Viaje a Borgoña en julio. Parte II

Un viaje a la Borgoña francesa es sin duda uno de los mejores lujos gastronómicos que se pueden disfrutar en Francia. Aquí va la segunda parte de ese fabuloso viaje a Francia en coche en el que además de disfrutar de los ricos vinos franceses, también disfrutamos de toda la riqueza arquitectónica y paisajística del vecino país.

Itinerario y visitas:

-Escala de ida en Colliure

-Primer día: Avallon, Vezèlay, Anguis y Saint Thibault

-Segunda etapa: Clos de Vougeot, Nuits Saint George y Beaune

-Tercera etapa: Dijon

-Cuarta etapa: Autun , Cluny y Solutre

-Quinta etapa: Semur-en-Auxois, Noyers-sur- Serein y Auxerre

-Sexta etapa: Ciudad de Lyon

-Escala de vuelta en Narbona

Cuarta etapa: Autun , Cluny y Solutre

El día siguiente lo dedicamos a Autun y Cluny para luego llegar a Solutre. Autun es otro pueblecito cuidado, de calles empedradas y en cuesta, y mucha historia, ya que fue villa romana con Augusto, por lo que mantiene un Anfiteatro aunque está restaurado. La catedral de Saint – Lazare del siglo XII, dispone de un tímpano en la entrada relacionado con el Juicio Final. Es frecuente que aparezcan los signos del Zodíaco y los meses del año. Son muy valiosos y dignos de fijarse en ellos los capiteles de las altas columnas de la nave central, espectaculares y bien conservados. También en Autun interesa y mucho, visitar el Museo Rolin (entrada 7.20 €), en donde se encuentra el relieve de: “La tentación de Eva” del año 1130, que estaba en la Catedral. Otras piezas interesantes son mosaicos galorromanos encontrados en la ciudad, así como esculturas y pinturas del siglo XV y de pintores franceses posteriores.

Para comer hay bastantes restaurantes-cafeterías, una muy encantadora cerca del Museo es La Trattoria Petit Rolin, y otros en la Place du Champs de Mars, como “Le Commerce”, con buena relación calidad-precio, asequible y amables.

Continuamos viaje Hasta la Abadía de Cluny, lo que queda de ella y el pueblecito que la circunda. Capital espiritual en la Antigüedad, construida en el año 910. La entrada cuesta 9.50€ y merece la pena por lo que queda y sugiere que fue y por lo que representó. Aconsejo detenerse en el vídeo del comienzo de la visita, porque aunque creo que sólo está en francés, sí se entiende bien y son espectaculares las reconstrucciones visuales de sus naves apreciando todo su esplendor. Actualmente sólo quedan en pie los dos brazos derechos de los dos cruceros. En diversos lugares del recorrido se encuentran maquetas que muestran el edificio en su mejor momento. Es increíble las dimensiones que tuvo en aquellos años. Tuvimos la suerte de escuchar a una señora que dirigía un grupo y cantó en una capilla lateral para demostrar la sonoridad del lugar. La visita de toda la zona, con los diferentes edificios que la conforman, lleva fácilmente varias horas de recorrido. Se debe visitar también el Palacio de Jean de Bourbon. Tras estos interesantes recorridos hay muchos barecitos con terraza donde descansar y tomar una cervecita y digerir la grandiosidad que debía tener en su momento histórico.

Continuamos el día dirigiéndonos a Solutre, una roca espectacular en una peña rojiza, con pinturas rupestres que ha dado lugar a la denominación de periodo del  “arte solutrense”. Nos gustó especialmente esta zona porque esta gran roca, que no pudimos visitar porque estaba cerrada por la hora y por algún problema técnico, está rodeada de un imponente paisaje lleno de viñas. El pueblecito tiene cantidad de dominios, que nos recordaban pequeñas bodegas en las que se hacían catas. Una pena haber llegado tarde,  porque hubiera sido un placer visitar estas bodegas familiares. Ya sabéis, las 18h en verano es demasiado tarde para Francia!!!.

Quinta etapa: Semur-en-Auxois, Noyers-sur-Serein y Auxerre

Nuestro tour del día siguiente nos llevó hacia la zona del vino Chablis, el blanco de la zona quizá más característico. Hicimos una primera parada en Semur-en-Auxois, pueblecito muy cuidado, con mercado callejero ese día (domingo), con sus calles empedradas y en donde vimos La Colegiata Notre-Dame y la Tour L’Orle. Sus murallas y torreones se encuentran bien conservados.

