Para nosotros Bucarest y el resto de Rumanía no era más que una gran desconocida con muchos tópicos, pero cuando comenzamos a indagar un poco descubrimos cosas como que tiene el segundo edificio más grande de la Tierra, que para algunos es la París del este, que se considera un destino ideal para Erasmus… así que decidimos hacer una escapadita para conocer a esta gran ciudad.
El presupuesto de nuestro viaje fue el siguiente:
- Vuelo Valencia-Bucarest, Bucarest-Valencia: 350 €
- Parking AENA: 21,60 €
- Hotel 4 estrellas con desayuno: 200 €
- Excursiones: 160 €
- Gastos: 200 €
La moneda de Rumanía es el Leu, al cambio unos 4,65 por cada euro. Rumanía es un país barato en comparación a España, sobre todo en cuanto a restaurantes, bares o supermercados.
Día 1, Jueves 27 de Septiembre
Salimos el jueves 27 de septiembre, la hora del vuelo era a las 9:00, con Wizz Air desde el aeropuerto de Manises. Previamente habíamos reservado plaza de parking, por lo que fue llegar y en 5 minutos estábamos en la terminal.
Sobre las 16:30 estábamos en Rumanía (hay que añadir una hora), y en cuanto pudimos cambiamos algo de dinero para pagar el autobús. El transporte hacia el centro de la ciudad era bastante sencillo, dos autobuses de línea conectan con el centro cada 15-20 minutos, nosotros cogimos el 783, en el mismo instante de la compra te dan la ida y la vuelta, y sale por apenas un euro y poco. El autobús muy ancho no iba, por lo que tuvimos suerte de poder coger unos sitios sentados, con cada parada que hacía se te pasaba por la cabeza la posibilidad de que comenzara a salir gente por las ventanas del lado contrario a la entrada.
En apenas una hora estábamos poniendo los pies sobre las calles de Bucarest, y lo primero con lo que te encuentras es con una ciudad que parece necesitar unos cuantos retoques. Edificios colosales, algunos de los cuales en estado semi ruinoso.
Tras callejear un poco encontramos nuestro hotel, el Boutique Hotel Monaco, lo cogimos basándonos en las críticas, calidad precio y en que estaba muy céntrico. Se trata de un hotel pequeño pero con mucho encanto, y con un personal muy amable, y aunque algunas de las calles por las que hay que pasar parecen sucias y peligrosas, en realidad no lo son.
Hicimos el check in, y decidimos ir hacia la zona del centro histórico, más en concreto a la plaza de la Universidad. Después de unos 15 minutos de paseo llegamos. En unas pocas horas en Bucarest, te das cuenta de la gran cantidad de coches de lujo que hay, de hecho una de las guías con las que hicimos una excursión, nos explicó que en Rumanía es típico hipotecarse para comprar un coche de alta gama. Así, no es de extrañar que a unos pocos centímetros mientras paseas por una acera de una gran avenida del centro, te pase un Lamborghini a casi 100 km/hora.
Durante el paseo hasta la Universidad, pasamos cerca de la plaza del Teatro Nacional de Bucarest, con el imponente hotel Intercontinental a un lado y en la que hay indicaciones que la señalan como el kilómetro cero de la revolución que derrocó a Ceaucescu, con flores y cruces homenajeando a las víctimas de aquellos agitados días. Además, justo delante del teatro hay una vistosa escultura compuesta por bailarines, instrumentistas y actores.
Cruzando una rotonda gigantesca a través de los pasos subterráneos del metro, llegamos a la Plaza de la Universidad, en forma de medialuna, con imponentes estatuas, y frente a un edificio que aloja a varias facultades como la de Historia, Matemáticas, Geografía… Fue una suerte decidir venir a este lugar en nuestro primer día, ya que al día siguiente esta plaza fue vallada para celebrar la bienvenida universitaria. Un pequeño golpe de suerte.
Después proseguimos nuestro paseo hacia el Bulevar de la Reina Isabel la cual presenta una pendiente hacia abajo que hacía que fuese posible disfrutar de un atardecer espectacular, con un cielo en distintos tonos de rojo-anaranjado, y que provocaba que por momentos, cuando los semáforos lo permitían, la calle se llenase de gente intentando captar el momento con sus cámaras y móviles.
