¿Y que mejor plan que salir unos días de viaje a Corea con buenos amigos? Cualquier destino asiático valdría: Shanghai, Bangkok, Singapur… pero KLM quiso con una oferta que Seúl fuera finalmente el destino. La idea, pasar unos días para visitar lo mejor de Seúl y dejar dos días para Busan, la segunda en tamaño y población y destino turístico por excelencia para los coreanos.
Pocas pretensiones de visitarlo todo y muchas ganas de buenas risas en un entorno tan distinto al habitual. ¿No era mal plan, no? Los nervios por la planificación eran tales, que el día antes de nuestra salida, me llegó un WhatsApp: “oye, ¿como se llama la otra ciudad a la que vamos que no es Seúl?”. De esa guisa nos lanzábamos a conocer a los pacíficos vecinos de Pionjang… Tanto nos gustó la experiencia que ¡el año siguiente nos fuimos una semana a Taiwán!
Escapada a Corea: Lo mejor de Seúl y Busan
Recomendaciones para viajar a Corea del Sur
Antes de comenzar la aventura en Corea del Sur te recomendamos encarecidamente que te descargues dos aplicaciones básicas para este y otros muchos viajes:
> La primera en Maps Me, una especie de Google Maps pero mucho más potente pero que trabaja off line una vez bajado el mapa de la ciudad o zona a visitar y con un nivel de precisión y geolocalización brutal
> Metro app, aquella imprescindible aplicación para moverte por los metros de cualquier ciudad, previa descarga igualmente. Sin duda, necesitarás ambas en tu viaje.
Además y por supuesto, tratándose de un viaje a Corea, deberías leer nuestros artículos del anterior viaje en el que visitamos Corea durante tres semanas, no nos dejamos nada por ver…
Y además de todo esto, si de verdad quieres viajar tranquilo, no debes olvidar contratar un buen seguro de viaje. Nosotros lo hicimos con Hey Mondo y no lo necesitamos por suerte.
Cómo llegar a Corea de Sur. La escala en Amsterdam
Salida con KLM desde Alicante. El vuelo, compartido con Transavia hasta Amsterdam, no permite facturar on line, lo cual supuso un engorro al tener que llegar hasta el mostrador para conseguir la tarjeta de embarque. Por delante, llegar al mediodía y aprovechar una escala larga en Amsterdam para salir a comer y dar un paseo. El vuelo asiático no saldría hasta la noche…
Schiphol resulta enorme, pero igual que resulta grande, lo es de cómodo, con buena conexión para llegar hasta la ciudad. Así que dejamos las maletas en consigna, tomamos un tren (10 €) y en unos quince minutos estábamos en la estación central de Amsterdam. Dio tiempo para unas buenas cervezas, una enorme hamburguesa y un largo paseo por el siempre animado barrio rojo y “sus polémicos escaparates” antes de volver al aeropuerto con unas tres horas de margen.
Recogida del equipaje, paso de los controles de seguridad, últimas llamadas (realmente ya se puede utilizar el móvil en la Unión Europea sin coste) y un rato de espera en la puerta de embarque.
Finalmente a las 21 horas, a tiempo, estábamos el grupo completo, cinco inconscientes y ya maduros individuos dispuestos a abordar aquel enorme pájaro hasta Seúl.
El alojamiento en Seúl
Con el reciente cambio de horario en España, llegábamos al aeropuerto internacional de Seúl a las 15:40 hora local, ocho horas de diferencia respecto al de salida. Las once horas de vuelo fueron razonablemente dormidas.
Habíamos elegido el alojamiento en Hongdae. Muchas eran las razones: conocía la zona de la anterior estancia, el barrio está animado noche y día y máxime los fines de semana y además cuenta con una boca de metro de la línea 2, Hongik University junto a nuestro hostel. Hongdae es uno de los barrios de Seúl más adecuados para alojarse en la capital, animado, bien comunicado y con alojamientos económicos.
Elegimos una habitación para los cinco en el Jeong Stay Hongdae, con buena relación calidad-precio, unos 25 € por noche y ubicación perfecta como digo. No en vano contaba con un 9.1 de puntuación en Booking.
