Nuestro viaje a Uzbekistán comenzaba por el oeste del país. Siguiendo la Ruta de la Seda y llegando desde China tuvimos que cruzar la frontera con Kirguistán para emprender nuestros 10 días en Uzbekistán. Así fue como llegamos a Andijan, a tan sólo 49 km de distancia desde Osh en Kirguistán de donde veníamos. Andijan sería una población de paso antes de visitar las mejores ciudades de Uzbekistán. La frontera uzbeka se encuentra a unos 7 km de Osh, y para llegar se aconsejaba tomar una marchuti por más o menos 8 soms, pero… ¡Como casi siempre hay algún pero! Y es que toda nuestra ruta narrada en el Asia de ida y vuelta venía atiborrada de “peros”, más o menos divertidos…
Por delante un viaje de 10 días a Uzbekistán organizado ya hacía algunos meses desde la mesa del ordenador. Conoceríamos la ciudad amurallada de Khiva, las antiguas madrasas y mezquitas de Bujara y la guinda del pastel sería conocer la ciudad más visitada de Uzbekistán, Samarcanda. Antes de volver y dar por terminada nuestra Ruta de la Seda visitamos la capital uzbeka: Tashkent y final en Bishkek, Kirguistán
10 días en Uzbekistán. La escala en Khiva
Cómo preparar el cruce de frontera con Uzbekistán
Teníamos nuestro visado para Uzbekistán formalizado desde España; fue el que menos follón nos dio, a decir verdad. No tuvimos problemas en obtenerlo en la embajada de Madrid. El único punto que nos tenía preocupados era la necesidad de rellenar un impreso en la frontera, detallando todas, y digo todas, las pertenencias junto el dinero exacto con el que entrabas en el país. Con este impreso ya relleno y tras hacer revisión de todo la noche antes, enfilábamos nuestro paso a Uzbekistán.
La frontera entre Kirguistán y Uzbekistán
Hablando con Gusalda (nuestra intención era no madrugar pues Andijan tenía a priori poco atractivo), nos aconseja salir temprano. En la frontera entre Kirguistán y Uzbekistán, recientemente abierta para kirguizos (solo cuatro días antes, después de siete años cerrada), se montan colas kilométricas de locales que acuden para visitar a la familia. La marchuti que queríamos tomar también se complican y hay kirguizos que salen de madrugada para aguardar cola hasta las nueve que abren. Pensamos que por nuestra nacionalidad deberíamos tener menos problemas, pero definitivamente, optamos por un transporte privado, por unos 1000 soms cada uno (500 soms por taxi) y salimos temprano.
Así que, después de revisar minuciosamente todas nuestras pertenencias salíamos del confort de casa Gusalda a las 7:30 de la mañana. La relación que debíamos rellenar en la frontera incluía:
-El dinero en metálico con el que entras al país y en qué divisas
-Toda la electrónica: cámaras, teléfonos, ordenadores… y su precio estimado
-Los souvenirs y antigüedades que traigas de tu viaje
-Los libros de lectura tanto en papel como en soporte electrónico. En este punto se insistía mucho en que está prohibido entrar con cualquier libro referido a cualquier religión.
-La medicación con la que viajas. Este extremo también nos preocupaba, no sabíamos qué fármacos estaban prohibidos y cuáles no; y a pesar de llevar un certificado firmado con todo lo que traíamos, que no era poco, parece que la inspección podía ser exhaustiva. Nada como enfrentarse a preguntas incómodas.
-Evidentemente y como siempre, plantas, frutas, semillas…
Además de esta declaración, debidamente cumplimentada y firmada, podían revisar todo tu equipaje incluyendo las fotos del móvil, por ejemplo. Nada de fotos “obcenas” o similares, esos memes graciosos que abundan en los grupos de whatsapp. Olvidar declarar alguna cosa que entraras en el país y ellos considerarán ilegal o sujeta a tasas, podía suponer una fuerte multa según habíamos leído.