Después de este momento tan pintoresco nos entró hambre y cenamos en una hamburguesería tras lo cual decidimos volver al hotel y descansar para comenzar el siguiente día bien temprano.
Día 2, Viernes 28 de Septiembre
El día lo comenzamos madrugando y con un buen desayuno en el hotel. Antes de las nueve nos encontrábamos en marcha. Tras recorrer el mismo camino que la tarde anterior, nuestra primera parada fue Parcul Coltea, un parque con una curiosa estatua de un violín partido en dos. A continuación del parque nos encontramos con un imponente edificio, dividido en varias alas, y que resultó ser el Hospital Coltea, el cual, pese a datar del siglo XVIII está perfectamente conservado y sigue operativo hoy en día. Su nombre se debe al médico fundador del mismo, el doctor Coltea.
Continuando por el Bulevar Ion C. Bratianu, aparece ante nosotros la Iglesia de San Jorge, cristiana ortodoxa, de tamaño medio en lo relativo a Iglesias, con una llamativa escultura a la entrada del recinto llamada Kilómetro Cero con una esfera con los signos del zodiaco, rodeada de un estanque con los nombres y distancias de las principales ciudades de la Gran Rumanía. Anteriormente en el mismo lugar se erigía una estatua de San Jorge matando al dragón. La Iglesia está decorada exteriormente con frescos muy vistosos, tanto en las paredes como en el techo, a uno de los lados se encuentra una construcción en la cual los fieles dejan una vela con peticiones. En el interior de la Iglesia transcurría una misa en la bendecían alimentos, que nos resultó llamativa por estar los sacerdotes en mitad del edificio rodeados por las demás personas y por la entrega de los allí presentes.
Posteriormente cruzamos por el Pasaje de San Jorge, un paso subterráneo y que nos lleva al casco antiguo. En este pasaje podemos ver grabados que hacen referencia a la época romana, y al final del mismo encontramos un mapa de la antigua Dacia (provincia romana que englobaba a Rumanía) y otro enfrente del Imperio Romano. A la salida hay una pequeña plaza, llamada Plaza Roma, con una escultura de Rómulo y Remo con la loba.
El casco antiguo, destaca como la mayoría, por estar compuesto por calles laberínticas, y además por ser la zona de bares y de más ambiente nocturno. También destaca por la gran cantidad de edificios apuntalados, que parece que en cualquier momento pueden venirse abajo. De hecho un lugareño nos comentó, que este barrio con tantos bares, es más fácil sufrir un percance por un cascote de un edificio que por el mismo alcohol.
El primer lugar en el que nos detuvimos fue la Plaza de San Antón, en la que sobresale la Iglesia del mismo nombre, Iglesia de San Antón, la cual es la más antigua de Bucarest, data del siglo XVI, y es claro exponente de un estilo arquitectónico conocido como estilo brâncovenesc, que mezcla varios estilos de la época y se caracteriza por sus ladrillos rojos.
Justo al otro lado destaca la antigua posada llamada Hanul lui Manuc, de principios del siglo XIX, construida para acoger a comerciantes y sus animales. Está muy bien conservada y dispone de un restaurante y habitaciones. El interior se puede visitar, tiene un bonito patio central en el que resulta muy fácil trasladarse a otras épocas. Como dato curioso de esta plaza, hay una leyenda que dice que había una antigua torre de presos la cual se quemó, y en la que fallecieron muchos reclusos, cuyos gritos aseguran, pueden oírse hoy en día pero habitualmente son acallados por el sonido de los bares cercanos.
Muy cerca de esta plaza se ubica Curtea Veche, antigua Corte Real que se vió muy afectada tras los grandes incendios y terremotos que asolaron Bucarest. En las fechas que realizamos el viaje estaba completamente vallada por obras, pero pudimos ver como sobresalía en busto de un señor conocido como Vlad el Empalador, al que posteriormente Bram Stoker inmortalizó como Conde Drácula.
Nuestra siguiente parada fue otra Iglesia, la Iglesia o Monasterio de Stavropoleos, del siglo XVIII y estilo brâncovenesc, aunque la actual es una reconstrucción, ya que la antigua sucumbió a uno de los grandes terremotos que ha sufrido esta ciudad. A pesar de su pequeño tamaño su interior no deja indiferente. Hacia el mediodía, hora a la que la visitamos, la luz al entrar por las ventanas del templo, dibuja formas y líneas que a uno lo dejan ensimismado. Al lado hay un antiguo convento con un patio por el que se puede dar un pequeño paseo. La visita lleva muy poco tiempo pero es altamente recomendable.