Antes, había que pasar el control de inmigración y la enorme cola en ese momento nos llevó cerca de una hora. Los españoles no precisan solicitud previa de visado y se gestiona gratuitamente a la llegada para 90 días. Solo recordar que el pasaporte debe tener una vigencia mínima de seis meses a partir de la entrada en el país.
El transporte entre el aeropuerto de Seúl y la ciudad
Salir del aeropuerto hacia Hongdae fue muy fácil. Existen dos tipos de tren que llevan a la ciudad: el rápido, un expreso que realiza el trayecto sin paradas hasta Seúl Central, la estación más importante de la capital; y una segunda línea que realiza el mismo trayecto pero con varias paradas intermedias, una de ellas en Hongik, la nuestra. En los cajeros del aeropuerto nos hicimos con efectivo. Después, una Tmoney, la tarjeta prepago con la que acceder al metro en una pequeña librería junto a la salida. El precio de la tarjeta en sí, es de 4000 wones (2.5 €) que puedes reclamar al devolverla. A partir de ahí se recarga con la cantidad deseada en múltiplos de 1000.
Y ya solo quedaba abordar el convoy a la ciudad. Hay que tomar el indicado como “All stop trains” que hace la parada en Hongik, nuestro destino. Nada más y nada menos que dos horas largas para salir del aeropuerto y unos 45 minutos hasta Hongik.
El apartamento, el Jeong Stay Hongdae, que nos cuesta algo localizar algo al principio, se encuentra a escasos metros de la salida número 2 de la estación de Hongik, inmejorable lugar como nos confirma enseguida nuestro amigo madrileño Tito, ya casi tres años en Seúl. Ducha rápida, tampoco hacía falta tan rápida Arti… y salimos a cenar y nuestra primera y tan ansiada toma de contacto con la segunda capital más grande del planeta. Y en el caso de un lugar de tan inabarcables dimensiones, seguramente Hongdae es el mejor lugar donde aterrizar una primera vez.
El barrio de Hongdae es el barrio universitario y joven por excelencia y, como me pasó la primera vez que tuve la suerte de recalar aquí, te absorbe y maravilla en el primer minuto. Un vibrante viernes noche mueve a miles de jóvenes en sus calles. Música, locales de ocio, restaurantes y bares por doquier, tiendas de todo tipo, muchas de ellas exhibiendo la atractiva moda coreana. Un atractivo y bullicioso entorno que nos atrapa en aquella primera noche.
Cenamos, gracias a nuestro anfitrión Tito, en una barbacoa junto al edificio de apartamentos. Probamos el Tueji Calvi, un cerdo marinado, a modo de costillas que se cocina como la clásica barbacoa al centro y sam giop sal, una panceta también de cerdo. Los sabores, nuevos para la mayoría, del kimchi y las especias servidas, picantes muchas de ellas, satisfacen a todos. Por unos 20 € cenamos bien y con mucha cerveza, además de probar el respetable soju, ese licor de arroz tan de aquí y con el que hay que tener cuidado.
Para lo que queda de noche, un buen recorrido por Hongdae y alguna que otra copa más. Por cierto, si tienes más de 30 años no esperes entrar en ninguno de los animadísimos locales de Hongdae…
Para conocer más acerca de la rica gastronomía coreana, nada como leer las recomendaciones de viajefilos en su post “Sabores de Corea del Sur”
El recorrido por los lugares más turísticos de Seúl
El día comienza muy temprano para nosotros. Cualquiera de las muchas cafeterías cercanas al apartamento está abierta ya a las siete de la mañana y algunas no cierran en las 24 horas. Tomamos la línea 2 del metro en dirección al ayuntamiento (1250 wones por trayecto). Desde aquí emprenderemos el recorrido del área más tradicional y turística de Seúl.
Nuestra primera parada en el Jeondong Observatory, en la planta 13 de un edificio del ayuntamiento desde donde se obtienen buenas vistas. El lugar, poco visitado, merece la pena. Una cafetería de entrada gratuita donde poder comenzar el día.
Abajo, el palacio Deoksugung, uno de los cinco grandes palacios de la ciudad pero que decidimos no visitar en su interior. La vista desde arriba con los colores otoñales de su vegetación nos deja satisfechos. En la puerta de entrada principal se celebra a diario la ceremonia del cambio de guardia a las 11, las 14 y las 15:30 horas.
