutas, avistamiento de especies animales.
Sexto día: Conil
Como escribo esto cuando ya ha acabado el día, puedo decir que me encanta Conil. Para unos días de playa, con familia o sin ella, lo elegiría. Un pueblo precioso, manejable, con todos los servicios, la mejor playa urbana, es más, diría que una playa urbana maravillosa, a tiro de piedra (bueno, eso, urbana). ¿Qué más hace falta?
Empiezo. No encuentro aparcamientos, salvo los de la playa, que no quiero ni pensar cómo estarán a la hora a la que llegamos nosotros. Así que, sin intentar llegar hasta ellos, localizamos la oficina de turismo y tratamos de aparcar por allí cerca. Hay zonas azules. Una vez conseguido un plano de la ciudad y orientados, iniciamos nuestro pequeño recorrido.
-Decidimos empezar viendo el mercado de Abastos. Así que desde la oficina de turismo (c/ Carretera), cogemos en la rotonda a la derecha, por la calle Rosa de los Vientos, y giramos a la izquierda en la calle Catadores. Sólo son coloridos puestos de fruta e impresionantes puestos de pescado (¡vaya tamaño de las piezas!). Pero nos encanta comer, nos encanta ver comida…
-Saliendo por Catadores, giramos a la izquierda a la calle Chiclana. Volvemos a callejear a la izquierda a la calle Helecho; a la derecha, la calle Bodega que gira un poco a la izquierda para dar a unas escaleras (pasaje Alba) que bajamos para llegar a la plaza de la Constitución, para visitar la parroquia de santa Catalina de Alejandría, el ayuntamiento y un pequeño mirador al fondo, ajardinado.
-Bajamos por la calle de la Virgen hasta la ya concurrida plaza Puerta de la Villa, donde se encuentra la misma, en forma de arco. Antes de seguir hacia abajo, a mano izquierda, en la calle Pascual Junquera, está la iglesia de la Misericordia, que me encanta por fuera, aunque bastante descuidada. Su interior alberga un Cristo de marfil traído de Filipinas. Y ya sí, atravesando la puerta, damos con la plaza de España. A partir de aquí todo es gente, bares, tiendas, ambiente. Dejamos la concurrida entrada y callejeamos hacia abajo, hacia el mar, para llegar a la plaza de santa Catalina con la torre Guzmán, que se visita gratuitamente y tiene en lo alto un gran mirador de la ciudad y del mar. También allí está la iglesia de Nuestro Padre Jesús Nazareno, el museo de Raíces Conileñas, el centro cultural-iglesia de santa Catalina y el recinto cultural la Chanca. Y con esto, el centro está visto. Queda callejear. Y queda hacerlo por lo mejor de Conil: el barrio de pescadores.
-Nos metemos de nuevo hacia dentro y cogemos a la izquierda la calle Cádiz, llena de tiendecitas. Al final de la misma aparece ya esta zona conileña. Es un barrio irregular de calles intrincadas, porque lo que vemos como tales, son en realidad lo que ellos llaman “patio de vecinos”. Y todas las entradas de las casas, además, las tienen llenas de plantas, haciendo que perderse en este barrio sea de los más bonitos callejeos que haya hecho nunca. Enamorada de esta zona.
-Más a la izquierda (de espaldas a la playa) del barrio pesquero, está el parque de la Atalaya, frondoso y con un mirador con vistas espectaculares al mar.
Playas de Conil
-Continuación del Palmar: Castilnovo (nudistas, surf).
–Los Bateles, la playa urbana con acceso directo desde el pueblo.
–Fontanilla a continuación, con acantilados a la espalda.
–Fuente del Gallo.
–Calas (Camacho, Calas del Quinto, etc…).
–El Aceite (el agua está quieta “como una balsa de aceite”).
–Calas de Poniente o de Roche.
–Roche.
Tras la experiencia de ayer en Caños de Meca con la playa urbana, que no me gustó, y luego descubrir la distante (hay que andar bastante para llegar) del Faro, maravillosa, no quería cometer el mismo error. Quería ir a una playa alejada del centro. Pero después de comer subimos cuesta arriba al coche para coger mochilas y cambiarnos, volviendo cargados de nuevo al mar. Así que tras andar un tramo, nos cansamos. Por lo que nos instalamos finalmente en la de Bateles, la urbana, aunque por una entrada un poco más alejada de la del acceso directo desde el centro.
¡Y qué playa! Me encantó. Mi cabreo inicial por no seguir andando, tardó segundos en disiparse cuando aprecié esa playa. Ancha y muuuy larga. A pesar de la gente, no está llena. Hay espacio para todos, y separados. Por las mareas, caminas un poco por arena mojada hasta el agua, que tarda en hacerse profunda. Con olas, pero ideales para bañistas (no tanto para surferos, a los que se les quedarían cortas). Y el agua totalmente transparente. Limpia, fresca y juguetona. Maravillosa.
Fuimos a dar una paseo que duró más de una hora, y pudimos comprobar que Fontanilla, donde yo quería ir por estar más alejada, es peor. Tiene parking y también un par de chiringuitos. Pero tiene mucha menos arena seca, por lo que la gente está más apiñada. Luego viene lo que creo que no es ni playa, porque no había arena seca, y las paredes del fondo que ya se van levantando altas, están llenas de carteles de “peligro desprendimiento”. Creo que esa zona no deja lugar para toallas cuando ha crecido la marea, llenándolo todo el agua. Y ya no fuimos más allá.
Así que he de decir, que la playa de los Bateles, es una de las mejores en las que he estado nunca. De hecho apuramos toda la tarde de lo bien que se estaba, con ese sol que aunque no molesta ya porque no achicharra, hace que estar en la playa sea agradable.
Así que con todo esto (su playa urbana a tiro de piedra del precioso pueblo, el barrio de los pescadores), Conil me encantó.
Comer en Conil
-Por una lado en la red y por otro personal, nos habían recomendado el Feduchy. Tiene uno en la plaza de la Villa y otro en plan chiringuito en la playa. Pudimos coger mesa en el del centro. No esperes un restaurante típico de Cádiz con arroz y pescaíto. Es moderno y con una carta moderna. Muy buenas las hamburguesas.
-Esa persona que frecuenta Conil, también nos recomendó Casa Diego, en la playa.
Y con esto termina nuestra semanilla en Cádiz con adolescentes. Contentos. Cádiz nos gustó mucho y nos hizo disfrutar. ¡Y eso que quedó mucho Cádiz pendiente! Esperemos que no sea el último viaje con estas niñas ya mujeres…
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1 comentario en “Escapada a Cádiz con adolescentes”
Desde luego que sabéis exprimir lo sitios. Como me gustan tus post tan completos e intensos. Esas niñas, ya no tan niñas, sabrán apreciar esos momentos como ninguna otra cosa. Más adelante… Gracias Sonia por tus experiencias y tus fotos!