Por Jose Mª Seguí (con la colaboración de Juanjo, Nuria y Marga)
Hola a todos. Con mi primera aparición en Viajéfilos, espero no hacerlo muy mal. De hecho, me conformo con que no os hayáis dormido más allá del tercer párrafo. Voy a contar mis experiencias y sensaciones de lo que ha sido un viaje verdaderamente inolvidable, a pesar de que no fue estrictamente de turismo. En realidad, fuimos invitados yo y otro compañero, junto con nuestras mujeres, a dar un curso a la Universidad Nacional San Antonio Abad, en Cuzco. Por ello, no pudimos elegir la fecha del viaje (principios de junio), pero por lo que nos contaron al llegar, tuvimos la suerte de llegar en la mejor época. En esa zona, básicamente hay dos estaciones al año, la seca, donde apenas llueve, que va desde abril-mayo hasta octubre-noviembre, y la lluviosa, el resto del año. Obviamente, llegamos en la época buena. Tuvimos que dedicar varios de estos días a trabajar. Pero el resto, incluyendo los ratos sueltos al acabar las clases, los dedicamos a explorar esta preciosa ciudad y alrededores. Comenzamos saliendo un jueves de Valencia y llegando el viernes a Cuzco vía Madrid – Lima con LAN, compañía aérea chilena muy recomendable (por la comodidad del vuelo, amplitud de los asientos y el trato del personal de cabina). Al aterrizar, nuestros anfitriones nos estaban esperando en el aeropuerto y nos llevaron directamente al alojamiento: la Casona La Recoleta.
Casona La Recoleta
Por el grato recuerdo que nos dejó, quiero comenzar mi relato haciendo mención expresa del alojamiento durante toda nuestra estancia, todo un acierto. Se trata de la Casona La Recoleta (en la calle Recoleta, a cinco minutos andando desde la Plaza de Armas, el centro de Cuzco), es una vieja casona colonial regentada por españoles y reformada para albergar 6 pequeños apartamentos de estilo “casa rural”, pero con todo lo que necesitas para pasar unos días muy cómodamente y alejado del bullicio del centro.
Tiene un patio central repleto de plantas desde donde se accede a las viviendas. Éstas tienen dormitorio, baño, y una pequeña cocina con equipamiento básico (nevera, fogón, tetera para los mates de coca, cubiertos y vajilla) por si quieres cocinarte tú mismo, así como chimenea y/o estufa eléctrica para soportar las frías noches. El desayuno (café o té, tostadas, huevos, fiambre, mermeladas y mantequillas, etc.) te lo dejan en la vivienda la noche anterior y tú te lo tienes que calentar al levantarte.
Un sitio muy recomendable, en el que el personal, sobre todo la encargada, Nuria (una madrileña reconvertida en cuzqueña pero todavía con mucha morriña), se vuelca para que no te falte de nada. Por ponerle alguna pega, diría que la calle en la que está no es la mejor de las posibles, pues es de un solo carril, hay mucho tráfico todo el día, y la acera es lo suficientemente estrecha como para que apenas quepa una persona andando algo de perfil. Es decir, que si te venía alguien de cara era imposible cruzarse en la acera y uno de los dos tenía que jugarse el tipo bajando a la calzada, con el consiguiente riesgo de ser golpeado por alguno de los innumerables coches que pasan a todas horas sin mucho miramiento. Todo este tráfico no afecta para nada a la tranquilidad dentro de La Casona, pues como digo, las viviendas dan al patio interior, en el que no se oye nada salvo un par de cacatúas que tienen en una higuera. Pero sí supone todo un reto al salir, sobre todo si sales con maletas.
El binomio soroche-coca
Lo cierto es que las 12 horas de vuelo (24 horas de viaje en total desde Valencia) más las 7 horas de diferencia horaria más los 3.400 metros de altitud que tiene Cuzco acabaron con nuestras fuerzas. Estábamos agotados. Tanto durante el trayecto desde el aeropuerto como en la Casona, todos insistieron mucho en que dedicáramos ese primer día a descansar tirados en la cama, sin más. Puede parecer un poco absurdo llegar a un sitio como este y dedicarse a pasar el primer día tumbado en la cama mirando al techo. Pero realmente era lo que necesitaban nuestros cuerpos. Conforme avanzaba el día y el soroche (así llaman en los países andinos a lo que nosotros conocemos como mal de altura), nos íbamos encontrando peor. De hecho, solo salimos del hotel para cenar, y apenas hablamos los cuatro durante la cena. Tenía la vista clavada en la mesa mientras el dolor de cabeza se apoderaba de mí. Puede parecer algo tremendista, pero es realmente como me sentía, y no debe ser nada raro pues nuestros conocidos Cuzqueños nos habían advertido de ello. Sin embargo, nada es eterno. Al despertar el sábado todo pintaba mejor. El cuerpo había descansado y, lo que es más importante, se iba adaptando a la menor concentración de oxígeno. Eso sí, gracias a la inestimable ayuda de la coca. Los mates de coca (en forma de infusiones o de hojas enteras de coca directamente añadidas al agua hirviendo) han sido nuestros grandes aliados durante todo el viaje. Recomiendo encarecidamente olvidar prejuicios y tomarlos tan pronto uno se sienta mal.
