Acabábamos de despertarnos en la mítica Transilvania, punto estrella de los viajes organizados a Rumania, aunque dentro de ella hay una zona peculiar, llamada país Szekeley. Resulta que en esta zona la etnia húngara es mayoría, por lo que los nombres de las ciudades se encuentran escritos en rumano y en húngaro. Esta etnia se cree que son descendientes de los hunos, que acompañaron a Atila en sus campañas y acabaron estableciéndose aquí. A lo largo de los siglos han sufrido múltiples persecuciones, bien por los Habsburgo durante el siglo XVIII, como por los rumanos más recientemente. La considerada capital de esta región es Targu Mures, una ciudad de 140.000 habitantes, en cuyo centro (que fue lo que nos dio tiempo a visitar) los edificios lucen un aire Habsburgo, con gran colorido y casi todos restaurados.
El Hotel Continental Tirgu Mures, que forma parte de una red de hoteles con el mismo nombre en distintas ciudades rumanas (también lo cogimos en Suceava
y en Sibiu
), muy bien situados, y muy decentes por los 40 euros que cuestan al reservarlos por Booking. Estábamos a dos minutos de la plaza Trandafirilor, donde desayunamos tras recorrerla por ambas aceras. En ella se encuentra el emblemático palacio de Cultura, edificio modernista construido a principios del siglo XX, con relucientes tejados y el edificio del Consejo Comarcal, con agujas y tejas de color verde. Son los edificios más peculiares y fotografiables de esta plaza, en cuyos extremos se encuentra la catedral católica griega y la catedral ortodoxa. Ambas tienen una entrada gratuita y como siempre con interior que impresiona tras ver el poco llamativo exterior.
Lo mejor de TRANSILVANIA
Tras el desayuno en una de las muchas cafeterías que hay en esa plaza, cogimos el equipaje y pusimos dirección Sighisoara, ciudad considerada patrimonio de la humanidad por la Unesco, adentrándonos en el “país sajón”. La historia de Rumania (y Transilvania) es complicada, por eso tiene tantos “países” en su interior. Hay que recordar que ha sido durante años frontera para contener a los turcos, para pasar después a depender de ellos, también ha pertenecido al imperio austrohúngaro y ha sido satélite de la URSS, y todo después de unos inicios griegos y latinos, formando parte de la provincia romana la Dacia, de ahí su gran variedad de culturas y religiones.
Resulta que en 1683 tras arrebatar Transilvania a los turcos, esta región paso a manos de los Habsburgo, gobernadores católicos que quisieron controlar este territorio favoreciendo a los húngaros y sajones protestante antes que a los rumanos ortodoxos. Por eso se conoce como país sajón, a la zona donde se asentó este pueblo de ascendencia germana que comprendía el territorio localizado entre Sighisoara, Sibiu y Brasov.
Nuestro primer contacto con esta zona fue Sighisoara. Esta es una pequeña ciudad de unos 30.000 habitantes, que se considera el lugar de nacimiento del príncipe valaco Vlad Tepes. La ciudadela medieval localizada en lo alto de un cerro y rodeada por una muralla del siglo XIV, conserva 2 bastiones y 9 de sus torres defensivas, las cuales llevan los nombres de los gremios que las defendían. A lo largo de los años se ha conseguido conservar su estructura medieval con las calles adoquinadas y las casas con su aspecto original. El edificio más vistoso es la Torre del Reloj (Turnulcu Ceas) que data de 1280. Antiguamente albergo el ayuntamiento pero actualmente da cobijo a un pequeño museo de Historia, al que se puede acceder por 10 lei. Si quieres fotografiar su interior o las vistas desde lo alto de la torre debes pagar por ello, aunque no vale mucho la pena, porque el museo es pequeño, curioso, más que interesante, y las vistas tampoco son espectaculares. Antaño era la entrada principal de la ciudad fortificada y en lo alto tiene un reloj de 1648 que contiene un carrillón con un desfile de estatuillas talladas en madera de tilo, que representan a la Paz con su rama de olivo, la Justicia portando una balanza y la Ley esgrimiendo una espada. También hay un verdugo y un tamborilero que son los encargados de dar la hora. Por esta puerta se desciende a la ciudad nueva, a la plaza Hermann Oberth (uno de los padres de la astronáutica).
