La ruta por los alrededores de Lhasa

Hoy emprendemos ruta hacia el lago Namtso donde haremos noche. Esta es una parte de nuestro recorrido por Tíbet en 16 días que le pedimos incluyera a la agencia Youlan Tours con la que diseñamos nuestro viaje. Tratábamos de salir de la ruta clásica y queríamos disfrutar de alguna zona algo más especial y alejada en Tíbet. Irene, de Youlan, no tuvo problema en acomodarlo a nuestro viaje. Por delante tres noches “duras” en el viaje: la primera en el Namtso, nuestro primer alojamiento sin baño ni ducha y después dos más, en habitaciones de los monasterios de Reting y Tidrom. Lugares muy básicos donde renunciábamos a muchas comodidades, tal vez demasiadas. Pero era parte de la aventura de conocer el Tíbet “fuera de ruta”.

Así fue nuestra recorrido y aquí todos los artículos que le dedicamos a este maravilloso viaje con las recomendaciones para organizar un viaje a Tíbet, todos los datos de interés de nuestro viaje y la ruta y escalas de nuestro recorrido por Tíbet:

Recorrido de 16 días a través del Tíbet, la distancia entre Lhasa y Katmandú con Youlan Tours

Jueves 13 de Septiembre de 2018. El lago Namtso

A las nueve de la mañana nos recoge Dawa en el hotel. De camino hacia el lago recogeremos a Norbu que vive a las afueras de Lhasa. Nuestra primera hora a bordo del Land Cruiser se la llevó esta circunstancia: salir de Lhasa y recoger a nuestro guía.

Por delante, 260 km y unas cinco horas de viaje. Para hacerse una idea, hay tramos de velocidad controlada en los que circulamos a unos 20 km/h. Los controles de velocidad no permiten una marcha mayor, aunque no nos importa, podremos disfrutar de los paisajes del norte de Lhasa. La carretera de 1952, la primera que unía Xining con Lhasa, discurre paralela al itinerario del tren de las nubes y sus paisajes ya nos parecieron todo un espectáculo en el camino hacia Lhasa. Hoy día, se está construyendo una moderna autopista. Nuestro destino: el lago Namtso.

El sagrado lago Namtso 

El lago Namtso es uno de los cuatro lagos sagrados para los tibetanos: el lago Qinghai que visitamos en Xining, el lago Yamdrok que visitaremos más adelante y un cuarto, cercano al monte Kailash al que no llegaremos. El Namtso se encuentra en la provincia de U, curioso nombre desde luego, y los tibetanos emplazan en la zona el nacimiento de su reino. El lago es famoso por ser el segundo en extensión de agua salada de China, con 70 kilómetros de largo y 30 de ancho; por sus antiguos monasterios y por los 4718 metros de altitud, todo un reto para nosotros. La botella de oxígeno que llevamos en el coche nos tranquiliza… Eso y el seguro de viaje que llevamos con Hey Mondo, con cobertura para alturas de 5000 msm…

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De camino leemos algunos de estos datos, datos que juntamos a nuestro diario junto con los que nos va contando Norbu. En la edición de hace 10 años en español de la “otra guía”, habla de los pocos alojamientos que hay en la zona: colchones finos hechos de pelos de yak, perros rabiosos que ladran encolarizadamente por la noche y algunos pocos locales donde comer… Nos reímos pensando en lo que se nos viene encima, pensando que en estos años seguro que los chinos han modificado la situación, pero deseando en realidad, disfrutarlo todo tal cual lo encontremos.

La primera parte del recorrido es un área dominada por los campos dedicados a la agricultura, maíz, trigo, alubias… regada por el caudaloso río Duilong, uno de los afluentes que alimenta el río en Lhasa.

Tras unas dos horas y ya por encima de los 4000 metros de altitud hacemos una parada para el baño. La temperatura ha bajado considerablemente respecto a Lhasa. Las obras de la nueva autopista en construcción resultan faraónicas y gran parte de la misma discurre sobre puentes elevados. De aquí en adelante los kilómetros que nos llevan al lago, son las tierras de los antiguos nómadas tibetanos, los drokpas del Tíbet. Los rebaños de yaks y los pastores comienzan a adueñarse del paisaje. Como nos recuerda Norbu, estos, para nosotros peculiares animales, son fundamentales para la vida en el Tíbet. Incluso el estiércol que producen es aprovechado como combustible o para la construcción, una vez secado. Aunque todavía quedan unos dos millones de los nómadas dedicados a su cría, su modo de vida cada vez se ve más amenazado. La “colectivización” llevada a cabo por el gobierno chino, les está empujando hacia asentamientos fijos y ese estilo tradicional de vida dedicado a la ganadería o el comercio de la sal está seriamente en peligro.

