En nuestra ruta por China veníamos de disfrutar de dos días en Shanghai y dos días en Xi’an; y en Xining comenzaba técnicamente nuestro tour por el Tíbet. Y es que aunque estuviéramos todavía fuera del territorio de la actual región autónoma del Tíbet, a partir de aquí comenzaba el recorrido de 16 días por Tíbet contratado con Youlan Tours. El antiguo Tíbet nació en el siglo VII e incluía un vasto territorio en las actuales provincias chinas de Qinghai y Sichuan. Xining era la capital de Qinghai. Así pues, “técnicamente” entrábamos en el antiguo Tíbet aquel día.
Elegimos Xining para comenzar nuestra aventura hacia el Tíbet por varias razones: era una buena idea pasar un par de días aquí, al encontrarse a unos 2000 metros de altura y así comenzar la aclimatación a esta circunstancia algo más progresivamente (en Lhasa saltábamos directamente a los 3650 msm). Por otro lado, este era un buen lugar para tomar el famoso tren de las nubes, el Transtibetano, que en 24 horas de viaje hacía el trayecto Xining-Lhasa. La opción de partir desde Shanghai en el Transtibetano no nos pareció la mejor, 48 horas subidos al tren nos parecían muchas y habíamos aprovechado para visitar Xi’an como digo. La tercera y última tal vez, porque nos lo había recomendado Irene de Youlan y nos pareció buena idea conocer otra ciudad más de China, cargada, como las anteriores, de historia.
A partir de aquí cambiaba en cierto modo nuestra manera de viajar. En nuestro anterior articulo “Como preparar un viaje al Tíbet” ya os explicábamos que es imposible obtener los permisos sin una agencia y por tanto viajar al Tíbet por libre. No estábamos acostumbrados a guías, horarios y rutas prefijadas en exceso pero ¡tampoco era un cataclismo!. Además, Youlan Tours, que fue la empresa con la que, después de valorar otras opciones, finalmente contratamos el viaje a Tibet, se amoldó a nuestra hoja de ruta, e Irene, nuestro contacto, no tuvo ningún problema en personalizar el viaje que nos disponíamos a emprender aquella mañana.
Así fue nuestra ruta por Tíbet y aquí todos los artículos que le dedicamos a este maravilloso viaje con las recomendaciones para organizar un viaje a Tíbet, todos los datos de interés de nuestro viaje y la ruta y escalas de nuestro recorrido por Tíbet:
- Como preparar un viaje al Tíbet
- Xining: la primera escala de camino al Tíbet
- El Transtibetano: a bordo del tren de las nubes hasta Lhasa
- Como disfrutar de Lhasa en solo dos días
- La ruta y las mejores visitas en los alrededores de Lhasa
- Cruzando Tíbet, desde Lhasa hasta la frontera con Nepal
- La carretera de la Amistad: tiempos, distancias, escalas, visitas y más
Sábado 8 de Septiembre de 2018
Nuestro vuelo Xi’ an – Xining con Hainan Airlines costó 59 € hacía unos tres meses. Poco más de una hora y llegaríamos al aeropuerto de Xining donde nos recogían esta vez, algo a lo que no estábamos acostumbrado pero era todo un lujo. Con los días, buscarte la vida con este tipo de cosas en un viaje acababa por cansar. El taxi desde el hostel en Xi’an hasta el aeropuerto costó 150 yuanes. Lo habíamos reservado la noche anterior en recepción. A las 8 de la mañana abandonábamos Xi’an, de nuevo con la sensación de que dejábamos muchas cosas que disfrutar de la ciudad.
En una hora estábamos en el aeropuerto de Xi’an y tras pasar controles y demás trámites, volábamos a las 10:20.
Sherry, la guía con la que contaríamos durante nuestras 24 horas en Xining nos aguardaba a las doce en punto en el destino, cuando aterrizamos, para llevarnos de paseo sin pasar por el hotel. A partir de aquí, todos los alojamientos iban incluidos en el precio de nuestro tour y esperábamos una calidad tal vez por encima de los estándares que veníamos reservando habitualmente, tratando siempre de priorizar la localización a las instalaciones y a precios bajos. Hostels fundamentalmente era lo que utilizábamos en nuestros viajes.