Tocaba pues de nuevo madrugar, no había manera de evitarlo… Sobre las seis de la mañana nos despierta un sonido de trompetas que al poco se convierte en una sinfonía a la que se unen otros instrumentos. Se trata de una boda, una fiesta que se celebra junto al hostel y a la que de inmediato somos invitados. Algunos que se acercan son agasajados con un desayuno de carnes, frutas, verduras… en un ambiente festivo en que los hombres comen separados. Un almuerzo emocionante que tenemos que abandonar en breve. Se hacen las 7:30 y nuestros taxis nos recogen para partir.
Desde 2019 para los ciudadanos de España se introduce un régimen sin visado para la entrada y la estancia en la República de Uzbekistán por un período de 30 días |
El paso de la frontera entre Kirguistán y Uzbekistán
A las ocho de la mañana llegábamos al puesto fronterizo. Unas 50 personas esperan la apertura; sólo dos extranjeros más y nosotros. En el primer paso, para abandonar Kirguistán, dejan pasar en pequeños grupos, así que nos toca esperar en la improvisada cola frente a una verja. Quince minutos después y junto a los dos belgas, los soldados nos sacan de la cola y nos invitan a pasar en grupo. Sin ningún problema ni revisión alguna, nos estampan el sello de salida.
8:30 horas. Con el sello de salida de Kirguistán emprendemos los 200 metros a pie hasta el borde uzbeco.
8:45 horas. Tras rellenar el papeleo con todas las pertenencias, hay que hacer dos copias (las sellan y una va contigo), enfilamos el control.
9:15 horas. ¡Prueba superada! Insisten mucho en la medicación. Somos sanitarios y no tenemos problema en dar las explicaciones de lo mucho que llevamos, incluida medicación intramuscular. A algunos les revisan las fotos del móvil (ojo sobre todo si hay imágenes religiosas) y los libros. Los pen drive de películas que Pablo llevaba para el viaje dieron un poco más de trabajo, con visualización incluida. Vale la pena llevar esto, que sabíamos que revisarían, a mano en la mochila. Lo deberás sacar todo.
Así que en treinta minutos entramos en Uzbekistán y sin problemas. En total, sumando la salida de Kirguistán aproximadamente una hora y cuarto desde que llegamos a las fronteras, nada comparado con lo que temíamos. El ser español nos lo facilitó: referencias constantes al fútbol (que si Ronaldo,m que si Mesi, que si el Madrid o el Barcelona) y ¡muchas sonrisas! Es el secreto.
Nos quedaba salir del puesto fronterizo y buscar taxis para llegar a Andijan, unos 40 km. Se abalanzan sobre nosotros; negociamos 5 dólares por persona. Al salir de aquí con los taxis y unos diez minutos más tarde, un control de pasaportes.
Uzbekistán era uno de los destinos estrella del viaje, al albergar algunas de las ciudades más míticas de la Ruta de la Seda, como Samarcanda, Bujara y Khiva. Las trabas burocráticas, espesas en sus tan sólo 20 años de independencia de la URSS, estaban siendo suavizadas y el turismo crece año a año.
En Andijan teníamos reservado uno de los hoteles más caros del viaje. Era el más barato de la ciudad, por 70 euros, encontrado en uzbooking.com. Se encareció al realizar la trasferencia de pago vía paypal. Casi todos los bancos uzbecos eran rechazados por las entidades bancarias para realizar la gestión; y finalmente lo conseguimos, con el considerable pago de tasas, con Turkiye Garanti Bankasi.
El cambio de dinero en Uzbekistán
Uzbekistán tiene un problema serio con su divisa. Todos los foros aconsejan utilizar el mercado negro para el cambio, y evitar bancos y cajeros. Con diferencias de hasta el 400%, sale a cuenta entrar en el mundo “ilegal” del cambio en la calle; ilícito, pero tolerado sin problemas por el gobierno. Los billetes con un valor máximo de 1000 soms uzbecos, según habíamos leído, eran un auténtico galimatías para su manejo, y cambiar 100 euros suponía tener que llevar un fajo enorme de billetes en el bolsillo. Había quien aconsejaba ir con mochila a la oficina de cambio. Más tarde conocimos que ante tal cantidad de billetes, habían sacado los billetes de 5000 soms, un alivio… Con esto en la cabeza, llegábamos a Andijan con la intención de cambiar dinero…
Nuestro alojamiento en Andiján, Uzbekistán
Nuevo cambio horario, y otra hora menos. A las 9:45 llegábamos al Hotel Royal. Un impersonal hotel en pleno centro con buen aspecto; un tres estrellas, caro, como digo. Pero, ¡menuda habitación! con un salón adosado cada una.