Descendemos de nuevo y nos dirigimos hacia la gran plaza de Seúl, lugar donde se celebran todo tipo de eventos. En uno de los laterales en vistoso edificio del ayuntamiento, construido en 1926 durante la ocupación japonesa y que entre otros honores tiene el de contar con uno de los mayores jardines verticales del mundo.
Pegado a este edificio, la biblioteca metropolitano de Seúl. Visitamos en interior de la biblioteca, silenciosa, como casi todo en la ciudad y subimos a la quinta planta, donde se disfruta de un jardín y una cafetería.
De nuevo en la calle, caminamos hasta la catedral de la ciudad, la Myeongdong catedral.
Desde la catedral tomamos camino hacia el arroyo Cheonggyecheon, el adornado caudal que cruza Seúl y que sirvió como lavandería en sus orígenes. La restauración llevada a cabo en 2005 le ha dado el actual aspecto y lo ha convertido en un paseo de 5 km que cruza la ciudad de este a oeste.
En el extremo enfilamos la amplia avenida que nos llevará al palacio Gyeongbokgung. En la avenida, las estatuas del almirante Yi Subshin y del rey Sejong, figuras importantes de la historia de Corea y que presiden la plaza Gwanghwamun.

Optamos por visitar este palacio, el mayor de los cinco de la dinastía Joseon que quedan en la ciudad, aunque la cola de entrada disuade el empuje inicial y finalmente no entramos. Los coreanos y coreanas acuden en fin de semana con sus tradicionales vestidos, el hanbok, para la visita.
Era hora de buscar un lugar donde tomar una cerveza y eso hicimos… lo más cercano, Insa-dong. No se puede negar que en estas calles está todo lo que necesitas en tiendas de artesanía, recuerdos y muchos restaurantes.
Comemos en un lugar a modo de buffet, lleno de gente local pero por el que nosotros pagamos mucho al no saber elegir. La cuenta 22 € por persona. Con esto y después del madrugón quedó tiempo para una siesta y salir de compras cerca del alojamiento.
Salir de noche en Itaewon
Esta noche salíamos a la zona de fiesta de Itaewon con los amigos coreanos. Antes, cenamos de nuevo en el animado barrio de Hongdae, mucho más animado en sábado noche. Un restaurante que eligen nuestros amigos Jun y su esposa, May y Tito. Los platos, esta vez más picantes, con pulpo y pollo. Por unos 11 € salimos satisfechos en busca de un café antes de vivir la noche coreana. Pagamos unos 10 € por el taxi.
Itaewon destaca por muchas cosas. Enormes y cuidados clubs en su decoración, gente, mucha gente, y gente muy guapa. El ambiente, en las calles aledañas al hotel Hamilton, aguanta hasta altas horas y resulta impresionante. Para terminar, solo decir que estos chicos y chicas beben mucho y sin demasiado control…
Más allá del centro de Seúl
Con el cuerpo más o menos descansado después de una larga noche, cruzamos hoy el río hasta Gangnam, el archiconocido barrio de lujo de Seúl, tan puesto de moda tras la famosa canción de hace un par de años. Bajamos en la estación de Simsa y nos dirigimos hacia la calle Garosu Gil, una calle comercial arbolada que viene en la guía como una de las más bonitas de la capital. Ni un solo comercio cierra en Domingo en esta ciudad. Comemos en un pequeño local donde no entienden el concepto “no spicy” por solo 9 €, una buena barbacoa y un cocinado de pollo.
Para la sobremesa y como si fuéramos faltos de ejercicio, con el objetivo no declarado de rebajar la panceta ingerida, paseamos a toda velocidad el barrio de Gangnam hasta el templo de Bongeunsa. El templo, con más de 1200 años de historia marca el renacimiento del budismo a Corea. Realmente mereció la pena el llegar hasta aquí, si bien, cualquiera de las cercanas bocas de metro nos hubiera ahorrado el paseo.