Sobre la una paramos a comer en la población de Damxung a 4200 metros. Lo hacemos en un restaurante local donde alucinan con nuestra presencia y nosotros más con los comensales que allí disfrutan del rato en ese momento. Un arroz con vegetales y una pasta similar a los noodels por 33 yuanes (4 €). De momento los días de aclimatación y el agua en abundancia están cumpliendo su cometido y la altura no está suponiendo un problema.

Desde aquí tomamos el desvío hacia el parque nacional del lago Namtso. La carretera empeora en este punto. Poco después hay que comprar las entradas al parque nacional. Atravesamos, tras poco menos de seis horas en ruta, el paso Lakenla a 5186 metros. Las laderas aparecen nevadas, de hecho una suave nieve comienza a hacer su aparición. El termómetro llega a los cero grados. Las cordilleras que nos rodean superan los siete mil. Entre estas montañas nacerá el río Lhasa que más adelante se une al famoso río Amarillo camino de India. Sin ser alarmante, una leve sensación de falta de aire se hace patente. Un poquito más de oxígeno tampoco vendría mal.

Cruzando los 5200 msm del paso Lankela en Tíbet

El paso de montaña se hace duro con la nieve y el mal estado del firme. Comenzamos a descender hacia el lago y respiramos algo más aliviados. Lo que arriba era nieve, llegando al lago es lluvia. No se puede decir que tengamos mucha suerte con los lagos tibetanos, parece que el mal tiempo nos acompañará igual que lo hizo en el Qinghai. La cosa cambia y, aunque con nubes, finalmente llegamos en medio de un precioso atardecer. Algo más de seis horas de las que venimos baldados por la carretera en su tramo final.

Paramos en una especie de mirador mientras cruza una manada de yaks la carretera. Los jóvenes muchachos de la zona acuden con curiosidad a tratar de conversar con nosotros y me temo que buscando propina por la foto. Nosotros no pasamos del “thasi dele” en tibetano, nuestro “hola”, ellos no van más allá de una amplia sonrisa, pero estamos a gusto todos. Las antiguas cabañas nómadas han sido sustituidas por casas prefabricadas y los caballos por motocicletas, lo que no ha cambiado es la belleza de este paraje natural. Algún cartel nos recuerda la altitud y lo conveniente de caminar despacio.

Llegamos hasta Thasi Dor, una de las tres islas del Namtso, aunque con los años se ha convertido en una península, entendemos que por el descenso del nivel del lago. Las islas y sus cuevas han sido lugar de meditación durante siglos. Dormiremos en Namtso Holy Lake Guesthouse, casas prefabricadas mucho mejor de lo que esperábamos. No cuentan con baño y hay que salir al frente a los aseos públicos y apretar los dientes. En la habitación una máquina para producir oxígeno, que nos dicen habitualmente usan los turistas chinos.

Si el alojamiento nos parece más que razonable y nada que ver con aquella Lonely de hace 10 años, no se equivoca tantos años después en lo de los fieros perros tibetanos, mastines creemos, y vemos carteles que nos advierten. Parece que la noche no es la mejor hora para pasear.

Nos preparamos un café y salimos a ver la península y el templo del mismo nombre. La cordillera al frente, totalmente nevada es todo un espectáculo.

Monasterio Thasi Dor

Primer consejo para la visita, andar muy despacio, tomárselo con mucha calma. El segundo, mucho protector solar. La estructura del monasterio actual cuenta con poco más de una década de años. Todo el monasterio antiguo fue destruido en la revolución cultura china. Actualmente viven unos 12 monjes. Visitamos dos cuevas, ahora templos, donde nos permiten echar algunas fotos. Enfrente y dominando el lago, dos grandes y veneradas rocas, conocidas como el hombre y la mujer.