Tras otras pequeñas iglesias, nos topamos con una serie de imponentes edificios dignos de estar en la mismísima París, el Banco de Ahorros Nacional, el Museo Nacional de Historia, y en una esquina, un edificio de estilo contemporáneo en fuerte contraste a los otros, sede de la Banca Comercial Romana, el mayor banco de Rumanía. Estos edificios se ubican en la famosa Calle Victoria, cuyo recorrido describiremos más adelante.
En las proximidades de estos edificios se sitúa el Pasaje Macca Vilacrosse, una especie de cruce de dos calles techadas y con múltiples cafeterías y cachimbas con mucho encanto. Muy recomendable para tomar un café o copa o simplemente entrar y disfrutar de las vistas.
A la salida tras un pequeño paseo, llegamos al edifico del Banco Nacional de Rumanía, en cuyos alrededores discurren calles peatonales por las que continuar caminando. En uno de los laterales dispone de un ventanal desde donde podemos ver los bajos subterráneos de dicho edificio.
Para terminar nuestro paseo matutino llegamos a la Iglesia Ortodoxa Rusa de San Nicolás, muy próxima a la plaza de la Universidad y conocida coloquialmente como la Iglesia de los estudiantes o del Sagrado cinco (por el que más de un estudiante suspira en momentos difíciles). Fácil de distinguir por sus doradas cúpulas acebolladas.
Y hablando de cebollas, nuestra siguiente parada fue para comer (disculpas por esta asociación de ideas). En el mapa vimos que quedaba cerca un parque con un mercado, el Parque Cismigiu, un bonito parque con lagos, estatuas y diversas especies botánicas para los amantes de las plantas. Allí nos tomamos un sabroso mosto recién exprimido mientras disfrutábamos de las vistas del parque, y como nos apetecía comer algo típico, decidimos volver al casco antiguo y nos decantamos por un restaurante pintoresco llamado Taverna Covaci, con un interior muy acogedor y de aire medieval, en la que pedimos unos cuantos platos de Rumanía, disfrutando de todos ellos por un precio bastante asequible, unos 20 euros, incluida la bebida y el postre.
Una vez saciado nuestro apetito, pusimos rumbo con un buen paseo a la zona del Palacio del Parlamento. Nuestra primera visión del mastodóntico edificio fue a través del Parque Izvor, que queda en uno de los laterales. A este parque se puede llegar a través del metro. El Palacio es el segundo edificio más grande de la Tierra, casi nada, para su construcción tuvieron que derruir barrios enteros, incluyendo Iglesias y templos varios. Es curiosa la historia de la Iglesia de San Juan, que fue movida literalmente y “encajada” entre dos edificios cerca de la plaza Unirii. Siguiendo con el Palacio, la vista es impresionante desde cualquier ángulo, aunque a nosotros nos gustó más la perspectiva desde la plaza Constitución. El edificio ideado por Ceaucescu aunque no llegó a verlo terminado y tenía por objetivo albergar todos los departamentos gubernamentales, y fue realizado casi en su totalidad con materiales de Rumanía. Nos dejó tan impresionados que decidimos hacer una visita guiada para el domingo por la mañana.
Desde la Plaza Constitución comienza el famoso Bulevar Unirii, que al parecer se hizo a imagen y semejanza de los Campos Eliseos de París. Esta avenida llega a la plaza del mismo nombre, la Plaza Unirii, famosa entre otras cosas por sus fuentes, con un bonito espectáculo de luz y agua que se puede ver a partir de las 19:00 horas. La plaza está rodeada de edificios comerciales. Tras un café para recuperarnos de la caminata, decidimos adentrarnos en el metro y poner rumbo a la zona norte de la ciudad.