Al llegar a Sighisoara desde Targu Mures, hay un cartel verde que indica la ciudadela a mano derecha, por lo que decidimos coger ese desvió, que nos llevo a la parte de atrás de la ciudadela. Dejamos el coche en un pequeño aparcamiento gratuito y donde daba la sombra y tras ascender por unos escalones de madera en la ladera del cerro entramos por una puerta (cerca de la Turmul Cojocarilor) que nos condujo a la parte alta de la ciudadela muy cerca de la escalera cubierta (scara acoperita), que desde 1642 hace de paso subterráneo hasta la iglesia de la colina. No es una mala opción, evitando tener que entrar con el coche por el centro de la ciudad nueva.
La iglesia de la colina (Biserica din Deal), es un templo gótico luterano de 1345, que se puede visitar pero no fotografiar. Su interior, como la mayoría de los templos protestantes que visitamos, esta austeramente decorado, sobresaliendo el altar y las bancadas alrededor de él. También dispone de una cripta subterranea, vacía, y según una hoja plastificada en español que te dan en la entrada, originalmente las paredes estaban todas decoradas con pinturas, pero las sucesivas restauraciones han cubierto las paredes con pintura blanca. La ciudadela es fácil de visitar, de hecho callejear por sus calles no lleva más de 2 horas, con un par de plazas donde se acumulan los turistas y con callejuelas con casas completamente restauradas, muchas de la cuales son hoteles o cafeterías. También podemos visitar la casa, completamente restaurada de Drácula, que es hoy en día un restaurante y una horrorosa estatua de Vlad Tepes de aspecto confuso. Decidimos comer en la ciudad nueva, muy cerca de la plaza Oberth, en una cafetería llamada Rustic, recomendada por la LonelyP, que como habitualmente, no nos falló.
Tras la comida dejamos Sighisoara para dedicarnos a visitar las iglesias fortificadas sajonas, también incluidas en la lista de patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Los sajones asentados en esta zona, ante la amenaza de los turcos, en los siglos XV y XVI, se vieron obligados a reforzar sus poblaciones con gruesas murallas e iglesias fortificadas con torres defensivas. Nosotros comenzamos el recorrido por la iglesia fortificada de Biertan. Este es un pequeño pueblo de 300 habitantes en cuyo centro se encuentra la mayor iglesia con doble muralla de la región. Construida en el siglo XV fue sede del obispado luterano entre 1572 y 1867. Tiene un altar de estilo vienes con 28 paneles, tras el que se encuentra la sacristía. La cerradura de la puerta que comunica con la sacristía, es una maravilla de la ingeniería, que ganó el primer premio de la Exposición Universal de París de 1900. La visita no está mal y desde sus murallas se tienen buenas vistas del pueblo y la campiña que lo rodea, aunque no se puede subir a las torres de la muralla, desde donde las vistas posiblemente sean mejores.
La siguiente iglesia fortificada que visitamos fue la de Viscri, pérdida en un pequeño pueblecillo al que se accede por una de las carreteras que más agujeros tenía de las que circulamos en Rumanía. Menos mal que solo fueron 8 kilómetros. Pero el sufrimiento del coche valió la pena, porque casi todas las casas del pueblo están restauradas al estilo sajón, bien pintadas y la iglesia y sus murallas también se encuentran muy bien conservadas. Esta iglesia, arrebatada por los sajones a los szekely en 1185, tiene la peculiaridad que cuenta con un primer piso de madera, debajo del cual se existe el hueco de una puerta por donde se accede a una estrechísima y oscura escalera que lleva a lo alto de la torre, desde donde las vistas de los alrededores son bastante buenas. Además en el interior de la muralla hay dependencias, donde se encuentra ubicado un pequeño y curioso museo que cuenta con objetos tradicionales sajones y desde donde se puede acceder a algunas de las torres de la muralla donde también se tienen buenas vistas de la campiña.
Se nos hacía tarde, por lo que tuvimos que dejar el resto de iglesias fortificadas para más adelante y emprendimos camino hacia Brasov, para bordearla y continuar por la carretera de montaña que nos llevaría hasta Sinaia. Nuestra idea era dormir en esta pequeña ciudad de montaña con sus pistas de esquí, que no tiene nada que envidiar a Sierra Nevada (la ciudad, las pistas no lo sé), para madrugar y estar entre los primeros que visitasen al día siguiente el Castillo (aunque más bien es un palacio) de Peles. Nos alojamos en Casa Roberto, un hotelillo de montaña con decoración muy moderna, pero todo muy nuevo por unos 40 euros, situado a unos 15 minutos caminando de la calle principal de Sinaia, donde cenamos en la Irish House.