Saliendo, cazamos un precioso yak blanco despistado y lo machacamos igualmente a fotos. Los tibetanos ya han aprendido del turista chino y exhiben sus ejemplares frente al lago para la foto y la propina. Preferimos no fomentar esta práctica y este que anda solo por la pradera nos viene de lujo para unas buenas fotos.

Alentados por la aparente buena tolerancia a la altitud, decidimos subir, muy despacio, a la pequeña colina que forma la península. Tras unos 20 minutos, no más de 200 metros, tres paradas y 150 latidos por minuto, desistimos de esta empresa. Veremos el lago desde abajo. En serio, cerca de los 5000 metros mejor no hacer esfuerzo.

Lo de andar “para arriba” no fue buena idea, pero si damos un paseo alrededor de la península sin demasiadas pretensiones. Eso si, otros yaks en el camino nos sirven para hacer buenas paradas y un buen puñado de fotos. Son las seis de la tarde y la luz que ha quedado es espectacular. No entendemos como hace poco rato estábamos bajo la nieve. Las panorámicas del lago con la enorme cadena montañosa al fondo dan para muchas más fotos.

Unas tres horas a paso sosegado son suficientes para nosotros y volvemos a la gran área común de la Guesthouse donde celebramos el buen día con una cerveza (10 yuanes). Para las ocho el sol se pone sobre el lago, aunque las nubes y el frío hace que no hagamos amago de asomar. Con poco más que hacer, cena (pollo con cacahuetes y patatas fritas, ambos platos compartidos por 88 yuanes, un número que celebraron ampliamente en el local), wifi (que volaba aquí arriba hasta que se fue la luz), y a la cama a abrigarse… ¡La temperatura ha caído en picado!

Pero dormir, no fue tan fácil…

Viernes 14 de Septiembre de 2018. El monasterio Reting

Lo mejor cuando duermes en situaciones como esta, a una altura tan considerable y con escasas posibilidades de solucionarlo, es “la meditación” y en el lugar más adecuado estábamos. Algo así como dejar la mente en blanco y no pensar en que realmente tienes cierta “fatiguilla” estando en la cama y que no sabes qué postura será la más adecuada para llenar los pulmones… ante la tentación de salir corriendo y despertar a Norbu y su bala de oxígeno, otra vuelta en la cama… y si te meas o “lo otro”, vuelta en la cama… (lo cierto es que un orinal sirvió para lo primero). En fin, que salvo por frío, que no pasamos, la noche no fue la mejor. Aún así, otro aprobado con nota. Esta era nuestra prueba de fuego antes de seguir adelante hasta los 5200 del campamento base del Everest, pero mejor no pensarlo. Al menos no hubo cefaleas, vómitos ni realmente una dificultad respiratoria alarmante, solo ese poquito de aire que te falta para estar a gusto.

No madrugamos demasiado, el amanecer de las 7:30 con un frío considerable en el exterior del zulo, podría esperar otra vida. Pedimos de desayuno, huevos fritos y añadirle un poquito de jamón (si, todavía nos quedaba en nuestras mochilas) y aceite de oliva (también)… lo mejoró hasta el infinito. Desayunar nos costaba 20 yuanes a cada uno, y el día antes habíamos negociado lo de los huevos. Comenzar el día con noodels es demasiado todos los días. Mientras desayunábamos, una turista china al lado, se afanaba en meterse chufletazos de oxígeno de su pequeña botella portátil, curioso al menos resultaba. Esta botellas de oxígeno las vimos en venta en todos los puestos. Por 40 yuanes tenias 700 ml de oxígeno y por 50 yuanes algo mayores.

Sin prisa, no fuera que acabáramos comprando uno de esos depósitos, dimos otra vuelta por el lago Namtso antes de salir. Nuestro siguiente objetivo, el monasterio Reting y, como nos había dicho Norbu, estaba a menos kilómetros en coche que la jornada anterior, así que podíamos tomarlo con calma. La vuelta sirvió para confirmar que el lago y las vistas del mismo eran una maravilla, que todo lo que había montado alrededor no mejoraba en mucho el concepto chabolismo y nos aproximaba a imaginar lo duro que debía ser vivir en este lugar tan extremo por tantos motivos.