Agencias de viaje, cambio y regateos varios
Así, a las 8:30 estábamos listos para comenzar nuestra excursión de fin de semana por el Valle Sagrado de los Incas y Machu Picchu. Nosotros llevábamos desde España comprado a una agencia local un paquete turístico que incluía el transporte y guía turístico de Cuzco a Pisac, de allí a Ollantaytambo también con guía turístico, después tren (Inca Rail) a Aguas Calientes incluyendo una noche de hotel, subida y entrada a Machu Picchu con guía turístico, y por último vuelta a Cuzco. Todo ello por 1120 dólares. O sea, 280$ por persona. ¿Caro o barato? Pues no lo sé, pero sí tengo la intuición de que no debió ser muy barato, pues tras conocer e interaccionar con el dueño y único contacto que tuvimos de la agencia (un tal Daniel Huaroto), llegamos a la conclusión de que trataba de embaucarnos y sacarnos más dinero en todas y cada una de las ocasiones que tenía.
Pondré tan solo un ejemplo de los varios que hubieron: antes de la excursión, intentó vendernos por 30 $ unos tickets para la comida en un restaurante en el que íbamos a parar a mediodía, alegando que el precio habitual allí eran unos 45-50$, pero que él había negociado con el restaurante ese descuento. Conociendo ya al personaje, le dijimos que no, que ya nos apañaríamos por nuestra cuenta para comer. Al llegar allí, comimos en el mismo sitio, bien por cierto, y por 25$, precio fijo y habitual del local.
Por desgracia, no recuerdo el nombre de la agencia, y nunca nos lo dijeron ni nos dejaron ningún papel donde figurara. Solo recuerdo el del dueño, arriba mencionado. Obviamente no lo recomiendo. Pero principalmente comento esto para tratar de avisar de que debemos estar atentos, pues en algunos casos pueden tratar de aprovecharse del turista (al menos del primerizo), que obviamente no conoce al dedillo todo a lo que se va a enfrentar. En algunos casos, quien supuestamente te tiene que asesorar no es de confianza y puede acabar costándote más de lo debido.
Aprovecho también para mencionar que la idiosincrasia de los comerciantes locales, sobre todo en los puestos callejeros, es la de tratar de cobrar al turista el mayor número de soles posible. Acostúmbrate a que intenten sacarte más soles por lo mismo. No aceptes a la primera todo lo que te ofrezcan sin contrastar precios. Y por supuesto, acostúmbrate al regateo, costumbre ya desaparecida en España. Nos recomendaban nuestros amigos cuzqueños ofrecer siempre el 50% del precio inicial que nos pidan, y comenzar a negociar para llegar a un acuerdo alrededor del 70-75% del precio inicial. ¿Esto es bueno o malo? Pues tampoco lo sé, ni seré yo quien lo juzgue. Es como es, y conviene saberlo para moverse por allí.
Ah, y además de en “nuevos soles”, la moneda de allí, en casi todos los sitios puedes pagar también en dólares USA, y en algunos supermercados y lugares turísticos, también en Euros, aunque el cambio te lo darán siempre en soles y en algunos casos también en dólares, pero nunca en euros. Para cuestiones de cambio, en la Avenida del Sol, una de las principales arterias de Cuzco, hay multitud de casas de cambio donde podrás conseguir Nuevos Soles. Aunque el cambio es parecido (no vas a encontrar grandes gangas), sí conviene preguntar en varias antes de cambiar para tratar de encontrar el mejor cambio.
El Valle Sagrado de los Incas
Volviendo a la excursión, nos llevaron desde Cuzco por el Valle Sagrado de los Incas, siguiendo el recorrido del rio Urubamba que lo recorre, y haciendo paradas varias en miradores y mercadillos, incluyendo el de la ciudad de Pisac (a unos 30 km de Cuzco), hasta llegar al Parque Arqueológico de Pisac. Aquello fue nuestra primera toma de contacto con lo que los incas hicieron por allí. El sitio es auténticamente espectacular, quizá por lo distinto a lo que estamos acostumbrados, quizá por el contexto histórico que el guía se encargó de contarnos.
El Parque Arqueológico de Pisac comprende lo que fue la hacienda real del inca Pachacutec, incluyendo diversas plazas y barrios, y lo que es más espectacular, la multitud de terrazas que los incas destinaban a la agricultura, y que se conocen como andenes. Aunque no sea un concepto nuevo para un valenciano como yo, acostumbrado a los bancales que construyeron los árabes por toda la provincia de Valencia con el mismo fin, lo cierto es que no deja de sorprender su espectacularidad, su abundancia y su tamaño, que daba idea del gran dominio del espacio que tuvo esta civilización, y la perfección técnica que los ha hecho resistir el paso de los siglos perfectamente en la mayoría de los casos.