Al día siguiente en cuanto abrieron las taquillas allí estábamos para comprar la entrada (no aceptan tarjeta de crédito) de los primeros, una vez dejamos el coche en un área de aparcamiento que encontramos siguiendo las indicaciones del Hotel Economat. Por lo que después pudimos ver, esta no es la primera zona de aparcamiento que te encuentras si vienes de Brasov, si no que queda más arriba y cerca del castillo, por lo que no tuvimos que subir la cuesta que había desde el otro área de aparcamiento.
El castillo ofrece visitas guiadas, pero la mayoría son en inglés o en rumano. No tengo claro que hubiese en español, pero como no nos apetecía esperar, cogimos el primer guía que salió en inglés de tal manera que éramos un grupo de 4. Elegimos la visita a la planta baja y a la primera planta (la segunda no se podía visitar cuando fuimos) que duro una hora y media, y la verdad es que valió la pena. Este palacio, que se comenzó a construir en 1875 como residencia estival del monarca rumano Carol I, se finalizó en 1914, unos meses antes del fallecimiento del rey. La planta baja cuenta con varias salas de recepción decoradas en distintos estilos (morisco, inglés, hindú, etc), biblioteca, despacho y hasta una sala de cine-teatro con pinturas de Klimt. Además cuenta con una amplia colección de armas de diferentes épocas y lugares del mundo. En la primera planta se encuentran las habitaciones privadas de los reyes y las de los invitados reales que tampoco tienen desperdicio. La gran suerte de este palacio para no ser destruido durante el régimen comunista fue que Ceausescu lo empleo durante su dictadura para recibir a los representantes oficiales de diversos países del mundo, como Gaddafi, Nixon, Yaser Arafat, etc, conservando casi toda su decoración original.
Cuando salimos, los jardines estaban plagados de turistas, rumanos en su gran mayoría, que ocupaban casi todos los rincones y estatuas, remarcando el carácter de muy turístico de este castillo, si bien lo consideró visita imprescindible. Muy cerca se encuentra el palacio de Pelisor, concebido para alojar al príncipe Ferdinand, sobrino y sucesor de Carol, y su esposa María, más pequeño y posiblemente más sobrio, que no visitamos, ya que consideramos que era suficiente con la visita a Peles.
Cogimos el coche y nos dirigimos hacia Brasov, pero realizando antes un par de paradas. La primera fue en Rasnov, donde en lo alto de una colina se encuentra una fortaleza construida en 1335 por los caballeros de la Orden Teutónica como protección de las invasiones tártaras. Se puede subir caminando o en un tren turístico por 5 lei. Es un poco engaño, porque la subida, a la sombra entre arboles, debe durar unos 20 minutos (la bajada son 10 minutos). Al ser domingo estaba atestado de gente, familias con sus hijos campando por toda la fortaleza, por lo que desde mi punto de vista desvirtuó un poco la visita, no pareciéndome muy interesante. Si bien reconozco que sin turistas puede mejorar y si el paisaje esta nevado seguro que se puede conseguir una buena postal. Hay varias casas reconstruidas que albergan tiendas de souvenirs y un pequeño museo que parece pertenecer a un aventurero montañista y extra de películas que cuenta sus batallitas, en rumano por supuesto.
En la zona de aparcamiento hay un restaurante de madera que dan comidas decentes a un precio muy asequible. Tras comer en él, circunvalamos Brasov para ver otras dos iglesias fortificadas: Prejmer y Harman. Aquí tengo que hacer un inciso y comentar que hay que tener cuidado con los lunes en Rumania, o más bien en Transilvania. Muchos lugares para visitar se encuentran cerrados o tienen un horario más reducido, por lo que es importante asegurarnos de cuando van a estar abierta y no os pase como nosotros, que pensábamos que Harman cerraba en domingo y abría los lunes y era al revés y no pudimos acceder a su interior.
Prejmer es quizás la más impresionante de todas las que visitamos, existiendo una verdadera ciudad construida en el interior de la muralla, con zonas en donde se alcanzan cuatro pisos de altura. Perfectamente organizada con números en las puertas de las casas y todas ellas decoradas con distintos adornos, disponía además de un desván de techo alto donde se guardaban las provisiones y también servía para defenderse de los atacantes. Muy cerca se encuentra Harman, que como he comentado no pudimos visitar por mi mala planificación y solamente la rodeamos el buen estado de conservación de sus imponentes murallas defensivas.
