Viaje al Tibet: Entre Lhasa y Gyantse

¡Aquello era dormir! Menudo gusto de cama, de noche y de hotel. Así se podía afrontar de nuevo lo que quedaba de viaje que no era poco. Después de visitar Lhasa en dos días y disfrutar de un dura ruta por los monasterios de los alrededores de Lhasa, por delante comenzaba nuestra semana recorriendo la carretera de la Amistad desde Lhasa hasta Katmandú. Siete días viajando por Tíbet en uno de las rutas más fascinantes para cualquier viajero. Los mejores monasterios y los mejores paisajes de Tíbet nos aguardaban.

Así fue nuestra ruta por Tíbet, perfectamente organizada por Youlan Tours a nuestro gusto y aquí todos los artículos que le dedicamos a este maravilloso viaje con las recomendaciones para organizar un viaje a Tíbet, todos los datos de interés de nuestro viaje y la ruta y escalas de nuestro recorrido por Tíbet:

Recorrido de 16 días a través del Tíbet, la distancia entre Lhasa y Katmandú
Recorrido de 16 días a través del Tíbet, la distancia entre Lhasa y Katmandú con Youlan Tours

Lunes 17 de Septiembre de 2018

Y tan a gusto estuvimos que hoy salíamos a las 9:30, tratando de aprovechar al máximo las instalaciones del hotel, café incluido. Nos dirigíamos hacia el valle de Yarlung un lugar con demasiados atractivos, el lugar donde se supone el origen del Tíbet y que bien puede merecer más de un día para recorrerlo. Para nosotros solamente era posible disfrutar de un día en la zona, un día en el que visitaremos: el monasterio de Tamdruk en Tsetang y el primer palacio del rey Yumbu Lhakhang para llegar hasta Samye donde dormir en su monasterio.

Y ¿porque se supone el origen del Tíbet en la zona? La leyenda cuenta que en la montaña Hepo Ri del valle de Yarlung, un mono que andaba meditando, manifestación del Buda compasivo se casó con un ogro y tuvieron seis hijos: tres varones y tres mujeres que terminaron por casarse entre ellos y dieron lugar a toda la población tibetana. Y de ahí el origen del Tíbet.

Entre esta y otras leyendas que Norbu nos va contando, enfilamos el camino hacia Tsetang, la cuarta ciudad más grande del Tíbet. Una moderna autovía ha suplantado el tradicional camino que sigue la carretera de la Amistad, que enlazaremos realmente en Shigatse. Pasamos un enorme túnel de pocos años de construcción que nos asoma al aeropuerto y a la enorme cordillera del Himalaya. A nuestra derecha circulamos junto al río Yarlung Zangbo, considerado el más alto del mundo y que deja un hermoso paisaje abriéndose en múltiples brazos que alternan el flujo de sus aguas y pequeñas dunas propias de un árido desierto.

Desde luego, las infraestructuras chinas han mejorado el acceso a esta parte del país. Otra nueva línea de tren que enlazará con Chengdú está en marcha. Las consecuencias de esta facilidad en el transporte de gente y mercancías están por ver. Pasamos de largo Samye donde volveremos a dormir esta noche.

Ya cerca de Tsetang, en la carretera, un control policial donde Norbu vuelve a tener que presentar pasaportes y permiso de entrada. Habíamos leído que en esta zona son frecuentes este tipo de controles y se han limitado mucho las visitas por este motivo. Sin mayores contratiempos salvo los minutos que perdemos, para el mediodía estamos en la ciudad. Antes de comenzar con nuestras visitas, debemos pasar por un enorme edificio policial donde junto a Norbu, nos hacen rellenar más papeles y obtenemos más sellos. Norbu me explica que certifica, de nuevo, nuestra ruta y que no será el último trámite en nuestro viaje. Veo que paga 100 yuanes por los nuevos sellos. Abajo, en el patio del complejo policial, un grupo de agentes entrena técnicas de ataque…

A unos 15 km de la ciudad el palacio de Yumbu Lhakhang. Antes de visitarlo, justo bajo la montaña donde se ubica, aprovechamos un local para comer algo. Un par de platos de arroz con vegetales y dos Coca Colas por 40 yuanes (5 €). Estamos comprobando que cuando se trata de un local regentado por chinos han, nos cobran bastante más…

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Palacio del rey Yumbu Lhakhang