Ciudad de Xining
Xining, cuyo sugerente significado es “mar azul” permanece hoy día todavía habitado por una gran población de tibetanos que viven en armonía con otras etnias, como uygures, huis, chinos han ó salares.
La actual capital de la provincia de Qinghai se encuentra a 2270 metros de altitud y fue una de las ciudades más importantes en la ruta norte de la Seda, el conocido corredor Hexi durante más de 2000 años. Parecía que esta ruta nos atrapaba y después de nuestro Asia de Ida y vuelta hace dos años en que cruzamos el norte de China siguiéndola, es verdad que nos fascinaba cada vez más con su conocimiento. En la era moderna, Xining volvió a tener relieve en 2006 cuando se puso en marcha la línea de ferrocarril que lo enlazaba con Lhasa, convirtiéndose en la mejor puerta de entrada a la región autónoma de Tíbet. Entre sus principales atractivos y que visitaríamos entre hoy y mañana, antes de montarnos en el Transtibetano: el monasterio Kumbum, la mezquita Dongguan, el mercado de Shuijingxiang o los parajes naturales de las montañas Riyue y el lago Qinghai.
A Xining, con dos millones de habitantes, llegábamos terminando la estación de verano con una temperatura en torno a los 25 grados y según nos cuenta Sherry una buena época para la visita pues la mayoría de turistas chinos del sur acudían en Junio y Julio buscando temperaturas más suaves y abarrotaban alojamientos y restaurantes. En invierno alcanzan temperaturas de 15-20 grados bajo cero.
La gran riqueza minera de las montañas circundantes ha hecho crecer la ciudad y la provincia y la ha convertido en un destino apreciado para los locales. Aluminio, sílice y hierro son los principales materiales extraídos. Además una industria textil potente gracias a la lana y tejidos del yak y las ovejas junto una envidiable producción de energía, fuente del nacimiento de los grandes ríos de Asia en la región y de los muchos días de sol que disfrutan. La mezcla cultural y étnica es más que evidente según nos cuenta con un 60% de han y un 40% de otras minorías: un 20% de tibetanos, un 15% de musulmanes hui y otras.
Todo esto y algunos datos más son los que nos va contando Sherry de camino a la ciudad. Antes de llegar, Sherry recoge los tickets del Transtibetano con nuestros pasaportes y los permisos de entrada a Tíbet (de nuevo insiste en que es importante llevar varias copias). Hacerse con los billetes de tren no es fácil y parece que se agotan rápidamente tras ponerse a la venta. Son muchas las compañías que se hacen con múltiples pasajes y eso convierte la compra online en una misión “casi” imposible. Nosotros decidimos olvidarnos de ello y fue Irene, de Youlan Tours, la encargada de reservarlos. Afortunadamente no hubo ningún problema o error en nuestros datos y Sherry se hizo con ellos en pocos minutos.
Con los flamantes billetes del tren de las nubes en nuestro poder, arrancamos en ese mismo momento la visita del monasterio Kumbum, uno de los mayores atractivos de la provincia de Qinhai.
Monasterio Kumbum y la secta de los gorros amarillos: Tsong Khapa
Uno de los monasterios tibetanos más venerados fuera de Tíbet y que se encuentra a unos 27 km de Xining. Se construyó en el siglo XVI para venerar a Tsong Khapa, fundador de la secta budista Geluppa en el siglo XIV, los conocidos como “gorro amarillo”. Tsong Khapa, el nombre que hasta entonces no habíamos oído y que a partir de entonces se convirtió en uno de los que más escucharíamos durante el resto de viaje por Tíbet. Aquí fue donde nació y aquí fue donde se edificó el monasterio que terminó por albergar unos 3500 monjes y devotos. Actualmente mantiene 700 monjes viviendo, el más joven con siete años.