Para las diez, nos poníamos en marcha. Unos 150 km desde aquí y a unos 4400 msm, que nos aliviarían un poco. Pero primero había que pasar de nuevo el maldito paso de Lakenla, aquel de los 5200 metros y un camino inmundo. Por suerte el tiempo ahí arriba había mejorado respecto al día de ayer e incluso paramos para tomar unas fotos.

De nuevo descendiendo y otra imagen peculiar. Los autobuses que suben hacia el lago Namtso con turistas chinos, llevan a muchos de ellos ¡enchufados a gafas de oxígeno!. En fin…

Pasadas unas dos horas llegamos de nuevo a Damxung y unos minutos de carretera asfaltada. Al poco, un nuevo desvío y un nuevo camino infernal camino de Reting. Lo que es en España un camino de cabras, que aquí es un camino de yaks. Llueve de nuevo…

El recorrido entre Damxung y el monasterio de Reting, discurre junto al río Lhasa y atraviesa pueblos y paisajes verdaderamente alucinantes. Dio tiempo para una pequeña parada con unas galletas y un café que preparó Dawa. Tomamos cuántas fotos podemos desde el coche en marcha, cruzando los dedos para que transmitan la belleza de las verdes montañas que nos rodean. Hacemos una parada en el embalse de Rezhen Zangbu donde tomamos magníficas fotografías desde un montículo que nos recomienda Norbu alcanzar.

Camino del monasterio de Reting

Sobre las 15:30 llegamos a las proximidades del monasterio y paramos a comer algo. Hace cinco horas y media que salimos del lago Namtso. Un restaurante que es una preciosidad en su interior y nunca lo hubiéramos dicho viendo el exterior. Comemos las dos variedades de platos que nos ofrece, ambos con yak y que verdaderamente son una delicia. Como venimos viendo todo el camino y Norbu nos recuerda, estos valles y montañas son lugares donde la cría del yak abunda y nos dice son los mejores que probaremos. Pagamos 67 yuanes por la comida (8 €). No creo que haya ningún otro sitio donde comer por la zona pero no merece la pena buscar.

Con la necesidad de la comida cubierta, toca visitar el famoso monasterio de Reting. Pero primero, el check in, dormiremos en el mismo monasterio, así que sobra tiempo para pasearlo… Un lugar muy básico, pero la experiencia es lo más importante. Al menos está limpio y no nos hace falta mucho más.

Monasterio de Reting

Aunque prácticamente se destruyó por completo durante la revolución cultural china, de nuevo esa época…, el lugar ha sido restaurado, si bien todavía precisará muchos años para recuperar su esplendor. La ubicación en la falda de una colina le dota de gran belleza y nada más llegar, a primera hora de la tarde nos damos cuenta de esa realidad que habíamos leído, si bien gran parte de los edificios están en general descuidados. De lo poco que resistió, los viejos enebros que cubren toda la ladera. Las vistas del enorme valle al frente son inmejorables. Tal es el atractivo de la zona que el propio Dalai Lama desde el exilio, ha confesado que de volver a Tíbet, quisiera vivir en Reting. Su maestro y tutor pertenece a la orden de Reting y no se puede dudar de la influencia que sus regentes han tenido en la sucesión dinástica a los principales puestos de poder.

Construido en 1056 se ha relacionado íntimamente con los geluppas, de nuevo la secta de los gorros amarillos. No hay ni un solo turista cuando llegamos. En su interior no podemos tomar fotos. La primera de las grandes salas es el lugar de reunión de los monjes, una amplia estancia de columnas rojas. Tras ella, la primera capilla con una enorme figura del Buda del futuro. Grandes pilas de sutras se agolpan en las paredes. Al lado otra capilla con una estupa que mantiene los restos de un gran maestro del monasterio muerto hace solo 15 años. Parte de la capilla todavía está en construcción y en sus paredes se están montando estanterías para los sutras. La sala principal las grandes figuras del fundador del monasterio en el siglo XI, del Buda del presente y de Atisha, quien reintrodujo el budismo de la India.

Monasterio de Reting en Tíbet

El interior, si bien restaurado en los últimos años, merece la visita. Son pocos los fieles que rezan frente a las imágenes. Los monjes nos abren una capilla cerrada donde está la imagen más importante y venerada. Una pequeña imagen original con las tres caras de Buda, de unos 500 años de antigüedad, frente a la que vivimos uno de los momentos más místicos del viaje hasta el momento, con una anciana y sus hijas rezando frente a la misma.

