¡VA UNA DE MOTOS! Vietnam

Postal-Oscar-VietnamLa vida del motero guarro en Vietnam no es fácil, cada día no sabes lo que te puede deparar y más si vas montado en una vieja Minsk 125cc, una máquina terrible.

Vietnam es un país de cerca de 80 millones de habitantes en el que absolutamente todo el mundo tiene una moto. Este país sí que está preparado para ir en moto, especialmente en Scooter, pero eso si, hay que estar un poco zumbado o predispuesto a la aventura para ello, pues la gente aquí fuera de los núcleos turísticos no habla ingles mas halla del “Hello” (como nosotros) y continuamente te encuentras en situaciones muy divertidas por decirlo de algún modo.

Conseguir la moto en HCMC (Ho Chi Minh City, antiguo Saigon) no fue fácil, pues aquí escasean las Minsk. Después de muchas intentonas frustradas vía e-mail decidimos salir a la calle a por ella, a rastrear los rincones hasta que dimos con la elegida. Como en todos sitios, las cosas tienen un precio y aunque estábamos en desventaja frente a un vietnamita muy chungo al final la sacamos por menos de lo que esperábamos, 300$, muy buen precio para las circunstancias.

Salimos de Saigon sin chequeo alguno y más preparativos que la compra una parrilla, unos pulpos y una llave de bujía (pues como muchos, me crié con las 2T), no disponíamos de mucho tiempo y nos queríamos poner en ruta cuanto antes. Salir de HCMC nos llevo su tiempo, más de 6 millones de habitantes y muchísimas motos. Pero de algo le tenía que valer a uno ir a concentraciones moteras en España, no?, así que no me preguntéis como, pero no resulto tan difícil, eso si, resulto eterno. Aquí no se para, cuando se colapsa todo invades la acera, las tiendas y las trastienda, si es preciso…, los semáforos (indiferentemente del color en que estén) los cruzas lento y aleatoriamente, y funciona… La velocidad es ridícula y debido a ello lo que parece un absoluto un caos es transitable.

Caprichosamente la moto se ahoga cuando le viene en gana, se engrasa la bujía, cosa fácil para un aprendiz de la llave de tubo. Eso sí, no esperes que lo haga en un garito con sombrilla donde los lugareños hablen tu idioma o algo reconocible. No se por que extraña razón todos se empeñan en hablar sin parar, aunque no nos entendamos, en darte instrucciones o indicaciones, y paremos donde paremos solemos causar expectación. Alguno no confía mucho en mis habilidades como mecánico, pero cuando le meto el patadón a la Minsk y arranca a la primera siempre me gano una ovación. Ana mientras improvisa unos cursos espontáneos de vietnamita-español que van dando sus frutos y a los que yo me apunto. Rápidamente, con la ayuda de la mímica, podemos tener una conversación fluida en idiomas completamente distintos, que destreza la nuestra!

Luego vino un aguacero terrible. Cobijados en una casa con la ayuda y la herramienta de un lugareño le hice el chequeo a la moto que debía haberlo hecho previo al viaje. Filtros, batería, frenos,… cosa fácil.

Los siguientes días fueron por montaña. Las carreteras empeoraron y eran más bacheadas. Allí nos dimos cuenta que la suspensión hacia fondo mas rápido que la economía española y en uno de sus baches partió la parrilla (pero no nos impidió continuar)

La media en carretera aquí es bajísima para cualquier medio de transporte. Es difícil superar los 30km/h y nuestra máquina posee buena velocidad de crucero (unos 40km/h) y excepcional velocidad punta (calculo que si tiene un buen día unos 50-60km/h). Toda una máquina! Entre pitos y flautas hacer unos 100km nos lleva unas 3 horas como poco. Nunca sabes lo que te depara el camino ni las sorpresas que te reserva la moto. Cuanto menos hay que parar a hidratarse (que calor), a estirar las piernas y a limpiar la bujía, que los primeros días lo tomo como vicio.