La secta de los gorros amarillos tibetanos es conocida como nueva escuela y sus doctrinas parecen más modernas que la de sus antecesores. Una particularidad de la religión budista es que permite la interpretación de las escrituras por parte de sucesivos maestros de prestigio, lo que ha ido desembocando en distintas ramas de la religión común traída de la India. Otras escuelas y sectas del budismo tibetano o Vajrayana son los Nyingma o gorros rojos del siglo VIII, los Kagyu o gorros negros del siglo IX y los Sakiapa del siglo XI, en realidad maestros del budismo que comparten con sus discípulos su interpretación de las lecturas generando nuevas escuelas sucesivamente. Estas serían las cuatro principales escuelas, y tan solo la de los geluppa considerada como nueva. Además, varias generaciones de Lamas han nacido en la provincia de Qinghai de ahí la importancia del lugar.
Su fundador, Tsong Khapa, era un estudioso budista, filósofo, pensador y reformador religioso. En 1409 con la ayuda financiera de los aristócratas del régimen local de Pagri, construye el monasterio de Ganden, 30 kilómetros al nordeste de Lhasa, para promover su disciplina. Tras ello progresivamente logró la supremacía de la escuela geluppa. Los seis grandes monasterios de la secta son Ganden, Sera y Drepung de Lhasa, Tashilunpo de Shigatse, Tar de Qinghai y Lapleng de Gansu. Los visitaremos todos salvo el último en este recorrido.
Sin lugar a dudas un compendio de saber al que sólo nos asomamos en pinceladas y del que esperamos ir aprendiendo más a medida que avance nuestro viaje por el Tíbet.
Lo primero que nos llama la atención es la ausencia de turismo extranjero. Ningún cartel en inglés, salvo un mapa a la entrada, lo que nos da una idea de lo difícil que debe ser llegar hasta aquí sin ayuda de un guía. La visita del monasterio comienza por la imponente puerta Zhongshan.
A partir de ahí comienza la procesión de los fotogénicos monjes ante nuestros insaciables objetivos. Tras la puerta, ocho estupas representan el camino de buda hasta la iluminación, los distintos motivos en colores se tornan en blanco hacia el final de su vida en la pureza.
Una mayor estupa de planta cuadrada o chorten para los budistas, al poco de entrar representa la simbología del budismo en sus niveles superiores: la luna y el sol en la parte superior son el cielo y el espacio, la aguja es el fuego, la cúpula es el agua y la tierra en la base cuadrangular. Hay muchos más símbolos en los chorten como los 13 discos de la sombrilla ceremonial que representan las ramas del árbol de la vida. El chorten representa así el camino hacia la iluminación y en su interior se conservan numerosas reliquias y textos sagrados, motivo por el que muchos han sido saqueados.
Frente a esta gran estupa, el primer hall, el que protege a Buda. En su interior no se pueden tomar fotos, al igual que en el resto de recintos. Un patio interior en el que sobre el primer nivel se exponen animales disecados que protegen a Buda: osos, aguilas, yaks, lobos… todos con igual finalidad, al igual que las pinturas de las paredes.
Seguimos adelante. El Amitayus Hall o templo de la longevidad construido en 1717 que celebra la longevidad del Dalai Lama y en memoria de la madre del creador de la secta. Aquí acuden los budistas para rezar por la longevidad. Junto a los muchos turistas chinos que vemos “turisteando”, totalmente pertrechados protegiéndose del sol, son varios los budistas que cumplen con sus tradiciones. Las imágenes y las tallas de madera interiores resultan impresionantes.
Las entrada y salidas de todos los recintos, están flanqueadas por los tradicionales tambores de rezo que hay que girar en el sentido de las agujas del reloj. Y es que según nos va explicando Norbu, nuestro guía, existen tres formas de rezar para el budismo. Girar estos molinillos es una. Las otras dos son a través de la lectura y las banderas de oración que ondeando al viento, purifican el aire y apaciguan a los dioses. Hasta ahí parece sencillo, pero no nos engañemos, la religión budista exige en ocasiones de grandes esfuerzos personales. Un ejemplo es el circuito ritual que realizan al monte Kailash de 6714 metros de altitud, el más sagrado de Asia tanto para budistas como hinduistas. Durante tres días, rodean su base a modo de Kora, siguiendo de nuevo el sentido de las agujas del reloj, en un recorrido de 52 km con prostraciones en las marcas de Buda. Tras cumplir el ritual se logran expiar los pecados de toda la vida…
Subiendo una cuesta, moderada he de decir, la mayor de las salas, el Great Sutra Hall. Un grupo de mujeres reza en el patio con el duro ejercicio de tumbarse, arrodillarse y ponerse en pie repetidamente: la prostración. Cada budista lo debe repetir 100.000 veces en su vida y hay quien inicia el camino aquí hasta Potala (tres pasos andando y una prostración). Van marcando en sus manos el número de prostraciones que realizan con pulseras de semillas para llevar la cuenta. En cada uno de estos movimientos tocan mente, boca, corazón y tierra. Dudo que fuéramos capaces de hacer una serie de cinco seguidos.