Después de unos 15-20 minutos en el metro, nos bajamos en la parada de Aviatorilor, y tras caminar un poco, llegamos al Arco del Triunfo, famoso por su similitud al de París, también queda ubicado en una rotonda rodeada de carriles con tráfico, aunque tanto ésta como el arco, son más pequeños, no obstante es otra visita obligada, en parte también porque queda al lado del Parque del Rey Miguel I (o Mihai I), uno de los pulmones de la ciudad de Bucarest. El parque tiene distintas atracciones, como un parque japonés, auditorios, el Museo Satului o de la Aldea, con multitud de casas típicas de Rumanía, estatuas y bustos de escritores famosos y un gran lago. Personalmente me gustó un pequeño rincón homenaje a Michael Jackson.
En el parque además vimos algún que otro perro callejero, dato que destaco, porque antes de venir leímos que había multitud de perros sueltos, pero nuestra experiencia fue que apenas vimos alguno despistado.
Tras unas dos horas decidimos volver a la zona de la Plaza Unirii para intentar ver el espectáculo de luz y agua de las fuentes, no sin antes encontrarnos con un Charles de Gaulle gigante al que saludamos gustosamente.
Media hora después, ya de noche, estábamos viendo las caprichosas figuras de colores que formaban los chorros de agua con las luces que las iluminaban. El cansancio de tantas horas comenzó a hacer mella en nosotros por lo que decidimos cenar algo rápido y volver al hotel, ya que al día siguiente nos esperaba Vlad Tepes en su guarida.
Día 3, Sábado 29 de Septiembre
El sábado nos tocó madrugar ya que teníamos contratada una excursión para ver los castillos de Peles y Bran. Fue tanto el madrugón, que ni siquiera el personal del hotel había comenzado su turno, pero nos hicieron el gran favor de abrir el restaurante media hora antes para que nos diese tiempo a desayunar. La noche anterior le comentamos si cabía esta posibilidad y accedieron amablemente a ello. La hospitalidad y el trato de los recepcionistas y el personal nos encantó.
Tras recogernos cerca del hotel un microbús emprendimos camino a Sinaia. Si bien casi la mitad de la excursión es coche y carretera, el paisaje y las explicaciones de la guía hacen que el camino sea más llevadero.
Nuestra primera parada fue el Castillo de Peles, situado en la localidad de Sinaia y utilizado como residencia de verano de los reyes. Data del finales del siglo XIX aunque se terminó en el siglo XX. Fue uno de los edificios más modernos de su época, y en su interior destacan habitaciones de distintos estilos (una incluso con aire a la Alhambra de Granada), armas de la época e incluso un pequeño teatro privado. Los jardines y el enclave del castillo son dignos de ver, muy cerca queda otro pequeño palacio, el Castillo Pelisor, más pequeño pero del mismo estilo que el anterior.
La segunda parada fue Brasov, un bonito pueblo de estilo medieval con plazas y calles llenas de vida y comercios de todo tipo. Aprovechamos la visita para comer y para pasear por sus calles. Destaca lindando a su plaza central la Iglesia Negra, cuya peculiaridad es que posee una y no dos torres por falta de recursos económicos durante su construcción. En nuestra visita pudimos disfrutar de algo muy medieval, una concentración de Ford Mustang cuyo tubos de escape hacían las delicias de los allí presentes y daban al aire un olor peculiar.
La última parada del viaje fue el Castillo de Bran, conocido por ser el castillo del conde Drácula. La realidad es que la edificación en sí tiene poco destacable salvo su emplazamiento y además no da mucho miedo sobre todo cuando uno llega y lo que hay en los alrededores es todo un negocio en torno a Vlad Tepes, nombre real del famoso conde. Por lo que nos dijeron , en este castillo, Vlad pasó tres días de su vida, aun así se ha convertido en su residencia “oficial”. No obstante a los amantes de los vampíros es una visita que recomiendo.
Desde aquí emprendimos el viaje de retorno de casi tres horas hasta Bucarest. Una vez llegamos saturados de microbús, y tras una pequeña pausa en el hotel, nos dirigimos al casco antiguo, para buscar algún sitio para cenar. La noche de Bucarest es muy animada, con un gran ambiente y múltiples opciones de ocio. Elegimos para cenar un restaurante llamado Noa, con cocina italiana y de autor, y una excelente relación calidad precio. Tras la cena callejeamos por la zona de bares y volvimos al hotel porque el cansancio del día tan largo comenzaba a hacer mella.