Tras este chasco llegamos a Brasov, nos alojamos en Casa Iacob, pensión a 15 ó 20 minutos de la céntrica plaza Sfatului que reservamos por 35 euros en Booking. Un acierto, tanto por lo grande que era la habitación con aparcamiento gratuito justo delante como por lo bien situada. Tras dejar el equipaje fuimos a pasear y así situarnos en la ciudad que al día siguiente recorreríamos de forma más concienzuda. Encontramos una larga calle peatonal (str Republici) que nos condujo a la plaza Sfatului, donde pudimos ver en un escenario improvisado un festival de bailes regionales. Los adolescentes de varios países (húngaros, polacos, turcos, griegos, etc) ataviados con vestidos y ropas tradicionales competían interpretando su baile al son de la música, alcanzando, el público allí concentrado, el éxtasis, cuando el sirtaki imprimió su ritmo tan característico y pegadizo.Una ocasión única para fotografiar detalles de sus trajes y sus bailes.
Para cenar decidimos ir a uno de los 10 mejores restaurantes de Rumania según la Lonely P: el Bella Música. Quizás el más caro de los que hemos ido (25 euros los dos), pero la cripta tiene mucho encanto, y la ciorba de fasole en pan duro estaba buenísima.
A la mañana siguiente, tras desayunar un corvigni relleno de chocolate, recorrimos las murallas, subiendo hasta la torre blanca para contemplar una buena vista de la ciudad. Continuamos hasta la torre negra, para llegar al barrio de Schei, que antiguamente era el lugar donde estaban confinados los rumanos que tenían vedada la entrada al perímetro amurallado. En este barrio se encuentra la Catedral de San Nicolás y un cementerio militar con cruces de hierro sobre las tumbas de lugareños caídos durante la Primera Guerra Mundial. Regresamos a la zona sajona a través de la puerta de Schei para visitar la Iglesia Negra. Esta es una catedral gótica, protestante, que tras ser edificada en el siglo XV sufrió un incendio en 1689 que le confirió el aspecto actual. No pudimos visitarla porque en Rumania el lunes es el día que la mayoría de atracciones turísticas eligen para descansar, con lo que nos paramos a almorzar en una de las múltiples terrazas que hay en la plaza Sfatului. Brasov es una ciudad agradable y fácil de visitar que además ofrece una amplia variedad de actividades culturales, por lo que la convierte en un buen destino de fin semana, lástima que solo dispusiésemos de medio día.
La siguiente parada para ese día era el Castillo de Bran. Para llegar a él pasamos por Poiana Brasov, que es un impresionante centro turístico en plenas montañas Bucegi, desde donde se puede acceder a pistas de esquí y senderismo. Cuando llegamos a Bran, pudimos comprobar que este es otro de los destinos más turísticos de Rumania. Las mareas de gente y sobre todo la gran cantidad de puestos de souvenirs que hay en su entrada así lo confirman. Tras hacer una cola de una media hora conseguimos entrar al recinto del castillo, el cual no fue habitado ni por Dracula ni por Vlad Tepes (a lo sumo paso una noche en él). La visita transcurre por habitaciones y salas llenas de objetos y muebles que pertenecieron a la reina María, dado que este castillo sirvió de residencia veraniega de la Casa Real desde 1920 hasta 1947. Lo mejor que tiene este castillo es su ubicación, construido para defender el paso de Bran en lo alto de un risco entre montañas, evoca una estampa de lo más vampírica. Aunque, como ya he comentado, no guarda ninguna relación con el personaje literario.
Continuamos el camino hacia el oeste ya que nuestro hotel reservado para esa noche estaba en Sibiu, capital europea de la cultura en 2007. De camino, como íbamos bien de tiempo, nos desviamos para recorrer los primeros 30 km de la carretera que atraviesa los Cárpatos comunicando Valaquia con Transilvania, la Transfagarasan. Esta carretera construida por el régimen comunista en la década de los 70, asciende en primer lugar por un bosque denso que no permite ver nada. Una vez se sale de él, podemos disfrutar de la panorámica de esta estrecha carretera que serpentea por la falda de la montaña hasta alcanzar el lago glacial Balea. En este punto ternemos la mejor vista de la Transfagarasan. La verdad es que las vistas de la carretera son buenas en los últimos 8 km como mucho, y si no se dispone de mucho tiempo no recomiendo desviarse. Lo ideal es emplear esta carretera para comunicar el recorrido por Valaquia con Transilvania, si se tiene tiempo suficiente para visitar Valaquia.