La gran sala de lectura y estudio interior resulta igualmente impresionante. Los monjes se reúnen aquí dos veces al día para compartir sus conocimientos y debatir. En un lateral los libros que utilizan en una antiquísima estantería. La estancia daría para muchas horas de fotografía. Aunque construida en 1611 sufrió varias restauraciones y ampliaciones posteriores, siendo en 1776 cuando se cubrió con el techo sostenido sobre 154 columnas. A principios del siglo XX un incendio destruyó gran parte, siendo sustituidas las viejas columnas por 168 nuevas que se cubrieron con alfombras tibetanas que son las que luce hoy día.
Pasamos al Dhammapala Hall junto otros edificios, donde nació Tsong Khapa. Una imponente estupa interior cubierta de oro guarda el árbol y la foto del maestro. Fue el primero de los edificios construidos. Junto a este, el segundo más antiguo, el Maitreya Budhha Hall de 1577. En todos ellos las clásicas ofrendas de mantequilla de yak, velas fabricadas igualmente con esta mantequilla y los billetes por doquier. Cada una de las salas que pasamos supera la anterior.
La visita se nos lleva dos magníficas horas y media. Absolutamente, la visita del monasterio de Kumbum, justifica el viaje a Xining.
Al salir y sin haber comido todavía, unas patatas asadas que venden las mujeres a la puerta nos sirven de tentempié. De regreso a la ciudad, todavía 45 minutos.
Son las cinco de la tarde cuando nos sentamos a comer. Decidimos algo suave y Sherry nos lleva hasta el barrio musulmán donde comemos unos noodels. Por siete euros comemos nosotros, el conductor y la guía, en un lugar que debe ser lujo aquí.
Tras la comida y aunque no está incluido entre los servicios de la agencia, le pedimos que nos acerque a la mezquita a lo que accede sin problemas. Caminamos unos cinco minutos desde el restaurante.
Gran mezquita Dongguan
La entrada es más moderna y de grandes proporciones. Tan solo 10 años desde su construcción. Pero adentro y tras la gran plaza, la sala de oración, única estancia a la que no podemos acceder, con más de 600 años de antigüedad. De nuevo, una sorprendente mezcla de estilos islámicos y chino en su arquitectura. En el resto de la mezquita no tenemos ningún problema para la visita y los fieles no se muestran demasiados extrañados con nuestra presencia. El gran salón de oración cuenta con una gran capacidad (hasta 3000 personas) y leemos que reúne hasta 50000 fieles en el rezo de los viernes. Con más de 80 mezquitas en la ciudad ésta pasa por ser una de las más importantes de China.
Bajamos después de visitarla por una calle comercial del barrio, justo tras la mezquita, una especie de mercado rebosante de actividad a estas horas. Carnicerías, panaderías, coloridos puestos de frutas, especias y frutos secos… y la gente que no se molesta con nuestras fotos. El sol cae y un molesto aire frío hace su aparición.
Cerca de las siete de la tarde llegamos al hotel donde dormimos esta noche.
El hotel contratado en Xining es el Xining Qinghai New Times Hotel, un hotelazo al que no estamos acostumbrados en nuestros viajes. Un rato después de descargar nuestras mochilas nos lanzamos a dar una vuelta por Xining. Estamos en el centro y aprovecharemos para hacernos con algo de comida y agua para el viaje de mañana en el tren. De nuevo nos encontramos con una ciudad limpia y cuidada en los jardines y alrededores del río. Sorprende su tranquilidad a pesar de ser sábado noche aunque los restaurantes que cruzamos están a reventar. Una vez más grandes edificios cargados de neones. Como toda China, o eso creemos, 100% segura.