Y si quieres salir con todo atado desde España, te recomendamos el tour con Get Your Guide. El que te enlazamos incluye una visita a los famosos castillos de Rumanía, incluidos los castillos de Peles y Drácula, además de un tour del casco histórico de Brasov. Visita el precioso e histórico castillo de Peles. Admira el castillo de Bran y descubre por qué se conoce como el castillo de Drácula. Explora la mágica ciudad de Brasov. Haz click aquí si quieres más info:
Desde Bucarest: castillos de Peles y Bran y centro de Brasov
Día 4, Domingo 30 de Septiembre
Aunque era nuestro último día, el hecho de tener el vuelo casi a las 21:00 horas hizo que pudiesemos disfrutar de toda la mañana y parte de la tarde. El primer destino del día no era otro que el Palacio del Parlamento. Está vez tocaba verlo por dentro, y para optimizar tiempos, esta vez decidimos ir en metro. La visita ronda los 5 euros por persona y se ofrecen en varios idiomas, entre ellos el español. Hay que reservar con antelación y una vez en el palacio, nominalmente se recogen las acreditaciones.
La visita consta de un paseo por varias salas, escaleras y salones, la guía que nos tocó era una funcionaria del gobierno rumano, y la verdad es que tanto su español como su capacidad explicativa fueron muy notables. El palacio es tan inmensamente grande, que en las dos horas y media de visita, apenas se recorre un 5%. Esta excursión, aunque nos gustó, sí que creemos que no es imprescindible con un viaje con el tiempo ajustado, aunque una visita para ver al menos el exterior es obligada.
Después de salir de la visita nos dirigimos por el Bulevar Unirii hacia la Catedral Patriarcal, característica por sus torres, de estilo brâncovenesc, con un interior muy ornamentado y abundantes frescos, muy del estilo de otras iglesias ortodoxas de Bucarest.
Desde aquí nos dirigimos a la Plaza Unirii de nuevo para posteriormente continuar hacia la zona de la Calle Victoria. En el camino pudimos apreciar la Iglesia de San Juan, a la que hice referencia anteriormente, y la cual da la impresión de estar encajonada entre dos edificios que nada tienen que ver.
Tras una breve parada para comer algo, comenzamos a recorrer la calle Victoria, dejamos atrás el Banco de Ahorros Nacional y el Museo Nacional de Historia y la primera atracción visual con la que nos encontramos tras una pequeña plaza llamada Plaza Odeon, fue el Pasajul Victoria, una calle cubierta por completo por paraguas de colores, y que constituye una de las típicas fotos para subir a las redes sociales.
Unos cuantos selfies después proseguimos la marcha hacia la Iglesia Kretzulescu, un pequeño templo ortodoxo con el típico estilo brâncovenesc de otras muchas iglesias de Bucarest, con una llamativa fachada en ladrillo rojo. El interior dicen que es muy vistoso, pero a nuestra llegada estaba cerrada.
Justo frente a ella destaca la archiconocida Plaza Revolución, con el imponente edificio de la Oficina del Gobierno, famoso por sus columnas y por ser el lugar desde donde Ceaucescu daba sus mítines. En la memoria colectiva están las imágenes de sus últimos discursos con la plaza abarrotada. En uno de los extremos de la plaza destaca el monumento en recuerdo a los caídos en 1989, un imponente obelisco de 25 metros inagurado en 2005.
Nuestra última visita fue una de las más reconocibles de Bucarest, el Ateneo Rumano, a poca distancia de la plaza de la revolución, identificable fácilmente por su estilo neoclásico que nos traslada a Roma o Grecia, y cuyo interior es usado como sala de conciertos. Justo delante hay un pequeño parque que usamos para tomar un respiro y dirigirnos de vuelta hacia nuestras maletas.
El camino hacia el aeropuerto fue en un autobús en el que íbamos un poco apretujados de más, por suerte, y hago mención a ello, la aerolínea Tarom, hizo que nuestra vuelta fuera uno de los viajes más cómodos que hasta la fecha hemos hecho.
Lo mejor:
- Sus pequeñas iglesias llenas de encanto
- El ambiente nocturno
- Su casco histórico
Lo mejorable:
- Sensación de suciedad
- Bastantes edificios ruinosos
- Tráfico caótico
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2 comentarios en “Escapada a Bucarest”
No te arrepentirás!
Pues no conocía Bucarest pero ya has provocado que tenga que aumentar la lista de pendientes… Gracias! Buena info