Llegamos a la costa y tomamos un día de descanso. Buen lugar para hacer submarinismo y después de la paliza que se estaba llevando Ana (pobrecita) nos dimos el caprichazo de bucear por unas cuevas del Mar del Sur de China, que gozada. Un paseo por la ciudad y a la tarde, cuando volvió la electricidad (tienen cortes en algunos sitios) rápidamente encontré un buen hombre que me soldó la parrilla y ajustó el freno delantero por unos 60 céntimos de euro.

Al día siguiente tocaba una etapa dura, muchos kms (para recuperar) y mucho calor por delante. La moto bien, hasta que quiso lo contrario. Gripo el freno trasero! No hay problema, llamo al RACE, cuatro gritos y dos casas más adelante hay una casa taller. Cogemos el coche de asistencia (su moto y 4 llaves en la mano) y empujamos la Minsk hasta una sombra. En 10 min la moto estaba perfecta y unos 80 céntimos tenían la culpa. Ana seguía haciendo sus clases intensivas de vietnamita en la casa de unos lugareños de al lado. Cuando me acerque a recogerla, tenía una sillita a la sombra y una botella de agua bien fresquita, se maneja muy bien.

En una gasolinera paramos a descansar en una terracita. Un corrillo de gente nos acompaño y dio conversación, un poco absurdo. Al despedirnos de ellos me vino mi instinto quinceañero más absurdo y como si estuviera en la puerta del instituto solo se me ocurre hacer un caballito al paso por la terraza. La cosa resultó pintona hasta que se cumplió la ley de la palanca, el peso de la parrilla en voladizo y el paquete hizo bascular la moto e incapaz de controlar la bestia, que patán!, hostiazo en plena terraza. En otras circunstancias me hubiera muerto de vergüenza y hubiera salido corriendo, pero aquí se tradujo en risas y alboroto. Rápidamente acudió gente de los alrededores, nos lavaron las heridas (ni siquiera llegaron a la categoría de rasponazos en la rodilla) y alegría, otra vez a la moto, pero esta vez conduciendo Ana (y ellos descojonándose). Nos fuimos muertos de risa (con la maneta rota del embrague) pensando en que hostias pensarían esta gente de lo surrealista de los hechos, que si las drogas en Europa son muy malas…, que vaya tontos que son los turistas…, y estos 2 de donde han salido?…, que si Manolete si no sabes torear para que te metes… .Llegamos a destino sin más percances.

Al día siguiente encontramos un mecánico que tomo como donante una maneta vieja de otra moto para injertar mediante soldadura el trozo que le faltaba a la nuestra, quedo perfecta por un poco más de un euro.

Los días siguientes la moto ha decidido ser más noble, si no ya sabe lo que le espera, le retuerzo la oreja. Dos veces sin gasolina, el grifo de la gasolina no funciona muy bien y es mejor dejarlo donde está y quedarte sin gasolina si es preciso. Aquí es fácil, en pocos metros encuentra a alguien vendiendo litros sueltos de gasolina y sí no cualquier persona se brinda a llevarte en su moto a conseguirla.

La moto, justa en detalles y extras, no posee ni si quiera llave, eso si duerme en los hall de los hoteles. Cada día nos está dando la oportunidad de transitar por la Vietnam profunda que de otro modo sería muy difícil. Gracias a Dios, nuestros culos se están haciendo a ella, así que si la cosa sigue pintando de este modo, habrá moto para rato. Y quien sabe, quizá alguna crónica más.”

Y efectivamente, esto no era más que el comienzo, 4 meses por los rincones mas inaccesibles (para el turisteo) de Vietnam, Laos y Tailandia. Huracanes, averías y muchos, muchos kilómetros y pinchazos. Carreteras cortadas, impracticables para coches, donde nosotros éramos los únicos que las transitábamos y portábamos información fresca de su estado. Escaseo de gasolina, fronteras y policías déspotas. Semana tras semana sin ver un “restaurante” con una carta del menú en ingles, semanas sin ver un turista con el que intercambiar una impresión,… en fin, miles de kilómetros maravillosos llenos de aventuras y vivencias donde hubo de todo, siempre bueno (porque el mundo es bueno), y que gracias a la loca idea feliz de adquirir esa vieja Minsk fue posible llevar a cabo.

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