El palacio se considera el más antiguo del Tíbet (más de 2000 años según algunos textos), si bien la restauración que se contempla es de 1982. En el momento de nuestra visita se encontraba de hecho reformándose en su interior y solo pudimos visitar el exterior del mismo. El mito cuenta que el rey descendió de los cielos y fue reconocido como monarca por el pueblo surgido del matrimonio entre el mono y el ogro, el pueblo tibetano. El rey fue el primero que trajo una escultura budista, una estupa budista y escrituras budistas a su palacio en el siglo VII, cuando todavía se practicaba la religión bon. Para conseguir entender las antiguas escrituras, escritas en sánscrito, mandó varios niños a India para formarse. Tan solo volvió uno, que tras años de meditación, consiguió traducir los textos budistas al tibetano. Este es también el origen de la religión budista tibetana.

Aunque previamente fortificación, hoy es utilizado como capilla por los monjes. Si bien el edificio impresiona por su localización sobre un risco, no es de gran tamaño y cuenta con una aparente gran torre que tan solo es de 11 metros de altitud.

Subimos un tramo de la empinada escalera pero a mitad camino desistimos. Tampoco podríamos visitar el interior como digo, y las vistas son suficientes a donde llegamos.

Tras este pequeño paseo y con un sol de justicia, volvemos hacia Tsetang para visitar el monasterio.

Monasterio de Tramdruk

A unos 7 km se trata de uno de los primeros monasterios tibetanos, construido en el siglo VII, en plena monarquía del rey Songtsen Gampo. En el siglo XIV fue ampliado durante los reinados del cuarto y quinto Dalais. Lo primero que nos llama la atención es su localización, totalmente en llano, al contrario de lo que nos tenían acostumbrados los de los días previos, sobre altas montañas. Solo viven 20 monjes. Tras cruzar un patio y pasar tras los cuatro guardianes pasamos a la sala de reunión. La estructura es muy similar al monasterio de Jokhang. Las figuras interiores vuelven a ser las más habituales y veneradas y que poco a poco vamos consiguiendo distinguir. Todavía nos costaría una vida acercarnos al conocimiento de Norbu. Alrededor las habituales capillas y un gran mural que circunda el patio con imágenes que representan, de nuevo, la vida de Buda. La capilla más importante, la que contiene estatuas del rey Tsong Khapa, las dos esposas y sus dos hijos.

Una vez en el patio superior, definitivamente nos recuerda al Jokhang. En este edificio superior, dos thangkas originales, uno realizado con 29000 perlas, turquesas y corales y otro tejido por la princesa china, esposa del rey. También una estatua original del gurú Rimpoche, traído desde su lugar de meditación en la montaña. Probablemente las piezas más importantes del monasterio.

En la última de las estancias presenciamos la lectura de un antiguo sutra con cánticos de un monje que se acompaña de un viejo tambor y un par de grandes platillos. La escena resulta impresionante.

Para las tres, volvemos rumbo al magnífico monasterio de Samye. Antes de llegar, nos desviamos de la autovía y hacemos una parada en un mirador repleto de banderas de oración y asomado al enorme río Yarlung Zangbo. Poco a poco, subimos y bajamos por la carretera que se va rodeando de las grandes montañas tibetanas, salpicadas de enormes dunas de arena, peculiares en el paisaje que nos ocupa.

Monasterio de Samye en Tíbet

Monasterio de Samye 

Si Tramdruk fue el primer templo budista en Tíbet, Samye fue el primer monasterio. El primer lugar de Tíbet que albergó monjes, allá por el siglo VII. Rodeado de dunas de arena y grandes montañas fue el lugar de instauración del budismo en Tíbet.

Su construcción en forma de gran mándala, mezcla varios estilos arquitectónicos: tibetano, indio y chino. El monasterio sufrió en numerosas ocasiones su destrucción en los primeros años, pues la población era seguidora de la religión bon y no aceptaba el budismo. De los 108 edificios iniciales quedan muchos menos, aunque sigue en restauración continua. La sala principal representa el monte Meru, el centro del universo, alrededor del cual están los océanos, continentes y otros elementos de la cosmología budista.