Desde éste llegamos a la Abadía Cisterciense de Fontenay (entrada 10€), también del siglo XII, una de las más antiguas y mejor conservadas de los Citeaux (de aquí cisterciense y también es apelación que se le da a quesos de la zona). Está en un espacio precioso, escondido en un frondoso valle. Sus edificios se mantienen muy bien conservados y puesto que era una orden religiosa de trabajo y austeridad se pueden observar sus zonas de labor, como la forja, más o menos reproducida, la iglesia, el claustro,…. Desde luego lugar muy recomendable.

Para comer fuimos a Noyers-sur-Serein, una maravilla de pequeño pueblecito con casas de estructura de madera, típicas de la zona, de los siglos XV-XVI, murallas, un paseo muy bonito a la vera del Serein, río con meandros. La comida en Maisson Paillot, autoservicio muy elegante, con mucho estilo y calidad también merece la visita.

Tras el café, nos dirigimos a Auxerrre, otra ciudad que merece ser visitada, con premios por la decoración floral de sus calles y un rio navegable: el Yonne, con paseo ribereño agradable. Tiene la Catedral de St Etienne, de estilo gótico, por tanto esbelta y enorme, con su bonita cripta. Continuamos paseo por la ciudad, encontrando la Torre del Reloj (L’Horloge), una monería alrededor del cual se genera la ciudad en círculos. Detrás de ella la Plaza Cadet Roussel con las típicas casas de armazón de madera, con colores vivos, es muy bonita. El Clos de Chainette, son los últimos viñedos que quedan en el centro y pertenecían a la Abadía de St Germain con claustro y cripta interesantes. En la zona de la Place Saint Nicolas se puede descansar viendo el rio, por ejemplo en el Quai.

Es típico de la zona de Borgoña “le chandelier d’helice” o “rat de cave”, portavelas con un sistema que va ascendiendo el cabo de la vela conforme se va quemando y al que Georges Brassens le dedicó la canción Élégie à un rat de cave”. Muy curioso y típico de las bodegas borgoñonas. Casi ya sólo se encuentra en anticuarios. Para quien le gusten la iluminación con velas, si lo ve, no deje de comprarlo porque no es fácil encontrarlo fuera de esta zona.

Sexta etapa: Ciudad de Lyon

Abandonamos la Borgoña hacía Lyon, preciosa, interesante y gran ciudad, con dos imponentes ríos que la atraviesan, el Saône y el Rhone. Nuestro hotel estaba cerca de la Estación Gare Part-Dieu, con muchos servicios en la zona y buena comunicación andando (unos 20 minutos) y en tranvía y bus. También buena comida en Le Pub, en la misma plaza, con raciones abundantes y personal muy amable. Muy cerca estaba Ouly-Lyon para conseguir la tarjeta OULY-Lyon, de 2 días, que permite la entrada a muchos museos, metro, tranvía y autobús, e incluso funicular y un paseo en barco por el rio por 31€. Realmente merece la pena dadas las distancias entre diversos puntos interesantes de la ciudad y entradas a sus museos. El transporte público funciona muy bien y es de mucha utilidad usarlo en Lyon. Dispone de un horario extenso, hasta media noche mínimo, que para ellos es madrugada!.

Es muy interesante el maravilloso Museo de Bellas Artes, que merece bastante tiempo siempre que se pueda. Tiene 3 plantas en donde incluye desde arte egipcio y asirio hasta pintura del siglo XX con Monet, Gaugin, Picasso, etc, Desde luego si os gusta el arte es un museo imprescindible. Además, está en un edificio muy bonito, junto a la Place de Terreaux, en donde también se encuentra el magnífico edificio del Hôtel de Ville, y detrás el de L’Òpera, rehabilitado y con intensa vida artística diaria.

Desde aquí se accede con un bonito paseo a la Ciudad Vieja, cruzando los puentes sobre el Saône, ya que ésta se encuentra en un meandro del río. Es una delicia pasear por sus calles empedradas, con muchos comercios como la chocolatería Le Comptoir de Mathilde, Pylones, Pêches Gourmands,…. y sus traboules o galerías que unen unas calles con otras por dentro de los edificios, muy curiosos, y algunos con comercios también. En Lyon son muy típicos los Bouchon, en donde se pueden probar sus vinos (sobre todo Beaujolais y Côte de Rhône) y su cocina. Hay muchos en esta zona como el Lyonnais y el Ange Divin, en la Rue St Jean, este último lo destacamos por su amabilidad.  Nos decantamos por Maître Bouef, no un bouchon, en la Place de la Baleine, pero el servicio fue muy mejorable. No lo recomendamos. En esta misma zona se puede visitar el Museo de las Miniaturas y Decorados de Cine, curioso y rápido de ver. También está la Catedral de St Jean sin nada demasiado interesante en su interior.