Check in y salimos a la calle. Andijan, dicen las guías, es la más uzbeka de las ciudades que visitaremos, aunque esta vez nuestras expectativas son pocas. La mayor ciudad del Valle de Fergana, con 350000 habitantes, sigue siendo lugar de paso para el turismo. Queremos dirigirnos al Sik Bazar de Andijan.
En la puerta del hotel, un colegio entero de niñas de 13 años se ha enterado de nuestra presencia, y después de cientos de fotos, se apuntan a nuestro improvisado tour. A los pocos metros de caminar por la ciudad, te das cuenta de la auténtica pasión por el fútbol español. Bares y tiendas lucen los escudos de Real Madrid y Barcelona C.F, y todos los uzbecos se decantan por uno de los dos equipos; más bien por Ronaldo o Mesi.
Al llegar al bazar (Dehqon Markaziy Bozori), nos asaltan los cambiadores. Nada de calles oscuras, a la vista de la policía y sin problemas. 1 euro 6850 soms y 1 dólar 6350 soms, algo más tras negociar. Oficialmente el euro estaba a 3500 y el dólar a 3300, calculad la diferencia.
Con “el taco” de billetes (un auténtico fajo de billetes desgastados), damos una vuelta por el mercado; somos el auténtico espectáculo de la ciudad. Fotos, saludos, discusiones sin entender nada o poco de fútbol… y las niñas, que hoy no tenían colegio, seguían con nosotros… Nos sentamos a tomar algo allí mismo ante la avalancha de gente que termina por rodearnos. Una Coca Cola grande por 3500 soms. ¡Desde luego en Andijan no había mucho turista! La ciudad estuvo muchos años vigilada y desde el 2005, tras una sangrienta represión policial de una manifestación tildada de islamista, vetada para el turismo.
Qué ver en la ciudad de Andiján
Del mercado a la mezquita Jome hay muy poco trecho, así que nos acercamos. Es viernes y todos los hombres acuden al rezo. No nos dejan alcanzarla por este motivo, pero le hacemos algunas fotos a la trabajada fachada y los minaretes. La madrasa Jome, justo enfrente, se encontraba en obras cuando la visitamos, un terremoto en 1902 destruyó gran parte de la ciudad y este edificio salió mal parado.
Una calle cercana al anterior mercado, sobre todo con comidas, nos llevó al antiguo bazar esta vez, el Bazar Eski, no muy atractivo. Mucha gente y de nuevo mucha sorpresa. Los hombres con el clásico sombrero uzbeko, algo más cuadrado, sin ala y en tonos aterciopelados oscuros, negro o verde; y las mujeres con velos y trajes vistosos. No se molestan con las fotos, es más, sonríen y posan frente a la cámara, tal vez con algo de vergüenza. De otro lado, seguimos siendo foco de atención y pugnan por hacerse las fotos con nosotros.
Paramos más adelante de este bazar tras cruzar un gran avenida en un restaurante, Uz-Kebab, con fotos de la comida, lo que entendemos nos facilitará pedir. El plato no llega a un euro… Comimos en total por poco más de un euro cada uno. El dueño, que no habla inglés, llama a su hermana por teléfono, que sí lo hace, y nos invita a dormir en su casa si lo necesitamos y nos ofrece su coche para visitar la ciudad. Tras explicarle amablemente que queríamos descansar, el muchacho nos invita a un postre a cada uno… ¡Increíblemente hospitalarios!