De Pisac salimos hacia Ollantaytambo, adonde llegamos por la tarde, cuando el sol empezaba ya a caer. No conviene olvidar que aquí, en esta época del año (junio), el sol sale sobre las 6 y se pone sobre las 18 horas.
Ollantaytambo está a 80 km de Cuzco, y se considera el final del Valle Sagrado de los Incas y el punto de entrada a Machu Picchu, pues además de en tren, se puede acceder a Macchu Picchu desde Ollantaytambo a través del Camino del Inca, una ruta de trekking que dura cuatro días y tres noches atravesando el bosque. Se cree que Ollantaytambo fue un centro estratégico para controlar el Valle Sagrado.
El poblado se encuentra estratégicamente situado frente la colina Pinkuylluna, que separa los valles de los ríos Patachanca y Urubamba (conocido como Vilcanota en esta región). En esta colina destacan sobre todo lo demás una construcción que se cree que utilizaban los pobladores como almacén de alimentos (qollqas), y un saliente de la montaña que recuerda sorprendentemente a una cara humana de perfil . De hecho, la leyenda popular atribuye esta cara al Dios Viracocha.
Al otro lado del poblado tenemos el Parque Arqueológico de Ollantaytambo, al que se accede previa compra de entrada. Nada más entrar, nos encontramos con una sucesión de enormes terrazas, que en este caso no se utilizaban con fines agrícolas, sino meramente ornamentales. Es decir, llenaban estas terrazas de plantas solo para hacer bonito en este caso. Se accede a lo alto de estas terrazas a través de una sucesión de 150 escalones que nos llevan al Templo del Sol, construcción al parecer inacabada que los incas dedicaron a su dios Inti (sol). Aunque no resulta evidente que los enormes monolitos que encontramos ahí arriba formen parte de construcción alguna, no deja de sorprender su tamaño, su perfecto encaje dejando unas uniones entre ellos en las que apenas cabe una hoja de papel, y sobre todo el hecho de que estas imponentes masas pétreas (90 toneladas), más oscuras que la piedra de la montaña que coronan, no pertenecen a esa zona, sino que fueron extraídas y transportadas desde otra montaña más alejada, teniendo incluso que cruzar el río Urubamba para llegar a subirlas a su destino final. Queda para la imaginación qué tipo de tecnología, artilugio o estrategia utilizaron los incas para ser capaces de transportar semejantes pesos montaña arriba. Sigue siendo un misterio. En cualquier caso, tanto las vistas, como la sensación de ser testigo del paso de una civilización tan distinta de la nuestra no dejan de ser una experiencia muy recomendable.
Al comenzar la puesta de sol, del Parque Arqueológico salimos hacia la estación de tren de Ollantaytambo (a uno 3 km de distancia) llevados en un mototaxi, una experiencia no sé si recomendable pero si cómica . Allí tomamos el tren de Inca Rail que nos llevó a Aguas Calientes en alrededor de hora y media a cambio de unos 60 dólares por persona, aunque creo que el precio varía según la temporada. Fue un viaje muy cómodo y agradable, tanto por el trato del personal como por la comodidad del tren, y sobre todo por las magníficas vistas de las que puedes disfrutar a lo largo del recorrido gracias a las ventanas del techo de los vagones. Otro aliciente fue experimentar no solo los cambios de paisaje sino también de clima (continental – andino – selvático) a lo largo del viaje.
Machu Picchu
Aguas Calientes (también conocido como Machu Picchu Pueblo) es el pueblo más cercano y desde el que se accede a Machu Picchu. Se trata de un pequeño pueblo que vive por y para el turismo que genera Machu Picchu. Así, está lleno de hoteles, hostales, tiendas y restaurantes orientados a los turistas que hacen noche antes o después de su visita a Machu Picchu. La estación está en el pueblo. Es decir, se puede ir andando de la estación al hotel, lo cual permite a los amantes del shopping turístico comenzar a explorar tiendas y bazares. Para empezar, en la propia estación, de la que se sale a través de un mercadillo de productos y objetos típicos de la zona.
Realmente, poco más hay que reseñar de este “pueblo dormitorio”, excepción hecha de sus baños termales a la orilla del río Urubamba/Vilcanota, en los que puedes pasar un rato relajante pre o post-excursión. Sin embargo, no quisiera dejar pasar la oportunidad de NO RECOMENDAR en Hotel Pumas Inn, donde la agencia tuvo la poca vergüenza de reservarnos habitación para pasar la noche, y que recuerdo y creo que por desgracia recordaré como uno de los peores cuchitriles (si no el peor) donde he tenido que dormir. Me consta que los hay buenos, y muy buenos, pero a nosotros nos tocó dormir en lo peorcito de Aguas Calientes. Por nada del mundo repitáis nuestra experiencia.