En un edificio contiguo, otra gran sala de reuniones con murales en las paredes que cuentan la historia de Atisha. La sala resulta fascinantemente colorida. Del otro lado, otro mural que cuenta la historia completa de Buda y que Norbu se esfuerza en explicarnos con todo detalle. Un nuevo y pequeño edificio con más estatuas de grandes maestros, entre ellos los 16 grandes maestros de India, uno de los cuales era el hijo de Buda. Allí mismo nos explica el sistema de reglas que han de cumplir los monjes, desde las cinco básicas que cumplen los monjes (no matar, no mentir, no robar, no cometer adulterio y no beber), las 36 que cumplen los maestros hasta las 225 que deben cumplir los grandes maestros y que nos dice es practicamente imposible.

Tras el monasterio, la cueva de meditación de Tsong Khapa y en momentos, del Dalai. Aquí fue donde, tras un retiro de tres años de meditación, Tsong Khapa escribo algunas de las escrituras más importantes del actual budismo.

Tras la visita, seguimos con esfuerzo la Kora que rodea el lugar, entre vacas, fieles, monjes, nuevas estupas y enebros centenarios. Algunas monjas siguen montaña arriba hacia su convento, a unas dos horas de Reting. Sin saber ni cómo ni porque, nos ponemos a ello y terminamos por hacer el Kora completo. Sobre una hora de recorrido. Esto debe mitigar un buen puñado de pecados. Los 4000 metros se hacen notar.

Son las siete de la tarde cuando lo tenemos todo hecho. Un refresco en el bar del monasterio, (¡si! tiene bar), y nos retiramos a nuestro lugar de meditación…

Sábado 15 de Septiembre de 2018. El convento Tidrom

Amanecíamos con el alba después de una noche mucho mejor de lo previsible. El baño, abierto a las estrellas, quedaba lejos, las ventanas no acababan de cerrar y en general la habitación del monasterio era básica, básica… Pero todo lo contrario, dormimos sin problemas e incluso llegamos a pasar calor con el montón de mantas que nos echamos encima. Un patio del monasterio con una fuente nos sirve para el aseo básico a estas horas. Rejuvenecedor. No olvidéis las toallitas higiénicas para este viaje. Así que con el razonable descanso y despejados después de “la ducha fría”, poníamos rumbo a nuestro siguiente objetivo de viaje en Tíbet: el convento de Tidrom (según donde, lo habíamos leído como Tidrom o Tidrum).

Antes de salir, bajamos a desayunar al agradable restaurante de la muchacha donde comimos ayer. Nos prepara unos huevos revueltos, tras pelear como jabatos que no queremos noodels a estas horas. También es verdad que nos los termina por cobrar bien (30 yuanes).

Deshacemos el camino en el valle que recorrimos ayer. El día está totalmente despejado y resulta realmente bello descender rodeado por las montañas que lucen una gama de verdes infinitos. La carretera si bien está en buenas condiciones ha sufrido en algún tramo la época de lluvias de la que se sale y hay desprendimientos. En el camino paramos alguna vez, hemos leído que el convento no tiene gran atractivo y los pueblos que cruzamos si resultan encantadores a nuestros ojos. Es cierto y verdad que hubiéramos parado muchas más, pero no tenemos claro el camino que queda por delante y Dawa y Norbu si.

Los impresionantes paisajes del Tíbet

Cruzamos al otro lado del valle donde la carretera es todavía peor. Los campesinos se afanan en recoger la hierba que servirá de alimento a los yaks en el invierno. Los propios yaks parecen conocer la proximidad de las estación y pastan a sus anchas en las laderas, atiborrándose cuanto pueden. Por primera vez nos para un coche de policía y solicita la documentación a Norbu. No hay problema, pues seguimos la ruta marcada.

Paramos por un puente donde un par de pastores demuestran su habilidad para reunir los ganados de yaks. Con unos grandes látigos que utilizan a su vez a modo de ondas, lanzan piedras a gran distancia marcando el camino de vuelta a las bestias que tratan de escapar. Se nota que no es la primera vez que lo hacen. Los machos de la manada se retan marcando sus territorios. Hemos leído que son muy pocos los yaks que quedan salvajes, pero a estos, si bien domésticos, mejor no acercarse demasiado.