Para nosotros una visita imprescindible en Seúl, en el barrio de Gangnam, debe ser el templo de Bongeunsa que marca el renacer del budismo en Corea
La cercana línea 9, en Bongeunsa, nos lleva ya atardeciendo, hasta la estación de Saetgang. La próxima parada en el edificio 63 donde nos feriaremos una merecida cerveza con vistas al río y la ciudad. El precio por el placer de disfrutar de las vistas, en el restaurante Walking on the cloud, en el piso 59: 20 €. El precio incluyó la luna llena esa noche, toda una suerte.
De nuevo en el metro. Esta vez la línea 5 nos lleva hasta el mercado de Dongdaemun, que nos ha dicho Tito es mejor visitar de noche. Cruzamos antes de llegar el Gwangjang, uno de esos paraísos de comida callejera en pleno apogeo a esas horas. El fiasco llega cuando nos damos cuenta de que hoy domingo está cerrado…
Rumbo a Hongdae, solo queda cenar (pollo y cerveza en una cadena muy rica, Oven chicken & beer por 15 €) y dar por cerrado el día.
Cómo llegar a Busan
Nos quedaban dos días para visitar Busan, siguiente y última escala de esta pequeña escapada coreana. Tomaríamos un tren “rápido”, los KTR express, algo así como los AVE españoles que en unas tres horas recorrían los 325 km hasta la ciudad más “ociosa” de Corea. Vamos, que no era demasiado rápido.
Habíamos leído que existe la posibilidad de realizar la reserva on line de los billetes, pagándolos y recogiéndolos en la estación, pero el sistema de reserva junto que no preveíamos problema en lunes para tomar alguno de los muchos que realizaban el trayecto, hizo que decidiéramos hacerlo sobre la marcha. Otra ventaja de estas reservas, era que si llegado el momento no realizabas la recogida de billetes, no se realizaba cargo alguno en la tarjeta de pago.
Así pues, después de dejar nuestro apartamento y un buen desayuno, nos dirigíamos a la estación central de Seúl (Seoul Station). La caminata de ayer hacia que las piernas pesaran más de lo necesario…
Unos 90 € costó el Ida y vuelta. No tuvimos problema en comprar los billetes para el próximo tren, a las 9:50. Con una frecuencia irregular pero inferior a una hora, disponen de multitud de horarios.
El alojamiento en Busán
Poco antes de la una llegamos a Busan. Teníamos reserva para dos noches en el Hotel SC Helsinki, un buen hotel en la playa de Haeundae. El hotel, recomendado por Jaume y Pedro en su post sobre Corea, nos acomodó por precio y localización. Por 60 euros cada uno por las dos noches, dormíamos en una doble y una triple. 100% recomendable. De nuevo, a pesar de no ser temporada de playa, buscábamos un lugar ambientado y la zona de Haeundae parecía la mejor.
Desde Busan Station, la línea 1 enlazaba con la línea 2 en dirección Nopo, hasta Haeundae. El transbordo lo hicimos en la estación dé Seomyeon. Con la T-Money cargada se puede seguir utilizando el metro de Busan. Cerca de una hora se llevó llegar hasta la playa, extremo a tener en cuenta el día de vuelta en el que habíamos reservado en tren de las diez.
Check in, estupendas habitaciones dicho sea de paso, y salimos a comer. Pero primero nos asomamos a la famosa playa de Haeundae. Los enormes edificios que la circundan no paran de crecer en altura y número.
Llegamos hasta el Hard Rock, aquel que hace dos años estaba a punto de abrir pero del que no conseguí la camiseta (esa fastidiosa colección que me persigue). Esta vez está abierto pero solo sirven cenas salvo los fines de semana. Así que buscamos otro local, cosa que no resulta nada fácil si lo que tratas de encontrar es un local occidental.
Terminamos en un restaurante coreano cualquiera y nos tiramos a probar el bulgogi, otro de los tradicionales platos coreanos. Carne de cerdo o ternera cocinados con pimiento, cebolla, zanahoria… y que se sirve sobre el arroz cocido para comerse. Además una sopa de mariscos tremendamente buena y más tremendamente picante (15 € por persona).