De todos modos, nuestra experiencia en el Hotel Pumas Inn (que en aras del buen gusto me abstendré de describir) se redujo a las cerca de 7 horas que permanecimos allí, pues a las 6 de la mañana teníamos que estar en la Plaza de Armas, que es donde normalmente quedan los turistas con los guías para ir a tomar los autobuses que llevan a Machu Picchu. Se puede ir también andando (6 km cuesta arriba, alrededor de 90 minutos), pero vale la pena hacerlo en bus, más que nada para reservar fuerzas para pasar el día en Machu Picchu, y sobre todo si tienes pensado subir a Wayna Picchu.
El autobús nos deja en una explanada donde también acaba el Camino del Inca, donde hay un hotel por si alguien quiere pasar más de un día allí, y desde donde también se accede a las taquillas y al acceso al parque arqueológico. Machu Picchu puede visitarse desde las 6 de la mañana hasta que se pone el sol, pero lo más recomendable es estar allí al amanecer. En primer lugar, para no achicharrarse con el sol que, si no está nublado, pega fuerte en junio a esa altura. Pero sobre todo, para poder disfrutar del privilegio de ver el sol alzarse entre las montañas, disolver la bruma, e iluminar poco a poco la maravilla que tenemos ante nosotros
Machu Picchu es un conjunto arqueológico declarado Patrimonio Cultural y Natural de la Humanidad, que en su día fue una ciudad Inca levantada a unos 2,400 metros de altura sobre el nivel del mar. Constaba de viviendas, templos, palacios, terrazas y conducciones de agua, todo ello levantado en el siglo XV por el Inca Pachacútec en lo alto de una montaña que da nombre a este enclave y que en quechua quiere decir “monte viejo”.
Construida en medio de un frondoso bosque tropical, con la selva al fondo, es sin duda uno de los lugares más espectaculares que he visitado. Es sobrecogedora la sensación de inmensidad que rodea al viajero, y el sentimiento de ser ridículamente diminuto e insignificante entre las imponentes montañas, las nubes que al amanecer puedes literalmente tocar, la inescrutable vegetación, y la magia de las terrazas y las construcciones de piedra perfectamente tallada y encajada sin ningún tipo de cemento
Tras Machu Picchu se alza el Wayna Picchu (“monte joven”), una montaña que sobresale 300 metros sobre Machu Picchu, que es la que casi siempre sale al fondo en todas las fotos que se hacen del lugar, y que puede subirse “cómodamente” si se quieren tener unas vistas panorámicas aún más impresionantes del lugar. Eso sí, para subir a Wayna Picchu, hay que sacar antes el ticket (se vende por separado de la entrada a Machu Picchu), esperar a las horas fijas en que se admite la entrada, y tener las ganas y la fuerza suficiente para atreverse con la nada despreciable cifra de 3.000 escalones, que son los que separan al viajero de la cima de Wayna Picchu.
Se puede estar todo el tiempo que se quiera en el parque arqueológico paseando, tomando fotos, o hasta meditando para los más místicos, pero al menos en nuestro caso, llegando a las 7:00, a las 12:30 tuvimos ya suficiente Machu Picchu y decidimos desandar el camino andado. Un autobús nos llevó a Aguas Calientes, donde comimos en un grill llamado Toto’s House donde hacen (no solo pero también) unas carnes a la parrilla buenísimas. Tras la comida, tomamos el tren hacia Ollantaytambo, y de ahí en autobús a Cuzco. Fin del fin de semana en el Valle Sagrado de los Incas y Machu Picchu.
Cuzco
Durante el resto del viaje tuvimos la oportunidad de conocer más a fondo Cuzco, la cultura cuzqueña, y la forma de vida de los habitantes de esta peculiar ciudad a medio camino entre el cielo y el mar. Cuzco es la capital del Departamento que lleva el mismo nombre, fue declarada Patrimonio de la Humanidad en 1983 por la UNESCO y, a título honorífico, es la capital histórica del país, según declara la propia Constitución peruana, por haber sido la capital del antiguo Imperio inca.
Tras la conquista de los españoles, Cuzco se convirtió en un importante centro comercial y cultural, en el que se comenzaron a levantar templos y palacios sobre la base de antiguas construcciones incas. Todo esto ha hecho de Cuzco un espectacular crisol de culturas, y ha establecido a la ciudad como el principal lugar turístico de Perú. El centro neurálgico del Cuzco actual, al igual que del Cuzco inca, es la Plaza de Armas. Es la plaza central, más grande y más turística de la ciudad. No es de extrañar por ello que esté siempre repleta de turistas, vendedores ambulantes, restaurantes turísticos, joyerías, agencias de viaje, o mujeres ataviadas con trajes típicos locales, invitándote insistentemente a que te hagas una foto con ellas a cambio de la voluntad.