Más adelante cruzamos la presa e hidroeléctrica que abastece la zona tras controlar el caudal del río Lhasa. Aquí la carretera está más que destrozada y a cada poco paramos para vadearla por algún lado. Cuando llevamos más de cinco horas terroríficas desde nuestra salida, terroríficas por el estado de la carretera, paramos a comer en Nyimajangra. Este tramo se ha hecho bastante duro.

Comemos en un restaurante de unas monjas, según Norbu el más limpio del pueblo. Un caldo con momos rellenos de espinacas y carne y un arroz, también caldoso, con patatas y carne de yak… Pagamos 40 yuanes (5 €). Carmen dice: “¡esto está exquisito!”. Yo los probé…

Los momos y los caldos de yak en Tíbet

Desde aquí 40 km hasta el monasterio-convento. Norbu nos asegura que con mejor carretera. Y por desgracia nos engañaba. Al menos, al principio una carretera asfaltada y más tarde un nuevo camino plagado de socavones, nos llevó entre las gargantas de las montañas a Tidrom. Algunas banderas de oración te dan la bienvenida y cruzan el río cerca del monasterio, anunciando su cercanía. Hacía seis horas y media que salimos esta mañana.

La puntilla para acabar de rematarnos fue bajar hasta el pueblo andando. El pueblo estaba abarrotado y no pudimos bajar con el coche. Con las mochilas en ristre emprendimos la dura bajada.

Convento de Tidrom 

El enclave es una maravilla, una garganta donde el río discurre a toda velocidad y junto a la que, además del monasterio han florecido decenas de viviendas colgadas, literalmente, de la colina.

El convento de Tidrom y la población en torno al mismo

Es sábado y la festividad de “no sabemos muy bien que” y las piscinas de aguas termales, están a reventar. Quisimos entender que algo así como el “shower festival”. La gente se baña en pelotas y sale, paseando por los alrededores, con unas graciosas “batamantas”.

Un pequeño paseo, todavía con las mochilas nos dio tiempo a darnos cuenta de esto. Pero fuimos a dejar la carga… Dormíamos en las habitaciones del monasterio y era una vuelta más en precariedad. Pomposamente llamado Hotel of Dedrom Monastery. El top ten de la suciedad hecha habitación. Intentamos cambiar al hotel de enfrente pero dada la festividad que se celebraba, no tenía lugar disponible. Así que mejor no pensarlo, pasar la noche como pudiéramos y olvidarlo pronto…

Visitamos el convento que en su mayoría es de reciente construcción. De hecho, todas las estancias olían a recién pintado. Probablemente el espectáculo estaba fuera. La gente pasea con las batas por las calles con toda tranquilidad, mientras, de nuevo, nosotros somos los observados.

Con todo visto y descartada toda posibilidad en nuestras cabezas de adentrarnos en las aguas termales, terminamos con lo que queda de tarde en el bar del monasterio. Sin lugar a dudas, esa noche no cenaríamos. Entre las siete y las nueve, un par de cervezas y poco más que contar. El resto del personal se entregaba al té. Trataríamos de dormir con lo puesto. Mejor no quitarse la ropa y evitar abrir las mochilas allí era una buena recomendación.

Domingo 16 de Septiembre de 2018. Los monasterios de Drigung Thill y Ganden

La noche fue toledana. Pendientes de mantener el cuerpo caliente y sin contacto con las mantas y colchones de los catres. Y dormir a la vez. Difícilmente se puede recomendar esta escala mientras las condiciones del alojamiento en la pequeña localidad de Tidrom no mejoren. La verdad es que el trayecto e incluso el lugar donde se encuentra pueden merecer el viaje pero la paliza que supone un ida y vuelta lo hacen inviable en un día. Así que si queréis conocer Tidrom, deberéis pernoctar en este lugar, llamémosle insalubre…

Con la prueba superada, nos poníamos en marcha temprano. Por delante dos nuevos monasterios que esta vez visitaríamos de vuelta a Lhasa, o lo que es lo mismo: un hotel y una buena ducha. Ya de buena mañana, los fieles andaban dando vueltas a la estupa del monasterio y muchos de ellos se arriesgaban al primer baño “en las termales”. Nosotros bajábamos con el sueño de un café a las 7:30 y deseando salir de allí, aunque primero habría que cargar con las mochilas la dura cuesta…

