Viajar en el Transiberiano era un sueño para nosotros. Muchas horas dedicadas a organizarlo, gracias Jaume por tu capacidad, muchos vídeos de otros viajeros y muchas horas de lectura habían dibujado esta experiencia en nuestros pensamientos sin haberla vivido todavía. Pero aquel 1 de Septiembre sabríamos cuanto se acercaba nuestra ilusión a la realidad, ¡vaya nervios! Más de dos largas horas de espera en la estación de Moscú, no fuera que lo perdiéramos… pasaportes y billetes preparados y por fin llegó el momento de conocer a la provonitsa, aquella alma despiadada que vigilaba los vagones del tren… ¡Por fin nos subíamos al tren! La excitación de encontrar nuestras literas, colocar nuestros bártulos, preparar la cama, arreglarse de pijama para nuestra primera noche mecidos por el mítico tren. Cena y visita al vagón restaurante, una buena cerveza nos acompañó, la Sibirskaya Korona, medio litro de rubia suave que nos ayudó a conciliar el mejor de los sueños. Pero no era un sueño, era real, cabalgamos montados en aquel tercera clase y nuestra experiencia no había hecho más que empezar…
La primera Sibirskaya Korona del Transiberiano
Lo compartido sabe doble...
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