Al día siguiente, en metro llegamos hasta el funicular situado en la ciudad vieja para ascender hasta Nôtre Dame, en la Colina de Fournière, se trata de una emulación del Sacre-Coeur parisino, que a mí personalmente no me gustó, pero con una vista impresionante de la ciudad que sí merece la visita. Se puede bajar caminando y pasar por el Museo Galo-romano, con la visita del mismo, el Gran Teatro y el Odeón a su lado.

Paseamos hasta la Place Bellecour en donde tomamos el autobús para llegar al Museo de la Confluencia, edificio espectacular situado en el punto de la ciudad donde se encuentran los ríos Saona y Ródano. Buen paseo por sus alrededores y hasta la misma confluencia de los ríos, en donde se distingue el color diferente de las aguas de ambos, como curiosidad. Como museo tiene poco que ver, pero si son interesantes su arquitectura y la zona.

Desde aquí y por la misma línea de autobús paramos cerca del Cours de Verdun (zona de Lyon Perrache) porque teníamos interés en comer en la Brasserie Georges, restaurante alsaciano, antiguo y muy típico para los lyoneses, y que no nos defraudó. Muy recomendable el Choucroute con pescado, aunque tiene también el de carne, claro, y otras muchas especialidades. Las raciones son gigantes, así que es mejor compartir platos porque suele sobrar mucho y fácilmente comen dos personas con cada una. Esta Perrache brasserie está muy cerca de la Gare Perrache, por lo que hicimos un bonito paseo por la Place Carnot y Rue Victor Hugo, zona peatonal y comercial, que desemboca en la Place Bellecour. En esta plaza está el monumento  a Saint Exupery, natural de Lyon, con su principito. Hay un café con solera donde descansar, el Café Bellecour.

La travesía por el Ródano/Saona es agradable, observando los márgenes del río Saona con la interesante arquitectura actual y la rehabilitada de la zona de Perrache hasta llegar a la Confluencia y por el Ródano para posteriormente ascender hasta la zona donde está situado el Instituto Pasteur.

También es un lugar muy agradable para pasear la zona de la Place des Jacobins y desde allí hasta la Rue Grenette des Cordeliers, en donde se encuentran calles estrechitas con mucho ambiente y restaurantes encantadores. Nos gustó Fuxia en el 5 de la rue  Monnaie.

El alojamiento en Lyon, al estar bien comunicado no tiene mucho problema. Aún así, me parecen buenas zonas la situada entre ambos ríos, desde Ainay hasta Gare de Perrache y hasta la zona de la Croix Rouge. La Gare de Part Dieu puede estar caminando a unos 40 minutos de distancia de estos lugares, siguiendo la Rue Lafayette o la de Servient. Son paseos en cualquier caso bonitos, de edificaciones interesantes como el de la Bolsa en metro Les Cordeliers, tipo Boulevard Haussman de París.

Escala de vuelta en Narbona

Abandonamos esta preciosa ciudad y salimos de vuelta para España con parada en Narbona. Antes de entrar en la ciudad pasamos por la Abadía de Fontfroide, perdida en los alrededores, con viñedos propios (embotellan vinos con nombres alusivos a la vida monacal: Laudeamus, Deo Gratias,…) y en donde se organizan muchas actividades culturales y de restauración, ya que también cuenta con un buen restaurante. Es propiedad de una familia y recibe subvenciones para su conservación porque es patrimonio nacional, aunque también se mantiene de visitas, actividades, etc. Es una Abadía Cisterciense del siglo XI, muy restaurada en la que se pueden apreciar las distintas dependencias y utilidades de sus espacios. El Claustro es bellísimo y un lugar agradable para pasear, así como sus jardines y rosaleda. Además de hacer degustación y comprar vino, se puede comer en su restaurante, no más allá de las 14:00h con una buena relación calidad-precio, raciones abundantes y servicio esmerado. Merece la pena. La entrada a la Abadía cuesta 11.50€.

Narbona es una ciudad pequeña, acogedora, situada junto al Mar Mediterráneo, con muchos descendientes de españoles, que posee un canal central: Canal de Robine, navegable y con esclusas. También es de destacar la Catedral de St Just-St Pasteur que conforma una unidad monumental con el Ayuntamiento y con el Palais  des Archeveques. Es una plaza curiosa con esa mole que une el antiguo palacio con la Catedral, constituyendo un conjunto imponente. Las callecitas que circundan la zona son peatonales, estrechas y muy agradables para pasear. Detrás de la Catedral hay un Horreum romano (visitable hasta las 17:00h). También merece la pena visitar el mercado central, Les Halles, de estilo modernista y muy bien surtido. La cena de nuestra última crêpe francesa la hicimos en la Place Salengro, en un lugar muy recomendable gestionado por dos chavales jóvenes encantadores.

Y ya sólo nos quedó un largo día de autopista hasta llegar a Murcia.

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