En pocos minutos llegábamos a Drigung Thill. A pocos kilómetros de Tidrom, costaba poco llegar en coche, tan solo unos tres kilómetros que algunos peregrinos hacían caminando. Antes de la visita, un café que nos preparamos en un restaurante de la población más cercana, al pie de la montaña. El sistema que utilizan en todos los locales es el mismo. En un extremo de una larga plancha van prendiendo el estiércol seco de yak de modo que sobre la plancha, cocinan y calientan a un tiempo varios recipientes. En el otro extremo la chimenea y salida de humos. La larga plancha en el centro del restaurante sirve a su vez de calefacción.

A pesar de que pueda parecer lo contrario, al monasterio se accede en coche. Mucho me temo que no podríamos haber subido a pie.

Monasterio Drigung Thill

Llegamos con los primeros rayos de sol impactando sobre la ladera donde se arremolinan los edificios del monasterio. Fundado en 1167 y tal vez menos deteriorado tras la revolución cultural. Aquí se asentó la orden kagyupa o gorros negros que llegaron a pelear por el poder político con los sakyapas en el siglo XIII. Fruto de esta beligerancia, el monasterio fue saqueado en 1290 tras la alianza de mongoles y sakiapas.

Es un lugar importante donde los monjes acuden para la meditación. De los 5000 monjes que lo habitaban, hoy quedan unos 500 monjes. Le dedican, una vez en la vida, tres años, tres meses y tres días a la meditación exclusivamente. Fue el primer lugar donde acudió Tonsg Khapa a estudiar antes de fundar Ganden, que visitaremos después.

La primera capilla que visitamos, dedicada al fundador del monasterio resulta impresionante. De nuevo no se pueden realizar fotos. Una estupa de más de 900 años guarda una imagen muy venerada. En ese momento los monjes realizan sus rezos. En la planta superior dos estupas tienen los restos de dos grandes maestros de la orden, el primero y fundador y el dieciseisavo.

Seguimos la visita por las terrazas superiores donde las vistas son magníficas. Una capilla superior contiene figuras de grandes maestros de las cuatro escuelas. La antigua sala de oraciones está en obras cuando llegamos.

Hoy día es el monasterio más importante de Tíbet central en la celebración de los famosos funerales celestes, el preferido por los budistas. El cuerpo es descuartizado y ofrecido a las aves carroñeras molido en harina. Por la mañana, cuando más hambre tienen se les ofrece los huesos y la sangre mezclada con la harina, para el final, se les da la carne que resulta más sabrosa para las aves. Se considera un último acto de caridad y la manera de alcanzar el cielo. En caso de coincidir en uno, cosa harto difícil, no se pueden hacer fotografías. El acceso al sitio donde se realizan está prohibido a los turistas, si bien forma parte del Kora del monasterio. En caso de ver carroñeros volando en círculo tendremos la certeza de que se está celebrando algún funeral. Durante el desayuno, Norbu contesta a nuestras preguntas sobre el rito. Nos parece muy duro el trabajo del que descuartiza los cadáveres. No dice que es una trabajo familiar que se hereda y que ganan mucho dinero en forma de propinas, no hay un precio fijo por este trabajo. Este es uno de los lugares más sagrados para el ritual junto con el monasterio de Samye y otro en India. Los domingos, día en que llegamos, es el único en que no se realiza funerales celestes. Los pájaros no entienden de días de la semana y aguardan, revoloteando su comida…

Antes de terminar, visitamos la nueva sala de oraciones. Y la gran sorpresa y suerte que nos espera, es coincidir con el rezo de los monjes. Una pena no haber podido grabar ese momento. Se quedará siempre en el recuerdo.

Realmente interesante la visita y la historia de este monasterio que nos llevó aproximadamente una hora y media.

De nuevo en marcha y camino del monasterio de Ganden. Disfrutamos en este tramo de la mejor carretera de cuántas llevamos en los últimos tres días en los alrededores de Lhasa y de nuevo los paisajes y poblaciones que cruzamos dan para muchas fotos. Entendemos que poco tiempo para parar a tomarlas, así que muchas de ellas llegan improvisadas desde la ventanilla del vehículo.