De vuelta al hotel, paramos en una elegante pastelería con la esperanza de un buen café, pastelería Anhor. De nuevo nuestra presencia se convierte en una fiesta. Un café turco aceptable y ¡otro postre!, además de las fotos de rigor con los trabajadores y algún que otro espontáneo. Además no nos dejan pagar, estamos invitados a todo… Imposible, no pudimos abonar la cuenta aunque insistimos; y todo con un agradecimiento exagerado por su parte, con todas las cocineras asomadas para despedirnos.
Y después de este empacho, de dulces digo, por fin llegábamos para una siesta al hotel, después de muchos muchos días. ¡Tarde libre! Sí como leéis… En la esquina frente a nuestro hotel, un cinco estrellas con una fenomenal terraza para pasar el tiempo (unos 50 céntimos de euro el refresco, los platos enormes y con muy buen aspecto en torno a dos euros. Una pena andar sin hambre con tanto postre…)
Un lugar de interés, pero que por desgracia solo se monta los jueves y domingos es el Bazar Jahon, el mayor mercado del Valle. Pero se nos quedó en el tintero… Tal vez la ciudad no tenga mucho atractivo, pero la gente la convirtió en un muy buen día. Lo más escuchado todo el día “¡Wellcome to Uzbekistán!”
Mañana volaremos a Khiva.
El vuelo entre Andijan y Khiva
Teníamos un vuelo Andijan-Urgench con Uzbekistán Airways, reservado hacía unos meses por 166€ pp. Urgench es el aeropuerto más cercano para visitar Khiva. Haríamos escala en Tashkent, pues no había vuelo directo. El día antes y tras la recomendación de algún uzbeko, habíamos chequeado la existencia de un tren de alta velocidad de reciente puesta en marcha, y efectivamente existía esa línea desde hacía poco, igualmente con escala en Tashkent. Seguro que hubiera sido mejor opción: volar y los aeropuertos son un poco pesados al final.
De todos modos el trayecto Andijan-Tashkent llevaba 6 horas y tal vez llegaba tarde para enlazar a Urgench. Pero ya no tenía solución, así que a las siete nos poníamos en marcha (el vuelo a las 8:40 horas). Tan sólo 45 minutos de vuelo hasta Tashkent pero con tres horas en el enlace a Urgench. Desde aquí nos recogían en el aeropuerto, para recorrer los 40 km a Khiva, destino final.
Al realizar el check out del hotel, nos entregan el justificante del alojamiento: unos pequeños impresos que es imprescindible conservar de todos los hoteles, y que debes reclamar si no te quieres enfrentar a una dura multa a la salida del país.
Un taxi al aeropuerto, a unos 7 km (menos de 10 minutos) costaba entre 6000 y 7000 soms. Los pidió el recepcionista y pagamos 8000 por taxi, pero no estábamos para reclamar unos 10 céntimos de euro. El aeropuerto al estilo de cualquier español de los 60, sigue anclado en el siglo pasado. Básculas de hace 50 años, el equipaje que debemos llevar prácticamente hasta la puerta de embarque y nada de facturar a Urgench. Nos facilitan la tarjeta hasta Tashkent y allí deberemos recoger el equipaje y volver al mostrador. Las medidas de seguridad, después de la inspección a la llegada en la frontera, son de risa. Así que, una hora antes, ya estamos preparados para abordar el avión.
La aeronave va casi vacía y tras ver el proceso de carga, prácticamente manual, subimos y nos indican que nos sentemos donde queramos. Al llegar a Tashkent, recogemos equipaje, salimos por una puerta y entramos por la de al lado, nuevo check in. El aeropuerto de la capital, más moderno; pero también sin nada de nada que hacer en él. Durante la espera, le preguntamos al policía si podemos salir a echar un cigarro. Nos dice directamente que lo podemos fumar en el baño… Con eso, lectura y una retoque de fotos, pasamos el rato que queda.