Destaca en esta plaza por su belleza la fachada del paraninfo de la Universidad Nacional San Antonio Abad del Cuzco, justo a su lado la de la Iglesia de la Compañía de Jesús, y también la Catedral de Cuzco, un nuevo ejemplo de la mezcla de culturas inca y católica española, pues fue levantada sobre el antiguo palacio del inca Viracocha. Sin embargo, y a título anecdótico, una de las primeras cosas que sorprenden al llegar a esta plaza es que está abarrotada de banderas gay, la de los seis colores del arcoíris
De hecho, lo primero que pensé es que quizá Cuzco fuera una ciudad gay-friendly, o que había algún tipo de convención o fiesta gay y por eso tanta bandera arcoiris… Pero en realidad no es así. Resulta que esta bandera no es la gay, sino la de la ciudad de Cuzco, y por eso está por todas partes. De hecho, ambas banderas ni siquiera son iguales, puesto que la gay (en realidad, no solo gay, sino lesbiana-gay-transexual-bisexual, o LGTB) tiene 6 franjas, mientras que la de la ciudad de Cuzco tiene una más, la azul celeste. Pero para un ojo no muy avispado, es fácil no apreciar el matiz.
Los cuzqueños son una gente muy amable, alegre, simpática en general, que dentro de sus posibilidades tratan de agradar al turista, pues en gran medida, esta ciudad vive de eso. Suelen vivir mucho en la calle, y no fue raro en los días que estuvimos contemplar grupos de niños bailando, de forma improvisada o preparando coreografías para la fiesta del Corpus Christi. Esta fiesta católica se celebra el jueves que sigue al noveno domingo después de la primera luna llena de la primavera del hemisferio norte. Simplificando, este año coincidió con el principio de junio, y por tanto con nuestra visita. Por lo que nos contaron, el ensayo de bailes y danzas típicas en la calle es una forma común de entretenerse.
También es muy frecuente en el centro comer por la calle, en puestos ambulantes donde sirven choclo hervido (una variedad de maíz típica del valle de los Incas que se caracteriza por tener unos granos enormes, del tamaño de un judión), jugos (zumos) de frutas tropicales, y otra serie de alimentos que no llegué a identificar pero que parecían bollos rebozados y fritos. En cuanto a los zumos, apenas vi turistas comprándolos. Eran más bien locales. Quizá tenía que ver con las recomendaciones, que al menos a nosotros nos hicieron antes de viajar, acerca de no consumir fruta que no hubiéramos pelado nosotros y no tomar agua del grifo, sino solo embotellada, para evitar gastroenteritis, hepatitis, etc.
Los cuzqueños están acostumbrados a una vida rural sin grandes lujos ni ostentaciones, aunque en algunos casos estén en condiciones de permitírselas. Según nos contaron los cuzqueños con los que estuvimos, no es raro cruzarse con gente, sobre todo mayor, acostumbrada a una vida de austeridad, que a lo largo de su vida han ido ahorrando, o vendiendo tierras, y han acumulado un patrimonio económico considerable, pero que siguen vistiendo con harapos, andando descalzos (o casi), y mostrando en general un aspecto que invita a darles limosna, cuando quizá ellos estuvieran en mejores condiciones que tú para darla.
Por otro lado, los cuzqueños tienen un ritmo de vida muy diferente al de los europeos típicamente urbanitas. Ellos van “a su ritmo”, lo que se traduce en que si quedas con ellos para algo, muy posiblemente lo harán, pero no cuando hayáis quedado para hacerlo. Siempre algo más tarde. Ármate de paciencia si eres un obseso de la puntualidad. Quizá relacionado con esto, o quizá no, está la peculiar manera de conducir de los cuzqueños que podría resumirse en tres palabras: pasan-de-todo. A esto contribuye sin duda la casi total ausencia de señales de tráfico de todo tipo. Y aunque es verdad que por el centro había muchas guardias de tráfico (si, principalmente eran mujeres), lo cierto es que les hacían el mismo caso que a las escasas señales: muy poco. En definitiva, si eres peatón en Cuzco, agudiza todos tus sentidos.
En Cuzco las creencias religiosas impregnan la vida y cultura de la gente. Actualmente conviven dos creencias religiosas. Por un lado está la heredada de la tradición inca en la que se veneraba al dios Inti (el sol), la Pacha Mama (la madre tierra), y en general a los distintos elementos naturales de los que la vida rural ha dependido durante siglos. Y por otro lado, la religión católica importada por los españoles tras la conquista de América. Así, es frecuente ver festejos en los que se mezclan ambos tipos de creencias, con su correspondiente iconografía: santos, vírgenes y cruces junto con dioses y otros elementos típicamente incas. Una de las manifestaciones religiosas más populares es el día del Corpus, en el que se organizan grandes y vistosos desfiles por el centro
Otra manifestación de esta mezcla de culturas son las actuales catedrales, que fueron construidas por los españoles sobre los templos incas que había cuando llegaron. Así, podemos ver catedrales en las que la base está hecha de gigantescos bloques de piedras perfectamente talladas para que encajen sin apenas holgura, y sobre esta base se levantan paredes de ladrillo uniforme como las que conocemos de las construcciones más modernas.
