Hace años me llamó la atención la noticia en la que las iglesias de madera de Maramures habían sido incluidas en la lista de los monumentos rumanos considerados por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad. La curiosidad me llevó a interesarme por la región y el país, descubriendo otra de sus joyas también Patrimonio de la Humanidad: los monasterios pintados de Bucovina. A esto se añadió la enigmática admiración por la misteriosa y mágica Transilvania tras haber leído el libro “La Historiadora”, con la historia de Dracula como telón de fondo, lo que hizo que apuntase a Rumania como posible destino de uno de nuestros viajes, hasta que en julio de 2013 decidimos realizar un recorrido por ella. Comenzamos por la región de Maramures, donde retrocedimos en el tiempo cerca de 40 años en mi Galicia natal, para recorrer una Rumanía muy rural y poco modernizada. Posteriormente el viaje nos llevo a Moldavia, donde el regreso al pasado nos llevo a la época comunista salpicado de los impresionantes monasterios de Bucovina, y para al final terminar con la no tan misteriosa Transilvania, que al final fue la más moderna y europeizada región durante nuestra visita, aunque no por si menos atractiva. Este es el diario de viaje de esos 9 días en Rumanía.
La visita de REGIÓN DE MARAMURES
Maramures es la región más al norte de Rumania, formando la frontera con Ucrania. Al viajar a este lugar, lo que buscábamos era volver a un pasado cercano, circulando por pequeños pueblecitos donde el tiempo se ha parado hace más de 100 años, en los que la gente continúa viviendo de la agricultura, en sus casas de madera con sus puertas ricamente talladas. Lo ideal para disfrutarla tranquilamente es pasar dos días con sus noches en ella (nosotros no disponíamos de tanto tiempo), y así se puede recorrer disfrutando de los pequeños detalles en los patios de las casas: los pozos de madera, las ruecas de hilar, los cobertizos y establos, los pajares, etc. Los alrededores de los pueblos están salpicados de campesinos, ataviados con sus ropas tradicionales, realizando las tareas del campo, sobretodo la siega y la recogida de la hierba, por lo que es frecuente encontrar en la carretera carros y carretas tiradas por caballos, que trasportan madera y paja.
Esta región estuvo dominada por los húngaros durante muchos años, hasta que sufrió las invasiones tártaras que terminaron en el siglo XVIII, en 1717, en la batalla del puerto de Prislop. Hacia esa fecha se construyeron numerosas iglesias de madera para celebrar la retirada final de los tártaros. Ocho de estas iglesias están declaradas Patrimonio Mundial de la UNESCO (Barsana, Budesti, Desesti, Ieud, Plopis, PoienileIzei, Rogoz y Surdesti), aunque la región esta plagada de ellas. Esta es otro de los motivos que nos llevaron a recorrer esta región.
La capital de la región es Baia Mare, que se encuentra a unas dos horas en coche de Cluj, por una carretera bien asfaltada pero plagada de pequeñas localidades que limitan la velocidad a 50 Km/h. Nuestro primer objetivo era ver la iglesia de Surdesti, y su vecina, la de Plopis, por lo que al llegar a Baia Sprie, cogimos el desvió, bien señalizado, que nos dirigió hacia Cavnic y luego solo tuvimos que seguir el cártel verde de “monumento histórico” para llegar hasta ella..
Esta iglesia, que posee una de las agujas más altas de esta región, fue erigida en 1724, y como casi todas las de esta zona pertenece al rito católico oriental, es decir uniata. Las iglesias están hechas con troncos gruesos, y por dentro son bastante pequeñas y oscuras, y pintadas con escenas bíblicas. Las más características tienen una torre alta sobre la entrada y un tejado macizo que parece empequeñecer al cuerpo principal de la iglesia. En la mayoría de ellas, para poder visitar el interior hay una hoja en la puerta de entrada con el número de teléfono del rumano que tiene la llave. Hay que tener en cuenta que no suelen acudir más tarde de las 17:00 horas y que la mayoría no hablan ingles, por lo que una vez los llamas por teléfono, no sabes si van a venir a abrirte o no.