El avión hacia Urgench iba cargado de españoles (un tour organizado con al menos 40 personas), lo que significaba que nuestros próximos destinos dábamos por perdida “nuestra exclusividad”. Escuchábamos disimuladamente las discusiones de a bordo acerca de los horarios o visitas contratadas y pensábamos que no hay nada como viajar por libre. Con ello en la cabeza y entre cabezada y cabezada, discurrió el vuelo.
El mejor alojamiento de Khiva
En Khiva habíamos reservado el Mero’s Khiva B&B, excelentemente tratado en los foros y guías, y que cuenta con tan sólo 7 habitaciones. Y no es para menos; delicada decoración, amplias habitaciones con baño y una serie de terrazas con increíbles vistas. Ubicado en el interior de las murallas y muy cerca de todos los atractivos turísticos de la cuidad. Incluía desayuno. Nosotros lo teníamos reservado desde al menos tres meses, y su propietario, Yaloladin, se había encargado de contratar el transporte para nosotros desde Urgench.
Así pues, llegábamos a Urgench a las 14:40 y allí nos aguardan nuestros tres taxis. Su coste habitual, 15 dólares por cada taxi; pero nos hizo una rebaja y cobró 40 por los tres. Efectivamente, comprobamos a la salida del aeropuerto que no habría problema en tomar un taxi por 5 € por persona para llegar a Khiva.
El camino, que no lleva más de 30 minutos, está bordeado a ambos lados de campos de algodón en este momento en tiempo de recogida. Las 15:30 y por fin ya estábamos en Khiva, una de las joyas históricas de Uzbekistán, junto a Samarcanda y Bujará.
En el hotel nos esperan los billetes de tren para los siguientes días, billetes que pudimos comprar a través de una agencia, Advantour, y que tras realizar el pago paypal fueron enviados aquí. Bujara-Samarcanda por unos 15 $ y Samarcada-Taskhenk en torno 20 $, muy eficaces. Nos tomamos una cerveza, Sarbast de UzCarlsberg, para celebrar cómo va el viaje, por 5000 soms en el hostel, y bien fresca. Y salimos al atardecer a dar una vuelta sin rumbo; mañana teníamos todo el día para conocer la ciudadela.
La amurallada zona conocida como Itchan Kala, abarca casi todos los monumentos visitables. Para acceder a los mismos se debe comprar una entrada válida para dos días por 36000 soms (unos 5 euros) y pagamos además 9000 soms por la cámara. Han doblado el precio en el último mes, salimos con la sensación de que nos la han metido… No incluye la subida al Minarete Islam Khodja ni al Mausoleo de Pakhlavan Makhmoud. Compramos los tickets y aprovechamos el atardecer desde la muralla; la ciudad aparecía incendiada con la luz…
Queríamos cenar en el hostel, pero ya nos dijeron al llegar que tenían un grupo, así que lo reservamos para mañana. Para hoy elegimos otro y no nos fue demasiado bien. Un restaurante muy chulo, cerca del hotel, pero que probablemente lleva poco tiempo abierto, así que la mayoría de la carta “no estaba disponible”. Nos conformamos con un plov y unas ensaladas, realmente lo que decidieron servirnos. Porque el muchacho tenía cara de buena persona y porque no nos entendíamos, de lo contrario nos hubiéramos visto obligados a explicárselo… Pagamos 20000 soms por persona y salimos decepcionados.
Las ocho y todavía con hambre. Damos una vuelta por si nos tropezamos con algún sitio. Unos pasos más adelante y muy cerca de la puerta oeste, entramos en un sitio precioso con una cúpula enorme y muy buen aspecto: Bir Gumbaz Tea House, amplia carta y hablan inglés. Evidentemente no volvemos a cenar pero sí un café y unos postres con los que acostarnos algo mejor.