Además de la belleza en sí de la ciudad, de la mezcla de culturas, otro aspecto que me llamó la atención (siempre desde el punto de vista de un europeo que se mueve en un entorno principalmente urbano) es la pobreza, la falta de higiene y el trabajo infantil. Quizá el mejor ejemplo de este tipo de contrastes sea el Mercado de San Pedro
Este mercado es otro de los lugares peculiares y no exentos de encanto de esta ciudad. En él podemos encontrar absolutamente de todo. Desde objetos, juguetes, fruta o artículos decorativos fascinantes para un europeo tirando a urbanita, hasta burdas imitaciones made in China como las que podríamos encontrar en cualquier bazar chino de aquí. Desde un bonito crisol de atractivas formas, colores y olores en los puestos de fruta, hasta estampas de charcos formados por el caldillo de la fruta en descomposición acompañado por su correspondiente olor a podrido. Desde niños con la cara iluminada de emoción, fascinados por la multitud de juguetes artesanales (y no tanto) que hay, hasta niños tristes y cabizbajos teniendo que trabajar todo el día vendiendo esos mismos juguetes, o cualquier otra cosa. En definitiva, lo más atractivo de una cultura muy distinta a la europea mezclado a partes casi iguales con estampas de subdesarrollo que resultan cuando menos chocantes para alguien de fuera.
Para los amantes del shopping turístico (vamos, los souvenirs de toda la vida), lo típico de Cuzco es comprar plata, aunque los precios son caros en comparación con España, calabazas repujadas artesanalmente (algunas de ellas son auténticas obras de arte), o los diversos productos derivados de la hoja de coca. Me refiero a caramelos o infusiones, porque ¡ojo!, no se te ocurra llevarte como souvenir las bolsas de hojas de coca seca que también venden, si no quieres que te las requisen en el aeropuerto. También es típico comprar prendas de alpaca (gorritos, bufandas, etc.), cuya lana es muy apreciada. Pero ojo con las imitaciones, pues últimamente viene mucho made in China, que no es lo mismo, aunque sí mucho más barato. Según los locales, la auténtica alpaca se puede distinguir de la imitación por su tacto frio. Para los amantes de la geología, Perú es un auténtico paraíso pues, debido a su gran riqueza en minerales, son también muy frecuentes los puestos donde te venden minerales de todo tipo, desde pirita con formas inverosímiles hasta piedras semipreciosas (ágatas, amatistas, ópalos…), pasando por las espectaculares geodas de todos los tamaños.
En cuanto a la gastronomía, destaca el ceviche (típico plato peruano de pescado crudo, que en Cuzco elaboran con pescado de río por estar lejos del mar), el pisco (licor de alta graduación), el pisco sour (cóctel elaborado a base de pisco, pero rebajado, endulzado y frío, más al gusto del turista occidental), la carne de cuy (roedor también conocido como cobaya o conejillo de indias y cuya carne cuesta en Cuzco incluso más que el vacuno), o la de alpaca. En realidad, los cuzqueños nos dijeron que ellos no son grandes consumidores de carne de alpaca, pero sí que la ofertan como un producto turístico más para los visitantes, aprovechando que se trata de un animal típico de allí, que el turista tendrá difícil probar en otro sitio. No fue mi caso, pero quien la ha probado dice que tampoco es nada del otro mundo. Esto ya es una opinión muy personal, pero donde se ponga un buen chuletón de Avila…
Y ya puestos a dar opiniones personales, a mí lo que más me gustó y con diferencia fue el lomo saltado, un plato también típico de allí hecho con lomo de vacuno asado y servido con verduras salteadas variadas, y según el sitio, también con arroz. Lo que menos, el pastel de choclo, una especie de puré horneado del maíz típico de allí. Dulzón y empalagoso hasta la extenuación. También cabe mencionar la cerveza Cusqueña, una marca originaria de Cuzco (aunque la empresa ya no sea de allí), que en cualquiera de sus cuatro variedades (rubia, malta, negra o trigo), elabora un producto sorprendentemente bueno y a buen precio.
Todo esto y mucho más puede probarse en los innumerables restaurantes del centro histórico de Cuzco. De entre los que probamos, destacaría:
Restaurante Incanto, justo al salir de la Plaza de Armas por Santa Catalina Angosta. No es que sea un restaurante de comida estrictamente típica cuzqueña, sino que está más bien todo pasado por el tamiz de la cocina internacional, adaptando los platos típicos al gusto occidental. Además, hay pizzas, pasta, etc, por si se echa de menos la dieta mediterránea… Pero, para qué negarlo, está todo muy bueno y a un precio razonable: en torno a 40 soles por comensal.