Nada más entrar en el recinto principal, la sala de oración. Tras una vuelta en su interior, cruzamos hacia el edificio posterior. La entrada está presidida por una gran campaña donada por la madre del rey. Aquí está la auténtica y gran sala de oración. El edificio cuenta con tres plantas, las dos inferiores originales, con estilos tibetano y chino. La tercera, aunque ha sido restaurada, sigue el estilo indio original. En la sala de reunión y estudio de aprecian estatuas de los maestros de las principales escuelas, cuyos monjes conviven hoy día en el monasterio.

Las puertas y murales de la sala inferior son realmente impresionantes y con más de 1200 años de antigüedad. Al igual que los grandes mandalas del techo que aparecen quemados y se tratan de restaurar. El cuerpo de Buda Sakyamuni del espacio central es original, de piedra, la cara hubo de ser reconstruida. Alrededor los enormes budhishavas, figuras de maestros a punto de ser Budas. Solo por ver esta sala, merece la pena el viaje.

Subimos a la segunda planta, en madera y ladrillo y todavía conservada desde su construcción. Una sala de techos más elevados con murales originales y una gran figura de Padmasambhava, rodeada de flores de loto de oro y plata, reintroductor del budismo en Tíbet.

La tercera planta, fue reconstruida por el décimo Dalai y sigue un estilo indio en madera. Menos impresionante, alberga los cuatro Budas de los puntos cardinales y uno más, el Buda del centro.

Desde la terraza superior se divisan las cuatro estupas que rodean el edificio principal de Samye. Cada una de un color y proporciones considerables: blanca, verde, negra y roja. Bajando, una última sala con antiguos objetos de la época. Una foto de la persona que los escondió para evitar su expolio y después devolvió aparece en la sala.

Terminamos la visita y la propuesta de subir caminando hasta una colina vecina para tomar fotos de todo el monasterio no nos convence. Así que junto a Norbu, nos vamos al alojamiento del monasterio.

¡Y esto es otra cosa! Una habitación de lo que en este país sería un hotel de tres o cuatro estrellas. Nada que ver con el alojamiento en los monasterios de Reting o Tidrom. Así que, aliviados, sacamos las cosas necesarias de las mochilas (aquello que no nos atrevimos a hacer en Tidrom…).

Un ratito y salimos a aprovechar el sol del atardecer. Las calles están más animadas y limpias y la gente que hay está junto al templo. En una esquina pedimos una cerveza y nos paramos a observar. Pagamos seis yuanes por la Lhasa grande cuando una espontánea se sienta con nosotros… Sin enterdernos y con tan solo sonreirnos y por señas, pasamos un rato divertido con la señora.

Y pasadas las ocho, cuando los fieles siguen dándole vueltas al templo, cuando los monjes salen en masa del mismo, y cuando el sol comienza a esconderse… nos retiramos a la habitación a echar el rato. La noche comienza a refrescar.

De aquí en adelante entrábamos en la provincia Tsang y cruzando el Tíbet hacia el este visitaríamos algunos de los puntos más destacados de este viaje. La carretera de la Amistad nos llevaría hasta las ciudades de Gyantse y Shigatse o a algunos de los grandes monasterios del país como Tashilumpho o Sakya, además de terminar con el plato fuerte de nuestro recorrido: dormir en el campamento base del Everest antes de cruzar la frontera hacia Katmandú.

En la provincia de Tsang se concentró el poder político entre los siglos XIII y XV, y Sakya pasó a ser el epicentro del poder tibetano. El ascenso de los geluppas fue el detonante para la vuelta del poder hacia el este, a Lhasa, quedando de nuevo la provincia de Tsang en un segundo plano pero con una indiscutible importancia.

Martes 18 de Septiembre de 2018

Tras una buena noche nos levantábamos camino del lago Yamdrok. No teníamos agua caliente en el hotel así que echamos adelante sin una añorada ducha. Ante las expectativas del desayuno habitual con noodels, dejamos a Dawa y Norbu con ello y nos fuimos a echar unas fotos en Samye. Con la luz de primera hora conseguimos nuevas fotos del templo principal y las estupas. A las 8:30 nos poníamos en marcha. Por delante unos 300 km y una de las jornadas más largas de carretera. Visitaríamos en el camino los templos Samding y Ralung para dormir en la ciudad de Gyantse.

El camino se convierte de inmediato en una maravilla al igual que en días anteriores. La escena se resume en lo siguiente: bordeamos el río más alto del planeta, el Yarlung Zangbo que pronto se unirá al Lhasa para alimentar al río Amarillo. Al azul de sus aguas se suma un intenso amarillo otoñal en los árboles de su ribera, al fondo las montañas de la cordillera del Himalaya y en el cielo, un día despejado con un azul intenso salpicado de fotogénicas nubes de algodón. Hacemos una parada para unas fotos que hacen entender de que hablamos.