Atardece y con la escasa luz que nos queda, nos decidimos por visitar algún área del centro. Tomamos el metro hasta el distrito de Nampo desde donde pasear por la calle Gwangbok, la conocida calle de la independencia, repleta hoy día de tiendas de moda hasta Gukje Market y el Bupyeong Khangtong Night Market, otras dos atracciones turísticas en sí mismas.
Un enjambre de luminosos te sorprende tan solo descender del metro. Tiendas de ropa de grandes firmas, muchas de ellas de ropa de montaña y deportiva pero con precios que no indican grandes descuentos. Caminamos un rato entre la semi peatonal esquivando tiendas de cosmética.
A pesar de ser de noche nos probamos primero a asomarnos al famoso mercado de Jagalchi, un auténtico paraíso para los amantes del pescado. Pero durante la noche no es ni sombra de lo que esconde en las horas del día. Los puestos de venta de mariscos y pescados siguen abiertos en el interior y se pueden probar en alguno de los locales de la primera planta, aún a estas horas. Subimos, sin que nadie se sorprenda, hasta la cuarta planta desde donde se obtienen vistas de la bahía y el puente iluminado de Namhangdaegyo, uno de los que une los distritos de Busan descongestionando la península.
A mi memoria vienen recuerdos de hace un par de años cuando llegamos a aquel mirador con el sol del mediodía y el frenético quehacer en las dársenas.
Salimos y de nuevo hacia Gwangbok. Una vez cruzada, el mercado callejero de Gukje. Antes, paramos para una buena cerveza en un local que hace esquina, Steak Jobs, donde, desde la primera planta se disfruta de la calle. Tienen pizzas, pastas y unas buenas cervezas de barril por solo dos euros. Son las nueve de la noche cuando salimos y el mercado comienza a cerrar. Se nota que es temporada baja en Busan.
La mejor opción, con la mayoría de locales cerrados o a punto de hacerlo, volver a la playa de Haeundae y buscar lugar donde acomodarse cerca del hotel. De nuevo los 45 minutos de metro, son 14 los kilómetros que nos separan de esta zona de Busan. La verdad que nos sirvieron para una buena siesta en el metro, nos íbamos acostumbrando al ritmo coreano de estos trayectos…
Nos tomamos unos sándwich y unas buenas cervezas en un local de la calle principal, el más animado he de decir, por 13 € cada uno. Su nombre Cocky Pub. Por no acostarnos con el estómago lleno, cruzamos la calle y en el otro que quedaba con gente, sin muchas ganas de callejear, tomamos una copa. Thursday Party se llama y por 50 € da para una botella de ginebra pequeña y tónica con la que acompañarla. ¡Aquello no dio para más!
Las mejores visitas en Busan
Uno de los atractivos fundamentales a visitar en Busan y mucho más alojándose en Haeundae, es el templo Haedong Yonggungsa y a ello nos dispusimos aquella mañana. Bueno, más que por la mañana, al mediodía… Inexplicablemente se nos pegaron las sábanas y era la una cuando andábamos con el desayuno. Así que en lugar de aventurarnos al bus como en mi anterior visita y perder una hora en el trayecto, tomamos un par de taxis para llegar. Aquí, más civilizados en este sentido que en otros tantos lugares, los taxistas pusieron en marcha los taxímetros al subir, ¿normal no?. La carrera cuesta sobre ocho euros y lleva 15 minutos.
La impresión de la visita del templo no dista mucho de la primera vez que llegué. Su ubicación, la policromía de los edificios, la belleza de las tallas en piedra, el ambiente… lo hacen uno de los más bellos templos de Corea, probablemente junto con el de Haeinsa. “Perdemos” cerca de una hora paseando entre las suaves colinas que albergan el templo, con el tranquilo océano frente a nosotros.
A pesar de ser la peor hora del mundo para emprender otra visita, decidimos saltar la comida y llegar hasta la aldea de Gamcheon. El lugar, donde los refugiados de la guerra de Corea de 1950 se asentaron, es hoy día un pueblo donde quedan tradicionales casas pintadas de vistosos colores y donde han proliferado los jóvenes artistas grafiteros que han decorado sus calles. Para llegar, la línea 1 de metro hasta la estación de Toseong y tomar la salida 6. Eso supone más de una hora de metro desde Haeundae.