En esta primera, había un grupo de moteros que acababan de visitarla por lo que se la chica que encargada de abrir la puerta se encontraba allí y no tuvo ningún inconveniente en dejarnos entrar. Las pinturas del interior no se encontraban en buen estado, pero la antigüedad del sitio y la decoración, totalmente extraña para nosotros, le confería una áurea que hizo la visita más interesante. No dejan hacer fotos en el interior, pero también es verdad que no cobran entrada por visitarla, pero se puede dejar un donativo para ayudar a conservarla.
La siguiente en nuestra lista era Plopis, que se encuentra en una aldea perdida a escasos 2 kilómetros de la anterior, también señalizada por el cártel verde, que solo se ve si vienes en dirección contraria a Surdesti. También apartada como la anterior, tuvimos mucha suerte al llegar: por la puerta estaban saliendo tres alemanes y a continuación entramos nosotros. En esta, también sin pagar por visitarla, nos dejaron hacer fotos sin problemas, por lo que la fusile completamente.
Retrocedimos hasta alcanzar la carretera que nos lleva a Cavnic, y continuamos conduciendo hasta alcanzar Budesti. Una vez se llega a este pueblecillo hay que coger la carretera en dirección a Calinesti, y en su centro, hay un cartel verde que indica el camino hacia la iglesia de Susani, que como en la anteriores, una pareja de rumanos la estaban visitando, por lo que entramos en su interior y le hicimos fotos, pero hay que tener en cuenta, que, siguiendo la carretera principal, a mano izquierda, se encuentra la que se considera patrimonio de la humanidad, que es la Iglesia de Josani, construida en 1643, y que posee cuatro torrecillas alrededor de la aguja principal, lo que indica su papel de justicia local. Al entretenernos visitando la anterior ya llegamos pasadas las 17:00, por lo que no pudimos ver su interior.
Continuamos por la carretera que pasa por Sarbi y Calinesti, apacible carretera, llena de casas de madera con sus propietarios realizando todo tipo de trabajos rurales alrededor de sus ornamentadas puertas que son muestra de estatus y riqueza. Originalmente las construían para guardarse del mal, por ello se tallaban serpientes, aves o caras, que los protegían contra los espíritus. Pasamos por Sighetu Marmatiei dirección Sapanta, para ver el curioso cementerio alegre. La peculiaridad de este cementerio reside en que sus lápidas están adornadas por cruces de madera pintadas de azul (color de la esperanza y la libertad). En la parte superior están escritos ingeniosos epitafios y escenas pintadas que cuentan parte de la historia del fallecido. Esta moda la comenzó en 1935 el tallista Stan Patras, que ahora se encuentra enterrado bajo una de sus cruces. La entrada costaba 5 lei, y 10 más por hacer fotos. Es curioso, pero tampoco es algo impresionante, por lo que si no se dispone de mucho tiempo podemos prescindir de esta visita.También hay una iglesia,de piedra, que están reformando en el mismo recinto y se puede visitar.
Para terminar el día retrocedimos hasta Vadu Izei, donde dormimos en Casa Muntean, recomendación de la Lonely P.
Al día siguiente, tras un buen desayuno en la pensión, comenzamos el camino hacia el este, para visitar las iglesias que nos quedaban y salir de Maramures hacia Moldavia (Moldova).
La primera parada la hicimos en la Iglesia de madera de Barsana, que se encuentra señalizada por el característico cartel verde cerca del centro del pueblo. Tras subir unos 50 metros, atravesando el patio de un par de casas, alcanzamos el cementerio con la iglesia en el medio de él. Había una chica en la puerta que enseñaba el interior y vigilaba para que no se hiciesen fotos de unas pinturas estaban bastante bien conservadas. A la salida del pueblo se encuentra el famoso y visitado monasterio ortodoxo de Barsana. Tras pagar por hacer fotos (la entrada es gratis) se entra en un recinto con flores bien cuidadas y rodeado de edificios blancos donde residen las monjas y realizan sus actividades diarias.