Hace frío y después de hacernos con galletas, algunas bolsas de patatas, frutos secos y papel higiénico… buscamos cobijo donde cenar. Llegamos caminando hasta una de las principales avenidas de Xining, rodeada de grandes centros comerciales y tiendas de firmas. La intersección entre Chang Jiang Road con West st, junto al parque de Central Square. Pasamos un Kentucky como lo más occidental que vemos y resistimos la tentación. Pero más adelante un Pizza Hut al que no podemos resistir. Ya habrá tiempo de aquí en adelante ¡de momos y mantequilla de yak!
Vuelta al hotel y a ponernos al día en redes. Nuestro router mifi funciona a la perfección. El VPN que salta las restricciones del gran cortafuegos chino se hace de rogar en ocasiones…
Si has llegado a Xining y quieres emprender un tour completo que te lleve a las principales atracciones en un tour privado, tal vez también te puede interesar echar un vistazo a las opciones que ofrece Get Your Guide, la mejor app para buscar tus excursiones y visitas en cualquier destino. Haz click aquí y echa un vistazo.
Domingo 9 de Septiembre de 2018
Amanece lloviendo… Para hoy y antes de subirnos al tren camino de Lhasa esta tarde, el plan es alcanzar las cercanas montañas Riyue y al lago Qinghai. Sobre las 9 de la mañana nos recogen, así que aprovechamos para organizar la mochila preparando una más pequeña de mano con lo básico que necesitaremos en el tren. En el pequeño espacio que queda en el compartimento de las “camas duras”, no es cuestión de abrir y cerrar las mochilas muchas veces. De nuestra experiencia en el Transiberiano ya nos convertimos en expertos de viajar en tren.
Bajamos a desayunar. Está incluido pero enseguida nos damos cuenta de que estos buffet de desayuno chinos no nos apañarán. Al menos siempre hay un buen café que echarse (el que preparamos con nuestra súper cafetera portátil de viaje…, seguramente el mejor regalo que le puedes hacer a tu amigo viajero adicto al buen café).
El trayecto hasta nuestra primera parada, en el lago Qinghai es de algo más de dos horas, nos separan 150 kilómetros. La carretera es buena pero nuestro conductor extremadamente prudente. Rara vez supera los 80 km/h. A medida que iniciamos la subida nos vamos dando cuenta de lo inhóspito y lo duro que debe ser la vida en estos parajes. Difícil alcanzar a entender la rivalidad patente por la posesión de este territorio entre chinos y tibetanos. Una tierra infértil a nuestros ojos pero, sin lugar a dudas, petróleo, minerales y una enorme reserva de agua, la mayor riqueza con la que puede contar un país lo justifican.
Y si de agua hablamos, nosotros vamos hidratándonos con frecuencia durante todo el trayecto. La mejor de las maneras de combatir o al menos, minimizar los efectos del mal de altura: la hidratación. El conductor nos dispensa botellines de los que vamos haciendo cuenta. La peor de las consecuencias, la necesidad periódica de un baño donde aliviar las vejigas y, tened por seguro, que las instalaciones disponibles no serán un ejemplo de limpieza…
Arriba, el día aparece más despejado que en la ciudad. Se mantiene una fina neblina que se posa sobre la tierra yerma, amarillenta en esta época del año. Sherry nos habla del cambio de colores de estas montañas en la primavera y del color verde que lucen en esos meses. Las nubes se mantienen amenazadoras sobre las cumbres. Comenzamos a tropezarnos con los primeros pastores tibetanos, fuertemente abrigados y los primeros rebaños de yaks.
Al mediodía llegamos al centro de visitantes. Un complejo con un enorme parking de visitantes. El precio por entrar al área escénica a donde llegan todos los turistas, 100 yuanes. Es Domingo y hay bastantes turistas chinos. Algunos de ellos han llegado en bicicleta, cosa que es habitual según nos cuenta Sherry. No vemos ni un solo occidental. Tomamos un camino de unos 15 minutos caminando hasta el lago Qinghai. Para el que se los quiere ahorrar, hay pequeñas motos eléctricas de tres ruedas por 20 yuanes.