El pueblo, construido sobre la colina, exige caminar cuesta arriba a través de las “suaves” pendientes que suponen sus calles, algunas no tan suaves. La realidad es que es una putada de pendientes, más tarde descubrí que el barrio era conocido como el “Machu Picchu de Busan”… Desde la salida de metro, unos 20 minutos caminando. Al llegar, por 2000 wones compramos un mapa del área en la oficina de información. A pesar de no contar con el, no creo que sea muy necesario.
No se puede negar que las vistas desde los miradores con el mar de fondo merecen la pena subir. A los 30 minutos de comenzar el paseo se nos acabó la luz del día y comenzamos el descenso y la vuelta hacia Haeundae. He de decir que con suerte, tomamos el bus 17 (que está anunciado ampliamente) y sin saber cómo llegamos hasta la estación de metro de Jagalchi. Por cierto, con la misma T-Money se paga el billete (1200 wones).
¡Esta noche cenaremos barbacoa coreana! Tal vez la última de este viaje… Por cierto, muy recomendable, al bajar del hotel, Don 92, por 12 € cada uno. La copa, en la misma calle de siempre, está vez en el Beach Club. Aquí la cosa va por botellas…
La vuelta a Seúl desde Busan
Tocaba madrugar, metro hasta la estación de Busan (1 hora), tren a Seúl (2.5 horas) y unas seis por delante para abandonarse a las compras en Seúl… Definitivamente el hotel era perfecto en todo menos en el desayuno que incluía. Con cerca de una hora de adelanto llegábamos a la estación de KTR en Busan, tiempo suficiente para el café y, sobre todo, con margen para perderse en la línea de metro, cosa que no pasó…
En la estación central de Seúl, desde donde salen los trenes hacia el aeropuerto, dejamos las maletas en taquillas (6000 wones, unos 5 €, en uno grande en el que cogieron las cinco)
Una vuelta por el Lotte Outlet de la misma estación (sin gangas a pesar de la promesa de grandes descuentos) y camino hacia el mercado de Namdaemun, cerca de una de las puertas de la ciudad del mismo nombre. Un montón de calles peatonales repletas de gente entre lo que viene siendo un mercadillo español de “los de siempre”. Desde aquí caminamos hasta Myeong Dong, la calle de las tiendas de cosméticos.
Y como si no tuviéramos bastante, antes de la noche, enfilamos una cuesta hasta el teleférico y subimos a la Torre de Seúl… El precio 8500 wones (7 € aprox) subir y bajar. Básicamente llegamos hasta la base y fue suficiente para ver la ciudad mientras anochecía y se iba llenando de luces.
Solo quedó tomar algo en la estación de Seúl, en una especie de alemán en la entrada de la terminal; recuperar nuestro equipaje, cero problemas con mi huella dactilar, y tomar el metro hasta Incheon. Para ello, tomando el “all stops”, ese que hace varias paradas si vas con tiempo, bajaras en la estación de Geoman donde haces transbordo hasta el aeropuerto. (4350 wones, unos 4 € y más de una hora en total). Si bien el tren exprés para la vuelta sale más caro, no creo que merezca la pena ahorrar ese dinero. Nuestro trayecto fue larguísimo.
Para recuperar el dinero de los impuestos pagados en las compras, con los recibos solicitados en las tiendas, has de pasar, previo a la facturación, cerca de los mostradores D. En una máquina y con escaneo de pasaporte y facturas, se carga en tu cuenta. Una vez en el área de embarque, pasado el control de seguridad y el de inmigración, en la puerta 27, escaneando de nuevo el pasaporte en otra máquina, recibirás el dinero en efectivo.
A partir de ahí todo era volar unas cuantas, bastantes, horas…
La vuelta a la realidad
Abordamos el vuelo a la una de la madrugada. Llegada a Alicante por la mañana. Fin del viaje. Y todavía preguntando: ¿A dónde vamos el año que viene…?
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2 comentarios en “Una escapada de cinco días a Corea del Sur”
que envidia me dais ¡¡
se te han colado unas fotos de Perú por ahí en medio
Hola Carlos! Razón tienes, ¡se me había colado una colección de fotos con llamas en Corea! Gracias por el aviso y ¡gracias por seguirnos!