En torno a las dos horas después de haber salido, llegamos a la oficina donde comprar los tickets que da permiso de entrada para el Lago Yamdrok. Ascendemos por la serpenteante carretera en busca del paso de montaña de Kambala. Antes de llegar, un mirador se ha convertido en un patético espectáculo donde los turistas chinos pelean por la mejor foto, sobre un yak, abrazado a un mastín tibetano o junto a una pequeña cabra local. Dan especial pena los fabulosos ejemplares de mastín tibetano que reciben algunos golpes para que mantengan la postura mientras el turista consigue su foto por unos pocos yuanes.

Pero desde aquí, seguimos ascendiendo. Unos paisajes infinitos y una carretera con precipicios, desaconsejada para gente con problemas de corazón. Llegamos al paso Kambala, a 4870 msm. Las vistas del lago Yamdrok resultan increíbles y lo que hemos leído sobre su color azul turquesa es totalmente real. Al fondo algunos sietemiles de la cordillera de los Himalaya, tras los que se encuentra Bután.

El Lago Yamdrok

Uno de los cuatro lagos más sagrados para el budismo tibetano. Su forma de escorpión y sus aguas azul turquesa (traducción de su nombre) son motivo de veneración para la cultura tibetana. De hecho el Kora que lo rodea puede llevar hasta siete días de peregrinación y es uno de los más realizados a pesar de que hablamos de una altitud de 4400 msm.

En los años noventa, una de las grandes afrentas del gobierno chino al pueblo tibetano y que puede dañar seriamente el ecosistema de este sagrado lago, se produjo tras la puesta en marcha de la mayor planta hidroeléctrica de la región autónoma de Tíbet. Los ingenieros, aprovechando la mayor altitud del lado respecto al río Yarlung Tsangpo, excavaron un túnel en sus profundidades por el que vacían el agua del mismo hacia el río, generando gran cantidad electricidad al salvar el desnivel. Siendo un lago sin salida ni ingresos, es posible que termine por vaciarse…

Confiando en que cierto grado cordura avance por encima de los planes expansionistas del gobierno chino, bajamos hacia la orilla del lago, donde tomamos más y más fotos embonados con los colores y reflejos de las aguas del Yamdrok. Ya cerca de Nangartse, a tan solo 10 km, visitamos el monasterio Samding que sin duda goza de unas vistas inigualables. Para que tengamos una idea de los pocos turistas que recibe, estamos totalmente solos al llegar y tenemos que esperar uno de los monjes para que nos abra.

Monasterio Samding

Creado en 1440 por Dorje Phagmo, el primer Lama reencarnado en mujer, traducido como “cerda de diamante”. Y lejos de malas interpretaciones, cuenta la leyenda que ante la invasión de ejército mongol, transformó a todos los monjes del monasterio en cerdos, de modo que pudieran escapar. Tras su destrucción, el edificio actual ha sido totalmente reconstruido.

Con Norbu guiándonos, subimos por el intrincado sistema de pasillos hasta los tejados del monasterio desde donde las vistas son magníficas. Bajamos de nuevo en busca del monje que nos abra la sala de reuniones, pero finalmente no conseguimos visitarla. La sala es conocida como salón tántrico, donde los monjes practican la meditación. De todos modos, contentos con las fotos y el rato, solos con los monjes, salimos del templo.

Se acercan las dos de la tarde y nos acercamos a la población de Nangartse donde comemos. Un restaurante con cartas en inglés y todos los pocos turistas europeos que han llegado hasta allí. Dos Colas, un arroz “tres delicias” y unos huevos con tomate por 80 yuanes (10 €, precio que es elevado en Tíbet). Supongo que el tipo del bar se ha hecho su fama entre los guías y cobra lo que quiere.

Tras la comida, de nuevo en ruta hacia Gyantse. Un nuevo paso de montaña, ahora el de Karola a 5020 msm junto al glaciar del mismo nombre. Paramos en la base del glaciar desde donde tomamos algunas fotos increíbles. Alguna de las familias que viven al pie del glaciar cosa que no acabamos de entender, se dedican ahora a pedir dinero por alguna foto. El único pero que se le puede sacar al lugar. Paseamos un rato sobre una pasarela hacia el glaciar. ¡Indescriptible!.