La visita de lo mejor de Khiva
Tras el fantástico desayuno servido en el Mero’s Khiva, no nos cansaremos de recomendarlo, nos lanzábamos a visitar la ciudad con mayor tranquilidad. Khiva, Xiva o Jiva, celebró recientemente sus 2500 años de antigüedad, si bien la importancia de la ciudad creció del siglo X en adelante, al convertirse en otro de los pasos fundamentales de las caravanas en la Ruta de la Seda. Con una etapa oscura en la era soviética, tras su independencia, son muchas las familias que ha recuperado su casa en la antigua ciudad, y es por ello que se nota de nuevo la vida en este antiguo casco antiguo. Ya en la etapa rusa se inició la restauración de la ciudad, pero hasta 1990 que entra a formar parte de la lista de Patrimonios de la Humanidad de la Unesco. La historia de Khiva va tristemente unida a la esclavitud, y hasta el siglo XIX funcionó como mercado de esclavos, siendo auténticamente crueles las historias que se relatan de estos siglos.
Las puertas de la ciudad de Khiva
La ciudadela se abre por el oeste a través de la famosa Gandimyan Davoza o Puerta del Oeste, reconstruida en los setenta y donde se concentran más edificios emblemáticos. Este es lugar donde compramos la entrada el día antes. Otra de las puertas célebres es la Koi Davoza o Puerta del Este y todavía quedan dos más, al Norte, Bogcha Davoza y al Sur, Tosh Darvoza. Desde luego, una ciudad fortificada. El grueso de su antigua muralla da una idea de este hecho, con poco más de 400 metros en un lado y 200 metros del otro. Tal vez un día sea más que suficiente para visitarla, sin desaprovechar el atardecer, cuando los turistas desaparecen, y se obtienen fantásticas fotos de la ciudad.
A la izquierda de la puerta oeste, el fuerte residencia de los khans, Arca Kunha reconstruido en el siglo XVII, si bien sus orígenes son del siglo XII. El Harem, con cinco iwan, uno para el khan y otros cuatro para sus concubinas, que dan a un corredor interior. Ésta es la mejor visita para el atardecer subiendo a la torre de la muralla, así que lo dejamos para ese momento.
Karta Minor, el minarete más famoso de Khiva
Del otro lado, Karta Minor, el minarete que pretendió alcanzar los 70 metros de altura y ser uno de los mayores del mundo islámico. Pero la pugna con el khan de Bujara, llevó al Khan de Khiva a mandar asesinar al arquitecto antes de su finalización. Muy cerca, el Mausoleo de Sayyid Aya Uddin, de principios del siglo XIV y localizado junto al minarete. Pegado al minarete, el actual Hotel Orient Star, antigua Madrasa Mohammed Amin Khan, escuela coránica del siglo XIX dedicada al mandatario, que acabó por rendirse a los rusos en 1873.
Juma Masjid, la Mezquita del Viernes
Siguiendo la calle principal la Juma Masjid, la Mezquita del Viernes, cuyo interior es el verdadero atractivo de la misma, con 218 columnas traídas de la India, algunas originales del siglo X, y de las que se dice que no hay dos iguales. De geométrica decoración islámica iban siendo cambiadas como ofrenda de los mercaderes que llegaban a la ciudad. La reconstrucción es del XVIII. El Minarete de 33 metros de altura es accesible, pero decidimos no hacer el esfuerzo de subirlo.
El Mausoleo de Pakhlavan Makhmoud
Saliendo de la Mezquita y a la derecha, el Mausoleo de Pakhlavan Makhmoud, santo patrón de Khiva, que fue aquí enterrado en 1326. Filósofo y poeta de la época, yace bajo la cúpula verde y poco a poco se convirtió en un cementerio de otras personalidades célebres. La entrada cuesta 6000 soms y ciertamente parece uno de los restos genuinamente antiguos. En el interior y bajo la gran cúpula, la pared se halla completamente decorada con antiguos azulejos cerámicos con motivos florales en color azul, verde y blanco hasta el ábside. Sin duda, una bonita visita.
Callejeando por el mausoleo, entramos en una madrasa donde exhiben tallas de madera realizadas allí mismo, y donde los jóvenes aprenden el oficio. A partir de aquí, varios negocios iguales: antiguas madrasas, y ahora tiendas de alfombras, marionetas… donde los artesanos exhiben su trabajo para la venta. Tal vez, comercializado en exceso.