Restaurante Inka Grill, en la Plaza de Armas, justo al lado opuesto de la Iglesia de la Compañía de Jesús. Un concepto parecido al anterior, con precios también similares, y todo también buenísimo. Lo menciono con especial cariño pues aquí probé el mejor lomo saltado de los varios que me apreté entre pecho y espalda. Un consejo: si pides algo tan aparentemente sencillo como un sandwich mixto y pretendes acabártelo, asegúrate de no haber comido antes en tres días. Y aun así, tengo mis dudas. Sirven el mixto más grande que haya visto jamás.
Restaurante Mutu, algo más alejado de la Plaza de Armas (a unos 100 metros), en Santa Catalina Ancha. Sitio muy bonito, menos concurrido y más barato que los anteriores, quizá por no estar en la misma plaza, y con una carta más típica cuzqueña. También muy recomendable.
Restaurante Chicha, en Heladeros 261, saliendo de la Plaza Regocijos. Se trata de uno de los restaurantes (el único en Cuzco) del conocido chef peruano Gastón Acurio, que en Perú es una especie de Ferran Adrià. Un sitio muy grande, muy bonito, y con especialidades de cocina-fusión en las que el chef demuestra su paso por la Escuela de Hostelería de Madrid o el Cordon Bleu de París. Eso sí, luego has de pagarlo. Ahí lo dejo…
Restaurante Don Antonio, en Santa Teresa 356. Restaurante tipo buffet, con gran variedad de platos locales que los cuzqueños certifican como tales, y en el que durante toda la noche amenizan la cena con un interesante surtido de danzas del folklore local. Si no eres muy extrovertido, o no te gusta bailar, estate atento y huye al aseo tan pronto veas que al final de la noche los bailarines salen del escenario y empiezan a sacar al público a bailar con ellos, a modo de fin de fiesta. Advertido quedas. Aquí no puedo hablar de precio, ni siquiera aproximado, porque fuimos invitados. Fue uno de mis preferidos, pues además de cenar bien, se pasa un rato realmente divertido, ¡sobre todo si sacan a alguien de tu mesa a bailar!
Con tanta cultura, es obvio que Cuzco presenta también una amplia oferta museística, más allá de los enclaves arqueológicos antes citados. Para visitar muchos de estos museos, y también otros parques arqueológicos, es recomendable la adquisición de un bono turístico, que permite el acceso a distintos centros arqueológicos fuera de Cuzco así como a la mayoría de los museos del Cuzco. Vale la pena, pues por 130 soles (el precio de una o dos entradas a estos sitios) puedes visitar más de diez lugares de interés. Por ejemplo, el Templo y el Museo del Sitio de Koricancha. En este último, aunque es algo pequeño y mal cuidado, pueden contemplarse una exposición de cráneos trepanados y de momias incas muy interesantes
También es interesante (aunque no está incluido en este bono) el Museo Inca, subiendo la Cuesta del Almirante justo al lado de la Catedral. Puede resultar también bastante atractivo para un turista acudir a una representación de danzas típicas en el Centro Qosqo de Arte Nativo. Durante algo más de una hora desarrollan un entretenido repertorio de danzas típicas de la región, que van renovando cada temporada. Resultan especialmente espectaculares las coloridas máscaras y disfraces que llevan los bailarines en algunas de sus piezas.
Estos son algunos de los museos o lugares culturales más destacados, pero hay muchos más para visitar si el tiempo lo permite. Desde Cuzco se pueden organizar también excursiones de un día (volviendo a dormir a Cuzco) a enclaves Incas como Tipon, Moray o Chincheros (cuya entrada está también incluida en el bono turístico), entre otros.
Moray
Para ir a Moray se necesita hora y media desde el centro del Cuzco, siguiendo la S3 a través de un valle paralelo al valle sagrado. Una vez se sale de Cuzco, la carretera discurre entre aldeas, campos de quinua y prados con escasa presencia de ganado. Al fondo, un paisaje precioso de la omnipresente cordillera andina con cuatro nevados, entre los que destacan el Salkantay a la izquierda y el Verónica a la derecha. Al centro arqueológico de Moray se accede por una carretera polvorienta, previa adquisición de entrada (a no ser que seas cuzqueño, para los que la entrada es libre). En Moray podréis descubrir, entrar y/o rodear cuatro enormes, simétricos y profundos andenes concéntricos
Según los expertos se trataba de un laboratorio de agricultura andina. Los andenes concéntricos permitían el desarrollo de diferentes microclimas, donde se plantaban y seleccionaban distintas variedades de plantas, entre las que destacaba la patata. Sin embargo, para uno de nuestros acompañantes Moray también era considerado un lugar místico por los incas, donde algunos visitantes interesados por su sincronía con el universo celebran un rito de agradecimiento a la Pacha Mama, cogidos de la mano alrededor de unas piedras. A la vuelta pasamos por Chincheros, pero nuestra agenda no nos permitió visitar su bonita ciudad y centro arqueológico, aunque nos lo recomendaron para una próxima ocasión.