Proseguimos la ruta, hasta el siguiente pueblo con iglesia de madera reseñable, que era Rozavlea. Al entrar en él, vimos la aguja de una iglesia que nos llevo hasta su entrada, pero cuál fue nuestra desilusión, al darnos cuenta que no era la inscrita como patrimonio de la humanidad, si no que era una recién construida, que estaban preparando las paredes para proceder a ser pintadas. Tuvimos suerte y los obreros que estaban allí nos dejaron pasar a su interior y hacer fotos, incluso hasta el altar, aunque no estaba de todo terminado. Luego nos indicaron que la iglesia antigua estaba más adelante, en la carretera que cruza el pueblo. Al llegar a esta, tuvimos que llamar al número de teléfono que estaba escrito en la puerta, y a los 10 minutos acudió un adolescente rumano, que no hablaba ingles, y nos abrió la puerta de la iglesia tras abonar 4 lei por persona. En el interior de esta iglesia, consagrada a los arcángeles Miguel y Gabriel, se conservan pinturas en un estado no muy bueno, estando llena de andamios para su restauración.
La siguiente parada era Botiza, un pueblecillo a unos 3 km al sur, con una iglesia antigua (1694) mal conservada y en proceso de restauración, con escasas pinturas en su interior, en cuyo recinto han construida una iglesia nueva ortodoxa. Por un camino de cabras conseguimos llegar a Poienile Itzei, donde se encuentra otra de las iglesias patrimonio de la humanidad. Construida en 1604 en un bonito entorno, en una ladera que desciende hasta un riachuelo cruzado por un puente que comunica el cementerio con una iglesia ortodoxa. Estaba cerrada y como era hora de comer, no quisimos molestar al encargado de las llaves, por lo que no vimos su interior.
Por último, nuestra visita turística a Maramures, terminó con la Iglesia de madera de Leud. Es la más antigua, mencionándose ya en el año 1365. Situada en una colina en el centro del pueblo, rodeada por un cementerio repleto de tumbas, pudimos comprobar cómo los sepultureros estaban ampliando el espacio. La iglesia estaba cerrada y como no disponíamos de mucho tiempo, no llamamos para que nos abrieran.
Una vez finalizado nuestro periplo por Maramures, abandonamos esta región por la carretera de montaña que cruza el paso de Prislop y así entramos en Moldavia, donde nos esperaban los Monasterios pintados de Bucovina. Esta carretera es bastante mala, con grandes agujeros en el asfalto que impide, en numerosos tramos, circular a velocidades mayores de 50 Km/h, hasta que se alcanza E576. Nuestro objetivo era dormir en Suceava, por lo que nos chupamos más de 4 horas en el coche hasta llegar a nuestro destino…
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Primera Parte: Marumares y las iglesias de madera Segunda parte: Moldavia y los monasterios de Bucovina Transilvania, la historia y los castillos rumanos La escala del Orient Express de Jaume y Pedro La visita de Bucarest y Brasov La escapada de cuatro días de David a Bucarest y alrededores Lo mejor de Bucarest y los castillos de Peles y Bran Nuestro fin de semana en Bucarest |
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4 comentarios en “Viaje por Rumania: Maramures (1ª parte)”
Brutal informacion descomunal enhorabuena vsoy un viajero con 34 países y lo pongo en el punto de mira,gracias
Tendré que ir pensando cuando visitar Rumanía… Gracias.
Espero el viernes que viene, no sólo para continuar el cuento, sino para los datos prácticos: me mola Rumanía.
Besos
Para mi un país desconocido turísticamente pero atractivo tras leer vuestro viaje. Desde luego después de descubrir vuestras fotos y recorrido, cada vez me convenzo más de que siempre quedan sitios por descubrir. Gracias por compartirlo en viajefilos!