Lago Qinghai
A 3200 metros de altura, traducido como el mar azul del mongol, se trata del mayor lago salado de China. Paraíso de ornitólogos, es un punto fundamental en la migración de gran parte de las aves que cruzan Asia. La península de los pájaros al nordeste, es el mejor lugar en este sentido. Leemos que algunas de las especies que emprenden su largo viaje migratorio han llegado a ser avistadas volando a 10000 metros de altitud. Internacionalmente es también conocido por una competición ciclista que lo circunvala anualmente, unos 160 km de recorrido.
En el lago, una isla sirve de morada para un grupo de monjas, entre 35 o 40, solo mujeres, que habitan un monasterio budista. Una única vez al año se desplazan en busca de abastecimiento.
Envuelto en las montañas Riyue se trata de un lago sin salida al océano. Sus aguas trasparentes han dado lugar a gran cantidad de leyendas con el paso del tiempo entre las poblaciones que por allí han pasado. Hoy día, esta característica es aprovechada por visitantes para conseguir fotografías en días despejados con el reflejo de sus aguas.
La excursión termina por no parecernos demasiado interesante y el complejo allí montado, lo que venimos llamando “una chinorrada”. Restaurantes, tiendas, algún barquito para navegar por el lago, selfies, paloselfies, posturas imposibles y hasta un sinfín de motos eléctricas con las que pasear. Seguramente otros extremos de la orilla del lago tienen más atractivo.
Antes de comenzar el retorno a Xining, comemos allí mismo. Un restaurante musulmán de nuevo, donde probamos el cordero de la zona y unas patatas especiadas y picantes que nos terminan por gustar (154 yuanes, unos 20 €, lo que nos parece caro).
De vuelta y creemos que buscando la propina, nos plantean alguna parada para tomar alguna foto del lago. En algún lugar improvisado y con mucha mejor luz que está mañana, la panorámica mejora. Sherry y el conductor aprovechan también la buena luz para tirar sus fotos y este último para tomarse algunas selfies con nosotros… En los lados de la carretera, algunos pastores se apostan con sus yaks ornamentados para la ocasión, buscando la fotografía y la consecuente propina. Que diferente modo de vida al de sus antepasados, pienso…
El conductor sigue con su tónica de “no pisarle” y hacemos tramos a poco más de 40 km/h, algo desesperante… Nos adelantan furgonetas, autobuses y, ni que decir tiene, los carrazos de chinos adinerados que siguen la misma carretera. La verdad es que terminamos por reírnos un buen rato de la situación.
Hemos superado con nota los 3000 metros de altitud.
Cerca de las tres horas después, desde que empezamos el regreso a la ciudad, llegamos por fin a Xining. A diferencia de esta mañana, luce el sol. Unas últimas compras, agua fundamentalmente y preparados para subirnos al tren. Nos hacemos con tres litros para cada uno. La experiencia que leemos en el post de Viajeros Callejeros y los “simpáticos chicos” del restaurante del tren, nos convence de que mejor llevar el agua.
Todavía con dos horas por delante, damos una vuelta por el centro de la ciudad, la zona donde cenamos anoche, que merece la pena para un paseo. Bajamos a Central Square y disfrutamos un rato del sol y el buen ambiente a estas horas. Echamos un par de cafés expresos, con mucha suerte, conseguimos encontrar un sitio y ¡que nos entiendan!
Aprovechamos algún cajero en la ciudad para hacernos con efectivo con nuestra N26 antes de adentrarnos en Tíbet…
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2 comentarios en “Xining, nuestra primera escala de camino al Tíbet”
Hola,la verdad que tiene que ser un lugar fascinante.
Con diferentes culturas y etnias,y un lugar que parece que no pasa el tiempo por ahí.
Felicidades por el post.
Muchas gracias por tu comentario y por leernos. La verdad es que es uno de esos sitios donde todavía no ha llegado el turismo occidental en masa y es una gozada visitarlo. Atractivos no le faltan desde luego. A partir de ahí comenzó nuestro viaje por Tíbet. Espero os guste el relato y la recomendaciones.