En unas dos horas y medias recorríamos la distancia entre los dos templos. Comemos antes de la visita cerca del monasterio. Dos sopas de noodels con yaks, unos momos y dos Coca Colas por 18 yuanes (2 €). Con esto en el estómago, ascendemos la montaña a través de una zigzagueante carretera en busca del monasterio de Ganden.

Monasterio Ganden

El monasterio de Ganden se encuentra a tan solo 50 km de Lhasa. Tras sus estudios en el monasterio de Drigung Thill, donde acudió becado desde Kumbum, Tsong Khapa reunió fondos para fundar este, el primer monasterio geluppa. Desde entonces es la sede más importante de la secta, mayoritaria hoy día por número de monjes.

Fundado en 1409, tiene multitud de figuras que representan al maestro y a sus principales discípulos. Una vez muerto el maestro y fundador, la orden ha pasado a ser regida por un cargo llamado Ganden Tripa, cargo al que se lleva por méritos académicos, distinto al de otras sectas. Este cargo es el representante superior de los geluppas y no el Dalai Lama.

Seriamente dañado por los bombardeos en la década de los 60, hoy día se reconstruye a ritmo frenético. No en vano, la orden geluppa es una de las más influyentes y como tal sufrió el asedio durante los años de la revolución cultural. El principal reclamo y que fue totalmente derruido, la estupa de Tsong Khapa cuyos restos se perdieron igualmente. En la actualidad, la estupa reconstruida contiene los restos del cráneo que se consiguieron restituir y destaca completamente en la silueta del monasterio. Escondida en un edificio granate, la estupa con uno de los maestros más venerados del budismo.

El impresionante monasterio de Ganden en Tíbet

Visitamos primero la sala de oración, donde cinco días al mes se reúnen todos los monjes. Rodeando la sala, los 16 grandes maestros indios. Abajo el trono del Dalai Lama. Arriba el del Ganden Tripa que cambia cada 5 años aproximadamente. Tras el trono, Tsong Khapa y sus dos principales discípulos, Gyaltsab-Je y Kedup-Jede. Este llegó a ser el primer Panchen Lama. Otro de esos sitios donde echar la tarde con la cámara.

Tras esta, otra sala de enseñanza, tal vez menos ornamentada aunque decir eso en estos templos es difícil. Una pequeña capilla no accesible para mujeres, tiene las estatuas de los protectores de la secta y el monasterio. En la planta superior de este edificio escrituras originales escondidas durante la revolución cultural, alguna capilla más y la fantástica estupa de oro y plata con los restos de Tsong Khapa.

Otra de las visitas fundamentales en Tíbet. La estampa del complejo en los vivos colores del budismo, rojo-poder, ocre-éxito y blanco-paz bajo el azul del cielo es irrenunciable.

Para las tres de la tarde, ponemos rumbo a Lhasa. Unos 50 km y una hora y media después, por fin en nuestro maravilloso hotel de Lhasa. Repetíamos el Tashi Nota Hotel y con mucho gusto.

Son las siete de la tarde y con parte de la ropa de los últimos tres días (pagaremos lo que pidan…) y un olor envidia después de una duchaza, cuando salimos a dar una vuelta por Lhasa. De nuevo, una cierta civilización.

Paseo por el mercado. Menos mal que no traje la cámara esta vez. Acabamos en la terraza del Zunba restaurant, con magníficas vistas en la cuarta planta de un edificio en la esquina de la plaza Barkhor. Una pizza que supo a gloria, unas vistas inigualables y dos Lhasa Beer por 92 yuanes (12 €). Definitivamente Lhasa de noche tenía buen ambiente.

Vuelta rápida a casa para disfrutar de esa megacama. ¡Mañana rumbo al oeste! En busca de la carretera de la Amistad.

Los momos tibetanos de carne de yak

Los tres días que hemos pasado entre viejos monasterios y bellísimos paisajes han merecido la pena pese a las condiciones básicas de los alojamientos y la dureza de alguno de los tramos de carreteras. Sin duda muy recomendable llegar hasta esta parte de Tíbet, tal vez menos explorada por los turistas.

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Jose Luis Bauset
Soy Jose Luis, más conocido como Bau. Aquí compartimos nuestras experiencias viajando. Viajefilos es nuestro blog de viajes, donde todos aquellos adictos a viajar pueden buscar inspiración.

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