Tipon
Finalmente, visitamos el complejo hidráulico de Tipon. Se accede también a través de la S3 pero en dirección Este hasta Choquepata, y puedes llegar en 40 minutos si no hay mucho tráfico. Una vez accedes al complejo, y tras subir varias escaleras y rampas, es recomendable hacer la visita de forma circular. Se trata de nuevo de un complejo arquitectónico con andenes y construcciones, pero en este caso de forma ovoide, en lo alto de la montaña y con unas magnificas vistas del valle. Sorprende que los andenes fueran construidos mucho más separados que en otros enclaves, dando lugar a grandes terrazasdonde algunos sostienen que, al igual que en Moray, fueron usadas como laboratorio, pero la existencia de importantes núcleos de población en lo alto del complejo también parecen indicar su uso para el suministro de alimento a la población.
Lo que más distingue a este complejo es su robusto y perfecto sistema hidráulico (fuentes, acequias, saltos…) desarrollado para suministrar el agua que brota de manantiales (Tipón viene de la palabra quechua Tímpuj “hirviendo”) en la parte superior del complejo
La visita puede hacerse en menos de una hora, y puedes aprovechar tu visita a Choquepata para comer un buen cuy “crujientito” en una de las cuyerías de carretera que abarrotan la S3 desde Cuzco a Oropesa (si, si, Oropesa, pero sin Marina D’Or), y donde es típico los domingos ir a comer cuy en compañía de la familia. El cuy se presenta de forma similar al cochinillo en Segovia, entero y crujiente al hornearse junto a su piel, pero se trata de un plato agradable y muy sano, siempre que seas poco aprensivo…
Bueno, pues hasta aquí ha llegado la primera incursión en Viajéfilos, que espero no sea la última, porque será señal de que hemos vuelto a viajar. Espero que os haya gustado, y sobre todo, que os sea útil.
¡Hasta la próxima viajéfilos!
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4 comentarios en “8 días en Cuzco y alrededores”
En tu próximo viaje a Perú, le recomiendo que visite la famosa Montaña de 7 Colores y la Laguna de Humantay, son caminaas de un día saliendo desde la misma ciudad del Cusco.
Soy una enamorada de Perú, pues viví allí un año intenso. Y, por cierto, he leído tu relato entero.
Creo que podríamos extender al resto del país tu experiencia con la agencia. La caza de turistas y el tratar de venderles lo máximo se ha convertido en un medio de vida para muchos desde que el turismo es tan importante en Perú. Sólo hay que tener un poco de paciencia y elegir bien. Pasa en otros muchos países.
Me hace gracia cómo os chocó la bandera inca, cuya capital de imperio es Cuzco. Lo que no habéis notado (quizá porque ibais invitados por locales? Aunque el turismo lo hicisteis por vuestra cuenta, entiendo), es la aversión que en Cuzco se tiene a los españoles. Acabamos con su imperio, matamos al Inca, engañamos a Ataualpa. En otras partes de Perú, como en Trujillo, donde yo viví, sin embargo el español es El Salvador que libera al pueblo (Mochicas, Chimús) de la opresión salvaje de los incas.
A mí se me hizo muy evidente.
En fin, cada vez que veo que a alguien le gusta Perú, me lleno de orgullo, no puedo evitarlo. Como no puedo evitar intervenir y enrollarme como ahora. Aún tengo muchos lazos con esa tierra
Besos
Sonia
Hola Sonia, gracias por el comentario. Lo que comentas de la caza de turistas por todo Perú, me imagino que efectivamente será así, aunque no conozco Perú más allá de lo comentado aquí. Y efectivamente, también lo he vivido en otros países. Y también notamos la aversión que cometnas a los españoles. Obviamente, no por parte de los que nos invitarón de la Universidad San Antonio Abad, pero sí por ejemplo por parte de los guías turísticos, que siempre que podían aprovechaban para dejar claro cómo los españoles les amargaron la vida a sus antepasados, recreándose especialmente en los hechos más crueles. Pero bueno, tampoco le dí mucha importancia. Ha llovido un poco desde entonces, y que yo sepa no tengo ningún vinculo de consanguinidad con los conquistadores.
Haces muy bien sintiéndote orgullosa de esa tierra. Aún con todos sus contrastes y miserias (y maravillas, obviamente), lo merece.
Besos
JM
Sin duda viajar se convierte en una de las experiencias más fascinantes que existen y sitios como el Machu Picchu te lo demuestran siempre en tus viajes. Me gustó mucho la forma en que contáis vuestra escapada con tiempo para empaparse de todo lo que rodea Cuzco que no es poco. La historia, la gastronomía, la gente… forman parte de cualquier buen viaje. ¡Muchas gracias por empezar a compartir esas vivencias con nosotros!