Glaciar Karola de Tíbet

Pero el tiempo se va echando encima y todavía queremos visitar en monasterio de Ralung antes de llegar a Gyantse. Desde aquí, aproximadamente unos 30 minutos, desviándose 5 km de la carretera principal.

Monasterio de Ralung

Igualmente destruido en la revolución cultural china, su origen es del siglo XIII y fue fundado por un miembro de una familia nómada de la zona, Gyalwang Drukpa. La leyenda cuenta que eligió este lugar tras recibir una señal de una cabra que depositó la leche en el lugar en forma de dos palabras sagradas. Pertenece a la secta de los sombreros negros. El actual gran maestro, el número 12 acabó exiliado en la India. El templo antiguo está cercano aunque en ruinas y se puede visitar. Junto a él, la parte reconstruida de no más de un par de años dice Norbu. Solo unos 12 monjes viven en el monasterio. Delante la sala de reunión y tras ella la capilla con grandes figuras de los más habituales: Sakyamuni, el Buda de la Compasión y Padmasambhava junto al creador de la orden.

El monje que nos acompaña se siente orgulloso con nuestra visita y se esfuerza en enseñarnos todas las estancias, incluso una más apartada en la que conservan unas sagradas y antiguas escrituras que se escondieron y se lograron mantener. También una de estupa con más de 500 años de antigüedad. La visita la hacemos solos y parece que no es mucha la gente que llega aquí.

Uno de sus grandes maestros, hace 400 años, salió a Bután para transmitir el budismo de la secta. Desde la terraza del monasterio, el monje (que creemos es uno de los maestros) nos enseña las increíbles vistas de la montaña y el lugar donde quedan los restos del antiguo monasterio. Sin duda una historia y una visita también muy interesante.

Son las cinco cuando tomamos de nuevo rumbo a nuestro destino final para esta noche: Gyantse, aunque todavía quedará tiempo para un nuevo e impresionante mirador sobre un lago artificial, el Manla.

Poco más tarde, un control antes de entrar a la ciudad y por fin en el hotel. Son las seis y media de la tarde, unas 10 horas desde que salimos de Samye… Nos alojamos en el Yeti, un hotel de los que aparece en las guías como de los mejores en Gyantse y no se equivoca. La habitación es enorme y limpia, cuenta con wifi y una sugestiva carta que dice “cocina occidental”.

No tendríamos mucho tiempo de visitar Gyantse. Por desgracia no dará tiempo a visitar el Kumbum, el mayor chorten de Tíbet con 32 metros de altura. Con 60000 habitantes y un 70% de población tibetana, probablemente hubiera merecido un día más. Así que, dado que tiempo teníamos el justo, echamos las mochilas y ¡nos lanzamos a conocer Gyantse!

Justo tras el hotel y con buenas vistas desde el restaurante del hotel, el imponente fuerte de Gyantse. Y este si que es de verdad imponente. Con cierto parecido al palacio de Potala y sobre un enorme risco, desde luego que impresiona. Habíamos leído algo sobre como los ingleses se apoderaron del mismo con cierta facilidad, pero al contemplarlo cuesta entenderlo. Probablemente luchaban con un ejército mucho menos preparado y sin duda, sin armas.

Damos un paseo por la calle principal, muchos comercios y modernos. Vemos cajeros, si bien hemos visto en poblaciones mucho más pequeñas en los días que llevamos de viaje. En general, una ciudad poco atractiva pero con dos reclamos turísticos que merece la pena conocer. Tal vez para mañana el Kumbum. Para hoy, ya tocaba una cerveza… Y el mejor lugar donde tomársela en Gyantse, el Yeti hotel. Se estaba muy a gusto en el bar del mismo.

Y tan arriba nos vinimos que acabamos por cenarnos ¡dos hamburguesas de yak! O eso creímos… Nos dimos cuenta al pagar que nos habían dado pollo por yak. En fin, eso y las cervezas por 90 yuanes (unos 11 €). Fin de la fiesta por hoy.

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Jose Luis Bauset
Soy Jose Luis, más conocido como Bau. Aquí compartimos nuestras experiencias viajando. Viajefilos es nuestro blog de viajes, donde todos aquellos adictos a viajar pueden buscar inspiración.

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