La Madrasa y Minarete Islam Khodja
Más adelante, la Madrasa y Minarete Islam Khodja, el que fue el gran visir del khan a principios del siglo XX, en 1910, y que acabó ejecutado por sus políticas progresistas y aperturistas. Subimos al Minarete, de 44.5 metros, una de las diez cosas que no debes perderte en Uzbekistán. Cuesta 4500 soms la subida, aunque la señora hace el negocio cobrando lo que quiere, mal camino llevan con el turismo. Habíamos leído que unos 120 escalones, pero más que eso, parece una escalada: escalones por los que hay que trepar más bien que subir. Punto de referencia para evitar la pérdida de las caravanas en el desierto y con funciones religiosas y militares, subir se convirtió en una tortura que mereció la pena.
Paramos tras el esfuerzo para un café en la magnífica terraza de Bir Gumbaz, donde tomamos un buen expreso la noche anterior.
Y seguimos callejeando. Más madrasas, mausoleos y mezquitas asoman por cualquiera de las calles y son visitables en la mayoría. La entrada a un patio interior del Tash Khauli, incluido en el ticket, merece la pena. En un lateral, un antiguo artesonado cubre las ricas cerámicas de la entrada. Una enorme columna de madera lo sostiene.
La puerta este, el antiguo mercado de esclavos
Vamos camino de la Puerta Este, frente a la que se encuentra el bazar. Esta entrada, la más antigua, daba directamente al mercado de esclavos. En los laterales del corredor interior, cubierto por seis antiguas bóvedas, aguardaban a su muerte los esclavos que habían intentado huir. En la salida, donde antes estaba el mercado de esclavos, ahora el animado bazar de Khiva. Bullicioso y colorido como todos los mercados árabes y al que menos turistas se acercan. Allí mismo cambiamos dinero, el euro a 6800, el dólar a 6300. No tienen billetes de 5000, así que salimos con un enorme fajo.
Con un buen rato paseando por el mercado y aumentando considerablemente el número de fotos que llevamos, vamos de nuevo hacia la ciudadela. Buscaremos un sitio donde comer, pues. Con el bolsillo lleno de billetes, literal, entramos en el restaurante Yasavul Boshi. Un amplio salón, bellamente decorado, donde muchos grupos de turistas acuden a la hora de comer. Tenemos suerte de pillar una mesa. El menú cerrado cuesta 30000 soms (poco más de 4 euros; con cerveza y café, 6) y sin más, nos lanzamos a ello. Una sopa de calabaza seguida de noodels verdes del país. De entrantes, unas ensaladas, arroz y huevos. Esta vez la comida viene regada con un Qibray beer uzbeka. El local y la comida merecen la pena. ¡Tiempo de siesta!
Para la cena, esta vez sí, hemos encargado el menú en el Mero’s. Comida típica uzbeka, además de los vinos del país. Pero antes, al atardecer, subimos a la torre Shayx Bobo Majmuasi, junto al harem del khan para observar cómo se pone el sol sobre Khiva. Subir cuesta 5000 soms. Y desde luego merece la pena: con el sol de espaldas iluminando los minaretes, madrasas y edificios, podemos apreciar desde la torre, toda la belleza de la anciana ciudad. Por unos segundos, Khiva toma de nuevo un respiro de vida.
La ciudadela de Khiva resultó una ciudad agradable. Puedes pasear, comprar, tomarte un buen café, probar la gastronomía uzbeka y por supuesto, disfrutar de la reconstruida arquitectura de la antigua ciudad. Tal vez, mucho turismo que desluce el ambiente, y gente local aprovechándose en exceso de esta realidad. Alojarse en el interior de la antigua ciudad amurallada, hace que realmente se pueda disfrutar de los silencios al amanecer o al anochecer, cuando la mayoría de turistas salen hacia sus complejos extramuros. De todos modos, visita obligada y que sin duda deja un buen sabor de boca al imaginar la alegría que sentirían los mercaderes al llegar, después de las duras semanas de travesía.
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