Llegamos a Sibiu sobre las 7 de la tarde, hospedándonos en el céntrico Hotel Continental, de cuatro estrellas, y situado al en la plaza Unirii, a escaso 200 metros de la zona más turística de esta ciudad. Conseguimos la habitación por unos 40 euros. Como en Brasov antes de cenar nos dio tiempo de recorrer el centro de Sibiu: las tres plazas comunicadas (Piata Mare, Mica y Huet) y la peatonal str Nicolae Balcescu donde cenamos (The Gallery, recomendable)
Al día siguiente callejeamos durante un par de horas por esta renovada y restaurada ciudad de origen sajón, con los típicos tejados con ventanas con forma de párpado. De la ciudad, lo más destacado es la catedral ortodoxa, que es una copia en miniatura de Santa Sofia de Estambul y el paseo agradable entre los edificios espléndidamente restaurados que alojan hoteles o boutiques de las grandes firmas internacionales (por supuesto Zara). Llama la atención la iglesia evangélica de la plaza Huet, pero no se puede visitar porque está en obras. Si queréis una vista aérea de la ciudad con las tres plazas se puede subir a la torre del Concejo que se encuentra entre la plaza Mare y la Mica.
Alrededor de las doce recogimos el coche para conducir durante algo más de una hora y parar en Alba Iulia, que nos quedaba de camino a Cluj, última parada en nuestro recorrido. Esta ciudad es trascendental para los rumanos por haberse anunciado en ella la unión de Transilvania a Rumania tanto en 1599 como en 1918. Llegamos justo para comer en el Pub 13, restaurante decorado en plan medieval que se encuentra en el interior de la muralla oriental. Lo más destacado de esta ciudad es su ciudadela que fue lo único que nos dio tiempo a visitar. Construida originalmente en el siglo XIII, ha llegado a nuestros días la recosntrucción diseñada por un arquitecto italiano entre 1714 y 1738. En ella se encuentran varias estatuas ecuestres (Carlos VI de Austria, Mihail Viteazul), varios museos y una catedral ortodoxa y otra católica romana. Tras dar un paseo postpandrial de poco más de una hora, nos pusimos camino al aeropuerto de Cluj, donde debíamos devolver el coche de alquiler. La verdad es que tengo que recomendar el servicio de Hertz, donde los dos chicos que nos atendieron lo hicieron de maravilla (uno de ellos hasta habla español) ayudándonos con un par de problemillas y sin intención de sacarnos más dinero como había ocurrido en los últimos alquileres.
Cogimos un taxi que por unos 20 lei (4-5 euros) nos llevo al Hotel Transilvania, céntrico y barato (35 euros) para pasar esa noche. Cluj, al igual que las dos ciudades anteriores tiene bastante ambiente estudiantil, aunque menos turístico que las anteriores, con unas cuantas plazas llenas de gente tomando una cerveza a última hora de la tarde. La visita a la zona turística la llevamos a cabo a la mañana siguiente, visitando las pertinentes iglesias que nos llevo poco más de tres horas. Un agradable paseo contemplando sus restaurados edificios, aunque esta se ve un poco menos enfocada al turismo que Sibiu y Brasov, pero no por ello acogedora y visitable.
Aquí terminó nuestro recorrido por Rumania que duró unos 9 días. Como siempre nos faltaron unos 3 ó 4 días para poder hacer el recorrido más tranquilamente, disfrutando de ciertos lugares que poco más que pasamos por ellos, pero el afán de visitar lo máximo posible, lleva a veces a una planificación a lo japonesa.
País que recomiendo para visitar, completamente seguro, barato, que esta abriéndose al turismo por lo que hay zonas, como Maramures y Moldavia, en la que no está masificado de turistas, lo que desde mi punto de vista añade al viaje el aliciente de de recorrer lugares enfocados solo al turismo rumano y aun no contagiados por el capitalismo occidental. Al que le guste el turismo más urbanita no tiene más que recorrer las tres grandes ciudades transilvanas (Cluj, Sibiu y Brasov), y sus alrededores, para poder pasear por sus antiguas y empedradas callejuelas y disfrutar de las terrazas en las zonas más céntricas y mejor restauradas de estas ciudades.
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2 comentarios en “Viaje por Rumania: Transilvania (3ª parte)”
Las fotos y el relato que haces del viaje son muy bonitos, me ha encantado leerte y sin lugar a dudas seguiré tus relatos a partir de ahora. A mi también me gusta escribir sobre mis viajes y me alegro de encontrar gente que relate sus experiencias con la calidad que lo haces. Si quieres pasar por mis relatos de mis experiencias por Transilvania, puedes seguirlas en la web “viajar por Transilvania”, sin más, decirte que gracias por brindarme esta bonita lectura. Un saludo y nos vemos por el mundo.
Fantástico resumen de vuestro viaje. Desde luego que un par de semanas largas bien aprovechadas. Y como siempre unas buenas fotos. Gracias Mariola y Javi por seguir compartiendo vuestras experiencias viajeras con nosotros.